Primera entrega de este trabajo en tres partes en el que intentamos una aproximación biográfica a la vida de Rodolfo Jorge Walsh, nacido en Choele Choel en 1927 y asesinado por un Grupo de Tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada el 25 de Marzo de 1977. Creemos que la suya es una vida que encierra las contradicciones, los cambios, las rupturas, la heroicidad y la complejidad de tres generaciones de argentinos: desde la matanza de 1956 en los basurales de José León Suarez hasta la “Carta Abierta a la Junta Militar” se puede leer gran parte de historia de la lucha de clases en Argentina, de la guerra entre el peronismo y el antiperonismo, de la progresiva toma de conciencia del lugar en la historia que debía ocupar el peronismo revolucionario. Justifica este trabajo el cierre de su “Carta a mi amigos”: “Para nosotros el verdadero cementerio es la memoria”.

1era. parte: precalentamientos: 1927-1964

  1. La Década Infame

Rodolfo Walsh nació el 9 de enero de 1927 en Choele Choel, Río Negro. Hijo de un mayordomo de estancia “que tuvo 3er. grado, pero sabía bolear avestruces y dejar el molde en la cancha de bochas” y de una madre que “vivía en medio de cosas que no amaba: el campo, la pobreza”. Su madre “era una mujer delicada con la comida y con la ropa, una mujer ‘bien’, según ella creía”. Sus dos hermanas serán monjas; Carlos Walsh, su hermano mayor, será Capitán de Navío y ”antítesis ideológica”. Tenía también un hermano dos años menor, Héctor.

Fue nómade obligatoriamente. Cuando tenía 5 años los Walsh se mudaron a la localidad de Benito Juárez, en busca de educación para sus hijos. Aquí comenzó la declinación económica de la familia, que se desarrollará en una nueva mudanza a Azul, en 1936.

Walsh lo recuerda en “El 37”, cuento incluido en Los Oficios Terrestres:

“Fue muy brusco todo eso. Apenas tuvieron tiempo de ponernos en seguridad. Mis dos hermanos mayores fueron a casa de la abuela en Buenos Aires; la más chica se quedó con ellos en una pensión de la calle Moreno; con nosotros no sabían qué hacer. Héctor tenía ocho años, yo, diez. Alguien les dijo que en Capilla del Señor había un colegio irlandés para huérfanos y pobres. Nos llevó mi padre. Recuerdo el día: 5 de abril de 1937”.

El colegio al que refiere es el Instituto Faghi, en el cual estuvo hasta 1940. Vivencias, órdenes y represiones que darían pie a varios cuentos de su etapa literaria en los ‘60.

Esa recuperación autobiográfica sellaría su ruptura con el borgismo atemporal y ahistórico imperante en la literatura argentina de entonces. La referencia (irónica) a su experiencia laboral acercaría a Walsh con Quiroga, con Arlt, con Conti, “emergentes de un sector industrioso y aventurero” como dice Aníbal Ford, que introdujeron en su literatura lo que llevaban consigo, una cultura del trabajo, de la habilidad primaria y la invención, aquellas habilidades observadas por Bialett Massé, potenciadas por el ascenso social de las clases trabajadoras.

Lo cuenta en su pequeña autobiografía:

“Me quedé sin vocación (por la de piloto) y tuve muchos oficios: el más espectacular, limpiador de ventanas; el más humillante, lavacopas; el más burgués, comerciante de antiguedades; el más secreto, criptógrafo en Cuba”[1].

Sus trabajos posteriores, su paso de “la sobremesa a la trinchera”, lo pondrán en otra serie, complementaria y no contraria a la anterior. En palabras de David Viñas [2] :

“Ese libro de 1957 sobre los fusilamientos de José León Suárez marca una correlación respecto de otras situaciones análogas dentro de itinerario mayor de la Argentina: si lo de Tupac Amaru a fines del siglo XVIII deja sus señales en Concolorcorvo y en Lavardén, el fusilamiento de Dorrego en 1828 provoca ecos inquietantes en las Memorias de Lamadrid, y si el ahorcamiento de los soldados de la división Aquino son comentados por el Sarmiento del Ejército Grande, las matanzas de indios durante la Campaña al Desierto pueden verificarse de manera premonitorias en Mansilla, así como las vehemencias del coronel Falcón se calcan en la literatura anarquista de Alberto Ghiraldo en 1910. Al fin de cuentas, el degüello del Chacho comentado por Hernández hacia 1863 quería liquidar el peligro gaucho primordial; con su comentario al fusilamiento de Di Giovanni, Arlt presentía en 1931 que se estaba ajusticiando al inmigrante peligroso fundamental: Walsh en 1956 sospechaba que las ejecuciones ordenadas por Aramburu y Rojas querían eliminar al subversivo esencial: su Carta Abierta a Videla del ’77 no hace más que perfeccionar esa intuición”.

La escena literaria argentina nunca logró encontrar el lugar de Walsh. Las mismas diferencias que padecen los escritores y los periodistas argentinos para identificar a Walsh como uno de ellos, se trasladan al campo de político a la hora de definir sus ideas. Educado por curas irlandeses, nacido a la política en los grupos nacionalistas y antinorteamericanos de la década del ‘40, a Walsh se lo han disputado después de muerto los turbulentos peronistas y la izquierda, incluyendo a los dogmáticos comunistas argentinos, que no contaron nunca con su simpatía (sentimiento que ellos retribuyeron deslizando sospechas sobre sus intenciones, cada vez que se comprometió en una investigación) [3].

walsh1

2. El Peronismo

En 1944, a los 17 años, Walsh comenzó a trabajar como corrector en Editorial Hachette y a militar en la Alianza Libertadora Nacionalista. En la Alianza conocería al cura Castellani, “único que tenía algún tipo de talento” dentro de una organización nazista y mediocre de la cual Walsh se reiría en el futuro.

En 1950 Walsh se casó con Elina Tejerina, y nació su primera hija, María Victoria. Luego de mudarse a La Plata, dos años después nacía Patricia.

En Hachette será también traductor, compilador, prologuista y escritor. Esta experiencia editorial sería heredada por dos de sus personajes: su alter ego Daniel Hernández [4] y León de Sanctis [5]. De Sanctis será un traductor conciente de su alienación e incapaz de salir de ella, porque “la casa no lo permite”. Un drama a la sombra de la pura inteligencia, dirá Ford [6] . Hernández, en cambio, es un corrector que se pone a investigar por su cuenta, como también lo hará Walsh.

Tanto el ficticio Daniel Hernández como el real Rodolfo Walsh describirán a su tiempo al Fotocomparador Belaúnde: Hernández en “La aventura de las pruebas de imprenta”, Walsh analizando el proceso de identificación del arma que mató a Marcos Satanowsky.

En 1999, cuarenta y cuatro años después de uno, y veintiuno luego del otro, efectivos de la KGB, la Sureté, Scotland Yard y el FBI no lograban ponerse de acuerdo en cuanto al arma con que le dispararon al fotógrafo José Luis Cabezas.

Variaciones en Rojo fue editado en 1953, en la Serie Naranja de la Biblioteca de Bolsillo de Hachette. Tres relatos [7] lo integraron: “La aventura de las pruebas de imprenta”, “Variaciones en rojo” y “Asesinato a distancia”[8]. Con este libro ganó el Premio Municipal de Literatura un año después.

Viñas clasifica a Variaciones … como una “colección de asesinatos resueltos como juegos de salón”, producto de un Walsh que “esperaba se recuperen las tradiciones patrias con el fin del peronismo”. Años después Walsh se explicaría: “Soy lento, he tardado quince años en pasar de un mero nacionalismo a la izquierda”.

Todavía en 1953 Walsh publicaba en Leoplán, una nota titulada “Vuelve Sherlock Holmes”, en la cual analizaba la figura de Joseph Bell, el clínico que inspiró a Conan Doyle.

No es extraña esta incursión por el terreno de lo que Carlo Ginzburg [9] llamaría “las raíces del paradigma indiciario”. Sus relatos encajan aun en la ortodoxia detectivesca del género, y el arma del detective es la abducción, “la única clase de argumento que da comienzo a una idea nueva” [10] .

De acuerdo con Charles Peirce la abducción es un “método para formar una predicción general sin ninguna verdadera seguridad de que tendrá éxito, sea en un caso especial o con carácter general, teniendo como justificación que es la única esperanza posible de regular nuestra conducta futura racionalmente”[11].

La esperanza juega un rol importante: “Optimismo de la voluntad, pesimismo del pensamiento” decía Gramsci hace ya tiempo.

Aun en 1953, Walsh compila y prologa Diez Cuentos Policiales Argentinos, editado en la Serie Evasión de Hachette. El décimo relato del libro es suyo y se denomina “Cuento para Tahures”.

No es azaroso tampoco que la serie se denomine Evasión, en un contexto en que la cultura es, para los intelectuales, un juego, una distracción y un enmascaramiento. Aníbal Ford entiende que el género policial decaería junto con el peronismo. Quizás sea demasiado taxativo, pero lo cierto es que en 1956 Walsh compila para Hachette y publica la Antología del Cuento Extraño. La ciencia ficción y lo fantástico se adueñan entonces de la escena editorial. Tampoco es casual.

  1. La Revolución Libertadora

El 31 de agosto de 1955, tras presentar retóricamente su renuncia ante la Plaza de Mayo colmada, Perón denunció el fracaso de la conciliación y lanzó su más duro ataque contra la oposición: “por cada de los nuestros –afirma- caerán cinco de ellos”.

El General Eduardo Lonardi se levantó en Córdoba el 16 de septiembre. La resistencia oficial fue débil. Perón se refugió en la Embajada de Paraguay. Finalmente Lonardi se presentó el 23 de septiembre de 1955 como Presidente de la Nación, ante otra multitud reunida en la Plaza de Mayo.

Dos meses después Pedro Eugenio Aramburu desplazó a Lonardi con el beneplácito de la Marina, representada por el contraalmirante Isaac Rojas.

Cuenta David Viñas que Walsh aprueba el “heroísmo oficial” que publica frente a los acontecimientos de 1955. Es un Walsh nacionalista, aun conservador, primerizo.

Se puede definir a la nacionalidad como un sentimiento de cohesión interna hacia dentro de un Estado, normalmente vehículo de hegemonía necesario para el desarrollo de la nación y construcción identitaria imaginaria y primaria. Pero hay que tener en cuenta que “lo que es ilegítimo para el Estado entre por la puerta trasera como comportamiento voluntario de grupo que defiende una identidad social”[12].

El nacionalismo puede corresponder a la respuesta de grupos de derecha o izquierda, manifestarse de muy distintas formas. Arturo Jauretche recuerda de sus tiempos en FORJA[13] una discusión con un grupo nacionalista que se acercó para trabajar con ellos: “El nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba del padre; el nuestro se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo, y esta es la sustancial diferencia: Para ustedes la nación se realizó y fue derogada; para nosotros sigue todavía naciendo”[14].

1956 fue un año de quiebre para Walsh. La ruptura comenzó desde lo estético-literario cuando cuestionó agresivamente a Murena, ícono literario de los ‘50, en un primer gesto de desprecio y alejamiento del poder cultural. Walsh escribió una carta de lectores (la tituló “Empresarios del Apocalipsis”) para la revista donde trabajaba Murena:

“Al ver el título – Los idiotas – imaginaba que el señor Murena adelantaba un trozo de su autobiografía, pero enseguida advertí que para ese caso sobraba el plural. Y leyendo el artículo comprobé que los idiotas éramos nosotros, todos los demás, menos él, naturalmente” [15] .

El golpe de 1955 se afirmó sobre la imposición de mecanismos proscriptivos para el peronismo, mientras, al mismo tiempo, intentaba erradicarlo. Esta lógica de destrucción persistirá sangrientamente en la Argentina.

El 9 de junio de 1956 el General Juan José Valle se sublevaba contra la Libertadora. El azar hizo que Walsh escuchase morir al conscripto Bernardino Rodríguez frente a la puerta de su casa. “Y no olvido que no dijo ‘Viva la Patria’, sino que gritó ‘No me dejen solo, hijos de puta’”, recordaría en el prólogo de Operación Masacre. Valle fue derrotado y fusilado en la Penitenciaría emplazada en la actual Plaza Las Heras. Otras treinta personas eran fusiladas esa noche.

Cinco personas murieron esa noche en el norte del Gran Buenos Aires. A las 23.30 hs. doce hombres eran detenidos en Florida por un grupo liderado por el jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires, el Teniente Coronel Fernández Suárez. A las 0.32 del 10 de Junio se decretó la Ley Marcial. A las 4.30 hs. estos doce detenidos en Florida fueron ejecutados en un basural en José León Suárez. Siete lograron escapar, los cinco restantes murieron.

Y Walsh aun estaba en otra: “Tengo demasiado para una sola noche. Valle no me interesa, Perón no me interesa, la revolución no me interesa. ¿Puedo volver al ajedrez?”[16] .

Incluso el ambiente intelectual parecía estar más preocupado que Walsh. El liberalismo de la época, formalizado en los hijos de la Reforma Universitaria de 1918, consideraba siempre a la violencia como barbarie, pero, como señala Leis, “en rigor, acabaron justificándola siempre que fueran los unitarios quienes la emplearan contra la barbarie federal. Del mismo modo justificaron posteriormente los bombardeos de Plaza de Mayo, en junio de 1955, y los fusilamientos de Junio del año siguiente, todos ellos contra peronistas”[17].

Ese liberalismo a partir de entonces debía enfrentar una dura realidad, el hecho de que la derrota de su principal enemigo, el peronismo, no se tradujo nunca en la resolución de sus problemas políticos. De aquí el hecho de que se vean constantemente obligados a elegir males menores y oscilar entre ellos: el desarrollismo y el populismo reformista, las dos líneas en que se dividió la Unión Cívica Radical, serán ejemplos de su conducta pendular.

Pero en el mismo café platense donde pasaba horas jugando al ajedrez Walsh escuchaba una frase que le cambiaría la vida: “Hay un fusilado que vive”.

Ford explicará que Walsh “no soportaba que las paradojas quedaran flotando, la esquizogenia”[18] . Quizás por esto Daniel Hernández tuviera “esa rara capacidad para situarse en planos distintos”. Y no escindirlos.

Walsh fue tras la nota y en conjunto con Enriqueta Muñiz entrevistó a Juan Carlos Livraga:

“Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos en donde se ha quedado flotando una sombra de la muerte. Me siento insultado” [19] .

Indica Peirce que “La visión por sí misma no proporciona más que formas y colores (…) La percepción es general”. Y corporal. Walsh todavía no había preguntado nada, pero ya se sentía insultado. “No se puede dejar de comunicar” señalan los estudios de Palo Alto y la cara de Livraga opera como un enunciado metacomunicativo[20] por sí mismo.

Walsh continuó adelante. Motivaciones éticas y no literarias lo llevaron a buscar la verdad y exigir justicia. En diciembre, seis meses después de la masacre, Leónidas Barletta denunció la barbarie en su revista Propósitos. En mayo, junio y julio Walsh publicó nueve notas acerca del caso con el subtítulo Un libro que no encuentra editor en Mayoría, semanario dirigido por los hermanos Jacovella. Gracias a la gestión de Marcelo Sanchez Sorondo, Sigla editó finalmente Operación Masacre. Un proceso que no ha sido clausurado en diciembre de 1957.

Por entonces Walsh no atacaba al sistema, sino que buscaba sanearlo. Una desordenada y extensa declaración de principios prologó este libro, que produjo una ruptura tanto en lo periodístico como en lo literario, reclamando y ejerciendo nuevos usos para la inteligencia y la capacidad de análisis. La denuncia fue creciendo hasta que el caso pasa al fuero militar, para morir allí.

Es interesante la observación de David Viñas:

“… el derrotero crítico de Walsh culmina en Operación Masacre, de 1957, ese testimonio fundamental que por su movimiento de página y por su entonación se graba con nitidez en un curso trágico: el que inaugura José Hernández con sus comentarios al degüello del Chacho Peñaloza en 1863, prolongado en el aguafuerte de Roberto Arlt con la descripción del fusilamiento de Severino Di Giovanni en 1931. Esos momentos portan tres blasones que corroboran las complejas y mediadas pero decisivas relaciones entre la política argentina y el espacio textual: la liquidación del gaucho rebelde, la eliminación del inmigrante peligroso y la masacre del obrero subversivo (…) y preanuncia el asesinato del intelectual heterodoxo” [21].

Este intelectual heterodoxo que Viñas define se emparenta con el intelectual orgánico de Gramsci. Falta aun que tome conciencia de su papel, pero tampoco su ingenuidad es total: en este primer prólogo de Operación Masacre Walsh señalaba: “Escribí este libro para que fuera publicado, para que actuara”. El tiempo lo verá en su papel de intelectual revolucionario, para pasar a ser, simplemente, un revolucionario.

Pero ahora Walsh no se preocupaba por la suerte del “subsuelo de la patria sublevado” en sí, como tampoco le preocupaban los íconos ni el folklore del peronismo en sí mismos. Aun muchos años después, durante la investigación que realizó siguiendo las huellas del cadáver de Eva Perón decía: “ella no significa nada para mí”.

El folklore como lo esencial popular se va a la extinción, pues así presentado carece de capacidad reproductiva[22] . Poco podía interesarle a Walsh esta cara de lo popular. Era necesario que el folklore rescate los saberes populares marginados y los ponga en escena.

Lo popular se define “no por su esencia sino por su posición frente a las clases hegemónicas”[23]. Walsh es popular no por su origen, ni por su literatura, ni por su periodismo: es popular por el lugar en el que elige pararse, por ejercer la “posibilidad o el derecho de mantener un punto de vista, una mismicidad, la visión desde un grupo social, desde un lugar, desde una forma de concebir la cultura del hombre (…) Aunque el lugar que elija pierda”, como elige Aníbal Ford [24].

Lamentablemente, el modelo de represión que Walsh desnudó hizo más escuela que su investigación ejemplar. Pero esto no impide que Operación Masacre sea, como dice Verbitsky, nuestro Facundo [25].

walsh

4. El desarrollismo

En un párrafo de Operación Masacre Walsh se permite incluir una figura mítica sin desarticular el relato periodístico, y hacerla dialogar con él mismo. El párrafo dice lo siguiente:

-El señor que ustedes buscan –nos dice- está en su casa. Les van a decir que no está, pero está.

-¿Y vos sabés por qué venimos?

-Sí, yo sé todo.

-Bueno Casandra.

En el mito griego Casandra sabe todo, tiene la verdad, pero está condenada a que su palabra no sea creída por nadie. Walsh no sólo la menciona como portadora de la verdad, sino que la incluye en los agradecimientos: “A la anónima Casandra, que lo sabía todo”. Así como el personaje mítico y la Casandra de Operación Masacre siempre dicen la verdad, así lo hará Walsh.

La dictadura de Aramburu y Rojas pronto comenzó a agotarse. En 1957 se realizó una convención constituyente para blanquear la derogación de la Constitución de 1949, y finalmente el 23 de febrero de 1958 Arturo Frondizi fue electo Presidente de la Nación con el apoyo explícito de Perón desde el exilio y los consiguientes votos del peronismo proscripto.

En Junio de 1958 se constituye la CGT en la Resistencia. En su “Manifiesto al Pueblo Argentino” [26] expresa:

“Compañeros, Compañeras:

La Confederación General del trabajo os convoca a la lucha hasta el final. La tarea es para machos y mujeres de temple, el planteo es ellos o nosotros. La consigna es:

1ro. Vuelta sin condiciones de Juan Perón Presidente de la Nación Argentina

2do. Promover un estado general de agitación social que permita llegar a la huelga general revolucionaria que volteará para siempre a la tiranía

3ro. La orden de paro general la dará únicamente Juan D Perón

4to. Como un detalle coadyuvante al objetivo, proseguir la lucha por la recuperación de los sindicatos.

5to. El peronismo es una Revolución Social

6to. Peronismo o Muerte, Debemos estar en permanente estado de alerta. Quienes quieran oír que oigan. Quienes quieran seguir que sigan. Mi empresa es alta y clara mi divisa, Mi causa es la causa del Pueblo, Mi bandera es la bandera de la Patria.”

El 13 de junio de 1958 era asesinado en su estudio el abogado Marcos Satanowsky. Este llevaba por entonces la defensa de Ricardo Peralta Ramos, ex director del “panqueque La Razón, que va dorándose a fuerza de vueltas” [27], como demandante y demandado del Estado de la Libertadora en tres causas. Ganaría las tres.

Peralta Ramos era uno de los editores que habían vendido sus empresas a funcionarios del peronismo, como también lo habían hecho Botana, Agusti o Colom, y que entonces reclamaban la restitución de sus empresas a la Junta de Recuperación Patrimonial. Fue el único que lo logró.

Satanowsky ya estaba muerto y Walsh, de nuevo en el ruedo, escribía treinta y dos notas acerca del homicidio en Mayoría, entre los meses de junio de 1958 y enero de 1959. El libro no sería editado como tal hasta 1973.

Walsh volvía a centrar su trabajo en la abducción. La minuciosa reconstrucción de los hechos que realiza le permitía contextualizar la sociedad en que murió Satanowsky. Un índice es un signo que se decodifica contextualmente y “cuando las causas no son reproducibles no queda otra sino inferirlas de los efectos”[28].

Así nace el primer capítulo de Caso Satanowsky, “Ubicación”. Un trabajo similar encuadraría “El Vandorismo”, tercera parte de ¿Quién mató a Rosendo?.

Desde Variaciones en Rojo hasta ¿Quién mató a Rosendo? Walsh y sus textos atravesaron, como dice Viñas, el trayecto “del ajedrez a la guerra, del lúcido acertijo intelectual al comentario de la represión”. El mundo privado de las investigaciones de Daniel Hernández transmutado en el suburbio que caminaba Walsh, “un escenario en el que ya no hay un asesino solitario, sino donde se verifica que toda la sociedad está masifizada: policía, sindicatos, tribunales, ejército.

El policial de los orígenes de la escritura walshiana se transforma, explota sus límites de género, pero no desaparece. En la reedición Operación Masacre de 1964 Walsh dice en el prólogo: “Si alguien quiere leer este libro como una simple novela policial, es cosa suya”[29].

La ingenuidad desaparecía de la vida de Walsh. Su próximo destino lo confirma.

4f6e825031rodolfo-walsh

  1. El socialismo
A mediados del 1959 Walsh viajó a Cuba para participar de la Agencia de Noticias “Prensa Latina”, junto a Jorge Massetti, Rogelio García Lupo y Gabriel García Márquez, entre otros. Se desempeñó como Jefe de Servicios Especiales del Departamento de Informaciones y mientras tanto colaboró en la Revista Che, dirigida por Pablo Giussani.

En un contexto en el cual las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos mantenían aun una apariencia de normalidad las sedes de “Prensa Latina” eran atacadas en forma frecuente.

Un año después de creada la agencia cubana contaba con:

  • Veinte filiales en América Latina y sucursales en Washington, New York, Londres, París, Ginebra, Praga;
  • Tenía convenios con Tass, CTK, Tanjug, Hsin Hua, y agencias egipcia, indonesia y japonesa;
  • Gozaba de los derechos de L’Express de París, New Statesman de Londres, The Nation y The New Republic de los Estados Unidos;
  • Más de cien clientes en América Latina y muchos centenares en los países socialistas;
  • Un volumen noticioso comparable al de las agencias norteamericanas;
  • Colaboradores regulares de la talla de Jean Paul Sartre, Wright Mills, Waldo Frank;

Más allá del repaso del trabajo grupal en la Agencia y algunos tributos a la personas de Masetti y Guevara, poco es lo que Walsh dejó acerca de sus recuerdos sobre los dos años que pasó en Cuba. El rescate de la correspondencia de su segunda esposa, Poupèe Blanchard, permite acercarse un poco a la experiencia cotidiana en La Habana[30] :

“Detrás de las barreras Cuba es un país maravilloso. Parece mentira que hace tan pocos días hubo aquí un millón de campesinos viendo todo tan limpio y ordenado. Fidel ha inyectado en esta gente un fervor y una alegría de vivir que contagian”.

“Una cocina equipada con todos los artefactos que los norteamericanos mandan para ver si conquistan a los cubanos y consiguen que los barbudos se afeiten”

“Los americanos queman cañaverales y se caen de los aviones sobre los techos de las casas, pero hay que reconocer que no lo hacen todos los días. Buena gente”.

Los recuerdos de Walsh sobre la etapa cubana son predominantemente románticos:

“Lo oigo al viejo Hemingway, en el aeropuerto de Rancho Boyeros, decir esas palabras penúltimas: ‘Vamos a ganar, nosotros los cubanos vamos a ganar’. Y ante mi sorpresa: ‘I’m not a yankee, you know’” [31] .

Gracias a sus aficionados conocimientos de criptografía logró descifrar unos cables comerciales en los cuales iba codificada información sobre la futura (inminente) invasión a Bahía Cochinos que la Cancillería de Ydígoras, en Guatemala, le enviaba a la CIA norteamericana[32].

La CIA creyó que un poderoso equipo de inteligencia soviética estaba trabajando en Cuba. Y no, era Walsh: “Un hombre que pensaba simultáneamente la comunicación, la cultura, la política (…) que manejaba la honda de David”, metaforiza Ford[33].

Walsh describirá luego la experiencia en términos algo menos heroicos:

“Me fui a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso”[34].

Su amigo García Lupo entiende que la revolución cubana le sirvió a Walsh, como a muchos otros intelectuales de su generación, para encontrar su propio camino[35]. Mientras tanto, en la Argentina de 1961, Alfredo Palacios ganaba las elecciones para senador de la Capital Federal sobre la base de una campaña pro cubana.

La figura paradigmática del Che Guevara calaba hondo en los argentinos que seguían de cerca la revolución. Masetti, escribía Walsh, era un joven periodista que “había ido lleno de dudas, prevenciones, sutilezas y se lo tragaba la insuperable experiencia de un pueblo en revolución”[36]. Masetti y Guevara se vieron envueltos en la lucha por el poder en el PC Cubano mientras esperan hacer “su” revolución.

Walsh abandonó la isla poco antes de que Masetti, ahora llamado Comandante Segundo, se internase en Salta para armar un foco guerrillero a la espera del Che, Comandante Primero. Ambos, Masetti y Guevara, “sabían que la victoria final de la revolución está amasada con los fracasos anteriores”.

La derrota del Masetti en el monte salteño, rápida, fugaz, trágica, fue el preludio a la muerte del Che en Bolivia y el fracaso de una manera de concebir la política. Y también fue el inicio de una nueva política: Con Masetti se aplicó el método que pronto se haría sistema, la desaparición del cadáver del opositor político asesinado.

  1. Los Sesenta

Masseti no fue el primer desaparecido en la historia argentina. Felipe Vallese, un dirigente gremial metalúrgico, fue secuestrado el 22 de agosto de 1962 y su cuerpo nunca apareció. El periodista Pedro Barraza publicó una serie de notas sobre el caso en la revista 18 de marzo[37] en la cual trabajaban Alvaro Abós y Germán Rozenmacher, autor de Cabecita Negra. Barraza sería asesinado en 1974.

En ese mismo 1962 era derrocado el gobierno del desarrollista Arturo Frondizi. El principal y autoproclamado objetivo del nuevo gobierno, al igual que su par de 1955, era lograr la imposición de mecanismos proscriptivos del peronismo, en el intento de lograr su erradicación. Otra vez los mecanismos de censura serían desarrollados bajo una pretensión democrática.

En 1964 Continental Service edita Operación Masacre y el expediente Livraga. Con la prueba judicial que conmovió al país. Walsh agregó entonces un prólogo y un epílogo, argumentó desencantado, y ya no pidió justicia: “Es una ingenuidad en la que hoy no incurriré”, argumentaba.

La impunidad ante los fusilamientos del ‘56 lo conducía a incluir en el censo de sus desilusiones aquellas expectativas que había colocado “en la justicia, en la reparación, en la democracia, en todas esas palabras”[38].

Walsh modificó el texto, lo abrevió, eliminó adjetivos, lugares comunes, giros y diminutivos. Buscó la síntesis, la eficacia esencial de los hechos. Su escritura era una búsqueda en función de acercarse a la realidad. Esta fue su ruptura final con lo arquetípico, un nuevo paso hacia el realismo.

Y anotó en su diario:

“Ser absolutamente diáfano. Renunciar a todas las canchereadas, elipsis, guiñadas a los entendidos o los contemporáneos (…) Recuperar la verdad, las propias contradicciones (…) No hay personajes impolutos (…) Todo esto equivale a aprender de nuevo multitud de cosas (…) ¿He dejado de ser un escritor? Probablemente he dejado, o empezado de nuevo. Tardé mucho tiempo en darme cuenta que las cosas que hay que contar son tantas y tan urgentes que no hay que pararse tanto a ver como uno las cuenta.”

Un derrotero intelectual similar llevó a Haroldo Conti a decir “Acepto inclusive la posibilidad de contradicciones, cosa que no me desmoraliza, porque no me preocupa la rigidez de mis posiciones mentales”[39] . La Argentina de los ‘60 puso sobre la mesa la necesidad de recurrir a distintos saberes para explicar las complejidades de la crisis.

Ricardo Piglia entiende la gran enseñanza de Walsh es que “un uso político de la literatura debe prescindir de la ficción”[40]. El periodismo es sobre todo un modo de circulación de la verdad, entendiendo que el enigma de la vieja novela policial ahora está en el centro de la sociedad, y no es otra cosa que una mentira deliberada, que es preciso destruir con evidencias.

El camino es la senda hacia la verdad. Charles Peirce señala que “El carácter público de la verdad coincide con lo que el sentido común llama realidad”[41]. La realidad que busca Walsh representa entonces una nueva escritura, un nuevo género que le permita sacar públicamente a luz la gravedad y determinación del conflicto subyacente a la tragedia de Operación Masacre: “La única verdad es la realidad”, diría Perón. Busca alimentar un nuevo polo, echar leña a la versión oficial de la realidad, agrandar la hendija que había ya abierto: “Todo discurso hegemónico es incompleto e inseguro”[42] , tiene agujeros, intersticios por donde se le puede entrar.

Walsh rompe definitivamente con lo arquetípico, pasando en estos ‘60 a lo autobiográfico y al realismo. Su discurso es ahora diametralmente opuesto al de su primer literatura. La realidad es ahora la argumentadora. La fidelidad de la descripción es mediatizada por las retóricas de la narración, las del conocimiento y las de la percepción: se hace presente el etnógrafo.

Al mismo tiempo Walsh sigue “soñando” su carrera literaria, su gran novela seria. Decide y escribe que “… de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor es el que más me conviene. Pero no veo en eso ninguna determinación mística”[43] .

Walsh sigue acercándose a la realidad, esa gran novela. El Padre Castellani, aquel que reclamará a Videla por la desaparición de Haroldo Conti, el mismo que militaba en la Alianza Nacionalista con Walsh, dirá que “La preocupación central de un escritor nunca pueden ser los libros”.

En Conti, viejo compañero de ruta, se encuentra también esa necesidad de explorar las relaciones entre literatura y experiencia, de salir de las prohibiciones de la crítica literaria, de retomar eso que, más allá de sus propios juegos o retóricas, es la literatura: una forma desarticulada y abierta de encontrarle sentido a esta dura y empecinada existencia.

Y seguía explicándose Walsh: “… en realidad, he sido llevado y traído por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun hay momentos en los que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces”[44].

Empezar de nuevo, como Yrigoyen, como Jauretche y Scalabrini Ortiz, como tantos. Como Gramsci, también.

Jorge Rivera señala que en este momento Primera Plana, aun dirigida por Jacobo Timmerman, produce una “operación cultural” para reintroducir a Walsh y promocionar junto a él a jóvenes escritores marginales con respecto al “boom latinoamericano”, como Rozenmacher, Conti, Gelman[45]. Y Walsh se ponía a escribir.

Walsh daba a conocer dos obras de teatro en 1964. Una era La granada, que sería estrenada en el Teatro San Telmo y ganaría el Segundo Premio del Certamen La Comedia; la otra era La batalla, que recién sería puesta en escena en 1989 por el Grupo Teatral Cooperativa de Trabajo.

En La batalla se alternan dos vocativos: tú y usted. La impronta latinoamericanista abría el paso a un universal que dejaba de lados los localismos empleados en La Granada.

Luego sería editado Los oficios terrestre [46], constituido por seis relatos: “Corso”, “Esa mujer”, “Fotos”, “El soñador”, “Imaginaria” e “Irlandeses detrás de un gato”.

“Corso” es una corta historia de atorrantes. “Es fulero atragantarse con fuego” avisaba. “Fotos” e “Irlandeses…” son otras muestras de su recuperación biográfica.

“Esa mujer” es el relato de un reportaje, de una investigación frustrada. Esta, al no ser abandonada, al indagar y profundizar las causas de la denuncia que no se pudo realizar, consigue transmitir “un fragmento clave de la historia de todos”[47] . Un cadáver que se roba “para que no se mitifique”, como sucedería en los ‘80 con las manos del General Perón. Un trabajo en el cual Walsh será pionero en el uso del grabador en las entrevistas periodísticas, una historia que será adaptada para TV casi sin sufrir modificaciones. Una historia por la cual Tomás Eloy Martínez[48] volverá treinta años más tarde al mismo departamento de la calle Arenales para entrevistar a la viuda del Coronel Moore Koenig.

Un año después, Jorge Alvarez publica Un kilo de oro. En él aparecen “Cartas”, “Un kilo de oro”, “Los oficios terrestres” y “Nota al pié”.

En “Los oficios…” el asqueroso gato de “Irlandeses…” es solidario con su compañero cuando éste escapa del sistema que los asfixia a ambos. En “Nota al pie” el traductor ya no es un brillante detective, sino un alienado que termina por suicidarse. La tortilla se da vuelta. En “Cartas” Walsh alcanza el punto más alto de una de sus especialidades: la polifonía.

Esta polifonía será desarrollada también en su labor periodística. Ford señala que con Walsh aparece un nuevo uso del grabador: no es ya un ayuda memoria, sino el mecanismo que permite la fidelidad, el respeto absoluto por la voz del otro[49] .

En estos años publicaba una serie de notas de investigación en la revista Panorama. Una de ellas es “Carnaval Caté”, en la cual el viaje se le presenta a Walsh como impugnador, como desestructurador de saberes: busca una fiesta popular (el carnaval en Corrientes) y encuentra una competencia entre la comparsa oligárquica (“somos 300, pero 300 bien”) y la de la burguesía comercial (“nosotros somos tan caté como ellos”) en una provincia inundada, con un presupuesto asignado a los festejos de carnaval levemente superior al de la educación media. “Algunos descubren, con sorpresa, que los pobres existen” cierra.

“El expreso de la siesta” es el “Ferrocarril Económico”, o el “Primer Correntino”, en el que Walsh sale de la fiesta del carnaval correntino para hundirse en “el paupérrimo interior correntino, que hoy exporta su gente a falta de otra cosa”.

En “Viaje al fondo de los fantasmas”, en “Las carnes que salen del frío” (sobre los trabajadores del frigorífico Lisandro de la Torre), o en “La isla de los resucitados” (la del viejo Vallejo en el leprosario, aquel que dice: “Todo es hermanaje”), Walsh sigue ahondando en las historias del trabajo, la miseria y la identidad.

Continuará…

Lourido

Biografía

Christian Lourido es porteño y tiene 34 años. Escribe desde que tiene memoria. Ha sido editor de la revista B.O.L.A. del Colegio Carlos Pellegrini y del periódico Zoociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Estuvo a cargo del Departamento de Prensa del Club Atlético Platense entre 2004 y 2006. Casi es Licenciado en Ciencias de la Comunicación. En 2007 se fue a vivir a las sierras cordobesas para escribir su primera novela Lo que no hemos querido ser, que se encuentra en proceso de edición. Actualmente se encuentra escribiendo su nueva novela, Buscar en la otra cuadra.

[1] En WALSH, Rodolfo (1996). Ese hombre y otros papeles personales. Buenos Aires: Seix Barrial.

[2] En VIÑAS, David (1996). “Rodolfo Walsh: El ajedrez y la guerra”. Literatura argentina y política II. Buenos Aires: Sudamericana.

[3] GARCIA LUPO, Rogelio. “El lugar de Walsh”. En LAFFORGUE, Jorge (2000). Textos de y sobre Rodolfo Walsh. Buenos Aires: Alianza Editorial.

[4] Personaje central de Variaciones en Rojo, de 1953.

[5] Personaje central de “Nota al pié”, en WALSH, Rodolfo (1987). Un kilo de oro. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.

[6] En FORD, Aníbal (1987). Desde la orilla de la ciencia. Buenos Aires: PuntoSur.

[7] Dirá luego: “Tres novelas cortas en el género policial, del que hoy abomino”.

[8] Llevado al cine en 1997 por Santiago Carlos Oves.

[9] GINZBURG, Carlo. “Señales: Raíces de un paradigma indiciario”. En Aldo GARGANI (1983). Crisis de la Razón. México: Siglo XXI.

[10] PEIRCE, Charles (1978). “Los tres tipos de razonamiento”. En Lecciones sobre el pragmatismo. Buenos Aires: Aguilar.

[11] Citado por SEBEOK, Thomas y J. UMIKE-SEBEOK (1987). Sherlock Holmes y Charles S. Peirce. El método de la investigación. Barcelona: Paidós.

[12] WALLERSTEIN, Imanuel (1991). “La construcción de los pueblos: racismo, nacionalismo y etnicidad”. En Raza, nación y clase. Santander: Indra Comunicación.

[13] Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, puente militante entre el Yrigoyenismo y el Peronismo.

[14] Citado por Aníbal Ford en Jauretche: Un modo nacional de ver las cosas”. Prólogo a JAURETCHE, Arturo (1992). La colonización pedagógica y otros ensayos. Buenos Aires: CEAL.

[15] “Empresarios del Apocalipsis”. Reproducido por Lafforgue, Op. Cit.

[16] WALSH, Roberto (1994). Operación Masacre. Buenos Aires: Planeta.

[17] LEIS, Héctor (1991). “Los intelectuales políticos ante el autoritarismo”. En Intelectuales y política (1966-1973). Buenos Aires: CEAL.

[18] FORD, Aníbal (1994). Navegaciones. Buenos Aires: Amorrortu.

[19] WALSH, Roberto (1994). Operación Masacre. Buenos Aires: Planeta.

[20] Ver BATESON, Gregory (1976). “Una teoría del juego y de la fantasía”. En Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires: Carlos Lohlé.

[21] En VIÑAS, Op Cit.

[22] ROMANO, Eduardo (1993). Voces e imágenes en la ciudad. Aproximaciones a nuestra cultura popular urbana. Buenos Aires: Colihue.

[23] GRAMSCI, Antonio (1961). Literatura y vida nacional. Buenos Aires: Lautaro.

[24] FORD, 1994, Op Cit

[25] VERBITSKY, Horacio (1995). “Etica y estética de Rodolfo J. Walsh”. En Rodolfo Walsh. Cuentos. Buenos Aires: Biblioteca Página/12, Nro. 42.

[26] En BASCHETTI, Roberto (1988). Documentos de la Resistencia Peronista 1955-1970. Buenos Aires: Puntosur.

[27] En WALSH, Rodolfo (1997a). Caso Satanowsky. Buenos Aires: Ediciones de la Flor

[28] En Carlo GINZBIRG, Op. Cit.

[29] Citado por Pablo ALABARCES, “Walsh: Dialogismos y géneros populares”. En Lafforgue, Op. Cit..

[30] En ARROSAGARAY, Enrique (2001). “Walsh: Sol y revolución”. En Clarín, 1 de Abril. Buenos Aires.

[31] WALSH, Rodolfo (1967). “Guevara”. Reproducido en www.los70.org.ar/n07

[32] Esta anécdota ha sido relatada también por Gabriel GARCIA MARQUEZ en su artículo “Rodolfo Walsh, el hombre que se adelantó a la CIA”. Citado en Lafforgue, Op. Cit.

[33] FORD, Aníbal (1995). “La honda de David”. En Causas y Azares, Nro. 2. Buenos Aires.

[34] WALSH, Rodolfo (1996). Ese hombre y otros papeles personales. Buenos Aires: Seix Barrial.

[35] GARCIA LUPO, Rogelio. “El lugar de Walsh”. En Lafforgue, Op. Cit.

[36] Se refiera a la entrevista que Jorge Masetti realizó a Fidel Castro y Ernesto Guevara en la Sierra Maestra. En WALSH, 1996. Op. Cit.

[37] Llamada así por las elecciones del 18 de marzo de ese año, en las cuales el peronismo ganó en 10 de las 14 provincias en juego, tras lo cual fueron anuladas.

[38] Citado por TERAN, Oscar (1991). “Marxismo, Populismo y Nueva Izquierda”. En Nuestros años sesentas. Buenos Aires: Puntosur.

[39] Citado por Ford, 1987. Op. Cit.

[40] PIGLIA, Ricardo (2000). “Rodolfo Walsh y el lugar de la verdad”. En Lafforgue, Op. Cit..

[41] Citado por SINI, Carlo (1985). Semiótica y Filosofía. Buenos Aires: Hachette.

[42] MORLEY, David (1993). “Teoría de las audiencias activas: Péndulos y trampas”. En Journal of Communication, Nro. 43. Oxford.

[43] Walsh, 1996. Op. Cit.

[44] Walsh, 1996. Op. Cit.

[45] RIVERA, Jorge B. (1995). El periodismo cultural. Buenos Aires: Paidós.

[46] Editado por Jorge Alvarez en 1966.

[47] FORD, 1987. Op. Cit.

[48] En ELOY MARTINEZ, Tomás (1997). Santa Evita. Buenos Aires: Punto de Lectura.

[49] En ALABARCES, 2000. Op. Cit.

Sobre El Autor

Artículos Relacionados

Hacer Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Ir a la barra de herramientas