Una familia de ortodoxos judíos se prepara para celebrar el shabat. El día ritual más importante de la semana termina transformándose en un ritual macabro en el que el padre de familia asesinará a su mujer y a sus hijos antes de quitarse la vida.
Sebastián, un amigo del asesino, Sheila, la hija de un gran rabino, y Quiroz, el comisario a cargo de la investigación, intentarán encontrar la verdad a estos rituales de sangre para, en el camino, poder encontrarse a sí mismos.
¿De dónde surge la historia de Rituales de Sangre?
La historia surge en el punto de conjunción de varias cuestiones que me interesaban: por una parte el género policial que es uno de mis géneros literarios favoritos y en el que siempre quise escribir e inscribir mi obra; luego la fascinación que me provocó conocer la historia de la secta de judíos conversos al cristianismo de Jacob Frank que a la vez viene de la historia del falso Mesías Sabatai Zevi que pasó de Mesías a converso al islam (la historia de Frank es un mecanismo importante en la trama de la novela) y por último la cuestión no menor de los rituales de sangre, acusaciones antisemitas a los judíos en la Edad Media por las cuales se intentaba hacerlos responsables de supuestos rituales satánicos en la forma de burla de la pasión de Cristo. Veía en todos estos materiales dispersos una línea que los podía unificar en la forma de una novela que fuera entretenida y dinámica de leer. De alguna manera pensé en cómo trasmitirle estas historias a un público amplio.
Religión, fanatismo, crímenes rituales ¿Tuviste algún cuidado especial a la hora de tratar esas temáticas? ¿Realizaste algún tipo de investigación?
Sí, desde luego. Realicé un exhaustivo estudio e intenté moverme con muchísimo cuidado para no ofender a nadie. Por eso es que un personaje con rol de erudito en temas judíos en la novela dice claramente: los rituales de sangre son un invento antisemita que nunca existieron (no así las acusaciones que fueron terribles y reales y tuvieron consecuencias nefastas para miles de judíos en la Edad Media) y también al final de la novela hay una nota aclaratoria en la que se dice exactamente qué es hecho histórico documentado y qué ficción. Sin embargo, siempre queda algún lector susceptible que pueda sentirse ofendido. Una tía dijo: “No me consta que lo que se cuente en la novela sea verdad.” Y por supuesto que no le va a constar porque no es más que eso: una historia inventada, una ficción que se basa en algunos hechos reales (las acusaciones antisemitas) para construir una historia que trasciende ese hecho concreto.
Para ese tipo de lector no tengo respuestas porque ya están dadas en el mismo libro. No puedo hacerme cargo del modo en el que cada lector lee una ficción literaria, aunque reconozco que me duele que haya gente que ejerza ese tipo de lectura tan sesgada.
¿Sos un hombre religioso?
No, en absoluto. Soy ateo. Ni siquiera me declaro agnóstico sino que decido creer que no existe Dios. Creo que el agnosticismo, esto de “no sé si existe o no existe” me llevaría a tener que decir por ejemplo: “No sé si hay un Ser Superior hijo de un unicornio y un extraterrestre de una civilización perdida marciana”. Es decir, podría inventar cualquier cosa y decir: “No tengo suficientes pruebas ni a favor ni en contra de que eso sea verídico o falso.” Por tanto asumo mi posición atea con toda claridad y rigurosidad.
No tuve ningún tipo de educación religiosa, ni judía, ni asistí de chico a instituciones religiosas y crecí sin la necesidad de creer en Dios.
¿Qué lugar tiene la religión en el mundo moderno? ¿Y en el judaísmo?
Respeto a la gente que cree en Dios pero sostengo que las creencias deben pertenecer al ámbito de lo privado. Me resulta exasperante y me fastidia la vocación moral de las religiones que intentan imponer su sistema de valores universales en toda la sociedad sin respetar la diferencia entre lo público y lo privado.
El judaísmo en concreto tiene una vocación un poco más cerrada y comunitaria, no intenta tanto la universalización por lo que en ese sentido es menos notorio y no me siento presionado como judío (entiéndase judío como descendiente de una facción de origen en Europa oriental de un pueblo pero no como una expresión de creencias) a asimilarme a esos sistemas de creencias.
En conclusión: creo que las religiones tienen un lugar todavía demasiado predominante en la escena pública del mundo moderno cuando su lugar ha quedado claro, es la conciencia de cada uno de sus creyentes y el ámbito de lo privado.
¿Cuál es tu visión de la ortodoxia religiosa? (No me refiero solo a la del pueblo judío)
En general me siento muy alejado de los fanatismos. No son para mí. Puedo llegar a entenderlos, puedo llegar a sentir por breves momentos la forma en la que la pasión mueve a los fanáticos pero nunca podría asimilarme a una forma radical de creencia o pasión. Ni la religión organizada ni el fútbol ni el fanatismo por La guerra de las galaxias por decir alguna cosa. Simplemente me aburro rápido si tengo que concentrarme únicamente en algo como impone todo fanatismo y creo que las formas de ortodoxia religiosa son formas de fanatismo.
Por lo demás, de nuevo, soy muy liberal en cuanto a lo que los otros hagan o dejen de hacer siempre y cuando no intenten imponerme sus ideales, formas de vida o escalas morales. Mientras se circunscriban a su ámbito privado, por mí una persona puede ser ortodoxo judío o adorador del Monstruo del Spaghetti Volador y realmente no me va a importar.
¿Cómo surge la opción de una narración coral? ¿Qué personaje te resultó más seductor a la hora de la composición de la obra?
La novela fue pidiendo por sí misma tener más de un punto de vista. En parte puede que haya tomado un poco de inspiración de la lectura de la saga Juego de Tronos de George R.R. Martin que estuve leyendo cuando escribí “Rituales…”. El manejo de la tensión y el suspenso que le permite a Martin ese mecanismo me resultó magistral y sumamente útil. Por otra parte la historia necesitaba diversos puntos de vista porque todos los héroes estaban incompletos. Sebastián aporta el componente de la inteligencia fría, Sheila el de ser la insider, el corazón y el sentimiento y Quiroz la fuerza bruta y el acceso a lugares que le da su rol de policía. Entre los tres logran descubrir la verdad. Es por eso que digo que fue una necesidad que planteó la misma novela: la necesidad de sus múltiples puntos de vista fue surgiendo en la medida que iba avanzando con la trama y me encontraba con cosas que algún personaje no podía resolver pero sí otro.
Los tres personajes de la novela se plantean dejar la seguridad de sus costumbres y sus códigos para sentirse vivos. ¿Es casualidad o una de las claves de lectura de la novela?
Realmente no lo había pensado desde esa perspectiva pero sí es cierto que cada uno renuncia a algo para poder funcionar como un conjunto. El tema de la renuncia a las formas de vida creo que corre con especial fuerza en Sheila y es algo que para ella, al terminar la novela, no está del todo resuelto. De hecho en la continuación que estoy escribiendo por estos días (Rituales de lágrimas) este conflicto entre su Yo pasado, su Yo presente y la incógnita de quién quiere ser en el futuro es uno de los principales motores de la acción.
Participaste del Córdoba Mata. ¿Cuál es tu opinión acerca del momento que atraviesa el género policial en nuestro país? ¿A cuáles de los autores argentinos te sentís más cercano?
Siento que el género policial está viviendo un gran momento y que hay voces más que interesantes para tener en cuenta. También siento que hay por lo menos dos vertientes bien claras: una que se ajusta a los cánones clásicos del policial negro y también clásico y otra que apuesta más por una literatura negra cercana o inmersa directamente en el thriller o la novela de suspenso. Esto fue una sorpresa absoluta para mí que no sabía que existía.
De ambas vertientes menciono sólo por cercanía en el modo de pensar nuestro trabajo de escritura a Gastón Intelisano con su policiales forenses, a Matías Bragagnolo porque me encantó su perturbadora novela Petite Morte y le vi una fuerza narrativa avasalladora, a Mercedes Giuffré que hace un tipo de policial de enigma muy clásico que tal vez no es lo que más me gusta como género pero que tiene un manejo de la prosa y un trabajo con los materiales históricos que me resulta absolutamente admirables y a una autora que descubrí hace tres semanas en un festival, que me regaló su primera novela (“El último manuscrito”) y me fascinó: María Correa Luna. A ella le tengo una sana envidia porque siento que estamos escribiendo casi el mismo tipo de literatura. Me sorprendí enormemente cuando noté que ella, como yo, había incurrido en el procedimiento de mezclar una fantasía histórica basada en hechos verídicos con un relato en presente.
Leí en tu blog que estás preparando dos novelas. Rituales de Lagrimas –que es la continuación de Rituales de Sangre– y Sangre por la Herida. ¿Qué nos podrías contar acerca de ellas?
Como adelanté en la respuesta anterior, Rituales de lágrimas tratará mucho sobre los conflictos de Sheila con respecto a su identidad y el futuro de su relación con Sebastián. Quiroz vuelve de un exilio al que se verá forzado al final de Sangre por la herida (una novela que lo tienen como único protagonista y que es un relato policial más clásico y violento, muy género negro homenaje a Chandler) hay personajes nuevos, hay nuevos terribles crímenes y hay una subtrama histórica que es espectacular y de la que no quiero adelantar nada pero sólo puedo dar estas dos claves: Friedrich Nietzche y nazis.
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