Estoy mirando mi vida
en el cristal de un charquito
y pasan mientras medito
las horas perdidas,
los sueños marchitos.
A propósito del discurso decantado a la zuihitsu —ese género definido un tanto indefinible bajo las comisuras de occidente, el cuál remite al tan necesario ocio philosophicum que demanda Descartes— el crossover «fusión o traspié de horizontes» proyecta tras su mundo vítreo, la inmaculada talidad y algunos pétalos del karma, bajo la superficie-reflejo de empero, un mismo espejo. Sin las momias de Nanaky Artaud, es hallazgo de ventisca pampa, acaso teogonía o agonía local (Perón macho Eva hembra, dupla guerrera Argentina) dibujado lo que está, fileteado en la propia naturaleza humana: set fragante, halo pulmonar tornasolado con la impresa nerviasión precisa de sus hojas; sus delicadas ramas, las que contemplamos como si The Cantos (Ezra Pound) se tratase, momiji invernal en Kioto u ombú azotado: kogarashi (viento gélido, en japonés).
En 2002 Banana Yoshimoto escribe “Aruzenchin baba” (“La Bruja Argentina”). En esta nouvelle ilustrada por Nara Yoshimoto, una jovencísima encuentra a su padre (ambos habitantes de un paisaje por demás isleño, uno que tranquilamente puede enlazar las islas de Oshima, Península de Izu con el Río de La Plata, el río y su continuidad como motivo estético) asociado a una extraña mujer del Sur. Dada su pasión tanguera algunos le han puesto un apodo, “La Vieja Argentina”. Y así, en medio del humo esta destrenza su eterna canción ¿De articularse acaso en este personaje el espíritu transparente de Eladia Blázquez, qué rasgos porteños se funden en esta mujer de pasado rioplatense además del sello misterioso que impregna en los naipes al mezclar? En el año 2000 Yoshimoto da forma a una breve serie de relatos que compila en “Furin to Nanbei” (“Adulterio y latinoamérica”). Releyendo la mencionada recordé que se ha utilizado previo a este furin, vocablo de antaño «kantsuu» alguna vez. Calle trampa, Plaza Italia, oficio librero tatuado de espectros vivientes, Borges y Cortazar.
Banana ha llevado también una bitácora de sus viajes por el mundo en su serie SLY; algo así como un desabovedario ¿De qué forma concibe el adulterio porteño una mujer tierna mujer japonesa en visage enjambre? ¿Puede una autora nipona escondida en la multitud hurgar profundo en la pasión rioplatense sin más que un atisbo transparente? Ya moja el aire su pincel y hace con él, laca cristalina. Lacas de artificio: la estrepitosa industria del cine para adultos japonés “AV” y su fenómeno —quienes se han tomado la alegórica molestia de visitar la capital Argentina para corporizar el fantasma del 2×4 en vita sexualis, no faltaron a la cita del fetiche cruel en el cartel y no uno del cubismo iluminado de Manansala o el surrealismo de Octavio Ocampo, no: ¿No es el comienzo de una novela de Mishima, la imagen de un hombre que contempla hipnotizado un enorme cartel publicitario, imperativo y sexual sintiendo cómo este lo domina, maneja y manipula detrás de un mandato hashtag? Sin embargo ni en tal producción (la pudorosa) se omite el recorrido samsárico, 2×4 y el bramar de las Cataratas de Iguazú. ¿Desde la creatividad in crecendo que esgrima el rubro funciona el parásito vítreo del buen voyeur tras la guitarra de un laberinto de pretextos y necesidades psicosomáticas (“Pobre nena rasgada de cutis blanco, otra vez se pescó el resfrío boliviano…”) que entre otras, ayuda a disminuir la tasa natal nipona?. Sin que se trate del espectro de Nagayama Norio, el best seller condenado a pena de muerte y la pintura de su mundo crepuscular rebosante de «lagrimas de ignorancia», título de la obra que escribió en la cárcel; en palabras de un poeta japonés de la modernidad —un wrist cutter de tapín y espuela con un bodhisattva tatuado sobre los pulmones, podremos plantear que se adapta a la siguiente fórmula, se trata de una letra de Dir en grey, y mas claro echarle agua:
show • lie • mad • sexual
1 • sad • sexually • 2 • sad • sexually
0AE55A87-4423-475D-9A1C-75677F04ABFA
Es una noche más en Tokio. Hemos regresado de disfrutar la producción que reúne obras clásicas de la india en versión Kabuki, destacando Mahabharata muy por encima de las demás y la superficie del espejo (no el interior, Huineng ipse dixit) parece temblar sutilmente. El Marín de los mandarines K-Pop llama a Trump dotard, terminó de antaño que el bardo de Avon utiliza en Much ado about nothing. Corea del Norte traduce las palabras de su líder mediante empolvado vademécum, será. Dan ganas de balearse —o en este caso, de abrirse el abdomen; en un rincón [sic]. En 1998, Fujisawa Shuu se hace con el premio Akutagawa por su novela “Medianoche en Buenos Aires” (“Buenos Aires Gozenreiji” obra que he releído esta semana de regreso de mis clases de filosofía Yogacara y Madhyamika). Brinda el recuerdo sobre la calle, la hilera de focos lustrando el asfalto con luz mortecina. Lo que engaña del título, algo así como japoneria a la inversa (digamos algo indigno: el efecto del aleteo de una mosca) intrínsecamente también nos define hasta sin querer definirnos (o nos encuentra, como en la novela “Echigo tsutsuishi oya shirazu” de Mizukami Tsutomu, 1963; inmenso autor desconocido en occidente). Podemos hacer un paralelo entre esta novela –Buenos aires…- y “Happy Together” (1997) emotivo film del, un tanto kitsch Wong Kar-Wai basado en la novela de Puig “The Buenos Aires Affair” (1973) tormentosa historia de dos homosexuales que recorren una Argentina monocroma en un ir y volver que los lleva a las Cataratas de Iguazú y más. Uno de los actores del film, Leslie Cheung (quien compartía afines con su protagónico) cometió suicidio en 2002. Hubo un espejo que su vida y su personaje quizá cruzaron: ¿Cuál sería él y cual el personaje?.
El espejo de primavera. Mariano Mores visitaba Japón y era recibido por Ikeda Daisaku, líder de Soka Gakkai, secta budista amada y odiada, como cierto Evangelismo (o, como Evangelion). Ikeda, recientemente había perdido un hijo. Mores también. El reflejo de ambos se encontraba en paralelo pendular recorriendo un enorme jardín donde en conmemoración plantaron un árbol de Sakura y humedecieron sus ojos recíprocamente. Mores regresó a Argentina y se dirigió al programa de Chiquita Legrand, allí ponderó a Ikeda como Orlando Bloom o Militta Bora, sin haber escuchado mucho sobre el Komeito, el partido político de la secta SGI y el especial perfil de este fenómeno japonés. El arrebato de la filosofía Mind-only se recoge y recompone en la ventana del tren que me transporta por Japón, se dirige raudamente al río Tama y pienso que finalmente «lo es», «lo que es», como se lo sueña. Tathata (del sánscrito). La talidad en las cosas. Hokusai dijo antes de morir: aún no logré penetrar en las cosas. Era su último anhelo. La autenticidad del primer esbozo: puramente nirvikalpa; tejido entre silencios (esos, de esos que no somos ni dueños) configura con su transparente arquitectura, un deseo de que el «algo» sea tal y como lo hemos imaginado: despegado de la propia mente. Tan solo quedan las ruinas cuando la realidad nos indica su severa ley; pero son esas miles de ruinas las que el poeta persigue, ruinas que prevalecen intactas y nos transforman en río, como el poema de la iluminación de Juanele, poeta taoísta argentino o como lo parece demostrar Alberto Silva Castro, aquí entre las ruinas de Yosano Akiko, donde la preciosidad holocausta el déjàvu que-no-es; parece advertirse savikalpa:
CABALLOS AIRADOS (poema semi inédito)
un río de preguntas atraviesa las extensiones áfonas azules
encrespadas como caballos airados: sus cascos heridos no consiguen
atravesar el filoso tornasol de un simple río de preguntas
A modo de conclusión solo resta agregar que en los antiguos tiempos del Japón solía contemplarse la luna en el reflejo del agua de diversas maneras. Los espíritus del plenilunio congregaban su florilegio en transparente luz. A fin de contemplar a los kami, solo alguna gente (de buen pasar y refinado gusto) solía utilizar un recipiente plano y oblicuo (algo como una bandeja). Esta esmerada delicia oscurecía el matiz de su madera lustra esperando a la luna posarse delicadamente en su lecho. Dicho objeto rebosaba en límpida armonía sobre el tatami —las algas trocaban un efímero destello semi purpúreo acaso el lector notaría flotar en su superficie el vislumbre de un mismo espejo, la mente; de contemplar este «mizukagami» de profundis. Diligentemente pulido, eso sí: aunque no exista.

Sobre El Autor

Ex docente FFyL UBA; Traductor en Japón desde 2007.

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