Foto de portada Marisa Kohen

Una mujer muerta en un country está ligada en el imaginario argentino a algo sospechoso, a algo que se quiere ocultar. En una tierra donde la justicia es casi una utopía, este crimen parece estar destinado a quedar impune.

En la novela Los Caimanes de Inés Arteta, esta mujer es Felisa; una mujer moldeada por cierto vacío que ni el sexo ni su pasión por correr podían llenar, y donde la anorexia aparecía como el otro lado de la moneda de esta insatisfacción.

Clara, su mejor amiga, será quien tenga sospechas de que su muerte no fue algo natural, sobre todo cuando sus vecinos y amigos siguen su vida como si nada hubiera pasado, donde todos miran para el otro lado y se saludan, se ocultan atrás de sus ligustrinas, de sus anteojos importados o sus sonrisas falsas tironeadas por el Botox.

La búsqueda de la verdad en esta novela se encuentra cercada por las rejas de los countries, porque rejas adentro todo se distorsiona, y Clara no solo querrá saber qué le pasó a su amiga, sino también quién era, cuál de todas las versiones de Felisa es la verdadera.

Tu novela fue finalista de dos premios de género negro, me interesa saber cómo fue la experiencia desde esas nominaciones hasta la publicación del libro:

Terminé de escribirla en 2006 y durante 13 años recibía respuestas como “me gusta muchísimo pero no es lo sufucientemente negra para nuestra línea editorial”, o “ya hay una novela de un crimen en un country”. Por lo que fui muy feliz cuando Leopoldo Kuletsz, el editor de Del Zorzal, me llamó para pedirme una reunión después de leerla y que le gustara mucho.

¿De dónde nace “Los Caimanes”?

En 2002 empecé a escribir una historia sobre dos íntimas amigas, dos mujeres muy solas que se habían conocido en la infancia y que, ya cerca de los 35 años, seguían considerándose hermanas. Me atraía el tema del doble, el doppelgänger, desde Caín y Abel hasta el otro como espejo en la búsqueda de la propia identidad. Cuando ya tenía unas cien páginas escritas, murió María Marta García Belsunce en el country Carmel y un mes más tarde los medios estallaban con la noticia de que esa mujer había sido asesinada con seis balazos en la cabeza, velada y enterrada sin autopsia y sin que nadie dudara de que había muerto por causas naturales. En los medios se hablaba del comportamiento sospechoso del entorno, tanto de los familiares, como de los amigos, la masajista y los guardias, como si todos se hubiesen complotado para proteger al asesino, y se me ocurrió llevar a mis íntimas amigas a una situación semejante: un barrio que las oprima con su perímetro amurallado y donde nada es lo que parece.

Desde el caso García Belsunce y la novela Las viudas de los jueves, el espacio del country se ha vuelto un lugar en el imaginario colectivo; una suerte de la vida de los otros o un lugar en el que las desigualdades se agrandan. ¿Dónde creés que radica el interés de cierta parte de la sociedad por estos espacios?

En el voyeurismo, pispear un Edén; en la fantasía de que muros adentro hay un Paraíso privado con casas hermosas, pasto verde incluso en invierno, flores fertilizadas, piletas azules, carteles de velocidad máxima porque “nuestros niños están jugando”, gente feliz haciendo deporte, cuidada por sus propios guardias; infancias a salvo de los peligros del otro lado del muro, de aquellos que viven de las migajas que caen del Edén. Un country es el símbolo perfecto del “sálvese-quien-pueda” de nuestro país. Creo que mirar ese muro coronado con botellas incrustadas y alambre de púa, desde el lado de afuera, da mucha bronca.

Hay un par de frases que fui marcando y me quedaron rebotando. Dos podrían dialogar entre ellas: “Hablar de sexo era hablar de soledad. O miedo. Y el miedo aparecía por el abandono y la soledad”. Y “Es el miedo el que provoca la mayor cantidad de movimientos del ser humano”. Me gustaría charlar acerca de ellas.

El tipo de sexo que mantiene Felisa es para llenar la sensación de soledad que siente, contracara de su anorexia, que es la enfermedad visible, la que los médicos podrían diagnosticar y llegar a curar, la del control. La sensación de desamparo, como a casi todo el mundo, la aterra, y corre como Forrest Gump, y tiene sexo para aturdir la verdad: está sola, como todo ser humano. A la hora de nuestra muerte estamos solos pero hasta ese momento temible hacemos de cuenta que estamos acompañados: una cerveza con amigos, asado con la familia, boliche, facebook, instagram, droga, twitter, netflix, whatsapp, etc., acciones que solo pueden amortiguar la soledad, camuflarla. En las antípodas está el otro, el enemigo, el que nos puede hacer daño, que, en mi opinión, suele ser una construcción, como el del cuento de Kafka sobre la muralla China: ninguno de los que construyó esa pared vio jamás al tan temido enemigo, pero el miedo levantó la pared más larga del mundo.

Presentación, junto a Horacio Convertini y Rolando Bompadre

La otra frase que marqué dice: “Ninguna mujer actúa en contra de sí misma”. Podrías expandir el sentido.

En Los Caimanes, esa frase la dice una mujer que no da puntada sin hilo, que es capaz de llevarse el mundo por delante en pos de su objetivo. Hay mujeres así y son muy exitosas. A mí me interesa más la lucha de la mujer media, que es capaz y luchadora pero a la que el mundo le resulta, a veces, demasiado pesado como para empujarlo todos los días.

Tu novela se encuadra dentro del género negro, el cual se ha visto revitalizado en los últimos años en cuanto a maneras de narrar y los temas que abarca y la profundidad con que lo hace. ¿Cuál es tu relación con el género negro?

Me gusta el planteo inquisidor del género negro: alguien busca entender algo que se oculta. Desde Operación Masacre, en la que el que comete el delito es el mismo que debe protegerte del delito y que, además, se construye por partes, como un puzzle, el personaje que actúa de detective ya no pretende otra justicia que contar lo sucedido y mostrar ese encastrado de piezas. El mundo se ha corrompido de tal forma que ya no hay ilusión de que eso cambie. Y en épocas de crisis, el género refleja nuestra frustración y nuestra impotencia.

Mencionás al pasar a Patricia Highsmith. ¿Quiénes fueron tus referentes a la hora de escribir esta novela?

Raymond Chandler, María Inés Krimer, Solange Camauër y Horacio Convertini.

Para cerrar, ¿qué voces te parecen las más interesantes de la actual literatura argentina?

Liliana Heker, Marcelo Cohen, Leopoldo Brizuela, Mariana Enriquez, Gabriela Cabezón Cámara.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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