EL BUSTO
Hizo el nudo de la corbata y, al mismo tiempo que tiraba hacia abajo para ajustarlo, apretó con dos dedos el género, de modo que a partir del lazo hiciera un doblez, un repliegue central, evitando la formación ...
Manuel Peyrou nació en San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, el 22 de mayo de 1902. Sus obras incluyen La espada dormida (Cuentos, 1944) por la que recibió el Premio Municipal; El estruendo de las rosas (Novela, 1948); La noche repetida (Cuentos, 1953); Las leyes del juego (Cuentos, 1959), Tercer Premio Nacional. Por El árbol de Judas (Cuentos, 1961) recibió el Primer Premio Ricardo Rojas; Acto y Ceniza (Novela, 1963); Se vuelven contra nosotros (Novela, 1966); Marea de Fervor (Cuentos, 1968); El hijo rechazado (1969) y El crimen de don Magín Casanovas (antología póstuma). Su obra transita el género policial e incursiona en la literatura fantástica con una buena dosis de humor e ironía, alcanzando a veces lo grotesco. Ha participado del círculo literario integrado por la generación del cuarenta y gozó de la amistad, entre otros, de Borges, de quien fue su confidente. El mismo Borges reconoció que Peyrou “era un hombre muy reservado pero aceptaba y alentaba las confidencias. Creo que fue una de las pocas personas a las que me atreví a hacérselas”. Cuando Borges debió acudir a la asistencia siquiátrica, según reveló Estela Canto, fue Peyrou quien lo recomendó. Esa intensa relación dió lugar, luego de la muerte de Peyrou a que Borges escribiera el poema que lleva por título el nombre de su íntimo amigo y fuera publicado en Historia de la noche: Suyo fue el ejercicio generoso / de la amistad genial. Era el hermano / a quien podemos, en la hora adversa, / confiarle todo o, sin decirle nada, / dejarle adivinar lo que no quiere / confesar el orgullo (...). Si acaso asombra la intimidad entre ambos, y de algún modo define la personalidad continente de Peyrou, mucho más lo hace la forma en que se conocieron. Presentados en una reunión de escritores en un bar alemán de la calle Corrientes, una vez terminada, se acompañaron mutuamente en reiteradas oportunidades a casa de uno y otro sucesivamente (ambas distaban pocas cuadras entre sí), mientras recitaban incansablemente los versos de Jules Lafforgue que incitara Peyrou al emprender el regreso. Los padres de ambos, curiosamente se habían graduado de abogados juntos, en la Universidad de Buenos Aires, en 1897. También habían compartido aulas con Macedonio Fernandez. Manuel Peyrou murió en Buenos Aires, en 1974.