Son cerca de las 4 y media de la mañana y me encuentro en la terminal de ómnibus de alguna ciudad patagónica. Es mi primer viaje a estas latitudes después de algo más de tres décadas, cuando visité el lado oeste de la región. Por lo pronto no logro reaccionar, descubro que el frío y el indescriptible viento imperante (no me hubiera extrañado haber visto pasar una vaca volando) me han congelado los sentidos. Confundido, intento preguntarle a alguien de qué estación se trata, pero no hay un alma alrededor. Para colmo de todo, otra vez comenzó a lloviznar. Lo único que veo cerca es un perro acurrucado junto al banco que está frente una de las plataformas de embarque. Y, la verdad, estoy tan dormido que ni siquiera se me ocurre preguntárselo al chofer del bus (¿quién mejor para confirmar mi paradero?), que para entonces había huido despavoridamente a refugiarse en la cabina del bus. Hasta el perro me mira con asombro. Ahora sólo falta una lluvia de meteoritos, me digo. Es entonces cuando veo el cartel de Las Grutas, y concluyo que aún me restan unas horas hasta llegar a Puerto Madryn, el primer destino de mi hasta ahora huracanada travesía. Estoy aquí para realizar un viaje con el que venía fantaseando desde hace rato, y que oportunamente también coincidirá con la posibilidad de encontrarme con Pablo Krantz, que está realizando un tour patagónico presentando su nuevo álbum Vivo en mi cabeza pero con vista al universo (un trabajo excelente, de calificado buen gusto, de esos discos que ya no abundan), y que se extenderá por nueve días. El encuentro se producirá, entonces, en la ciudad chubutense, desde donde tendré el beneplácito de acompañarlo por el resto de su tour austral, con una fecha inicial en el Cine Teatro Auditorium de la ciudad (secundado por los músicos locales Eze Canosa y Joaquín Cerbán), seguida por dos shows en Comodoro Rivadavia (el primero de ellos en un pub céntrico, y uno posterior en el Centro Cultural Abel Amaya, durante ambas noches compartiendo escenario con Alakrán Marquez, el más renombrado crédito comodorense), y un último concierto en el Teatro Municipal de Río Gallegos, como parte de un evento benéfico para recaudar fondos para el pequeño David Kochalski, que sufre de neurofibromatosis. Así las cosas, haremos la entrevista en varias partes, sin más, cuando el tiempo lo permita. Entre concierto y concierto, en paseos, en los viajes en bus de una ciudad a otra y, obligadamente con el tiempo más tirano que nunca y  negándose a toda chance de derrocamiento, en una batalla final en el vuelo de regreso a Bs. As.
A capa y espada, Krantz, que además es escritor (actividad en sana convivencia con su rol de cantautor) sigue defendiendo el título que, a lo largo de una carrera por demás itinerante, lo sigue consagrando como uno de los artistas más originales del país. Et voilá!

Comencemos hablando del momento en considerás que surgió tu veta artística.

Empecé a escribir de muy chico, influenciado por leer muchísimos libros. Al mismo tiempo era muy fanático de la revista Mad: me ponía a compilar chistes de la revista, los mezclaba con chistes míos, y a partir de eso hacía cuentos. Ya de más grande, a los 14 o 15 años, empecé a escribir más seriamente poesía para seducir (sin éxito) a una chica, y luego fui moviéndome lentamente hacia el cuento. Finalmente, a los 26 años edité mi primer libro de cuentos, que se llamó Dame un coche tan rápido que no lo alcancen los recuerdos. En el medio quedaron cientos de cuadernos con anotaciones, poemas que fueron corregidos miles de veces, sueños convertidos en relatos…

¿Existe algún hecho similar en tu familia?

Para nada, todo lo contrario. Del lado de mi madre, casi todos mis familiares son médicos: mi abuelo, mis tíos, mi hermana… Mi madre fue socióloga y luego psicoanalista. Mi padre, por su parte, es ingeniero nuclear. Y su padre era mueblero, en Tucumán. No existen antecedentes artísticos. Pero mis padres siempre tuvieron un gran amor por la cultura, por la literatura, así que cuando llegué a la adolescencia todo lo que tenía que hacer era extender el brazo y en casa había libros de Burroughs, Allen Ginsberg, Gide, Cesare Pavese, Henry Miller, On the Road de Kerouac, las dos novelas de Leonard Cohen, etc. Tuve acceso a todo eso muy fácilmente. A la vez mi padre tenía un gran amor por la filosofía, y de hecho creo que le hubiera gustado dedicarse más a eso que a la ingeniería nuclear, pero a la vez fue en cierta forma su manera de salir de Tucumán.

Pero vivieron en Los Angeles, donde incluso vos estuviste de muy chico.

A fines de los años 50, mi padre obtuvo una beca para irse a estudiar a París ingeniería nuclear. Ya hablaba francés, incluso durante un tiempo muy breve había sido profesor en la Alianza Francesa de Tucumán, pero en París terminó de enamorarse por completo de la cultura francesa. Luego regresó a Argentina, empezó a trabajar en la Comisión Nacional de Energía Atómica, conoció a mi madre y le surgió la posibilidad de irse a trabajar a los Estados Unidos para una empresa de ingeniería nuclear en Los Angeles. Y allí se fueron los dos en 1968, en pleno auge del movimiento hippie y la contracultura. La ciudad era uno de los epicentros mundiales de todo eso por aquel entonces. Mi padre ya tenía 35 años, mi madre era más joven pero permanecieron ajenos a esa movida. Mi padre siempre fue una persona muy seria, un fanático del existencialismo. Él iba a mirar de lejos a los hippies a una colina donde se juntaban. La discoteca de mis viejos estaba llena de discos de Iannis Xenakis, de Edgar Varese, de Schoenberg, que era la música favorita de mi padre, toda esa música muy extraña, que ni siquiera era disonante. Más allá de eso había tres discos de los Beatles (Sgt. Pepper, Abbey Road y el White Album), y aparte mi madre siempre fue muy amante del folk y tenía discos de Joan Baez, Bob Dylan y Leonard Cohen.

Y entonces naciste vos.

Nací en 1970. Para entonces ya habían tenido lugar la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea, la de Vietnam (contra la que había por entonces muchas protestas) y mis padres juzgaron que no era buena idea que yo naciera en EE. UU. y fuera norteamericano. Entonces volvieron para que yo nazca en Argentina. Nací en Boedo, que era el barrio de mis abuelos, y a los 15 días volvimos todos juntos a Los Angeles. Mis padres tenían un amigo que también se volvía con ellos, que quería hacer entrar ilegalmente en Estados Unidos no sé qué cantidad de cartones de cigarrillos, y el sujeto no tuvo mejor idea que meterlos en el cochecito en el que iba yo, sin decirle nada a mis padres, por lo que al llegar, ¡me detuvieron! Mi padre estaba esperando afuera, había regresado unos días antes, y de repente apareció una mujer negra gorda, de esas de migraciones, conmigo en una mano, preguntando “¿de quién es esto?”. ¡Me habían detenido al mes de edad! Finalmente en 1972 nos volvimos definitivamente a Argentina. Apenas me quedaron unos recuerdos de esos años: algunos juguetes “made in USA” y fotos en Disneylandia.

También recuerdo haber charlado anteriormente sobre la historia de tus padres, y tus ancestros en general.

Mi padre es tucumano, de San Miguel de Tucumán, y mi madre es chaqueña, de Charata. La nota de color es que en la misma cuadra en que vivían mis abuelos maternos vivían también los padres de Tom Lupo. Mi madre y mi tía jugaban con él cuando eran chicos. Mis bisabuelos, tanto maternos como paternos, habían llegado a Argentina huyendo de los pogroms en Europa del Este. Al llegar a Buenos Aires casi sin nada, mi bisabuelo paterno conoció a un hombre que le preguntó “¿Usted es judío? Mire, yo conozco un judío en Tucumán. Quizás él lo pueda ayudar”. Y mi bisabuelo hizo todo el trayecto hasta Tucumán para golpear a la puerta de ese hombre, que era dueño de una línea de colectivos, y terminó trabajando para él. Luego llegó el hermano de mi bisabuelo, que a su vez terminó casándose con la hija de mi bisabuelo, o sea su sobrina, algo muy común entre los judíos en aquella época, lo que fue muy resistido y terminó con mi abuela siendo echada de la casa. Mis bisabuelos paternos llegaron de Bielorrusia y Polonia, mientras que los maternos llegaron de Odessa (Ucrania) y de Salónica (Grecia), que por entonces pertenecía al Imperio Otomano. Mi bisabuelo materno fue un auténtico gaucho judío de Ceres, Santa Fe.

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¿El paso de tu padre por Francia fue lo que terminó inculcándote el francés?

Muchas veces nuestras historias tienen a la vez un detonante y una causa. Por un lado, era lógico que yo terminara teniendo esta relación “promiscua” con la lengua francesa (estudié de los 5 a los 18 años en el Liceo Francés, he trabajado de traductor y de intérprete, viví en París, escribo y canto en francés, etc.) porque mi padre es un francófilo inveterado. Pero a la vez eso no fue el detonante para que yo vaya al Liceo Francés, sino el golpe militar de 1976. Yo vivía cerca del Hospital Militar, ahí en la frontera entre Palermo y Belgrano, e iba al colegio Granaderos de San Martín, donde las profesoras solían ser las esposas de los militares de los cuarteles cercanos. Y como mis padres eran de izquierda (aunque no pertenecieran a ningún movimiento revolucionario) tenían miedo de que yo repitiera en clase algo que no debía y surgieran arduos problemas. Alguien les sugirió que el Liceo Francés era un espacio de libertad en ese sentido y me mandaron ahí. Y ahí, ya de más adolescente, tuve acceso a mucha música francesa. En el colegio circulaban discos de canción francesa y hasta de bandas punk francesas como Bérurier Noir, que quiso el destino que años después, cuando me fui a vivir a Francia, termine formando muy brevemente una banda con el cantante de ese grupo. También escuchaba mucho a un cantante llamado Renaud, que me influenció mucho en mi manera de escribir letras. Y viéndolo retrospectivamente, más allá del tema del idioma, creo que siempre estuve muy influenciado por la canción francesa en cuanto a las letras, que nunca tuvieron mucho en común con las del rock argentino. Siempre usé mucho el humor, la ironía, pero no para hacer algo francamente chistoso o satírico, sino que siempre mezclé el humor con la melancolía, la ironía con la ternura, con la poesía, con el sufrimiento. Y también siempre conté historias en mis canciones, algo que si bien es muy típico de los songwriters americanos, también es muy común en la canción francesa. Cosas que en el rock argentino no suelen hacerse.

No en el rock, pero sí en el folklore, o en el tango…

Claro, ni hablar. En el tango se usa el humor y la ironía todo el tiempo.

¿Entonces cómo llega el rock a tu vida?

Aproximadamente a los 9 años, con mi mejor amigo de la infancia se nos dio por jugar a tener un grupo de rock, al que le pusimos de nombre Crisis. El hermano de mi amigo tenía unas revistas soviéticas en español que hablaban sobre cohetes, exploraciones en la luna. Buscando ahí encontramos el nombre del grupo. El hermano también tenía una guitarra criolla. Nosotros no sabíamos acordes ni nada, pero jugábamos a escribir letras, cada uno en un rincón del cuarto, y luego grabarlas. Mi primera letra fue un tango titulado ‘Julia’, que decía “Julia, por qué me dejaste y me diste esta puntada tan certera al corazón”…

¿Tu primera canción fue un tango, y lo compusiste a los 9 años?

Sí, viviendo en Bs. As. uno está expuesto al tango todo el tiempo. La música que fue creada para ser cantada con el acento porteño es realmente el tango, es como el country en los EE. UU. Yo no tenía la menor idea de qué se trataba la canción, pero me parecía que sonaba bien. Una de las cosas que me llevó a la escritura es el poder comprender los mecanismos de lo que alguien escribe: leer un libro, absorber esa influencia y poder escribir algo similar. Siempre tuve esa habilidad. En cierta forma es un poder de imitación, que entonces hizo que yo escuchara muchos tangos, en la radio o donde fuera, y tuviera luego la capacidad de escribir algo parecido sin saber qué significaba esa puntada, ni el corazón, ni qué demonios era el amor… Julia era el nombre de una chica que me cuidaba cuando era chico, por la que no tenía ningún amor en particular, simplemente surgió de esa forma. Entonces nos poníamos a grabar esas canciones, con la guitarra criolla y un grabadorcito, pero sin hacer acordes, con las cuerdas al aire, en cualquier ritmo. Y después se las hacíamos escuchar a nuestros padres. Y ya para entonces empecé a fascinarme con el rock. Al principio con los Beatles, luego Queen y Kiss, y después me orienté más hacia los Who, los Stones, los Kinks, Them, Animals, Grateful Dead, Jefferson Airplane, Led Zeppelin, Deep Purple, the Doors (que era una de mis bandas predilectas), Janis Joplin, Bob Dylan, etc.

¿En condición de amante de la música o ya tenías la intención de convertirte en músico?

Con absoluta fascinación. Antes de descubrir la música era fanático del fútbol. Y si bien ahora no me interesa en absoluto, en aquel momento me sabía las formaciones de todos los equipos, me veía todos los partidos, subía al micro escolar con el suplemento deportivo bajo el brazo. Y organizaba campeonatos de fútbol con todos los muñequitos: los Jack, los Lego, los Playmobil. Y después hacía como campeonatos interraciales: los Jack contra los Lego, los Lego contra los Playmobil… Pero cuando descubrí el rock me olvidé completamente del fútbol, no me interesó más para nada.

No encuentro la ligazón entre el fútbol y el rock…

La ligazón es que esa misma erudición fanática, ese mismo deseo de saberlo todo, también lo apliqué al rock. Me fascinó la música y quise conocerlo todo al respecto. Me compré muchísimos números viejos de la revista Expreso Imaginario, de Pelo, de Mordisco, tenía esa sed de descubrirlo todo, era como un orgasmo emocional cada vez que descubría algo que me gustaba. Me la pasaba grabando temas de la radio. Anotaba los nombres de todos los artistas que pasaban y hacía mis propias estadísticas. Estaba obsesionadísimo. Luego, a los 14 años empecé a estudiar guitarra clásica con un profesor. Hacíamos media hora de partituras y ejercicios y después yo le pedía que me sacara los temas de rock que quería aprender.

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¿Y asimismo cuál fue la primera experiencia escribiendo?

Siempre fui insomne, o mejor dicho noctámbulo. Cuando tenía 5 años me mandaban a dormir a las 11 de la noche, pero nunca lograba dormirme hasta las 2 de la mañana, y eso que me levantaba muy temprano para ir al colegio. Me quedaba sin dormir en la cama. Era un chico muy racional y me preguntaba “Cómo se hace para dormirse?”. Yo estaba fascinado con mis pensamientos: pensaba en las pirámides de Egipto, de ahí pasaba a Titanes en el Ring, de ahí a imaginarme el universo…

Bueno, es que en ese entonces Titanes en el Ring para uno era tan importante como el universo, o incluso más…

Claro, pero lo que me fascinaba era el hecho de pensar en eso, el ejercicio del pensamiento, no los temas en sí. Ese divagar, el discurrir de una cosa a la otra y después de 25 minutos decirme “¡Uh! ¿Cómo llegué hasta acá? ¿Cómo terminé pensando en la mordedura de las tarántulas?”. Mi vicio favorito era estar pensando en cosas y sacar conclusiones. Y llegué a la conclusión de que dormirse significaba soñar y que para dormirme simplemente tenía que contarme los sueños de la noche anterior para poner en marcha el mecanismo del sueño. El sueño es un cuento que uno se auto-cuenta y, al hacerlo, duerme. Así que me esforzaba para recordar lo máximo posible de mis sueños, pero como igual nunca lograba dormirme antes de las 2 me veía obligado a estirar las historias que me contaba, inventando nuevas peripecias. Y así, sumado a leer libros sin parar, fue que desarrollé la capacidad de inventar historias y escribirlas.

Y supongo, todo esto sucedía mientras continuaban los proyectos caseros…

En el colegio armé una segunda versión de Crisis junto a Hernán Espejo, que ahora tiene la banda Compañero Asma. Luego vino otro grupo vagamente más serio llamado La Luz Carismática del Pájaro Chaw-wiiiiz y Su Reserva de Carbón Polaco (para este nombre me había inspirado en un sketch de Urdapilleta que había visto en el Parakultural). Para entonces yo ya había descubierto el punk, el after-punk, el noise, bandas como Joy Division, Bauhaus, Television, Velvet Underground, los Stooges, Sonic Youth, Birthday Party, Patti Smith, Richard Hell, etc. Quise llevar a los de La Luz Carismática para ese lado pero no tuve éxito y nos peleamos. Al mismo tiempo tenía una banda punk que se llamaba Los Antisopas, con la que tocamos una vez en la Alianza Francesa. Y ahí terminé el colegio y fundé El Pesa-Nervios, que fue la única banda seria que tuve. Duró hasta el ’97, con muchos parates y metamorfosis. Al principio fue una banda noise muy influenciada por los artistas que mencioné antes, con la que ensayamos mucho, tocamos unas pocas veces en vivo y luego desapareció. Pero a partir del ’93 hubo una especie de renacimiento, una reformación del Pesa-Nervios más centrada en las canciones, incorporando a un acordeonista. En ese año grabamos un cassette independiente que se llamó ‘Ningún camino a casa’ y en el ‘94 dos canciones para un compilado de un sello independiente que se llamó Plot Records, que después en cierta forma derivó en Índice Virgen.

¿Y eso marcó el final de tu prehistoria?

En 1995 empecé a hacer grabaciones solo con mi guitarra o en dúo con un violoncelista y edité un primer cassette casero bajo mi nombre, que se tituló ‘Canción de picnic para boy scouts psicópatas’. Esa grabación llegó a manos de la gente de la revista española Zona de Obras, y ellos me propusieron grabar un demo, con vistas a la posible edición de un disco en España. Grabé el demo, no salió ningún disco en España pero aproveché esas canciones para editar otro cassette independiente que se llamó ‘Una 22 en la cartera’. En 1997 grabé tres temas más, entre ellos ‘Bajo Cero’ (que después sería parte de mi primer álbum), y lo junté con mis grabaciones anteriores para editar ‘Un cheque chino para una chica checa’, un CD-R independiente. En cierto momento pensé que todo eso sería mi primer disco, pero después me di cuenta de que no, que era sólo un primer rejunte de grabaciones. En aquellos tiempos me desesperaba mucho el hecho de saber que tenía cientos de canciones compuestas y no poder plasmarlas, que siguieran existiendo sólo en mi cabeza y en mis cuadernos.

¿Ahí quedó todo?

No, yo necesitaba hacer algo. Me la pasaba diciéndoselo a mi psicoanalista. Sentía que no iba hacia ningún lado, que me pasaban los años y que estaba desperdiciando mi vida. Lo sufría muchísimo. Necesitaba crear algo real, que fuera como un punto de partida, un primer paso, que se pudiera leer o escuchar. No sabía qué editar primero, si un libro o un disco. Al final opté por un libro porque era más fácil, requería mucha menos plata, tecnología y gente participante. Tenía la duda de si editar un libro de poemas o de cuentos, porque tenía material para cualquiera de las dos cosas. Entonces mi mejor amigo de aquella época me dijo “nadie lee poesía, si tenés la opción mejor sacá un libro de cuentos”. Pasé mucho tiempo seleccionando y corrigiendo los textos. En un principio mi escritura era más poética, pero de a poco fui llegando a la escritura de ficción. Y entonces a medidos del ’97 edité Dame un coche tan rápido que no me alcancen los recuerdos, al que para ser un libro independiente realmente le fue muy bien: tuvo dos ediciones y hasta hubo una presentación en el CC Recoleta donde vinieron como quinientas personas, tocaron Menos Que Cero y Reincidentes (que eran mis dos bandas argentinas predilectas por entonces), y también leyó Tom Lupo.

Y finalmente tu deseo se corporizó.

Finalmente cristalizó y no murió en mi cabeza como un sueño difuso o un esfuerzo desperdiciado. Después publicaron comentarios sobre el libro en los más diversos medios, obtuve un poco de prestigio y entonces hubo gente que quiso empezar a tocar conmigo como solista. Hoy en día es más normal, pero en los ‘90s no había casi solistas, más allá de los de siempre. Y así nació Pablo Krantz y los Chicos Búfalo, y ya en 1998 me puse a grabar lo que fue mi primer disco Demasiado tiempo en ningún lado, que edité al año siguiente. Me hizo muy feliz contar con un primer libro y un primer disco editados. A partir de ahí incluso comencé a dormir mejor en las noches.

Y entonces las cosas cambiaron. ¿Se generó una continuidad?

Hubo algunos hechos muy curiosos. Yo en esa época salía mucho, noche por medio, y recuerdo un pasquín de rock que publicó “El hombre de la noche, Pablo Krantz, edita un libro” (risas) Al mismo tiempo era una época en la que el país iba de mal en peor. En el 2000 conocí a una chica que estaba por irse a vivir a España y que ya tenía todo listo para irse, pero que a último momento cambió de idea y se quedó conmigo. Y poco después se dio cuenta que quería realmente irse de acá y me dijo “o te venís conmigo, o adiós”. Y yo que siempre me preguntaba cómo hubiera sido mi vida en caso de haber nacido en otro país, en donde las cosas quizás no fueran tan difíciles, acordé irme con ella. Para entonces ya había empezado a grabar un segundo disco, donde participaban Fernando Ricciardi, baterista de los Cadillacs, y Flopa Lestani en el bajo. Le pedí que me esperara a que terminara con eso.

Otro disco pendiente…

Sí. Y en 2001 edité mi segundo libro, La mañana en que falló la ley de la gravedad, y dos meses después mi segundo disco, Los extraños nunca dicen adiós, cuyo título hacía alusión al éxodo que estaba por emprender. Sentía que era un extraño que había pasado por la Argentina y que, sin decir adiós, se marchaba. Por entonces yo solía tener una visión muy épica de las cosas. A comienzos del 2002 nos fuimos a París. Y ni bien llegué ya empecé a tocar en bares, canciones mías en español, más covers en inglés y un par de canciones en francés. Y en uno de esos bares tuve bastante éxito y le pedí al dueño que me pague un dinero fijo, un idilio musical que duró unos meses. Paralelamente, había conocido a un cantante francés llamado Travis Bürki; nos hicimos amigos, comencé a tocar como guitarrista suyo y grabamos un disco, que anduvo bastante bien en Francia. Fue grabado a lo largo de varias noches en una mansión de cuatro pisos en la que él vivía en el barrio XVI, el más caro de París. Fue el único momento en mi vida en que abandoné mi propia música. No tenía ningún sentido ser cantante de rock español en Francia, por lo que empecé a componer en francés y en el 2003 un productor me grabó un primer demo que fue parte de un EP llamado Les chansons d’amour ont ruiné ma vie, lanzado en Argentina ese mismo año, que incluía ese demo, más dos canciones grabadas antes de irme a Francia, más una zapada junto a un grupo de Nepal llamada Nepalese Noise Experience, grabada para la banda de sonido de un cortometraje. En 2004 conocí a una cantante francesa que me prestó un altillo en su casa y una computadora, donde empecé a grabar mis canciones por mi cuenta. Después me prestaron un sótano en las afueras de París y así, entre 2004 y 2006 grabé Les chansons d’Amour ont ruiné ma vie, álbum que tenía el mismo nombre qu el EP anterior. Un año antes, en 2005, mientras grababa el disco, publiqué en Francia mi primer libro de cuentos en francés Le saint cleptomane et la fille au vagin doré (El santo cleptómano y la chica de la vagina dorada)

¿Y el disco fue editado en Francia?

Sí, un sello francés se interesó y lo editó en marzo de 2007. Al mismo tiempo edité dos novelas de aventuras en francés. Les chansons… tuvo muy buena repercusión en la prensa francesa, por suerte, y lo presenté con conciertos en muchos lugares. ¡Hasta gané un premio en España como artista revelación!, en Cáceres. Luego me vine a Bs. As. para presentarlo (en La Cigale, en Niceto, en El Nacional y en el CC Rojas, y en Ciudad Vieja de La Plata). Creo que hay un momento en la vida de todo emigrado, o exiliado, que se suele dar entre los 6 y los 10 años de irse, y que lo lleva a tomar une decisión. Porque si no la toma, se va a tomar por sí misma. Si se queda, no va a poder volver. Y si vuelve, se va a encontrar con un país totalmente distinto de aquel del que se fue. Y a ese momento llegué tras estar 6 años en Francia: tenía que decidir si quería quedarme de por vida allí. Y resulto que no, que no quería hacerlo. Había tenido dos separaciones muy dolorosas y seguidas y sentía que era un fin de ciclo en muchos aspectos.

¿Los libros que mencionaste se editaron exclusivamente allí?

Edité tres libros estando en Francia. El libro de cuentos, que agrupa bajo una cierta idea general algunos cuentos que ya había editado en Argentina antes de irme, y otros que escribí en español estando en Francia y luego traduje. Muchos de esos cuentos se editaron luego en un libro que salió en España en 2011. Las dos novelas de aventuras por ahora existen sólo en francés.

¿Qué sucedió una vez que regresaste a Bs. As.?

Ví que había un cierto interés por la canción francesa en Argentina y que podía encontrar mi sitio aquí. Ya tenía la banda armada y había arreglado con el sello Ultrapop para que edite en nuestro país el disco Les chansons d’amour ont ruiné ma vie, que salió con el apoyo de la Embajada Francesa y de la Alianza. Y hasta toqué de soporte de Jane Birkin.

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A lo que le siguió…

En 2011 edité un libro de cuentos en España que se llamó La ciudad más hermosa del mundo en la escala Richter de la melancolía, y mi quinto disco en Argentina, Démonos cita en una autopista (para volvernos a estrellar), que fui grabando entre mediados del 2009 y mediados del 2010.

¿Y luego?

En 2014 edité el libro Pequeñas reflexiones sobre el universo, el tiempo y mis discos favoritos, que recuperaba un gran número de máximas, sentencias, slogans, proverbios, aforismos, reflexiones, anécdotas y textos breves que había publicado en los últimos años en las redes sociales, un libro ilustrado, que anduvo bastante bien. Para esa altura hacía rato que venía grabando mi sexto disco Vivo en mi cabeza pero con vista al universo que, como el anterior, es un disco mitad en castellano y mitad en francés.

¿Me equivocaría si dijera que fuera de tu trabajo como músico y escritor, existe una tercera actividad que tiene que ver con ser el autor de frases geniales? Me refiero básicamente a lo que solés publicar en redes sociales como Twitter o Facebook…

Yo escribo frases sueltas desde hace muchísimos años. Habré empezado a los 16 o 17 años anotando pequeños pensamientos sobre la gente, sobre el mundo, sobre mí mismo, sobre el funcionamiento de mi mente, sobre lo que debía o no debía hacerse, pero lo hacía más que nada para mí. Después empezaron a acumularse decenas, cientos de frases en cuadernos; era como ir aprendiendo de la vida. Ya en el comienzo de mi primer libro incluí varias de esas frases como citas falsas, con nombres de libros o de autores inventados, o de autores reales pero que no habían dicho nunca eso. En un momento dado se me ocurrió subir una de esas frases a mi página de Facebook, siempre pensando que no le interesaría demasiado a nadie, pero sucedió lo contrario.

¿Recordás cuál era esa frase?

Era una que decía “Tonto es el que quiere cambiar de dirección cuando el viento sopla a su favor”. Tuvo una sorprendente repercusión, y entonces empecé a publicar más de esas frases y a multiplicar mi producción de reflexiones. A su vez, esa reflexiones empezaron a mutar. Al principio las escribía de una manera más rebuscada o literaria, y de a poco se fueron adaptando al formato de la red social, volviéndose más directas y comprensibles. La idea era que fueran lo más simples posible, pero no necesariamente para decir cosas simples o hablar sobre temas sencillos. Y entonces aparecieron dos diseñadores que me propusieron convertir eso en libro, y tras un largo trabajo de selección edité el libro Pequeñas reflexiones… el año pasado. Y sigo publicando muchas frases diariamente en las redes sociales.

¿A qué creés que se debe tanto interés por las frases que publicás en las redes sociales, y por qué la gente suele identificarse tanto con ellas?

Creo que hay varios factores que hacen que a la gente le atraigan mis reflexiones. He llegado a la conclusión de que el factor fundamental es que se dan cuenta de que son sinceras, que no estoy tratando de impresionar a nadie, ni tampoco burlándome, sino que estoy hablando de cosas que me importan de una manera muy honesta. Y creo que eso es algo que la gente valora. Y siempre trato de hablar sobre cosas que resuenen en las cabezas y corazones de las demás personas, aunque no necesariamente de todo el mundo. No cosas extremadamente personales, sino cosas que me acerquen al resto de los humanos. Y así mucha gente se acerca a mí por esas frases, y después termina escuchando mis canciones, viniendo a los shows o descubriendo mis libros.

¿Hay un fin específico? ¿Sentís que de alguna manera tus frases le hacen bien a las personas?

Mi fin es muy variado, no es que haya uno solo. Para mí es importante escribirlas, porque en ellas sintetizo cosas que me obsesionan, soluciones que le encuentro a mis problemas o a mis propias taras, descubrimientos que hago sobre la gente que me rodea. Es importante para mí, pero también es clave que eso le haga bien a la gente. Las personas me escriben diciéndome cuánto le gustan o la ayudan mis reflexiones y eso me da más ganas de seguir escribiéndolas y compartirlas, hace que valga más la pena. De todos modos, si a nadie le interesaran mis frases, si desaparecieran las redes sociales, seguiría escribiendo esas frases, sólo que las guardaría para mí.

Por lo que he visto en tus conciertos, tu público resulta ser bastante variopinto, y poco homogéneo.

No tengo un público homogéneo, me siguen personas de las edades, los países y los gustos musicales más variados, pero de alguna forma el público tiende a ser más femenino que masculino, y creo que eso se debe a que a las mujeres suelen resultarle más interesantes ese tipo de reflexiones más “abstractas” (por decirlo de alguna manera), mientras que los hombres son más de interesarse en los datos y los juicios de valor, “este grupo es bueno”, “este auto es malo”, “para viajar a tal lado conviene tomar tal línea de micros”, “qué tarado que es Bono Vox”, etc.

No puedo dejar de preguntarte por tu estilo musical e influencias, que parecieran ser muy variadas también…

Mi estilo musical está basado en el género canción, y mis canciones van tomando diversas identidades basadas en un cierto juego con los estilos musicales y las influencias. No es que tenga particularmente un género musical. Lo central es el funcionamiento de esas canciones, con una cierta letra, un cierto estilo, con sus estrofas y estribillos. Y para divertirme, para darle variedad y sorpresa y para brindarle a cada una de esas canciones una identidad propia, utilizo los estilos como si fueran condimentos o decorados, y así voy pasando por el folk, el country, el rockabilly, el post-punk, la canción francesa (que de por sí está muy presente porque canto muchas canciones en francés), la música surf, el punk rock, el easy listening… En el último disco hay incluso un tema que es medio bossa nova. Y eso tiene que ver con lo que hacen muchos songwriters: como se centran en la canción, pueden jugar libremente con los estilos. De hecho en Francia hay muchos que lo hacen, como Renaud, que según la temática de cada canción puede pasar de un estilo a otro. De todos modos en general lo que hago tiene bastante de rock, con mucha guitarra. Y en cuanto a mis influencias, tengo varias que, aunque no intente de ninguna manera acercarme a ellas, siempre están presentes: son las que me marcaron durante mi adolescencia, y ahí debería nombrar a Leonard Cohen, Violent Femmes, Lou Reed, Velvet Underground, Television, The Pogues, Morrissey, Paco Ibáñez, The Clash, Johnny Cash… Creo que son las que tengo más metidas y que no podría sacarme aunque quisiera. Como también las de la canción francesa con Serge Gainsbourg, el ya citado Renaud, Jacques Brel… Y también mucho del rock de los años ’50 y ’60, el punk rock y el after-punk. Y si recuerdo aquel disco que edité en Francia, ahí debo nombrar a Mercury Rev, Flaming Lips, Sparklehorse…

Tu repertorio suele incluir un tango como ‘Mano a Mano’. ¿Eso demuestra cierta influencia local?

No creo estar influenciado por el tango, ni por el folklore, ni tampoco por el rock nacional. De hecho cuando empecé a cantar en español, no me gustaba la mayor parte de las cosas que había, o en todo caso me parecía que no me representaban. Me sentía mucho más cerca de cantantes anglosajones o de la canción francesa y no me sentía representado por nada de la música argentina, si bien hay cosas que me parecen muy buenas y que me siguen gustando, no creo que tengan que ver conmigo, ni en sus letras ni en su manera de cantar.

Te ví tocar completamente solo sobre el escenario, así como también acompañado por dos tríos distintos…

Últimamente suelo tocar en vivo en trío, acompañado por Federico Ghazarossian (ex Don Cornelio, Los Visitantes) en contrabajo y Juan Carlos Marioni (ex Avant-Press) en guitarra eléctrica. Pero a veces también toco junto a Los Sureños, con Germán Kelly en batería y Diego Soubiate en bajo.

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Tenés un disco muy nuevo que ya presentaste en Bs. As., como así también en Uruguay, actualmente en la Patagonia, y sé que en breve también vas a estar presentando en Paraguay, y demás destinos. ¿Qué es lo que hace un músico después de ver editado su nuevo disco? ¿Se pone a pensar automáticamente en el próximo trabajo? ¿Se recluye?

Hoy por hoy estoy demasiado ocupado con el nuevo disco, la difusión, las giras, los shows, etc., lo que no me permite estar demasiado creativo, pero ya me puse a componer algunas nuevas canciones, dentro de una cosa más alejada del rock, más centrada en la canción y quizás con alguna influencia más latinoamericana. Fantaseé con la idea de hacer un disco así, con menos rock, menos guitarras eléctricas, menos ritmos frenéticos, algo más orquestado, tal vez incluso con un cuarteto de cuerdas.

Ya que lo tuyo es componer canciones y cantarlas, y escribir libros, cuáles de todos te llevaría a una isla desierta?

En cuanto a los discos, me llevaría Ziggy Stardust de David Bowie, Songs of Leonard Cohen, Evening Star de Brian Eno y Robert Fripp, Give’Em Enough Rope de The Clash… Me llevaría miles de cosas, pero de los discos que más me han influenciado, esos son los que más ganas tengo de seguir escuchando. Libros, tendrían que ser los que me den ganas de releer muchas veces. Y en cuanto a libros llevaría las Cartas a Lucilio de Séneca, Iluminaciones y Una Temporada en el Infierno de Rimbaud, las obras completas de Patrick Modiano y de Chesterton, y para pasar buenos momentos llevaría las obras completas de Georges Simenon, de Raymond Chandler y de Borges.

KRANTZ POR KRANTZ

DISCOGRAFÍA KRANTZIANA

Demasiado tiempo en ningún lado (1999)

La hija del gitano/ Una 22 en la cartera/ Bajo cero/ Cinco años en Londres/ Los 3 marineritos/ Sodoma y Gomorra/ No quiero vivir esperando/ Perdido en tus pesadillas/ Primavera en las colinas/ Que se mueran los novios/ Lo imposible puede pasar/ Historia del chico de la favela que protagonizó una película de Hollywood

disco Demasiado Tiempo
“Lleva ese título porque yo sentía que llevaba demasiado tiempo sin dar el primer paso, había acumulado montones de canciones a lo largo de bastantes años tocando con El Pesa-Nervios y también como solista, y necesitaba salir de esa bruma eterna. Es un disco muy heterogéneo, precisamente por agrupar canciones hechas entre 1993 (como ‘La hija del gitano’, la más antigua de las que componen el disco, que aún sigo tocando en vivo) y 1999. Está ‘Bajo Cero’, que tuvo mucha difusión en su momento; en algún momento fue mi canción más conocida y para el público que me sigue de hace tiempo sigue siendo mi canción más emblemática”.

Los extraños nunca dicen adiós (2001)

Estrella fugaz/ El abominable hombre de cristal/ Los extraños nunca dicen adiós/ En algún lugar de Marte/ ¿Creés en los milagros?/ De maravillas perdidas/ Demasiado frágil para este mundo/ Soy supersticioso/ Jukebox (De cómo el que se hace demasiado la película termina haciendo de extra hasta en sus propios sueños)/ En otro lugar de Marte (*Bonus track)

disco Los Extraños
“Fue grabado en varias tandas y con varias formaciones distintas. Es un disco básicamente rockero y es también como mi disco más trágico, que tenía que ver con el momento que estaba viviendo en ese entonces, un momento de frustraciones, de no saber a dónde ir, que derivó en mi mudanza a París”.

Les chansons d’amour ont ruiné ma vie (EP – 2003)

Les cartes de visite/ Les chansons d’amour ont ruiné ma vie/ Le bonheur/ Se fâcher c’est une perte de temps/ Le bonheur II/ Huracanes y tornados/ Nepalese Noise Experience (*Bonus track)

disco EP Les Chansons
“Es un disco de transición, que incluye las primeras canciones que canté en francés”.

Les chansons d’amour ont ruiné ma vie (2007)

Dans ta piscine/ Babel City Tour (Dimanche après-midi)/ Je mute/ Chez Dalila/ Les chansons d’amour ont ruiné ma vie/ Le rêve du samedi/ Les cartes de visite/ Dans ta boîte à lettres/ Le tour du monde en 80 nuits/ La seule institution que je respecte/ L’interminable chanson de la mer interminable

disco Les chansons
“Todas las canciones están cantadas en francés y es un disco bastante intimista, donde lo esencial es la voz, la guitarra acústica y los arreglos, que me encargué de grabar todos yo solo. Es el primer disco que produje, y donde también fui el ingeniero de grabación, lo que me permitió terminar de encontrar realmente mi sonido. Una producción muy detallista, con instrumentos que entran y salen constantemente, y gran presencia de una voz muy suave y de la guitarra acústica”.

Démonos cita en una autopista (para volvernos a estrellar) (2011)

Démonos cita en una autopista/ En los brazos de Clark Kent/ Et c’est ainsi que tu t’en vas/ Faux pas/ La suave melodía de la felicidad/ Canción de una tarde perfecta/ Saint-Malo/ Quiero aburrirme en tus fiestas familiares/ Pete Best/ L’arrière-saison

disco Démonos cita en una autopista
“Son seis temas en castellano, y cuatro en francés. Mi intención era plasmar el sonido que había logrado en el álbum en francés en un disco más rockero y con muchos temas en español”.

Vivo en mi cabeza pero con vista al universo (2015)

El árbol de los sueños /Dos niños/ Coeur courageux/ La penúltima rolling stone/ Des chats, des lapins et des canards/ Je t’efface/ El bar de la última oportunidad/ Estoy de regreso/ Les petites amies de mes ennemis sont mes amies/ Una fiesta espacial en el Ritz del amor/ Scarlett Johans-song/ La chanson de Prevert (*Bonus track)

Digypack con bolsillo
“Es un poco más difícil pensarlo y verlo en perspectiva, porque es muy nuevo. Es un disco con mucho rock, con un ritmo bastante acelerado, cuya grabación tardó bastante. En estos temas tuve un rol menos importante como arreglador e ingeniero de grabación, fue una coproducción con Mariano “Manza” Esaín y se grabó de una manera más espontánea, con mayor participación creativa de los músicos participantes. Incluye la versión en francés de ‘Corazón Valiente’, tema original de Gilda, que fue grabada originalmente para la banda de sonido de la película ‘El Crítico’ Es el primero en el que incluyo versiones, la de Gilda y una de Gainsbourg. Eso tiene que ver con que en los últimos años me incliné a interpretar muchas canciones de otros artistas en mis conciertos, en francés y en inglés”.

BIBLIOGRAFÍA KRANTZIANA

Dame un coche tan rápido que no lo alcancen los recuerdos (1997)

libro Dame un coche
“Mi primer libro.Un libro de cuentos que en cierta forma marca el descubrimiento que va haciendo un joven (bastante parecido a mí) del mundo que lo rodea, los primeros maravillamientos y decepciones, los primeros choques con la realidad, los primeros amores”.

La mañana en que falló la ley de la gravedad (2001)

libro La mañana en que falló
“Editado antes de irme a Francia, y también porque me iba a Francia. Sentí que terminaba mi etapa en Argentina y que tal vez no iba a regresar jamás, y quería cerrar de alguna manera ese período. Y para eso hice este libro, que en sí consta de tres libros: el Libro de las historias demenciales (cuentos), el Libro de los amores desquiciados (textos breves relacionados con el amor, que fueron publicados semanalmente en el suplemento joven del diario El Día de La Plata) y el Libro de los años perdidos (un libro de poemas; cada año escribía un poema que llevaba por título la edad que yo tenía al escribirlo y hablaba sobre mi vida aunque por supuesto noveladísima) ”.

Le saint cleptomane et la fille au vagin doré (El santo cleptómano y la chica de la vagina dorada – 2005)

Libro_Le_saint_cleptomane
“Mi primer libro de cuentos publicado en Francia por la editorial Les Petits Matíns. Surgió de las primeras traducciones que hice de los libros que había publicado en español, pero también incluyó muchos cuentos nuevos escritos directamente en Francia. Parece retratar la vida un muchacho parecido a mí, con sus experiencias y decepciones en Argentina, que lo conducen a partir en exilio o éxodo a Europa”.

Paul et Nadia Tome 1 – Le piège y Paul et Nadia Tome 2 – Les Traîtres (2007)

libro pauletnadia1

libro pauletnadia2

“Son dos tomos de novelas para público juvenil, una saga de aventuras de unos personajes llamados Paul y Nadia, escritos totalmente en francés y cuyas historias suceden varios lugares distintos en cada libro. El primer tomo sucede en el Amazonas, en una pirámide en Egipto y en un castillo en Escocia, y el segundo tomo en una escuela del crimen en Sicilia y en Nueva Zelanda. Alguien alguna vez los describió como “Salinger para niños”.

La ciudad más hermosa del mundo en la escala Richter de la melancolía (2011)

Portada Krantz definitiva
“Contiene muchos cuentos que ya habían aparecido en El santo cleptómano y la chica de la vagina dorada, con el agregado de otros nuevos. Esta vez el eje está puesto en mostrar la visión de un escritor no europeo sobre Europa y en cuentos que abordan ciertos temas políticos”.

Pequeñas reflexiones sobre el universo, el tiempo y mis discos favoritos (2014)

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“Me gustaba la idea de nombrar en el título el universo y el tiempo, que son las dos cosas más grandes que existen, tan grandes que son infinitas, mezclados con algo tan pequeño, banal y caprichoso como son los discos favoritos de alguien”.

 

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