DESDE EL POZO | Entrevista a Mauricio Rosencof

 

Un relato, una trama, y un revés de la trama; ese otro lado opuesto, del tejido, que cobra fuerza hasta llegar a ser, posiblemente, el principal.

Un libro inmerso en ideas potentes, expresadas desde un tiempo interno que se abre y nos transporta a ese universo en “diez minutos”.

Una forma literaria, una narrativa orientada a evocar el pasado, desentrañando enigmas en la superficie, desde la profundidad de ese conflicto.

No es un pasado que vuelva con reclamos abusando de un cambio en la dirección del tiempo. Es la imaginación que confirma aquella realidad que late dentro de una vida hoy convertida en testimonio.

Es una íntima forma de libertad sostenida desde la voluntad, la sensibilidad y el entendimiento.

Es un tiempo personal impregnado de un intenso sentido humano que, desde el alma, alcanza a llenar de poesía aquel inmenso vacío de ese otro tiempo, que no es lineal.

Desde el cautiverio, los recuerdos de este hijo que siendo niño, como tal, se rinde al poder en el inicio de la vida para luego, en un acceso a la cultura, debatirse entre la insurgencia y el acatamiento.

Todo ser existe mediante el reconocimiento y, aquí, desde una representación, tal vez imaginaria, importa la idea de función paterna que reedita, expectante, algún resabio de poder; en este caso, vuelve al padre el poder, inesperado, de reconocer o negar al hijo. El primer reconocimiento es el que marca en todo niño su inscripción social en un escenario real y en un espacio simbólico del encuentro desigual.

Este segundo reconocimiento, ahora pendiente, vale lo mismo y más.

El hijo insiste ante el padre, invocando a la madre entre nostalgias.

Angustia, anhelo y, al filo de la desesperanza, un último recurso.

El desenlace en suspenso.

Al margen de la realidad, exterior, habría aquí un retorno; una regresión a esa primera instancia en la que el padre sería la ley. Luego el conflicto muda; la autoridad exterior ya es el Estado, una amenaza real de un poder también real.

La perspectiva del tiempo; “diez minutos”, el umbral y un corte vital. Pero aquel tiempo, medido o sin medir y sin sentido, y una distancia infinita, operan ahora como estímulo movilizador; así, ese espacio de silencio, ignorado y sin esquinas, un espacio de sueños postergados, que no es un lado olvidado de la vida, abre esta historia de cara a un cielo entero y al sol, al viento y a las brisas; recuperando palabras antes muertas, tras recién nacidas.

Un alumbramiento en celebración de toda libertad, posible.

La novela tiene su trama, por cierto conmovedora, pero quisiera por ahora poner el eje en el revés de la trama, y preguntarle ¿qué lado reconoce como principal?

La anécdota original, al margen de lo que es la historia de la novela, que trajo con el tiempo la escritura de estas cavilaciones desde el fondo del pozo, es que estaba siendo interrogado hacía varios meses en un cuartel en Paso de los Toros, y había muchas denuncias fuera del país; todavía estaba la Cámara de Senadores. En determinado momento, me retiran de los interrogatorios, tal cual estaba, y me llevan. Me embolsan, me alambran, me trasladan a otra dependencia del cuartel, me introducen en una pieza, me acomodan en una silla y, lentamente, levantan el telón; entonces miro a mi alrededor y hay ocho milicos armados para la guerra, cuatro perros, el capitán, una mesa, y está mi viejo. Entonces el capitán le dice, “siéntese, ahí está su hijo, tiene diez minutos”; mi viejo me mira, mira al capitán, mira a los milicos, mira a los perros, después me vuelve a mirar a mí; se detiene ante el capitán y le dice, “yo vine a ver a mi hijo, ese no es mi hijo,…. yo quiero hablar con mi hijo”. Bueno, los diez minutos de la visita estuvieron dedicados a explicarle a mi viejo que ese, era yo.

Muy fuerte el relato que da origen a su novela…. muy fuerte la referencia autobiográfica….

Sí, claramente. Imposible que en el caso de alguien que haya tenido una experiencia así, esas referencias no aparezcan en su literatura; y bueno…. tengo otras vertientes, el barrio, el tango, la milonga, la Margarita. Pero esta vertiente además tiene otro sentido, porque hace poco, acá, se publicó Sala Ocho que es la sala del hospital militar donde iban los que quedaban descangayados, para recuperarlos y volver a descangayarlos. Las cartas que no llegaron…. Memorias del Calabozo, que hicimos con “Pepe”y “el Ñato”… de alguna manera, esto forma parte de un gran puzzle, de un gran muro, digamos. Cada testimonio, un ladrillo para hacer una barricada contra el olvido; es como si estuvieras calafateando en cada río que hiciera agua la barca…. cada recuerdo está asociado con otra cosa. El primer texto que escribimos apuntaba a eso; nosotros estuvimos trece años presos, yo once y medio bajo tierra, en condición de rehén, por ser dirigente de “Tupamaros”. Se nos convirtió en rehenes públicamente: “ya que no pudimos matarlos cuando cayeron, los vamos a volver locos”. Uno murió en el calabozo, eran calabozos de dos; uno tenía un metro ochenta de altura por sesenta centímetros de ancho. El Pepe recordaba, el otro día, cuando estuvimos sentados once meses en un banquito que se movía todo, con la cara contra la pared,… imaginate, qué penitencia…., y bueno… en esas condiciones… solían no darnos agua; aprendimos a reciclar nuestros orines, nos hicimos insectívoros….

¿Puede este libro ser una especie de exorcismo, en el sentido de liberador de algo interno?

Puede ser…. No me detuve a pensar eso.

Durante todo ese periplo estuvimos sin poder vernos las caras, sin poder hablar, pero reinventamos el Morse y hablábamos a golpe de nudillo a través de la pared; teníamos muy poca información. Nos llegaban datos sobre compañeros que estaban muy mal, y entonces hicimos dos juramentos: uno, que nuestro objetivo de militancia, ahí, era resistir; nada de suicidarse y esas tonterías, había que mantenerse lo mejor posible. Y la otra cosa, con “el Ñato” sobre todo, era que si alguno de los dos salía libre y en condiciones, iba a dar testimonio de esta “peripecia”. Entonces, cuando salimos, fuimos a un convento franciscano, identificamos y denunciamos el lugar de detención, y organizamos el movimiento. En medio de la conferencia de prensa que dimos junto a compañeros que venían del exilio y a otras relaciones políticas, nos hicimos tiempo, con “el Ñato”, de arrancar hacia un rancho de la costa, y escribimos Memorias de un calabozo. En la primera página, lo que apuntábamos era hacer un llamado a que todo el mundo dejara su testimonio. Memorias del Calabozo no tiene nombres propios; es simplemente contar el mundo tal cual fue… ,y bueno, era un llamado a que todos lo hicieran. Fue nuestro aporte, y a partir de ahí, se han levantado murallas de libros, de poemas, de canciones, todo eso. Y después, los compañeros que se recuperaron, algunos, no todos – porque hay dos que no se recuperaron muy bien, de lo contrario no estaría, uno de ellos, de presidente de la República y, el otro, de ministro de Defensa-(risas)

Nadie quiere pregonar, como ejemplo, que para ejercer una primera magistratura haya que pasar por una peripecia así….

En esta idea de la “resistencia” ¿puede decirse que la memoria, está ligada a un futuro mejor, más propicio?

Yo no sé, no me animo a vaticinar; lo que sí sé es que una de las herramientas fundamentales que tiene la militancia es la memoria. Yo pienso que el hito más importante en las luchas que tuvieron lugar en el Río de la Plata, la larga noche, fueron iluminadas por las cabecitas de los compañeros veteranos. Ellas fueron las que, por razones de entraña, establecieron las líneas de la memoria.

¿Qué relevancia tiene el elemento “balde” en este relato?

Y claro… uno tenía en las condiciones que más o menos describí en cuatro pinceladas, que la realidad tangible no era “vivible”; yo no podía vivir, ¿en qué territorio vivía?, en los territorios de la imaginación, de la fantasía, con los riesgos de quedar empantanado. Entonces, ahí ejercitaba los recuerdos, la memoria, las fantasías, las elaboraciones, esa era la clave.

Con respecto al balde, digamos que terminamos dándole vida a objetos inanimados, porque el hombre es un animal social que habla en términos de interlocución, que piensa en diálogo, entonces digamos que te encariñabas con….

Ahora sale un libro que se llama Conversaciones con Alpargatas…, la alpargata era acogedora, tibia, acompañaba… bigotuda.

También aparece otro elemento importante, que es la tortuga ¿se relaciona con la filosofía?

La tortuga es una metáfora…. Pero, cuando uno hace una cosa de esas, uno no tiene planteos de intencionalidad, ni ideológica, ni filosófica, ni religiosa,…es lo que sale, y bueno, había un fenómeno de metamorfosis porque, además, había una intencionalidad, en la represión brutal, de animalizarnos; te querían animalizar. Etonces, no tenías cubiertos, comías en el piso; nuestro principio es: “aunque te traten como un perro, no tenés por qué ladrar”, entonces, acá hay una parábola de la metamorfosis; estás en el fondo de un pozo ,y a fin de cuentas, la reivindicación más importante revolucionaria, en ese momento, era que el comandante te autorizara una tablita de veinte por veinte, de tal manera que te pudieras subir a ella y pudieras agarrar un poquito de aire, desde el caparazón.

¿Sería incorrecto pensarse el pozo como una matriz de gestación?

Estuvimos en un pozo, y te aviso que no se gesta nada.

Pero bueno… puede ser. Ocurre que en algún lugar de las neuronas, a través de la información, la lectura, la vida, uno termina integrando los conceptos de esa pregunta y entonces, lo que aflora puede ser, así, correctamente interpretado, pero no hay una intencionalidad; ahí se cuenta lo que se siente y se vive lo que se siente; el tipo se siente así, y lo vive así; por eso esa relación fraternal que tiene con el único ser humano que lo acompaña, en las profundidades, que es “el balde”; era un buen compañero…un poco callado,… pero bueno…. Todos teníamos una referencia en el calabozo de algún objeto; “ el Ñato” tenía una caricatura y la iba cambiando de lugar; ello responde a la necesidad de tener objetos afectivos…..

Mauricio_Rosencof

 

 

¿Cuál es su vínculo actual con el Ñato y Pepe Mujica?

Y…somos hermanos de sangre. Nos mandamos mensajes, nos vemos…lo último que me dijo es “no jodas más, ruso, dejate de escribir” (risas).

Y con “el Ñato” andamos ahí porque nos mandaron un contrato de España; quieren hacer una película sobre Memorias del Calabozo….

¿Cómo imagina el guión cinematográfico, en relación a todo esto?

Se oyen ofertas. La primer noche que estuve en Buenos Aires, vino a verme un grupo de productores interesados en llevar al cine Sala Ocho, y más o menos, establecimos las pautas, la puesta en escena ,y hoy un grupo de La Plata que hizo una versión teatral de Una significación de la Margarita, -poemas míos que canta Jaime Ross- me acercó ideas, y también estuvo el Coco Barone, que obtuvo un premio – un guión sobre la Margarita-, tal vez un texto muy difícil, escrito en esta forma clandestina… ganó un premio en el INCAA, pero como nunca la plata alcanza, uno siempre depende de su birome, lo demás, si viene, formidable….

¿Le parece importante, sobre todo para nuevas generaciones, que los testimonios no sólo tengan que ver con lo literario, sino también con el cine, el teatro, con otros medios de comunicación?

Claro, porque la historia es una continuidad; es como cuando en la escuela te enseñaron que el cuerpo humano se dividía en tronco, extremidades y cabeza…., ninguna parte funciona por vía independiente. El cuerpo es uno solo, la memoria, la historia es una sola; ni siquiera podés compararlo con una carrera de posta. Hay un problema de integración y continuidad. Empezás a encontrar referentes dentro y fuera del país, en la región…

Y esta idea de sensibilidad, memoria, entendimiento ¿cómo se vincula con la libertad?

Todo eso es patrimonio de la condición humana…., yo te diría que lo más importante es haber llegado al camino, el camino de la militancia por la justicia social, por ese principio de los primeros cristianos, y ese camino, que tomás, es para toda la vida… y uno le es fiel desde las entrañas.

tapa libro

 

 

Por Luis Adrián Vives y Josefina Goggi

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

Artículos Relacionados

Hacer Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.