Soifer vuelve a los asesinatos rituales de carácter antisemita. En Rituales de lágrimas volvemos a encontrarnos con Quiroz y Sheila, ambos protagonistas de Rituales de sangre, reunidos nuevamente a partir de la acusación que cae sobre el rabino Lehrer por dos homicidios con razgos antisemitas.
Nuestra heroína, Sheila, se presenta como una chica judía con aspiraciones feministas, pero no el feminismo que aboga por la abolición de género si no el feminismo de 1920, el de los anarquistas que piden «libertad e igualdad» para la mujer. Que la mujer trabaje y se eduque. ¿Es ese el crimen que la secta extremista encuentra en sus víctimas? Aunque Sheila intenta emanciparse de la opresión religiosa necesita de Sebastián, de Quiroz y de un nuevo personaje, Leib Schelling, para avanzar en sus objetivos e investigaciones.
Quiroz
se presenta como un policia retirado, oxidado, torpe, que comete errores evidentes y exagerados a punto tal que cualquier punk de la Bond Street puede voltearlo a botellazos de cerveza en una plaza skater. Aún el detective tiene un caso por resolver y una reputación que defender.
La novela se presenta con una estructura
pivotante, historias paralelas que convergen en los crímenes y sectas sociales, entre las que encontramos la  fundación de Nueva Germania, en el Paraguay de fines de siglo XIX, donde tendremos el gusto de cruzarnos con la hermana de Friederich Nietzsche y la ficcionalización de su vida en América.

Rituales de lágrimas aborda la necesidad de diversas culturas por generar una raza pura, basada en la conservación genética, pero los hechos terminan por mostrarnos que hasta en las mejores castas hay infiltrados, hijos ilegítimos y bastardos, como evidencia de la eterna e irrefrenable pluralidad que generan los territorios compartidos y las pasiones humanas que devienen de él.
La trama recorre todos los lugares comunes del género, a punto tal que los personajes lo notan y lo mencionan, permitiendo que nos acomodemos a esperar el desenlace, que parece una unión aleatoria de pistas, pero a lo largo de la historia los sucesos se vuelven más emocionales e intensos.
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Por qué esta secuela? ¿Qué faltaba contar? Ya sea de los personajes o sus historias.

La escritura de esta continuación tiene que ver con dos cuestiones: por una parte creí que los personajes que había desarrollado y presentado en Rituales de sangre todavía tenían “tela para cortar”. Sentí que podía seguir contando sus historias. No me satisfacía la idea de cortar con ellos, desprenderme, olvidarlos y seguir con otra cosa.
En el medio escribí otra novela, Sangre por la herida. Esa la empecé intentando hacer un corte con lo que había sido Rituales de sangre, en base a una idea vieja que había tenido hace tiempo. Pero me pasó que escribí el primer párrafo y me di cuenta que el protagonista tranquilamente podía ser Mario Quiroz de Rituales… entonces entendí que había más por contar de ellos.

El otro motivo es que siempre me llamó la atención la poca presencia de sagas literarias en la literatura argentina, incluso entre los que escriben en género (policial, ciencia ficción o lo que sea). Una lástima; a los lectores les gusta reencontrarse con los personajes, verlos vivir nuevas aventuras, verlos evolucionar. Entonces quise, desde mi humilde lugar, aportar en ese sentido.

De alguna manera, la búsqueda de Sheila en relación a sus inquietudes de fe y ortodoxia no se resuelven, tampoco su situación sentimental… ¿Se viene una tercera parte? Porque según lo que se puede ver en tu página Sangre por la herida, novela que resultó finalista en el último Extremo Negro, no es un momento posterior a Rituales de Lágrimas sino una historia de Quiroz.

Sí. Por estos días estoy intentando sentarme a escribir la tercera parte de la saga Rituales; ya estoy seguro que va a ser la definitiva. Espero poder terminar de cerrar todas las líneas sueltas y darle un final digno que le guste a los lectores.
Sangre por la herida se ubica entre Rituales de Sangre y Rituales de Lágrimas, es el período que pasa Quiroz como “jubilado” aunque, como se da a entender al final de Rituales de Sangre, no fue tal. La cuestión es que termina trabajando como guardaespaldas para un narco peruano y las cosas se complicarán, obviamente. Es una novela negra en el más puro estilo duro. No hay misterio prácticamente, sino una especie de larga y violenta persecución. Está más cerca de Jim Thompson que de Raymond Chandler.

De lo que me di cuenta también, con todo esto, es que me interesan las reglas del mundo que creé. Es algo particular, algo alejado del realismo típico del policial argentino pero sin irme a extremos fantásticos. Intento historias que sean entretenidas por sí mismas, antes que la búsqueda de la denuncia social o la descripción de los aspectos más turbios de la institución policial en nuestro país.
Entonces, en ese mundo que me resulta cómodo para contar las historias que quiero contar, van a haber otros relatos derivados del núcleo de la saga Rituales: algún personaje secundario, algún evento que se mencione y cosas así.
Por lo pronto entonces, este mundo narrativo, al día de hoy, se compone de la saga Rituales (las tres novelas) y como spin-off  Sangre por la herida. Luego estoy a mitad de camino con una precuela de Sangre por la herida (se llamará El camino del Inca y es el relato de iniciación del villano de la anterior) y un cuento con Quiroz en sus años de policía (El camaleón y los leones) que si todo sale bien saldrá en una antología el año que viene.

Me gustaría saber más sobre Lucía, este personaje que parece por momentos ex amante y por momentos hija no reconocida, ¿qué nos podés decir de ella?

Lucía es un personaje que me encanta escribir. La relación de amor-odio con Quiroz se explica bien en detalle en Sangre por la herida. Por eso no puedo decir mucho de momento. Pero sí que ella tiene más que buenos motivos para odiarlo. Y él se siente muy responsable por un mal muy grande que le hizo, por lo que ahora tiene esa necesidad de protegerla de algún modo.

Sheila pareciera querer emanciparse del mandato familiar religioso, pero esa búsqueda se pierde en la trama. A su vez se la ve muy oprimida por las prácticas religiosas. ¿Cómo fue tu vínculo con la formación religiosa? ¿Cómo ves la formación religiosa ortodoxa en relación al momento cultural que vivimos?

Creo que Sheila creció en algunos aspectos respecto de Rituales de sangre y pudo liberarse de algunos de esos lazos que la unían con la religión. Sin embargo sigue bastante atada porque no se atreve a dar el paso final.
La salida de personas que vivieron toda su vida en contextos de religiones tan estrictas es un tema complejo, lleno de contramarchas y dudas. La religión, cuando se presenta de forma tan estricta y articulada que no deja nada librado al azar, ofrece respuestas a todas las preguntas y dudas de la existencia y contención social y cultural. Salir de eso es muy complejo y a la gente que lo intentó le llevó años de idas y vueltas, dudas, desesperación, angustia y recaídas.

En mi caso particular nací en una familia de origen judío, pero, más que nada, como una forma de nacionalidad: el judaísmo ateo y secular que surge en la Europa del iluminismo.

Esto quiere decir que mis padres nunca me brindaron educación religiosa, ni hebrea, ni sionista, ni comunitaria judía, ni me circuncidaron, ni me llevaron al templo nunca.

Lo único de judíos que se mantuvo en mi familia fueron las reuniones para las fiestas, pero aun así nunca le dimos un sentido religioso ni cumplimos con los ritos y costumbres que mandan en esas festividades.
En 2009 sin embargo, viajé a Israel con el plan BRIA. Me anoté porque quería tener unas vacaciones pagas en Oriente Medio. La cuestión es que de algún modo me reconectó con algo del judaísmo. Fue una experiencia intensa. A la vuelta y al poco tiempo surgió la posibilidad de estudiar a los ortodoxos judíos de Jabad Lubavitch y ese sumergirme en una forma totalmente opuesta a cómo entendía el judaísmo, hasta entonces, también fue algo interesante que, durante varios años, me tuvo bastante más cercano de la idea del judaísmo.

Finalmente terminé volviendo al punto de partida: ahora me casé con una mujer que no es judía; no me importa en lo más mínimo que no vayamos a tener hijos judíos y estoy nuevamente parado en la vereda donde la religión me parece un gran equívoco que le sirve a mucha gente para vivir, pero no a mí.

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¿Cómo nace tu interés por el género negro?

De chico mis padres leían muchas novelas de James Chase, de esas de la biblioteca “Grandes novelistas Emecé”. Como todo chico, un día quise imitarlos y empecé a leer las que había en casa. Cuando las terminé todas empecé a comprar las que vendían de saldo a 3 por $15. Me fascinaban las tapas y los títulos de esas novelas. Y así fue cómo empecé.

En algún punto la novela negra se vincula con la reflexión social y política en tanto que, pensar en el crimen y en la justicia deriva, en algún punto, en pensar el derecho y la construcción simbólica del Estado. Con este marco y habíendote dedicado a reflexionar sobre la cultura pop, ¿qué lectura hacés del boom del género a nivel internacional?

Sin ser sociólogo pero habiendo leído bastante sobre cultura popular de los últimos tiempos, creo que a partir del final de la Guerra Fría, cuando lo único que quedó en pie fue la certeza de que las mejores formas de organización social eran la democracia y a nivel económico el capitalismo, junto con la expansión global del ideal “estadounidense” de esta sociedad tan compleja, lo que hemos estado viendo son las tensiones insatisfechas entre ambos sistemas.

Por un lado tenemos cierta promesa de felicidad que consumimos a través de la aceitadísima y admirable industria del showbiz estadounidense que nos presenta una especie de maqueta del mundo perfecto del futuro. Como si hubiera un camino a seguir para encontrarnos con un mundo de consumo capitalista feliz, donde todas las tensiones sociales quedan sepultadas por la robustez de su sistema democrático. Esto lo vemos a través de películas, claro, pero también de formas más sutiles de consumos culturales: tienen una industria tan enorme en todo lo que es cultura (videojuegos, libros, música) y de bienes y servicios (cuando uno entra en Coto y ve en el sector de importados que hay por ejemplo tres tipos distintos de mayonesa o toda la cultura de la start-up que produce apps para ofrecernos servicios que nos solucionen la vida) que genera, creo yo, la ilusión de que siguiendo ciertos pasos podríamos alcanzar un estado global de semejante abundancia y felicidad.
El problema es que obviamente esto no funciona de forma tan simple. Las organizaciones estatales en todo el mundo crujen en la tensión con el mercado, los países desarrollados están teniendo problemas que creían olvidados luego de la Segunda Guerra (los resurgimientos del odio racial, el fascismo) y los subdesarrollados seguimos teniendo la misma corrupción y atraso al que ya estamos acostumbrados.
Todo este contraste entre lo que es el ideal que vemos y creemos al alcance de la mano y lo que realmente sucede, creo, nos genera la necesidad de respuestas y análisis: qué es lo que está mal con el mundo. En ese espacio de crisis es que el género policial siempre fue muy efectivo. Hurga en los rincones oscuros de las sociedades.
Pero además, el crimen siempre es muy sensacionalista y muy narrable. Quitar una vida es un acto de tal inhumanidad que no sólo algunos antropólogos lo ubican en el origen de los ritos religiosos (en relación a las costumbres carnívoras que implican tomar la vida de un animal) sino que también es un objeto de continua reflexión y preocupación, como todo lo que los humanos no podemos terminar de procesar nunca en nuestras vidas. En una sociedad tan ávida de espectáculo, el género policial es una fuente inagotable de posibilidades de buena narrativa.

En el segundo Encuentro Internacional de Literatura Fantástica hiciste un análisis del monomito, o mito del héroe. ¿Hasta dónde es aplicable esta estructura clásica en el género negro?

Al utilizar la teoría de Campbell como “receta de escritura” debemos actuar con cierta precaución: lo que sirve es bienvenido y lo que sobra afuera. De todos modos, creo que en principio es una herramienta bastante útil para todo tipo de narración de género: los elementos que plantea sirven para desarrollar cualquier héroe. Y no sólo uno que tome la espada y salga a matar dragones, sino cualquier personaje protagónico al que llamemos Héroe.

María Inés Krimer, Sergui Olguín, vos. ¿Podemos hablar de una corriente de policial judío argentino?

Eso es algo que lo terminará determinará el mercado. De todos modos, sí, me sorprendió gratamente ver Rituales de sangre en el stand de la AMIA en la Feria del Libro de Buenos Aires. No esperaba verlo ahí. Yo trabajé casi siete años en la Sociedad Hebraica Argentina; en mis dos novelas hay un homenaje nada velado a esa institución y nunca recibí un llamado para ir a dar una charla o encontrarme con los lectores. No lo planteo como una crítica o un despecho, sino como una realidad. Quizás a algunas personas no les guste el modo en el que trabajo el judaísmo en mis libros.

¿Cómo ves hoy la situación del estado de Israel en relación al estado Palestino? Siendo aficionado a las diversas expresiones de la cultura popular masiva, ¿cómo ves la obra de Joe Sacco?

Es un tema que me despierta muchas preguntas. Algunos días pienso que no tendría por qué importarme más que cualquier otra tragedia humanitaria en el mundo y otros días me siento más cercano a lo que sucede allí.
Hay una novela de Philip Roth que me encantó: Operación Shylock. Plantea una idea bastante interesante que llama “el diasporismo”. Es la necesidad de los judíos de volver a mezclarse en la Diáspora para salir de ese atolladero de la Tierra Prometida. Obviamente es una provocación literaria de alto vuelo que yo estoy sintetizando demasiado sincréticamente acá. Pero es interesante. Si uno ve las estadísticas demográficas de Israel se da cuenta que crecen más las poblaciones árabes-israelíes que las judías. ¿Entonces? ¿Hasta qué punto se puede pensar en un Estado Judío puro? ¿Hasta qué punto tiene sentido en el siglo XXI? Pero de nuevo, ahí viene mi propia impresión de que ya lo judío no tiene mucho sentido para mí. ¿Por qué? Porque no soy religioso y no conservo ya costumbres judías en mi vida. Si no me interesa la religión, ni las costumbres y si el Muro de los Lamentos no es para mí más que un pedazo de pared antigua, no veo ninguna justificación para que Israel siga ocupando Jerusalén. Pero de nuevo, esa es una impresión absolutamente subjetiva mía que no es compartida por la mayoría de los judíos del mundo.
En todo caso, por supuesto, me gustaría una solución pacífica para israelíes y palestinos. Si esa solución es la de los dos estados o la de un solo estado binacional, eso ya no lo sé.

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Ya corriéndonos al género vecino, escribiste hace unos años el ensayo Que la fuerza te acompañe. La invasión de las culturas nerd, geek y friki. ¿Qué esperás de la nueva Star Wars?

Espero que sean mejores que la trilogía de precuelas que hizo George Lucas. Estoy muy contento con que la franquicia haya pasado a manos de Disney que ha demostrado estar a la altura del desafío cuando compró Marvel.
Me da un poquito de lástima que hayan borrado de un plumazo todo lo que era “el universo expandido” que se había creado en estos años (novelas, videojuegos, etc.) pero entiendo que era necesario para resetear las reglas del juego.
Espero con bastante ansiedad y expectativas el nuevo episodio.

¿Pensaste en la posibilidad de dedicar tu pluma a alguna de las corrientes del género fantástico?

Sí. Tengo una idea en clave fantasy. Vamos a ver si puedo. Mi problema con el género es que no me gustan los seres que lo habitan: elfos, dragones, enanos, todo eso. Y los lugares donde transcurren: tierras inexistentes. De alguna forma en mi cabeza hace ruido la pregunta: ¿por qué esta gente que vive rodeada de criaturas inexistentes y en un territorio también irreal, seguirían costumbres y formas de vida medievales? Me cuesta el suspension of disbelief con el género.
Pero vamos a ver si algún día me animo a hacer mi fantasy-realista a ver qué sale.

¿Cuáles son las voces contemporáneas nacionales e internacionales que admirás tanto en uno como en otro género?

En el género negro, a nivel internacional a James Ellroy sobretodo. Christa Faust me gusta también bastante. Gillian Flynn creo que es de lo mejor que ha surgido en los últimos tiempos.

En el medio local, hay muchísimos colegas talentosos que tuve el gusto de leer: Sergio Olguín y María Inés Krimer que mencionabas, pero también Matías Bragagnolo, Gastón Intelisano, Horacio Convertini, Guillermo Orsi, Miguel Ángel Molfino, Raúl Argemí, Javier Chiabrando, María Correa Luna, Juan Carrá, Ezequiel Dellutri, Kike Ferrari, Mercedes Giuffré, todos ellos tienen algo que me gusta en particular y me quedo corto con los nombres.

En el fantástico, obviamente George R.R. Martin es mi preferido absoluto y tuve una adolescencia de fanático de J.R.R. Tolkien. Y no me voy a permitir olvidar de mencionar a J.K. Rowling a quien recién empecé a leer este año pero que obviamente es una genia absoluta.

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