La educación japonesa es un tema que ciertamente resulta difícil de abordar. Si bien en los últimos 100 años ha seguido un modelo cercano al occidental, lleva arrastrando consigo, y cabe destacar que con orgullo, una historia antiquísima en donde éste ha tenido que adaptarse a los constantes cambios políticos y sociales de Japón. Una de las principales razones que motivaron a realizar este trabajo de investigación fue la necesidad de comprender el increíble y admirable progreso que tuvo el país del sol naciente.¿Cómo una nación que desconocía los avances tecnológicos que asombraban al resto del mundo pudo apropiárselos y mejorarlos en tan poco tiempo?¿Cómo es que de ser una sociedad estrictamente cerrada y feudalista se convirtió en una de las mayores potencias mundiales capitalistas? No cabe duda entonces que para realizar semejantes avances en tan poco tiempo era necesario algo que impulsara cambios drásticos y de alto impacto. Ese “algo” fue sin duda alguna (aunque combinado con otros factores) la educación impartida al pueblo. El concepto de lo moral ha sido respetado desde los primeros años de desarrollo y se ha mantenido firme e indemne al paso del tiempo. Japón se propuso enseñar no sólo cuestiones prácticas, sino también moldear el comportamiento de cada uno de sus habitantes. Podría tomarse esto como una suerte de enseñanza “espiritual” en comparación con Occidente. Gracias a eso, y según testimonios de viajeros de nuestra época, las generaciones niponas aún conservan esa amabilidad tan especial que los caracteriza.
Primera Parte: Desde los comienzos hasta el Período de Tokugawa
a) Las Influencias Religiosas
La educación japonesa fue establecida sobre las bases de las religiones o filosofías que fueron apareciendo en Japón a lo largo del tiempo. Hemos de analizarlas brevemente para su conocimiento elemental:
Los antiguos habitantes de Japón adoraban ciertos aspectos de la naturaleza. En el siglo IV d.C. algunos emigrantes chamanistas llegaron desde Corea y con ellos su creencia de que el mundo estaba habitado por espíritus bondadosos y malignos que eran controlados solamente por el chamán de la tribu, que resultaba ser un hechicero. Con el tiempo estos invasores derrotaron a pueblos asentados en el sur y obligaron a los nativos, llamados Ainu, a huir hacia la zona norte. Al asimilar a las tribus del lugar, sus creencias se mezclaron, siendo estas prácticas religiosas llamadas luego “shinto” (Senda de los Dioses) cuando fue necesario distinguir éste del nuevo sistema religioso entrante, el budismo. Finalmente el concepto de shintoísmo quedó entendido como la adoración de diferentes fenómenos de la naturaleza y de los antepasados, y como no posee normas, ni textos sagrados, ni valores absolutos como otras religiones, puede coexistir libremente con distintas corrientes.
El budismo entró en Japón durante la época del emperador Kimmei (539-571), primero con las misiones budistas enviadas desde Corea y luego desde China, según lo transmite el llamado Kojiki (Historia de las Cosas Antiguas), la principal fuente escrita de la mitología japonesa. Por tratarse de una religión ya institucionalizada, el budismo tenía principios mucho más estrictos, como por ejemplo, la aplicación de los conceptos de recompensa (premio o castigo) al llegar a la muerte, y además, encerraba una enseñanza moral.
Dentro de esta religión se presentaron dos escuelas, la del Hinayana (o Pequeño Ve-hículo) y la del Mahayana (o Gran Vehículo). Siendo la segunda más heterodoxa, fue la que pr evaleció en Japón, sosteniendo que alcanzar la iluminación o nirvana aporta un beneficio no sólo personal sino también a otros seres.
El cumplimiento de la religión de Buda exige como base necesaria estudiar fielmente sus doctrinas. Esta corriente tuvo sacerdotes sabios (distinguidos en las artes, enseñanza y escritura) que hicieron las traducciones de obras literarias chinas e influyeron sobre la educación nacional.
El “camino hacia los dioses naturales” (shintoísmo) y el “camino hacia Buda” (budismo) inculcaron en el pueblo un sentimiento moral y consecuentemente una el evación cultural. Estas dos corrientes fueron y siguen siendo hoy las que predominan en el país.
Por otro lado, también llegaron otras corrientes que, si bien no son las más profesadas, también influyeron sobre el pueblo japonés:
El confucianismo, contemporáneo chino del budismo indio, entró junto a éste en el país. El confucianismo es una filosofía social porque busca transmitir principios que contribuyan a alcanzar la armonía en la sociedad. Se basa en cinco relaciones a seguir:
1- Gobernante y gobernado
2- Esposo y esposa
3- Padre e hijo
4- Hermano mayor y hermano menor
5- Amigo y amigo
De esta manera, lograba mantener la sumisión a la autoridad y permitía el orden.
Este pensamiento particular toma vital importancia en la vida de los samurais, como bien lo expresa André Protin en su trabajo, “El confucianismo es el responsable de la introducción en la conducta del guerrero del principio de altruismo que la asimilación del samurai al guerrero contribuyó a fortalecer (…)” [1]
En el presente, las escuelas católicas y protestantes gozan de muy el evado concepto. El catolicismo entró en la isla en el año 1549 con la llegada de San Francisco Javier. Si bien contrastaba bastante con las religiones que habían florecido en Japón, fue ganando muchos adeptos. San Francisco Javier comentó en sus escritos que gran parte de la gente, a su llegada, ya sabía leer y escribir, y que las personas poseían una impresionante voluntad, apasionándoles el saber. Los misioneros católicos que acompañaron a San Francisco Javier lograron hacer muchas conversiones tanto entre los samurais como en el pueblo, y se construyeron iglesias, se fundaron colegios y seminarios en las grandes ciudades.
El protestantismo también se hizo presente en la isla de la mano de Horacio Mann. Este hombre difundió sus ideas sobre el tema durante la época de la Restauración, que ciertamente también repercutieron en el campo pedagógico.
Las religiones aportaron mucho a la formación del sistema educacional japonés. La escuela japonesa aspira a impartir una educación instructiva, haciendo de su ideal que se aprenda la moral “sintiéndola”. Este tipo de educación ayuda a afianzar la fuerza moral de la nación en su totalidad, consolidando la familia que representa el Japón entero, siendo el jefe el Emperador y trabajando todos en unión para la manutención del Estado. En cada japonés existe un acentuado patriotismo definido por estas causas, y hasta hoy se ha logrado que el sistema de educación mantenga intactos los propósitos esenciales de cultivar el amor por la nación y sus tradiciones.
b) Los Comienzos y el Desarrollo
Según afirman algunos autores, Japón estableció relaciones con Corea entre los años 97 al 29 a.C. En esa época, fueron introducidos conocimientos chinos que solamente disfrutó un grupo de muy selectas personas.
Fue aproximadamente en el siglo IV d.C. cuando apareció la primera personalidad auténtica de la educación japonesa: Wani, llegado de Corea en el año 285. Wani enseñó el idioma chino y fue designado para escribir las crónicas oficiales. De esta manera las letras de origen chino y los libros de Confucio fueron introducidos por primera vez en la cultura nipona. Wani fue así uno de los primeros que iniciaron la instrucción de los jóvenes príncipes, ayudando a la expansión de la ciencia china. Un poco más tarde entraron otras familias provenientes de China. A todos ellos se les dio el nombre de “Fubitobe (hombres eruditos) de Yamato-Kawachi” (respectivamente, las regiones de Japón donde se habían instalado tanto Wani como las familias chinas). Al introducirse la civilización china en Japón los caracteres fueron usados como sonidos y como vocablos, y la forma de escribir estos signos fue variando de a poco, llegando a diferenciarse mucho de los originales. Durante mucho tiempo la escritura fue un lujo reservado únicamente a las clases privilegiadas. Los hijos de los clanes debían ocupar los puestos familiares generación tras generación, y esto sería solamente posible desarrollando para ellos un cierto tipo de educación, aún cuando no hubiese una organización educativa a la que pudiese llamarse propiamente “escuela”. La educación en esos días tempranos no era más que una instrucción domiciliaria.
El comienzo de los registros, edictos y leyes escritas promovió el desarrollo de la autoridad central, y entonces varias familias de literatos competirían con las de militares, que gozaban de excelente prestigio en ese momento.
La absorción de la cultura china preparó el camino para la introducción de la nu eva religión y filosofía que entraría un siglo más tarde: el budismo. Por otro lado, las Analectas de Confucio se fueron difundiendo, llegando a cumplir la función de libros de texto para los estudiantes japoneses. Es fácil comprender las dificultades de los estudiantes teniendo que aprender alrededor de 50.000 caracteres chinos de los cuales unos 3000 se necesitan para la lectura usual, conservando además, algunos de estos caracteres, más de un significado.
En el período de Nara (646-794), inaugurado por el príncipe Kotoku, la educación fue impulsada notablemente. Por iniciativa del príncipe, se estudiaron las civilizaciones extranjeras. Se debe a este hombre la Constitución de diecisiete artículos y el envío de misiones y de estudiantes a China, al tiempo que comenzaban a llegar maestros hindúes al Japón.
Durante la dinastía Tang en la China antigua, Japón envió más misiones y con ello el interés de los estudiantes japoneses por la cultura del continente aumentó. Al regresar de sus viajes, estos jóvenes estaban ya preparados para enseñar a otros lo que allí habían aprendido.
El príncipe Kotoku, como se ha mencionado anteriormente, fue el autor del “Código”, cuyos artículos eran preceptos morales manifestados en forma de enseñanza. Actualmente los elementos éticos ocupan un importante lugar en el sistema educacional japonés, teniendo sus antecedentes en el ensayo de este príncipe. Entre las contemplaciones de este código podemos destacar que:
– los hijos de funcionarios recibirían educación civil y los que desearan ser sacerdotes irían a templos y monasterios
– solamente los hijos de familia de cierta categoría serían admitidos en la universidad
La finalidad de estas reglas no era otra que preparar funcionarios para las respectivas jurisdicciones de gobierno, sin ser demasiado rel evante la capacidad de la persona. Fue justamente esta aristocracia japonesa la que retardó el progreso en Japón.
El período de Nara reveló ingenio artístico y cierta originalidad. El invento de los caracteres fonéticos favoreció el desarrollo de la literatura y de la lengua japonesa. El “kana” (los elementos del alfabeto japonés) permitió el evar el nivel de la instrucción del pueblo. Los japoneses así lograron aprovechar ciertos elementos de la civilización extranjera para la realización de obras propias. Se formó entonces un núcleo de intelectuales entre la gente del pueblo. Además, se tienen noticias de que en la Corte imperial existían actividades educacionales organizadas en un Departamento Universitario, cuyo nombre japonés sería Fumuyatsukasa-no-kami. Al Departamento Universitario se le encargó la organización de un sistema educacional, dirigido por un funcionario de jerarquía. Poco después fue creada una pequeña escuela llamada Daigaku-ryou.
Durante el reinado del Emperador Monmu (697-707) fue creada una ley que contemplaba en algunos aspectos modificaciones en la educación de entonces. Sobre la institución del Daigaku-ryou, se dijo que estaría establecida en la capital, mientras que otra institución, llamada Kokugaku, se establecería en cualquier otro lugar. El Daigaku en la capital tendría como deber proveer educación para los niños de rangos superiores y para los hijos de los “Hombres Eruditos de Yamato-Kawachi”. Allí se estudiarían filosofía china, escritura y matemáticas, limitándose el número de estudiantes solamente a 450. Mientras tanto, aquellos que asistían al Kokugaku formaban parte de familias de oficiales, pero cuando resultaban quedar vacantes algunos lugares, podían ser ocupados por hijos de plebeyos. Los maestros incluían a doctores en filosofía china y en medicina.
Al llegar al Período Heian (794-1183) el Daigaku quedó establecido finalmente en Kyoto y el Kokugaku en Kyushu, convirtiéndose estas ciudades en centros de aprendizaje.
Cuando la corte se trasladó a Kyoto en 794, se reorganizó la universidad, incluyéndose el estudio de los clásicos chinos, caligrafía, historia, leyes, etiqueta, aritmética y composición. En escuelas anexadas se enseñaban medicina, música y astrología.
Las escuelas provinciales debían impartir una instrucción clásica, incluyéndose astrología, el calendario lunar, medicina, matemáticas y caligrafía. Se recibían donaciones para ayudar al fondo educativo, siendo el monto establecido por el emperador.
Con el fin de estimular la educación de los estudiantes se les otorgaban alimentos y libros, y estaban exentos de la obligación del servicio militar, trabajos públicos e impuestos.
El curso completo comprendía nueve años de estudios y se graduaban luego de rendir exámenes correspondientes a tres clases. Los que por tres años consecutivos pertenecían a la última clase, eran expulsados debido a sus bajas calificaciones. Algunos nobles poderosos fundaron escuelas para sus hijos, y así posibilitarles una educación adicional a la recibida en el Daigaku. Entre estos centros educativos encontramos el Koubun-in, Kangaku-in, Shougaku-in y Monjou-in.
Poco a poco, la diferencia de clases y los reclamos de las familias plebeyas fueron generalizando la tensión. Así pues, en el año 827 el profesor Miyako Haruka se dirigió al emperador diciéndole que los estudiantes cesarían de egresar si continuaba el sistema limitado de permitir la concurrencia solamente a aquellos de alta alcurnia, los que no siempre eran talentosos. Resulta ser este el primer intento a favor de la educación popular y general. También en ese mismo año, un sacerdote llamado Kuukai estableció una escuela de nombre Shugei-shichi-in en Kyoto, con el propósito de brindar educación para la gente común, pero no sobrevivió mucho tiempo. Asimismo, aunque el pedido del profesor Haruka estaba fundamentado, no tuvo aceptación inmediata, pero finalmente en el año 838 fueron admitidos estudiantes de todas las clases sociales.

Escena de la instrucción en el instituto Seidou (Yoshida K.; Kaigo T., Japanese Education, Tourist Library volumen 19, pág. 14)
Durante los siglos VIII y IX funcionaron también en Kyoto escuelas privadas aparentemente afiliadas a la universidad. Y aunque parecía que la educación estaba siendo realmente impulsada, decayó a mediados del siglo IX, con una sucesión de luchas internas. En el mismo Kyoto se desarrollaba una vida cortesana que atentó contra la moral y la educación. En vez de escuelas, se fomentaron vicios y la corrupción amenazó la sociedad. Así, el descontento empezó a manifestarse. El feudalismo llevó a que se valorara más la virtud guerrera que la intelectual.
Cabe destacar entonces a cinco importantes individuos que irrumpieron fuertemente en la educación de Japón:
Kobo Daishi nació entre los años 774 y 776, y era muy asiduo a las bibliotecas de su tiempo. Llegó a adquirir los difíciles conocimientos de las doctrinas y misticismo budistas, aprendiendo además el sánscrito y convirtiéndose en un maestro distinguido de la caligrafía china. Fue el representante más respetado de la religión, sintiendo la necesidad de divulgar los principios religiosos en la literatura popular. Fijó entonces un orden de 48 sílabas, disponiéndolas en un hermoso poema budista, de tal forma que los niños, al aprenderlo, también conocieran su alfabeto. Daishi estableció escuelas donde se enseñaban tanto el alfabeto vulgar como nociones elementales de matemáticas. El Emperador le confirió el nombre de “Gran Maestro que divulga la Ley”. A Daishi se le debe también la introducción de las bases de la medicina china y la fundación de hospitales. Construyó también un monasterio-seminario en el monte Koya, al que asistían apasionados alumnos.
Shinran, otro gran hombre, se dedicó a elevar espiritualmente al pueblo por medio de actos, consejos y la ayuda que proveía a pobres y enfermos, lo cual inculcó una importante lección a la sociedad.
Seigwa era descendiente de una de las familias más ilustres de Japón (los Fujiwara). Poseía una gran preparación que había recibido como monje, y también por haberse dedicado al estudio de la filosofía china. Pero aún más conocido que Seigwa en sí mismo fue un discípulo de éste que lo sobrepasó en prestigio y que ganó la tutela de los Tokugawa: Hayashi Razan. Se dedicó a fustigar a los sacerdotes y predicó una moral basada en la devoción y fidelidad al “señor” de la familia.
Finalmente, Ekken Kaibara fue un hombre que estudió medicina y escribió más de cien obras. Interpretaba que era más importante y urgente unificar la moral que unificar el saber. Las ideas de este pensador ayudaron a orientar la educación. Así reprodujo en su libro Victorio Franceschini las palabras de Kaibara: ”El fin del estudio, no es solamente ensanchar el campo de nuestros conocimientos, sino de formar también, el carácter. Es necesario hacer algo más que hombres sabios (…) La enseñanza de la moral que es considerada como la base de toda formación y que primó en nuestras escuelas, no se sigue mucho en la actualidad en que se exige el conocimiento de otras disciplinas. Se piensa que no vale ya la pena escuchar las lecciones de los sabios del pasado” [2]
Kaibara también reaccionaría respecto a la posición de la mujer en la sociedad japonesa. Decía que era mejor enseñar a la mujer a desenvolverse en todas las circunstancias.
En la época de Muromachi (1392-1573) se sucedieron en el poder distintos shogunes de la familia Ashikaga, tales como Yoshimitsu y Yoshimasa, quienes amaban el lujo y el derroche. Sin embargo, durante el reinado de este último, se consolidó la famosa “Ceremonia del Té” (O-Cha-no-yu). La misma pasó a formar parte de la preparación espiritual de la mujer japonesa, enseñada con fines morales. También se debe tomar en cuenta la existencia de otro tipo de escuela, cuyo nombre sugiere que eran administradas por los templos budistas, aunque esto no resulte totalmente cierto. Esta escuela no era otra que la famosa Terakoya, la más popular entre las clases plebeyas. En el Período Muromachi sí estuvieron bajo la atenta mirada de los templos, los que pretendían en un principio la formación de un noviciado, uniéndoseles de a poco niños de la clase samurai y finalmente de clases más bajas.
En la segunda mitad del siglo XVI tres nombres famosos marcaron la historia en Japón: Nobunaga, Hideyoshi e Iyeyasu. La clase militar obtuvo un dominio absoluto, comenzando una época de muchas leyes y poca justicia. En Kyoto, por ejemplo, se realizaban fiestas suntuosas contrastando enormemente con la pobreza y miseria del pueblo.
Por otra parte, en el budismo se refugiaron los artistas que huían de las guerras. La denominada secta del budismo zen (rama del budismo que se destaca por afianzar la relación del hombre con la naturaleza) construyó muchos templos que, al tiempo de aumentar el prestigio de la secta misma, también estimuló las artes. Para remarcar, el famoso colegio Ashikaga, que durante mucho tiempo se ocupó de formar las clases intelectuales y culturales de Japón, era dirigido por sacerdotes de la secta de Zen.
Otra de las ramas del budismo era la de nichiren, que encarnaba la acción. Cuando comenzó a predicarse, los familiares más cercanos de los sacerdotes fueron sus más fervientes alumnos. En total oposición con la secta Zen, que enseña la doctrina de la intuición, serenidad y sobriedad, proclamó el principio de la “Energía” para la obtención del bien general. Esta secta se llamó también la de “Flor de Loto” o de “ La Buena Ley”, y persiguió la formación de una conciencia moral en el pueblo.
Antes del establecimiento del shogunato de Tokugawa, el ex ministro de educación Vizconde Moori, si bien reconocía el valor artístico y espiritual que poseían los caracteres chinos, también hizo notar la gran dificultad que representaban para el sistema educacional japonés. Propuso entonces la adopción del inglés y el abandono del japonés escrito. Debido a que aquella sugerencia se interpretó como un desprecio a las tradiciones niponas, la idea no tuvo aceptación. Se formaron entonces asociaciones que propusieron el uso del “kata-kana”, y otras, el “romaji” (japonés en caracteres latinos).
Segunda Parte: El Período Tokugawa
a) Breve Introducción Histórica
La llamada Era de Tokugawa comenzó en el año 1603 de la mano del primer shogun y fundador de dicho período: Ieyasu Tokugawa, quien realizó entonces algunas modificaciones en el sistema educativo. Con estos cambios, Ieyasu pretendía el aprendizaje de algo más que las virtudes confucianas, contemplando instrucciones de que todos los samurai, la clase que ascendió al poder en este período, debían de ser devotos de la enseñanza, en primer lugar, de las artes militares. Los bushi (samurai) se colocaban por encima de los plebeyos. Por esta razón, según lo aclaró el mismo Ieyasu, “es inadmisible que un bushi, cuyo deber es gobernar, sea analfabeto e ignorante” [3].
La educación en Tokugawa declaraba la necesidad de que los samurais obtuviesen una enseñanza más importante para poder mantener su posición y eficiencia como clase gobernante. Si bien la educación para plebeyos no estaba prohibida, no recibió un interés ni cuidado especial, aunque fue ganando popularidad con el correr del tiempo.
b) El Sistema Escolar
● La Educación para la Nobleza
Antes del período Tokugawa, la corte noble y el clérigo budista mantenían el monopolio de la educación. Alrededor del año 1840 una escuela para los nobles, la Gakushuuin, fue establecida en Kyoto. Allí se les enseñaba a los miembros de la corte distintos tipos de estudios confucianos, siendo las edades de los miembros desde los 15 años hasta los 40. La Gakushuuin fue la primera institución de educación superior reabierta luego en la era de Meiji (en marzo de 1868), durante la confusión de la Restauración.
● La Educación para los Samurai
La clase samurai gozó de varias escuelas.
Por un lado, se encontraban las Escuelas Shogunales. En 1630 se estableció la Shouheikou, estrictamente para aquellos que esperaban su turno en el gobierno. Esta institución se convirtió en establecimiento supremo de la ortodoxia confuciana. Se basaba en la enseñanza de la versión del Confucianismo de Chu Hsi, que pasó a ser la doctrina oficial de los Tokugawa, quienes en 1790 habían prohibido transmitir otro tipo de doctrinas. Aunque esta escuela sólo admitía samurais del Shogunato, eventualmente permitía el registro de plebeyos que intentaban integrarse a profesiones dedicadas a la escolaridad. Los hijos de los samurais allegados a Tokugawa asistían a la escuela entre los 8 y 15 años. Una educación más prolongada y especial al finalizar la escuela dependía de sus respectivos status y aspiraciones personales.
El Shogunato tomó el liderazgo en el desarrollo de ciertos tipos de estudios sobre Occidente. En 1811 fue establecida la Bansho Wage Goyou (Oficina para la Traducción de Escritos Bárbaros). También comenzó a escribir su historia la Koubusho (Escuela Militar al Estilo Occidental), al ser creada en 1854 junto con otras escuelas de este tipo en la ciudad de Nagasaki, donde se enseñaban lenguas extranjeras, en especial el idioma holandés.
Las Escuelas del Dominio surgieron como resultado de la división de Japón, por parte de los Tokugawa, en aproximadamente 280 dominios feudales o han. Casi todos ellos tenían por lo menos una escuela, generalmente siguiendo el modelo de las Escuelas Shogunales.
Dentro de las Escuelas del Dominio encontramos las Gougaku (escuelas locales), las cuales eran estrictamente supervisadas por las autoridades de cada han, quienes prestaban cuidadosa atención a su currícula, materiales y conducta general. A la enseñanza clásica confucionista se le unieron luego materias como historia (japonesa y china), caligrafía, composición y etiqueta. Hacia el fin de la era también se agregaron medicina china, medicina occidental y estudios occidentales en general, idiomas holandés e inglés (y todo lo concerniente a éste último en materia militar, geográfica, astronómica, etc.). Este tipo de escuelas se localizaban usualmente en edificios propios, separadas del centro administrativo de la Escuela del Dominio del lugar. Los estudiantes prometedores eran enviados a Escuelas Shogunales o escuelas privadas en Edo, Osaka y Nagasaki.
Las Escuelas del Dominio, como las Shogunales, mantenían estrictamente la división de clases. Muchas de las instituciones preparaban distinta currícula para las diferentes categorías samurai. Por ejemplo, los samurais superiores despreciaban la aritmética, muy utilizada por los comerciantes. En algunas escuelas, las matemáticas eran tratadas como una de las “seis artes confucianas”. El arte del manejo de la espada, montar a caballo y la arquería eran enseñadas a las clases altas de samurais como una forma de entrenamiento espiritual, pero aquellos samurais de clase más baja aprendían juujutsu, el arte de la lanza, tácticas de grupo y el rifle. Las Escuelas del Dominio variaban considerablemente su nivel. Algunas ofrecían solamente educación elemental cuando otras proveían niveles intermedios o avanzados. El día escolar comprendía nueve horas de clases, pero se irrumpía el ciclo por la gran cantidad de festividades. Los tres primeros años se dedicaban a la copia y la enseñanza de los caracteres chinos. A los 9 años, debían saber por lo menos 1000 caracteres de memoria.
Aunque las materias occidentales fueron gradualmente introducidas en las Escuelas del Dominio, en realidad sólo se las enseñaba a las clases bajas de samurai, especialmente en el campo de la ciencia militar occidental. Sin embargo, los estudios occidentales fueron confinados solamente a asuntos técnicos, y hasta en algunas escuelas se estableció que los mismos serían enseñados, pero que no debían ir en contra de lo que estaba permitido por el Shogunato. Hacia el final de la era, a los plebeyos les fue permitido asistir a las Escuelas del Dominio. Cuando esto sucedía, se requería que usaran ropas adecuadas a la clase samurai.
Por otro lado, existían también las Shijuku. Estas resultaban ser una variedad de academias privadas. Cuando había un gran cuerpo estudiantil, estudiantes del último curso de estas academias eran llamados para ayudar con la enseñanza. Las shijuku más importantes ofrecían materias especiales como medicina, estudios holandeses, aprendizaje occidental, materias militares y de navegación. Al ser privadas, había en ellas más libertad que en las escuelas oficiales para enseñar doctrinas no ortodoxas, como alguna de las diversas y prohibidas formas del Confucionismo. Por esta razón algunas shijuku de convirtieron en centros de oposición al régimen. Usualmente estas escuelas se centraban en algún distinguido profesor que tenía fuertes visiones, ya fuese en lo político, filosófico o educacional. Las más importantes instituciones de este tipo eran esencialmente centros de educación avanzada. Los maestros solían tener orígenes samurai. En un principio, las shijuku habían sido concebidas como escuelas de educación para personas que quisieran alcanzar profesiones del tipo escolar. De todas formas, desde un principio muchas de ellas aceptaron estudiantes de clases bajas y hasta maestros plebeyos.
Fue justamente en estas escuelas que por primera vez los principios de “mérito” y “logro” originaron conflictos entre las clases sociales. Cuando los estudiantes convivían en los dormitorios, como era corriente en el caso de estas academias privadas, eran estimulados a competir individualmente para alcanzar el mejor rendimiento, y esto fue logrando un mayor respeto que el que poseía ser de una clase particular. Si en los niveles más altos las shijuku eran instituciones para la educación avanzada, en sus niveles menores apenas se distinguían de las terakoya (caracterizadas como escuelas primarias para los plebeyos).
Muchas de estas escuelas estaban ubicadas en las principales ciudades, donde se podía sentir la influencia política. Hasta el fin del siglo XVIII, Kyoto fue el gran centro de las shijuku, pero ya en el siglo XIX Osaka y particularmente Edo se le impusieron. Las shijuku en áreas rurales formaban a varios líderes locales y ayudaban a esparcir las ideas occidentales así como también el conocimiento sobre las controversias políticas.
Además de las escuelas como instituciones, la educación en la casa era considerada de gran importancia para la clase samurai. La mayor parte de la educación de las mujeres samurai era provista por la familia o por un tutor en la casa misma. El llamado shitsuke (correcto comportamiento) debía ser impuesto desde la infancia, siendo así que los niños samurai dieron sus primeros pasos aprendiendo en casa los elementos de una imagen propia de su clase y del status familiar. El shitsuke incluía el comportamiento apropiado, el lenguaje correspondiente para dirigirse a los rangos superiores o inferiores, el respeto hacia uno mismo, frugalidad, fortaleza, y la moderación al comer y beber. De esta manera, cuando los jóvenes samurai comenzaban la escuela, ya estaban encaminados en las formas y comportamientos correspondientes a su clase.
Algunos autores indican que los samurais, teniendo el derecho a llevar la espada, despreciaban la cultura en sí misma, calificando de “tontos y ratas de bibliotecas” a los intelectuales, artistas y sabios. Pero los samurais tenían a su vez un Código de Honor que debían cumplir rigurosamente, conocido con el nombre de Bushido (Camino del Guerrero). El seppuku, suicidio japonés, es la ley suprema del Bushido, que permite reintegrar el honor perdido o da el placer de servir a los dioses. El arte del seppuku es uno de los primeros que se enseñaba a los jóvenes, ya que tiene un significado de alto afecto y ningún amigo puede eludir la obligación de patrocinarlo cuando se le pide su asistencia en el mismo. Así es expresada la concepción del fin de la vida para el samurai: “El samurai nace para morir. La muerte, pues, no es una maldición a evitar, sino el fin natural de toda vida”. [4]
Es precisamente por este tipo de educación y tradiciones que la muerte, cualquiera fuese la forma en que llegara, era apenas temida.
● La Educación para los Plebeyos
Los principales centros de enseñanza plebeya eran las Terakoya. ‘Tera’ significa “templo budista” y ‘koya’ quiere decir “casa de niños”. Como se ha mencionado anteriormente, en un principio estaban organizadas por los templos budistas, pero en los tiempos de Tokugawa era puramente una institución laica para la gente común sin ninguna conexión particular con el templo. Según consideran algunos autores, se puede tomar a las terakoya como una reacción contra el espíritu aristocrático.
Al estar los oficiales interesados especialmente en la educación de los samurais, los plebeyos eran dejados a su suerte. Las escuelas eran entonces establecidas por ciudadanos con devoción, como una expresión de sus propias convicciones por la necesidad de obtener educación pública o en respuesta a la creciente demanda de las clases bajas de las zonas tanto urbanas como rurales. Se utilizaban templos, santuarios, edificios vacantes o casas privadas, aunque el rápido desarrollo de las terakoya sobrevino recién en el siglo XIX.
En cuanto a su distribución, la mayor concentración se hallaba en las áreas urbanas. Muchas zonas rurales eran deficientes en este sentido. La demanda de educación en estas áreas llegó en un primer momento de estratos altos, quienes necesitaban alfabetización y una capacidad básica para su trabajo administrativo. Varios niños de comerciantes influyentes y familias de la ciudad iban a escuelas privadas con más alto nivel de educación de la que podían recibir en las terakoya, ya que no consideraban que un mínimo indispensable de alfabetización fuese suficiente. Como un grupo gobernante, la clase líder del pueblo compartía la perspectiva de los samurais. Era muy corriente, por ejemplo, que las únicas colecciones de libros en un pueblo pertenecieran al shoya (el jefe de la villa). Usualmente era la cabeza de cada pueblo quien tomaba la iniciativa del establecimiento de escuelas. En muchas áreas, eran los hijos de estas personas selectas los únicos que concurrían a las instituciones. Pero el crecimiento de las clases bajas no se detenía. El avance de los plebeyos fue uno de los aspectos más destacables a finales del Período Tokugawa.
Los maestros eran en su mayoría hombres, pero de a poco las maestras mujeres comenzaron a hacer su aparición. La mayor parte de la labor de enseñanza era voluntaria, por amor a la profesión, especialmente en las áreas rurales. Los sacerdotes y doctores predominaban en estas áreas, mientras que los samurais lo hacían en el castillo y los puestos pueblerinos. Pero en las grandes ciudades y puertos comerciales, donde la cultura plebeya estaba más avanzada, allí predominaban las clases bajas. Al contrario de los maestros de las Escuelas del Dominio, aquellos en la terakoya no eran inspeccionados ni tenían licencia. Cualquiera por libre voluntad podía convertirse en educador. Debido a que muchos alumnos vivían en las escuelas, se establecía una gran relación entre ellos y los maestros.
La condición de las terakoya en algunos casos era destacada, y en otros, extremadamente pobre. Los niños ingresaban a la escuela usualmente entre los 5 y 8 años, terminando entre los 11 y 13. Las niñas solían retirarse un año después. Concurrían muchas menos mujeres que varones, y los dos grupos eran estrictamente separados mediante la distribución de asientos. Durante la ocupada época de la agricultura, las escuelas de los pueblos tenían un receso. A los chicos se las daba el tiempo necesario para ayudar en sus tareas domésticas. Cabe destacar que a los niños no se los dividía en grados, y si había alguna separación, ésta se basaba en la intuición del maestro. El mismo se dedicaría a enseñarle a cada alumno en turnos. Leer y escribir eran las enseñanzas obligadas, seguidas por materias morales como la etiqueta. Algunas terakoya adhirieron materias de tono más académico, como el idioma chino, historia, geografía y composición, y luego, ocasionalmente, materias Occidentales, como ciencia, artes militares, y en algunos casos hasta el idioma inglés. Los textos de aritmética eran raros, excepto donde los comerciantes resultaban ser más exigentes.
Las escuelas eran generalmente solventadas por un patronato de individuos ricos y por contribuciones varias. Las familias más pudientes regalaban sardinas secas, dulces, toneladas de ropa, o hasta dinero. Los campesinos pagaban en productos de agricultura; otros quizás en servicios personales, como reponer el tejado de las casas de los maestros.
La gente de la ciudad, en especial los adinerados comerciantes, también querían que sus hijas aprendiesen el Ikebana (el arte del arreglo floral), el koto (la cítara japonesa), y la poesía. Algunas de las terakoya comenzaron entonces a ofrecer este tipo de educación más elegante y lleno de gracia.

Ilustración de una clase diaria en las Terakoya (Yoshida K.; Kaigo T., Japanese Education, Tourist Library volumen 19, pág. 16)
Las escuelas Gougaku, como ya ha sido explicado anteriormente, eran las “escuelas locales”. Al ir progresando el interés por la educación para plebeyos, las autoridades apoyaron instituciones de nivel más alto que las terakoya, y que se enfocaran también en el entrenamiento moral confuciano. La primera escuela de este tipo fue establecida en la provincia de Okayama en 1667, y si bien en un principio se expandieron rápidamente, entre 1674-1675 fueron decayendo hasta desaparecer por completo. De todas formas, en unas décadas posteriores el concepto fue revivido en varias provincias.
Hasta 1856 su propósito principal había sido entrenar a doctores rurales y proveer educación moral a los notables de la villa. Estas escuelas estaban equipadas con salones para la práctica de esgrima y campos de entrenamiento. Las escuelas locales se volvían zonas de batalla donde los conflictos entre los Tenguto (exclusionistas) y los Shoseito (los pro-Tokugawa) se transformaban en verdaderas contiendas, quedando varias de las instalaciones dañadas por las luchas. Cuando el partido pro-Tokugawa finalmente ganó en enero de 1865, las escuelas locales fueron cerradas. Varias de estas instituciones estaban equipadas con excelentes colecciones de libros. De alguna manera, constituían una especie de lo que es hoy día una escuela secundaria.
En contraste con las terakoya, no era inusual que los niños plebeyos y samurai concurrieran juntos en las Gougaku. Aunque estas escuelas habían sido creadas inicialmente para las clases bajas de alto nivel, los niños de clase samurai fueron aumentando entre sus alumnos poco a poco.
A las instituciones ya presentadas se le agregan las Escuelas Populares Religiosas. Dentro de las mismas, se seguían dos corrientes:
Por un lado, el Shingaku, movimiento iniciado por el religioso Ishida Baigan, insistía en que la gente podía superarse a sí misma de acuerdo a sus propios esfuerzos. Si bien este pensamiento no suena descabellado, en la sociedad de la época contrastó enormemente con la concepción de que todos se encontraban a merced del destino. Esta doctrina estaba principalmente dirigida a los plebeyos comerciantes. Entre los principios establecidos podemos mencionar algunos como: comportarse prudentemente, servir al amo y a los parientes con amor, tratar a los amigos con fidelidad, tener piedad de la gente pobre, etc. La idea de esta corriente era elevar los estándares de la gente común enseñándoles la verdadera moral. Como el Shingaku creía firmemente en la necesidad de entrenar a las clases bajas en nobles virtudes, sus escuelas enseñaban estas morales junto con las materias prácticas. Los primeros establecimientos Shingaku abrieron sus puertas en Kyoto y Osaka, y gradualmente fueron esparciéndose a Edo y a distintas áreas rurales.
La otra corriente llevaba el nombre de Hotoku-kyou, concebida por un religioso de nombre Sontoku. Obtuvo su popularidad especialmente luego de los desastres y hambruna acaecidos en tiempos tempranos del siglo XIX. Predicaba éticas, ideas económicas y virtudes del trabajo.
Como corolario a todo lo expuesto en líneas anteriores, se puede agregar que uno de los shogunes de la época, Yoshimune, tenía un particular interés en la educación. Él fue el primero de una larga lista de autoridades que tuvo que enfrentarse con el creciente conflicto entre la teoría feudal de los principios de Tokugawa y la divergente realidad social de períodos posteriores. Yoshimune vio en las escuelas un instrumento poderoso para el control, y ciertamente estaba decidido a usarlas con ese propósito. En 1740, impulsado por el deseo de abordar nuevos conocimientos, permitió el empleo de profesores por el gobierno (Bakufu) para la interpretación de textos occidentales. Además, se construyó un observatorio que reavivó el interés por la ciencia occidental.
c) Educación Vocacional
Existía, además de las escuelas formales, un avanzado sistema de aprendizaje En las familias más extensas, o en las “Casas” (que agrupaban a varias familias relacionadas jerárquicamente o por cuestiones de negocios), el suministro formal era usualmente volcado hacia la educación de las generaciones más jóvenes. Esto combinaba aprendizaje, disciplina, saber y comportamiento adecuado.
En las grandes casas comerciales, los varones jóvenes, alrededor de los 10 años, pasaban a ser aprendices enfrentando largos períodos de servicio y entrenamiento. La disciplina y los castigos eran severos. Si el niño lograba sobrevivir estas duras pruebas, a la edad de 18 o 19 años se convertía en tedai, lo que significaba algo así como “de mediana madurez”. Al alcanzar la mayoría de edad, uno o dos años más tarde, era finalmente llevado al cálido seno de la familia. Se celebraba una gran fiesta en su honor presidida por el amo y el banto (el delegado principal), donde se le repartían regalos, y era presentado en ropas adecuadas a su nuevo status, además de ser tratado por primera vez como un verdadero miembro de la familia.
En el caso de los carpinteros, los jóvenes serían llevados a la edad de 12 o 13 hasta los 21 o 22 años. Durante ese tiempo viviría en la casa de su amo y a cambio de su cuarto, hospedaje y ropas, debía estar constantemente a disposición de su señor.
d) Asistencia Escolar
A fines del Período de Tokugawa, prácticamente todos los niños de clase samurai asistían a algún tipo de escuela. También eran comunes las clases particulares en las casas.
La asistencia escolar declinó durante los confusos años de la Restauración Meiji, entre 1867 y 1872, y sólo volvió a niveles normales en 1873.
En Okinawa, a excepción de dos o tres áreas específicas, no había educación alguna para la gente de clases bajas ni para la mujer.
La diferencia entre sitios urbanos y rurales fue probablemente más impresionante en el caso de la asistencia femenina. El concepto confuciano del rol de la mujer tendía a excluirlas de las escuelas y a mantenerlas en las casas. Entre las clases samurai, las mujeres se quedaban en el hogar y se les brindaban clases particulares allí mismo. De todas formas, en los grandes centros metropolitanos, la asistencia femenina en las terakoya en el período pre-Meiji estaba apenas por debajo de la asistencia masculina.
Las villas a finales de la Era Tokugawa eran relativamente autónomas. Mientras cumplieran con sus obligaciones públicas, pagaran sus impuestos y mantuvieran las leyes y el orden, eran libres de organizar sus asuntos internos bajo la conducción de sus líderes tradicionales. Pero la administración del pueblo requería un alto grado de alfabetización. Por este motivo era muy común el estudio en profundidad por parte de las altas clases rurales, siendo así que los niños de estas familias representaran la mayoría de la asistencia en las escuelas pueblerinas.
– Tercera Parte: Occidente y el Nuevo Sistema
a) El Camino Hacia la Modernización Educacional
La influencia de la civilización Occidental había comenzado en 1540 con la introducción de armas de fuego, efectuada por los portugueses.
En 1549 tuvo lugar la llegada de Francisco Javier, abriendo el camino al catolicismo. En las escuelas católicas establecidas se enseñaban idiomas como japonés, latín, portugués, materias de índole religiosa, cursos elementales de ciencias y artes occidentales, etc. Los misioneros, a su vez, aprendieron lo más representativo de las manifestaciones del budismo. Estos mismos misioneros enseñaron además pintura, música y artes de la decoración. Se imprimieron también gramáticas y diccionarios japoneses en latín y portugués, y se prestaba mucha atención a materias como medicina, ciencias naturales, física y astronomía.
Japón finalmente ingresó en un aislamiento casi total entre los años 1640 y 1860 (la Era Tokugawa). En este tiempo, se eliminaron los principios cristianos. Los libros de esta religión fueron quemados y los libros chinos que contenían los principios del cristianismo fueron rigurosamente censurados. Más tarde, los libros chinos de ciencia occidental fueron permitidos. La ciencia y el arte resultaron ser los únicos aspectos que, entrando a China desde Europa, llegaban clandestinamente a Nagasaki, ciudad que fue el epicentro del movimiento extranjero.
El creciente interés por la civilización occidental preparó la era para la apertura del país. Como muestra de esto, se abrió en Nagasaki una escuela de medicina bajo la dirección de un médico militar holandés, de nombre Pompe Van Meerdervort. Este fue el primer instituto japonés que invitó a un profesor extranjero para la enseñanza sistemática de la medicina en el país. Este instituto originó la Facultad de Medicina de Nagasaki.
En 1853, Comodoro Perry llegó a Uraga en demanda de la apertura de Japón para el comercio con el extranjero. De 1854 a 1866 acordó tratados de amistad con Inglaterra, Estados Unidos, Rusia, Holanda, Portugal, Francia, Suiza, Alemania, Italia y Bélgica. Varios estudiantes fueron enviados a Holanda e Inglaterra. La última decisión de permitir y divulgar obras occidentales fue mediante la creación en 1857 de la “Escuela para estudiar libros extranjeros” en Tokio. Esta escuela fue la base de la actual Universidad Imperial de Tokio, que enseñaba en un principio solamente el holandés, agregando tres años después el ruso, inglés, francés y alemán. En 1862 se creó el Kaiseijo, o Lugar de Cultura Liberal, que era un centro para estudiar ciencias extranjeras.
La capital, ya en la era Meiji, se trasladó de Kyoto a Tokio, sede del gobierno shogunal de Tokugawa. Para que la fuerza económica del país aumentase, Japón recibió las influencias de naciones europeas. La actividad del gobierno hizo que se enviaran con más asiduidad estudiantes a Occidente, simultáneamente con la invitación formulada a sabios y profesores extranjeros. Algunos de esos sabios hicieron conocer al mundo la literatura clásica japonesa, insistiendo ante el Ministerio de Educación y ante las autoridades universitarias sobre la necesidad de estudiar y divulgar la historia de la nación.
El Emperador, por otro lado, pasó a ser nuevamente el Jefe espiritual, legal y político del pueblo. Establecidas las bases de la unidad nacional, los hombres de la Era Meiji construyeron sobre ellas el Japón moderno. El éxito de Japón residiría no solamente en un pueblo unido, sino también en un pueblo capacitado. De ahí que la primera y fundamental preocupación fuera la de crear un sistema educacional. La educación se convirtió en un problema básico y en un programa nacional.
Meiji hizo de la institución educacional el centro de la nueva cultura japonesa. El país estableció cuidadosa y persistentemente los fundamentos de un sistema que sirviera a la finalidad nacional. En Japón la educación está, después de todo, dispuesta a servir a esta finalidad y que difiere por completo con los objetivos que tienen los sistemas educacionales de países como Estados Unidos, cuya sociedad está conformada distintamente. La “centralización” del sistema se acondicionaba bien a Japón, ya que tendía a crear esa UNIDAD NACIONAL, indispensable para actuar frente a los intereses, las ideas y las doctrinas liberales que aún seguían llegando.
El gobierno de Meiji establecía, en el año 1868, los principios que servirían de guía. El artículo 5° expresa la determinación del Emperador de promover el conocimiento de Occidente. Más tarde, se reabren escuelas importantes, entre ellas, la de “Lenguas Extranjeras de Tokio” y el “Colegio de Confucio”, elevado a la categoría de Universidad. La empresa educadora se inició en 1870, con la clausura general de las escuelas para organizar el Nuevo Sistema, y en enero del año 1871, todo pasó a manos del Departamento de Educación, constituyendo el paso más importante dado en la historia de la educación japonesa.
El ciclo primario pasó a ser obligatorio, y una característica fuerte de este nuevo sistema era LA IGUALDAD. Sucedió que los líderes adoptaron la llamada ideología bunmei kaika (civilización e iluminismo), la cual afirmaba que el progreso no se mide sólo por los determinantes externos, como la riqueza o el poder, sino por la sabiduría del pueblo.
La falta de libros fue un serio obstáculo en esta iniciación, y comprendiéndolo Yukichi Fukuzawa, comparable al Sarmiento argentino, realizó un viaje a América y adquirió un gran número de textos de historia, geografía, leyes y matemáticas, diccionarios, etc. Así fundó una biblioteca importante que puso a disposición de sus alumnos. En octubre de 1869 se estableció el Departamento de Traducciones.
Si bien la Restauración Meiji había abolido la organización feudal, recién en 1871 se consumó la total transformación política. Este cambio permitió el desenvolvimiento de la educación en la forma planeada por Meiji.
Japón obtuvo una influencia importantísima de pensadores extranjeros, cuyas ideas fueron acogidas con devoción por la juventud estudiosa que volvía sus ojos a Occidente. El pensamiento inglés estuvo representado por Spencer, Smiles, Adam Smith, Mill y Bentham; el francés con el liberalismo y los derechos del pueblo por Rousseau, Montesquieu y Voltaire. De Estados Unidos llegaron las ideas de filantropismo, democracia y cristianismo; de Austria y Alemania se tomaron las doctrinas de Estado representadas por Stein y Gneist, entre otros. Los pensadores japoneses, de todas formas, convencidos de que Japón había sabido mantener su identidad ante la imposición de la cultura china, fueron fuertes creyentes de que era posible seguir siendo japoneses mientras se occidentalizaban.
El nuevo grupo intelectual que surgía se vio enfrentado a los confucionistas. El pensamiento liberal y el Iluminismo trajeron la teoría de la igualdad y de los derechos naturales del hombre, lo cual era un ataque sin atenuantes a los fundamentos ideológicos del pensamiento confucionista tradicional. Entre los intelectuales que hicieron su entrada con Meiji, formados en las ideas modernas de Occidente, algunos habían estado en contacto directo con los países europeos y los Estados Unidos, y eran hombres formados en los estudios clásicos confucianos. Según ellos, el factor de atraso estaba en el pensamiento y moral chinos, tratándose de rechazar lo chino y de recuperar el espíritu originario japonés.
Yukichi Fukuzawa fue el fundador de la Universidad de Keio. Muchos periodistas y economistas constituyeron un partido llamado Kaishinto (Partido Reformista), que reunió a personas de la aristocracia y clase media. Así comenzaron a formarse distintos movimientos que seguían ideas de Occidente. Fukuzawa estaba decidido a iluminar al pueblo japonés, cambiando radicalmente su manera de pensar a través de la educación.
Se contrataron especialistas ingleses para la construcción de ferrocarriles, para organizar una red telegráfica y la marina; a franceses para la reforma de los códigos y la instrucción militar (el derecho francés sirvió de base a la legislación moderna nipona); a los alemanes para los problemas de medicina y salubridad pública; y a los norteamericanos para la creación de un sistema se enseñanza pública, mientras que especialistas italianos tuvieron la misión de enseñar los principios de la escultura y pintura.
Japón hizo de cada escuela rural un centro de instrucción y un hogar de profundo nacionalismo. Fueron la organización y la disciplina (características de los japoneses) los que permitieron la industrialización del país y la revolución cultural. Las ciencias progresaron notablemente. Asimismo, las palabras europeas invadieron el lenguaje, los diarios se publicaron a la manera europea y la enseñanza pública se organizó siguiendo los métodos norteamericanos. Japón se esforzó así para alcanzar la alfabetización popular.
Bajo el control del Departamento de Educación, todo el país estaba dividido en ocho secciones universitarias. Cada universidad controlaba 32 secciones de escuelas medias y cada escuela media tenía bajo su dirección 210 escuelas primarias. Había 1 escuela por cada 600 habitantes.
El Departamento de Educación se subdividió en 3 secciones:
1° SECCIÓN: Educación Especial, comprendiendo la dirección de:
· Universidades Imperiales
· Escuelas Superiores
· Escuelas Especiales
· Otras Escuelas
· Bibliotecas y Museos
· Observatorios Astronómicos y Meteorológicos
· Estímulo de las Artes y las Ciencias
· Academia Imperial
· Sociedades Literarias, Científicas, etc.
2° SECCIÓN: Educación Común, comprendiendo la dirección de:
· Escuelas Normales
· Escuelas Medias
· Escuelas Elementales y “Kindergarten”
· Liceos de Señoritas
· Escuelas para Ciegos y Sordomudos
· Escuelas Complementarias
· Museos Educacionales
· Sociedades de Educación Popular
· Sociedades Educacionales
· Asistencia Escolar
3° SECCIÓN: Educación Técnica, comprendiendo la dirección de:
· Educación Industrial y Técnica
· Educación Agrícola (incluyendo Educación Forestal)
· Educación Comercial
· Escuelas Oficiales y Privadas de Navegación
· Escuelas de Aprendices y Escuelas Técnicas Suplementarias
· Escuelas Complementarias
· Subsidio para las Escuelas Técnicas
· Preparación de profesores para las Escuelas Técnicas
En febrero de 1872 se abrió en Tokio la primera escuela para mujeres. Asimismo, las nuevas leyes de educación establecían fundamentalmente que las escuelas debían conducir al pueblo a dos fines: MORALIDAD e INSTRUCCIÓN. Se clasificaron 6 tipos de escuelas:
> Kindergartens
> Escuelas Primarias Ordinarias
> Escuelas Primarias de Niñas
> Escuelas Primarias de Aldeas
> Escuelas Primarias Especiales
> Escuelas Primarias Privadas
El curso de la escuela elemental comprendía dos secciones de 4 años cada una, asistiendo los niños de 6 a 13 años. El curso de la escuela media comprendía dos secciones de 3 años cada una. Ambas se financiaban por impuestos y contribuciones de los alumnos. La enseñanza del idioma inglés, mientras tanto, se incrementó. En 1899 se determinó que cada prefectura debía tener por lo menos una escuela media para varones y una para niñas.
Era preocupación oficial la salud pública y la higiene, por cuya razón se fundó también la Escuela de la Higiene.
A pesar de todas estas reformas, se decía que Japón nunca podría competir con Occidente si no alteraba su actual sistema de educación, por ser muy extenso el ciclo. Esto llevó entonces a la insistencia de dar por terminados antes los estudios y que la especialización comenzara ya en la escuela media.
La educación común y para todos ha sido impartida desde entonces a través de todo el país, con el objetivo de preparar a los alumnos para que sean exitosos en el futuro.
La realidad actual, de todas formas, demuestra que Japón no debe ser tomado como el paradigma de la perfección. Tiene defectos, y grandes, en su admirado sistema educativo. La educación moderna en el país, por un lado puede ser efectiva, rígida, completa y bien impartida, pero sus falencias son muchas y de conocimiento mundial. No pasan inadvertidos los casos de suicidios estudiantiles atribuidos a la sobreexigencia escolar, ni el extremo control de padres sobre hijos, ni el trato no igualitario hacia las mujeres. Un problema muy grave al que se enfrentan todas las autoridades del ámbito educativo hoy, es la falta de creatividad por parte del alumnado, ya que han sido preparados desde niños para un fin: encajar en esa sociedad capitalista que los rodea. Esto deriva en una planificación anticipada (antes de siquiera haber nacido) de los distintos, pero al mismo tiempo, similares futuros de sus niños, imposibilitándoles tener sus propias aspiraciones y no facilitando su auto superación.
Sin embargo, si en algún momento pudiésemos realizar alguna comparación entre la forma de educar en Oriente y el estilo particular de Occidente con el objetivo de rescatar lo mejor de cada metodología y así sintetizarla en una nueva y original, probablemente nos sorprenderíamos de los resultados. Y a su vez, nos plantearíamos nuevas metas que contribuyan a hacer de todos y cada uno de nosotros, un mejor ser humano.
BIBLIOGRAFÍA
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● Pena de Matsushita, María Elena, Sarmiento y Fukuzawa, editorial Prometeo, Buenos Aires, 2002
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[1] PROTIN, André, La Orientación del Bushido, en
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[2] FRANCESCHINI, Victorio, La Educación en Japón, Págs. 54 y 55
[3] PASSIN, Herbert, Society And Education In Japan , Pág. 13
[4] MIRUMOTO, Jinto, Bushido, en
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