De las voces que hemos sumado en los últimos años, con el reciente esplendor del género negro, tal vez sea la de Antonio Manzini una de las más cercanas para los lectores argentinos. Y es que la Italia del subjefe Rocco Schiavone tiene tantas semejanzas con nuestra realidad que a veces duele. De la mano del sello Salamandra Black hemos acompañado a este irónico canalla en sus desventuras a lo largo de cuatro novelas. Sol de mayo, la cuarta, de reciente aparición en las librerías de nuestro país, nos enfrenta con un Schiavone castigado por el punto de quiebre que significó el final de Una primavera de perros, mucho más ácido y determinado en su mala leche para indagar en las sombras de los mejores ubicados en la pirámide social.

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¿Cómo y por qué nace tu interés en el género negro?

Confieso que nunca he sido un asiduo del género sino que más bien lo he transitado como lector omnívoro que soy. Mi principal interés es narrar mi país, el relato de los últimos de Italia, de los casi olvidados, de esos pliegues de la sociedad donde acechan la miseria, la pobreza, la necesidad. Creo que, en cierto modo, hacerlo a través de la novela policíaca permite penetrar directamente en el tejido conjuntivo de la sociedad, en su estructura, en sus males y sus zonas grises.

¿Cómo surge el personaje del subcomisario Rocco Schiavone?

Si te soy sincero, no lo recuerdo. Nació poco a poco, con replanteamientos, reflexiones, entre juegos de imaginación y verosimilitud. Tengo cincuenta y dos años y, como es lógico, habrá bebido de mis experiencias vitales y tendrá rasgos de algún amigo, de conocidos, de gente que me he cruzado en el trabajo.

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Desde el Observatorio Hispanoamericano de Género Negro y Criminal consideramos esta literatura como un vehículo efectivo para ciertas ansiedades sociales –conscientes o no en los escritores y en los lectores-, en tanto que, cuando se piensa el crimen, se está pensando, aunque más no sea tangencialmente en el derecho y, por lo tanto, en la construcción imaginaria del estado y de la sociedad. ¿Estás de acuerdo con este postulado?

Totalmente de acuerdo, tal y como apuntaba en mi primera respuesta. Con el delito —la ruptura de un pacto social establecido—, se entra directamente en lo más íntimo de la sociedad sin muchos impedimentos ni oropeles.

¿Por qué creés que el género negro está tan difundido por todo el mundo en este momento? ¿Se trata de una estrategia de mercado o de una necesidad de repensar los fundamentos de la sociedad moderna?

Como es natural, yo sólo puedo hablar de mi país, pero creo que en Italia el llamado pacto social entre pudientes y menos pudientes ha llegado a una situación límite. Lo que enfurece a las personas honradas es lo incierto de la condena. Ver que conceden el arresto domiciliario a capos de la Mafia, asistir con impotencia a la propagación de la corrupción política, contemplar cómo nuestro dinero acaba en los bolsillos de empresarios corruptos gracias a la connivencia de políticos o criminales de la Mafia, la Camorra o la Ndrangheta, mientras que no hay trabajo para los jóvenes, la asistencia sanitaria es una tomadura de pelo y la sanidad pública da pena, enfurece a quienes están al límite de sus fuerzas. Vivimos en una época de antipolítica, y es peligroso porque la gente indignada tiende a aferrarse a movimientos populistas y qualunquistas, carentes de ideales y fundamentos, que sólo hablan de patíbulos y castigos medievales pero no tienen una idea de país, no construyen y por el contrario son aficionados a destruir. Tal vez por eso la novela policíaca esté viviendo una época dorada, porque al menos en los libros, sobre el papel, los asesinos, los ladrones, los estafadores o los políticos corruptos acaban entre rejas.

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¿Cuáles son las particularidades del género en Europa? ¿Considerás que la crisis reconfiguró el género en Italia?

Sí, estoy convencido. Lo hablamos entre los colegas de profesión e intentamos comprender hacia dónde se encamina la sociedad civil. Es una manera de responder a ese miedo al futuro y hacernos la ilusión de que tal vez un día este país viva una reestructuración, a manos quizá de las generaciones venideras.

¿Por qué no ha surgido aún la gran novela criminal sobre el poder económico?

Yo creo que la literatura ya nos has dado algún ejemplo. Recuerdo ahora un libro de Tullio Avoledo, Breve storia di lunghi tradimenti [Breve historia de las traiciones prolongadas], pero en realidad, al hablar de drogas, fármacos, armas, bancos, es como si estuviésemos escribiendo entre todos un libro de registro con los agravios del poder económico.

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Es claro que la creciente fama del Subjefe Schiavone lleva a los lectores de este lado del mundo a compararlo con el comisario Montalbano. Sin embargo cada personaje pertenece a dos Italias diferentes o, por lo menos, a dos momentos distintos del país. ¿Qué grados de parentesco y cuáles de distancia encontrás entre ambos?

Montalbano es el colmo de la integridad y Rocco no. Montalbano respeta las normas, es un auténtico comisario de policía, intachable desde el punto de vista ético. Rocco, en cambio, se ha criado en las calles, ha estado delinquiendo desde su adolescencia, sus propios amigos son delincuentes. Pero ambos tienen un corazón de oro, son generosos y defienden sin miedo una ética propia. Dicen la verdad, y ya se sabe que decir la verdad siempre conlleva un coste. La Vigata de Camilleri es un lugar imaginario pero es un trozo de una Sicilia algo mejor que la media, mientras que Rocco por su parte vive entre Aosta y Roma, que son dos ciudades que es posible visitar. Pero ambos, y éste es otro elemento en común, contemplan los defectos y las injusticias de la sociedad sin corregirlas, porque no pueden, no tienen la potestad, por mucho que les planten cara con sus logros.

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Rocco Schiavone es un personaje de carne y hueso. En algún punto son sus respuestas ácidas, sus pensamientos y la manera demasiado humana de encarar algunos conflictos interiores, los que le dan esa carnadura. Me interesa profundizar en tu formación de actor, de guionista y de dramaturgo en relación a las estrategias para la construcción de personajes literarios.

Estudié en la Academia Nacional de Arte Dramático y he sido actor de teatro y televisión durante veinticinco años y es muy posible que esa dilatada experiencia me haya influido. Cuando interpretas a un personaje, lo estudias, ves sus virtudes y sus defectos e intentas llevarlo a escena con la mayor verosimilitud posible. Y eso es en parte lo que hacen los escritores. Es una labor esquizofrénica que te permite entrar y salir de todos los personajes de tus libros, como el Zelig de Woody Allen, y descubrir el lenguaje, el carácter, la forma, en definitiva. Creo que estudiar un papel para teatro durante dos meses y pasarte 160 funciones repitiendo las mismas réplicas hace que analices en profundidad el significado de cada frase. Evidentemente, hablo de los grandes autores; al fin y al cabo, te codeas con Chéjov, Strindberg, Shakespeare, Molière, y día tras día comprendes la importancia de la palabra, su peso, la ambigüedad que existe tras cada frase. Es muy posible que ese ejercicio me haya ayudado en la relación entre la lengua y la palabra. El trabajo de guionista, por su parte, me ha enseñado a recortar, porque el guión tiene unos tiempos limitados, cada película tiene una duración concreta y, cuando escribes diálogos y situaciones, has de podar por aquí y por allá para prescindir de las partes menos incisivas e ir al grano. En cierto modo escribir un guión es como ver una película ya rodada, de ahí que las imágenes sean tan importantes como los diálogos, que son por lo demás la labor principal del guionista. También eso me ha ayudado. Nunca podría escribir una escena sin saber exactamente dónde está ambientada, qué luz hay, a qué huele o qué hora del día es.

El subjefe Rocco Schiavone viene enfrentando, desde su remoción a Aosta, tragedias de distinta magnitud, pero lo sucedido al final de Una primavera de perros pareciera marcar un punto de inflexión, sin embargo su humor ácido aparece potenciado. ¿La ironía surge de la cruza entre una mirada lúcida y la desesperanza? ¿Somos hoy por hoy sociedades desesperanzadas?

La ironía es el único filtro que tengo para leer el mundo. Siempre ha sido así, desde que era pequeño. En mi casa, primero por mi abuela y luego por mi padre, la ironía siempre ha sido la reina soberana. En los momentos más tristes o sombríos siempre he visto el lado más cómico, surreal y antagónico de las situaciones. La sociedad no está desesperada, pero vivimos un cambio de época ante el cual no sabemos aún cómo reaccionar. No estamos preparados. Creo que pasa por reconsiderar lo que poseemos y entender que ayudar, refugiar, echar una mano a los países más pobres es la única solución para no acabar engullidos por la pobreza de la tres cuartas partes del mundo.

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El lector desprevenido puede contar a la corrupción como uno más de los crímenes enumerados en la saga, sin embargo, pareciera ser más bien un estado de situación, como parte del paisaje…

Por desgracia, así es en mi país. La corrupción y la evasión fiscal han sumido a Italia en una crisis económica de la que no se ve el fin: los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres y numerosos. En Italia existe corrupción en todos los niveles. Desde las licitaciones estatales hasta el mero trabajo de oficina, es un cáncer presente por doquier y, cuanto más se empobrece la sociedad, más asola el país con su metástasis. Haría falta una auténtica cruzada moral; el italiano medio sólo necesita un poder honrado, sea del signo que sea. Pero es una ilusión vana: nunca ha sido así desde 1872 y nunca lo será. El nuestro es un mal endémico porque ya la propia Italia nació de una idea equivocada: no es un solo país sino muchos países unificados sin sentido bajo una monarquía reaccionaria e ignorante como la saboyana. Los italianos siempre han percibido el Gobierno como un invasor extranjero, y no como la expresión del pueblo soberano. Consideran los impuestos como un tributo feudal y no como un deber para posibilitar un estado social en el que los hospitales, la policía, la investigación, la escuela, las carreteras o la seguridad son un bien común. Por eso el italiano que llega al poder es capaz de meter mano en las arcas públicas. Y lo hace, alentado también por el hecho de que no es seguro que lo condenen y difícilmente acabará en prisión.

En este sentido, cuando se define a Rocco Schiavone como “políticamente incorrecto”, ¿quiere decir que es uno más o estamos frente a un desesperanzado que, reconociendo una batalla perdida, hace uso del ecosistema para hacer su parte lo mejor posible? (Y esto no lo digo defendiendo su postura sino tratando de profundizar en el personaje)

Rocco dice la verdad y decir la verdad es incorrecto. Se mueve en un mundo gris en el que la diferencia entre lícito e ilícito es muy confusa. Sí, Rocco es un desconfiado, nunca ha creído en una sociedad mejor y no está entre sus intereses llegar a alcanzarla algún día. Vive como sabe, como el tigre en la selva, tiene una ética propia y la respeta. El caso es que en Italia lo políticamente incorrecto es un pleonasmo, mientras que lo políticamente correcto se ha convertido en un oxímoron. En resumidas cuentas, Rocco sabe que la batalla está perdida, pero es una batalla que no tiene ningún interés por librar.

¿Creés que el problema de la corrupción es factible de resolverse o para hacerlo habría que cambiar radicalmente los “lentes” con que percibimos la realidad de nuestros países?

No es algo que pueda resolverse ahora ni nunca: existe desde que surgieron las primeras sociedades hace seis milenios, en Mesopotamia o Egipto. Es inherente al ser humano, como respirar o comer. A lo que podemos aspirar es a regularla, a complicarle la existencia, a evitar que se convierta en un sistema político y social. Sólo eso ya sería todo un éxito. Pero para ello haría falta darle un buen repaso a los hombres y rehacerlos desde cero. En la historia sólo los ideales surgidos del pueblo han hecho olvidar la corrupción y han unido a la gente bajo una bandera común de progreso, de mejora. Así y todo, no han sido más que flores de un día que la historia de la Humanidad no ha tardado en marchitar.

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Uno de los elementos característicos del género es el manejo de la violencia y me gustaría hablar un poco de la misma. En el campo de la ficción, ya sea en la literatura, en los cómics o en el cine, podemos observar diferentes maneras de aproximarse a la violencia. No sólo tiene que ver con la personalidad del autor, sino también con la identidad del país, como si cada nación tuviera una manera particular de encarar su costado más oscuro. ¿Qué tipo de violencia caracteriza a la sociedad italiana?

Actualmente la narración de la violencia es un fenómeno global. El imaginario colectivo está invadido por cantidad de películas y libros. Italia, al menos en lo concerniente a la narrativa, siempre fue muy decorosa y mojigata a la hora de relatar hechos sangrientos, seguramente porque nuestra educación católica nos impedía mostrar el horror sin tapujos o ironizar sobre él. Se trataba de una violencia psicológica, tácita, terrible y soterrada. La de un sistema poderoso que controlaba la vida de sus ciudadanos, una violencia hecha de reglas no verbalizadas y serias amenazas. Eso era antes. Hoy en día la violencia psicológica, verbal, física, se ve a diario en las calles, y quienes la relatan no pueden ignorar esa circunstancia. Es cierto que no se llega al nivel de las orgías de sangre de cierta literatura estadounidense o británica, pero ya somos capaces de mirar el cuarto de los horrores sin prejuicios culturales.

¿Qué le depara el futuro al Subjefe Schiavone?

Seguir viviendo.

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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