El caso de Zack Snyder es, por lo menos, curioso. Debutó en el largometraje con El amanecer de los muertos (remake de la película Dawn of the Dead de George Romero), y desde entonces concentró sus esfuerzos en los géneros menores. Sobre todo, superhéroes. Desde entonces, paso a paso, y gracias a los signos de los tiempos que nos toca padecer, fue comenzando a recibir el tratamiento de “autor”.

Arranquemos por una pregunta pertinente: ¿corresponde la etiqueta “cine de autor” para un conjunto de películas que básicamente componen una gansada? Si uno toma en cuenta que en el siglo XX la etiqueta aplicaba a directores como Hitchcock, Truffaut, Coppola, De Palma o Scorsese, la respuesta es “ni”. En todos ellos había estilo específico en los recursos técnicos y narrativos, pero también se traslucía el “algo más” tan ausente por estos días: tenían algo para decir. Es cierto que Hitchcock sostuvo “para dar mensajes, mando una carta, no hago una película”, pero también lo es que en su filmografía, carente de mensajes en estilo bajada de línea, se trasluce al día de hoy una cosmovisión.

Finales del XX y sobre todo inicios del siglo XXI transformaron la etiqueta en algo más amable: el cine de autor vendría a ser aquel con el cual, al ver una película desconociendo quién la firma, se reconoce al autor. Tarantino, los Anderson (Wes y Paul Thomas), Alex de la Iglesia, Christopher Nolan y la lista sigue. Al ver las obras de esos directores, hay recursos estilísticos que los identifican de inmediato. Y hay, también, una cosmovisión, una forma de interpretar qué es el ser humano (aunque en el caso de Tarantino eso resulta mucho más rudimentario, ya que pareciera tener solo una mirada acerca del cine y jamás de la realidad). Pero el paso de los años, las necesidades del marketing y sobre todo el poder creciente que adquirieron en el cine los nerds como consumidores (público no solo leal, sino que gasta mucho) hicieron que se fueran ampliando las brechas. Hacerlas más inclusivas a la inversa, por así decirlo. Incluir a las mayorías, que nadie se sienta discriminado, por así decirlo. Que alguien que no sea un genio sea tratado como tal para que no sienta nada feo, por así decirlo.

Este tipo de planteos suelen chocarse de frente con la realidad. Al sostener, por ejemplo, que George Lucas es un genio, surgen inconvenientes menores como por ejemplo que no lo es: muy lindo el universo galáctico, muy simpático, pero no arriesgan hipótesis (ni novedosas ni tampoco remasterización de clásicas) acerca de la condición humana, del devenir de las sociedades, de los sentimientos, ni tampoco de nada que pueda generar que una neurona se active.

Y esta distinción no tiene que ver en lo absoluto con la adscripción a géneros. Se puede ser trascendente tanto en un drama como en un policial como en el terror. Eso sí: hay que tener algo para decir.

Zack Snyder es un gran ejemplo de cómo los fans tratan como ídolo y luego los medios no saben bien cómo reaccionar ante esa avalancha. Es cierto que hace un uso de la técnica que lo identifica casi automáticamente, pero también lo es que eso es lo peor de él como director: el abuso de las cámaras lentas, la sobrecarga de que lo que sucede o piensan los personajes sea remarcado por un tema musical que diga exactamente lo mismo (lo que deja en evidencia que no confía tanto en la inteligencia de su público que lo idolatra), que se digan en tono grandilocuente pavadas salidas a manuales de autoayuda. El paroxismo del tratamiento de autor a Snyder llegó con su corte de la película “Liga de la Justicia”. Mientras los fans decían que al fin el genio podía mostrar lo que era, en qué consistía su visión del universo DC trasladado al cine, lo cierto es que en las pantallas no había diferencias argumentales ni de trama: la película era la misma, pero más larga y con más justificación de las motivaciones de los personajes. O sea, de nuevo: muchachos, esto no es un genio, déjense de escorchar.

Pero hay que reconocerle a Snyder que hace películas en general entretenidas. Y que hizo una muy buena, como su versión de Superman, aunque en ese caso se notaba por el tratamiento la mano de Christopher Nolan, que acababa de terminar su gran trilogía de Batman (un gran ejemplo de que se puede hacer cine de autor incluso con una nimiedad como los superhéroes). Si se deja de lado el hecho de que él se cree importante, si uno omite su autobombo injustificado, sus películas son hasta disfrutables.

El ejército de los muertos es su ingreso en la maquinaria Netflix. Spoiler alert: en el contrato figura la película y una serie derivada.

Snyder vuelve al mundo zombie, que había tratado muy bien en El amanecer de los muertos. Pero ahora vuelve como autor pretendido, así que comienza a hacer lo que cree que lo enaltece: sobrecarga. Es decir: es una de zombies, pero es una de un robo a un casino de Las Vegas. Es decir: es una de zombies, pero se pone a crear una genealogía zombie. Lo primero le sale bien, lo segundo muy mal.

La película es entretenida, aunque le cuesta arrancar (más de un tercio es cómo se convoca y compone el equipo que efectuará el robo). Dave Bautista está bien, el resto del elenco cumple. Son dos horas llevaderas. Hay temitas musicales que remarcan la acción y todo. Hay explosiones y lindos efectos especiales. Hay incoherencias en el guión de esas que a sus fans les encanta soslayar a la hora de idolatrarlo.

El problema es la genealogía, el armado de zombies de primera, segunda y tercera generación/línea, robado a mansalva y sin pudor de la genealogía vampírica. Y el problema es que deja en evidencia la ausencia de cosmovisión: si George Romero creaba los zombies para realizar una metáfora de la sociedad caníbal y si Robert Kirkman retomaba el tema para hablar acerca de los verdaderos horrores del ser humano (en un principio, al menos, antes de que su historieta se volviera repetitiva y cansina), Snyder aborda los zombies para crear un mercado “a la” Netflix. O sea: una pavada.

Lo cual, por cierto, no tiene nada de malo. Lo malo es pretender el pedigrée de autor. Pero bueno, vivimos tiempos en que Disney no solo quiere ganar dinero (lo cual logra con eficiencia envidiable) sino también prestigio con premios para supuestas obras maestras como Black Panther. En ese tsunami voraz donde la intrascendencia reclama los mismos beneficios que la trascendencia (con la diferencia de que de antemano son maquinarias que obtienen muchos más beneficios económicos), Snyder es tan solo una mancha más en el tigre. Por cierto: en la película hay un tigre zombie. Muy bonito.

 

 

Título: El ejército de los muertos

Director: Zack Snyder

Guión: Zack Snyder y otros

Elenco: Dave Bautista y otros

Plataforma: Netflix

Sobre El Autor

Escritor, periodista y licenciado en sociología, Diego Grillo Trubba ha ganado diversos premios de relato y novela, destacando entre su obra títulos como Los discípulos o Crímenes coloniales.

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