Los relatos publicados por Pablo Besarón en su libro Efectos Colaterales (Simurg, 2013) son contundentes. La tensión que provoca el autor adentrándose en el mundo de la locura, la muerte y la culpa, se expresan en un lenguaje que también es transgresor. Oscilando entre la simpleza de una situación familiar y lo siniestro de un mundo irreal; cambios de identidad y espacios marginales entrelazados con vínculos de parentesco. Todo ello construido desde el lenguaje escriturario como un protagonista esencial para el desarrollo de estos inquietantes relatos.
Los relatos de Efectos colaterales tienen hilos conductores que lo hacen funcionar narrativamente: la locura, la confusión y la muerte. ¿Cómo abordaste desde la sintaxis y los campos semánticos la construcción de estas historias?
El tema de la locura, no sé si lo veo tan claro, o quizá, haciendo sistema con la segunda palabra que mencionás (confusión), más que de locura hablaría de una zona de frontera entre ficción y realidad. Lo de la muerte, sí, ese eje creo que atraviesa a todos los cuentos del libro.
Desde la sintaxis, hay como tres o cuatro muletillas (y otras más que aplican en algunos casos). Frases cortas, descripciones acotadas, diálogos cortos, eso desde lo más visible. En cuanto a las diferentes voces, hay algo de discurso indirecto libre, aunque no exacerbado. Se mezclan las voces del narrador y de los personajes en el párrafo.
Desde la semántica, aunque me gusta más hablar de lo discursivo, hay un doble juego entre un registro de narrador realista omnisciente clásico, pero que habla sobre mundos posibles, alucinados, desviados. Allí creo que en el cruce del registro realista (la forma del contenido, diría Hjelmslev), y los hechos que se cuentan de un mundo desviado o alucinado (la materia del contenido), creo que hay algo de ironía: una diferencia entre lo que se dice, y lo que se quiere decir.
¿Podríamos decir que el último relato“Noche de Reyes (Papámalo, Papábueno)”es lingüísticamente una síntesis de este modo narrativo que elegiste?
Es un buen punto el que indicás. Ariel Idez en la presentación del libro dijo algo similar. En lo personal, no lo pensé de ese modo, aunque quizá, por algo ocupa el último lugar en la distribución de los cuentos, como una suerte de síntesis donde el punto de vista directamente pasa al chico de seis años, y de fondo se ve la realidad de los adultos, resignificada por el chico.
Retomando este relato“Noche de Reyes (Papámalo, Papábueno)”, ¿es construido con un guiño psicológico? Te lo pregunto porque utilizado remite a Melanie Klein y su teoría en psicología infantil (teta-buena, teta-mala).
Digamos que tuve en cuenta el retomar voces de chicos reales de esa edad, pero re-inscriptas en un registro ficcional. Recuperar la oralidad y los modos de significación de los acontecimientos desde un chico en una etapa pre-lingüística, una etapa que está en el umbral de la gramática (un chico que aun no ha sido alfabetizado y que da sentido a su percibir).
El hilo conductor del que hablaba al principio, locura-confusión-muerte, interviene en la mayoría de los relatos en escenas familiares. ¿Por qué elegiste este abordaje desde ámbitos de parentesco?
Retomando a otro psicoanalista, quizá haya algo allí de lo que Freud llama lo siniestro, aunque antes de Freud ya estaba dando vueltas esa cuestión en la literatura del siglo XIX con el tema del doble, la casa familiar que pasó a ser extraña, lo doméstico que deviene impredecible.
El tema de los cambios de identidad y la muerte es recurrente. ¿Antes de trabajar con ello en ficción lo hiciste desde el género de ensayos? ¿A qué se debe tu interés en estos tópicos, sólo curiosidad intelectual o una elección pensando en el público lector?
Lo de las identidades que mutan, me parece que tiene que ver con dos cuestiones. Por un lado, la zona de la frontera, del pasaje, del cambio de lo cotidiano realista a lo ficcional, los mundos posibles: los cuentos narran ese pasaje. También hay una especie de esperanza, como diciendo existe el cambio, el héroe puede transformarse.
Lo de la muerte… digamos que es un ajuste de cuentas. La literatura, en gran medida, es una negación de la muerte. Esto está en la Scheherezade de Las mil y una noches que cuenta historias al sultán para postergar su muerte, está en la Divina comedia (y antes, en esa misma tradición está en el mito de Orfeo y Eurídice, en la Eneida, en los rituales de iniciación transformados en relatos folclóricos donde ir al bosque es ir al reino de los muertos), está en Macedonio que escribe Museo de la novela de la eterna para negar la muerte de su amada Elena; en el cuento “El Aleph” de Borges, en fin: en la vida la gente se muere: en la literatura se suspende la muerte, se transforma en otra cosa.
Desde el punto de vista del lenguaje, la construcción escrituraria expresa contundentemente los tópicos de los que hablamos antes. ¿Te interesa adentrarte en la construcción (y deconstrucción) sintáctica y semántica? ¿O es un proceso necesario para hacer funcionar lanarración de tus relatos?
Un cuento, creo que básicamente es eso: jugar con las palabras, resignificarlas, re-contextualizarlas: re-presentarlas, en el sentido de volver a presentarlas de otro modo respecto a como se manifiestan en los usos cotidianos.
Teniendo en cuenta el interés marcado por los ámbitos familiares y los vínculos de parentesco, así como también hay un interés por poner en palabras cuestionamientos morales, e incluso hasta la noción de culpa. ¿Hay algo auto referencial en esta elección? ¿Alguna vivencia personal que hubiese desencadenado tu interés por estos temas?
No lo creo. El tema de la culpa está conectado con el tema de la traición, la delación. Varios cuentos de Borges son contados desde el punto de vista del delator, en Arlt también hay algo de esto aunque a otro nivel (los humillados que humillan). Me parece que a nivel de una justificación narrativa es un punto de partida: el narrador, que es un traidor, o que cometió una vejación, necesita transformar esa experiencia en relato. Algo de esto hay en “El narrador” de Walter Benjamin: cómo transformar la experiencia en relato. Si a esto le agregamos la culpa, ahí tenemos una voz discursiva: aquel que necesita contar para expiarse.
También trabajás el lenguaje lunfardo en“Los alcahuetes del Negro López”y espacios marginales como la vida de un cartonero en “Parientes”… ¿cómo abordás estos espacios?
Creo que tiene que ver con un fenómeno de la Modernidad (en el sentido de contar historias por fuera del registro épico con personajes de la aristocracia que se expresan de modo “elevado”), aunque la tradición oral y popular en la literatura viene de mucho antes. Se trata de reconstruir las voces de la cultura oral, usos cotidianos de la lengua, registros de época, la literatura al menos desde la Modernidad busca eso: reconstruir las voces del entramado social y reconfigurarlas en lo literario. Quizá haya un afán testimonial o de nostalgia también, como diciendo: es una lástima que se pierdan los usos de la lengua particulares en el devenir del tiempo, ya sea los registros del lenguaje en situaciones prostibularias, el proto-lenguaje infantil, en fin, la lista es larga.