La complejidad de Trieste
La sencillez es una búsqueda. Dicen. Es una suerte de puente entre dos relámpagos. Dicen también. La sencillez es una orfandad. Opinan otros. Una estrategia. Una trampa. Una apuesta.
Pero hay quienes, a pesar de lo tentadora que puede ser la sencillez y del prestigio que ha arrebatado, optan por los laberintos de la complejidad. Con una prosa pulida hasta alcanzar el brillo de la exquisitez, Pedro B. Rey nos trae una historia con reminiscencias de paisajes exóticos, matices del desierto y ciudades antiguas, en contrapunto con un futuro que promete espacios devorados.
Trieste. Un cuento propone un cruce de discursos que se desplazan en diversos registros del lenguaje. Se puede experimentar el placer del texto del que nos habla Barthes. Al leerlo, levantamos la cabeza para pensar y escuchar las otras voces que penetran sutilmente y nos susurran lo que está solapado, superpuesto, escrito por debajo de lo escrito y de lo no escrito.
Todo funciona en Trieste un cuento. El intercambio entre el género narrativo y el epistolar nos sumerge en un diálogo de textos que se amalgaman, se imbrican y se unen para dar forma a una trama espectral y contundente.
La historia inicia cuando Katsikas recibe una carta de un tal Lilienthal que asegura haber perdido hace poco a Odile, su mujer. Ese tal Lilienthal está en Trieste, al principio no sabemos por qué, ni tampoco sabemos cuál es la razón que lo lleva a remitirle a Katsikas sucesivas cartas. Por su parte, Katsikas escribe el cuento del fuego, un relato de ciencia ficción.
El discurso amoroso presente en las cartas de Lilienthal atraviesa la novela:
“A veces pienso que me ve desde algún lugar arriba y, aunque le pregunto, ya no contesta. Algo se perdió entre los dos. La veía al principio en cada objeto, hablaba con ella por la noche sin querer, seguí poniendo las pantuflas de su lado de la cama, preparándole el té acitronado, como si estuviera viva o, al menos, habitando el reverso de las cosas. Una noche de primavera se metió por la ventana una luciérnaga y no me quedaron dudas de quién se trataba”.
El humor irrumpe como estallidos poéticos:
“Me puse a rogarle a una estatuita virginal encontrada por ahí que la extraviara, que con sus poderes hiciera que todo el lote de sacas en que se encontrara mi carta fuera a dar a pique en el Atlántico, desde el avión, si no del barco, ya no recuerdo”.
Por otra parte, el cuento del fuego que escribe Katsikas, nos sitúa en un espacio tenso y caótico:
“Los piromaníacos, los así llamados Refractarios, se mueven sobre el mapa de la ciudad por separado, pero se reconocen de inmediato entre sí, a la primera ojeada, como seres de la misma especie, seres que circulan en medio de un reflujo interminable de autómatas. Actúan en hordas pero se mueven por separado. Uno prende la mecha y enseguida se suma un segundo, y un tercero, y así en número creciente, sin necesidad de coordinación”.
Trieste. Un cuento es un devenir de historias que se suspenden en un perfecto equilibrio. La escritura de Pedro B. Rey nos permite recorrerlas entre destellos, pliegues y arrebatos de virtuosismo que caracterizan la narrativa del autor.
Título: Trieste. Un cuento
Autor: Pedro B. Rey
Editorial: Leteo
Año: 2020
168 páginas
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