“La naturaleza de los cuerpos es fingir la existencia,

 y este conocimiento es el fin de un espíritu

 rodeado por gallinas ávidas.”

Antonio Gamoneda, Descripción de la mentira

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Como un secreto guardado a espaldas del tiempo, la poesía de Antonio Gamoneda ha permanecido guardada durante largos años en las tierras de León, donde el poeta vive desde los cuatro años. Quizás sea el destino, o las contradicciones propias del silencio, sin embargo, quienes hayan elevado su nombre para convertirlo en referente indiscutible de la poesía española actual. Por fortuna, su obra no puede definirse a partir de una única tendencia poética; sin duda, toda clasificación es siempre insuficiente.

Luego de un gran silencio, entonces, al poeta le ha llegado su merecido reconocimiento. Nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de León, ha sido ganador, entre otros, del Premio Castilla y León de las Letras en 1985, el Premio Nacional de Poesía en 1988, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y el Premio Cervantes en 2006.

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Antonio Gamoneda

 

Entrar en Gamoneda es ser atravesado por la herida, es recorrer un universo poético de pérdidas y cansancio, puro en su expresión, dulce en su complejidad, variado en registros y en ritmo, que pregunta y cuestiona sin descanso.

El poeta leonés ha logrado crear una voz personal, íntima, a partir de la cual su poesía se vuelve universal: temas como la tierra (“Esta es la tierra, donde el sufrimiento / es la medida de los hombres…”), el dolor (“Un día brindaréis por los que habrán / convertido el dolor en fundamento”), la muerte (“dime tu error y si hay difuntos en tu lengua, / dime tu nombre ante el abismo…”), la vejez (“Así es la vejez: claridad sin descanso”), el silencio (“Ciertamente es una historia horrible el silencio, pero hay / una salud que sucede a la desesperación”), el perdón (“Ante mis ojos, la Puerta del Perdón está cerrada”), la verdad (“¿Qué es la verdad? ¿Quién ha sentido la verdad? ¿Quién / ha vivido en ella fuera de la dominación?”), la belleza (“La belleza no es / un lugar donde van / a parar los cobardes”), entre otros, atraviesan su decir; y los paisajes de infancia, de aquel León de la guerra civil e inmediata postguerra (que ha sido, para sus ojos niños, un “observatorio privilegiado” de la represión y la larga noche del franquismo), serán escenario fundante de su poética, espacio de reflexión, descubrimiento y memoria.

Gamoneda escribe (no podría ser de otra forma) desde y hacia su historia, una historia de pobreza e infortunio que se filtra en su obra pero que no es su obra. En su poesía, la realidad más evidente se vuelve irrealidad, y una lucidez existencial logra concentrar el sentido en un juego abierto, lejos del hermetismo, y dar cuenta del drama de la imposibilidad del equilibrio de la existencia a través de contradicciones que conviven en plenitud. Su poesía es testimonio de una época de “silencio, ácidos y suciedad”, y deja al descubierto una grieta que aún tiembla en el centro de un país.

Su lengua poética es subversiva porque nace en la cultura de la pobreza; es al mismo tiempo subjetiva y social. Y goza de una sensibilidad donde “todo es visión, todo está libre de sentido”. El pensamiento poético procede de lo desconocido y lo revela, “puede crear lo que no existe”, en palabras del autor; allí, su función generativa. “El que el significado poético sea un imposible en el exterior del lenguaje, el que carezca de referente conlleva que la palabra sea autorreferente o intrareferente, que su realidad sea efectiva en el cuerpo de la palabra misma comporta una amplificación de la realidad y es una existencia intelectual”; así entonces, desde esta definición, el poeta nos habla de la poesía como esa manera esencial que el hombre tiene de crear realidad; «no sé lo que sé hasta que no me lo dicen mis propias y ya escritas palabras», apunta en tono de confesión.

Su obra se halla contenida, en gran parte, en los siguientes títulos: Sublevación inmóvil (1960), Descripción de la mentira (1977), León de las miradas (1979), Blues castellano (1982), Lápidas (1986), Edad (1987), Libro del frío (1992), Libro de los venenos (1995), ¿Tú? (1999), Sólo luz (2000) y Cecilia (2004).

Ofrecemos aquí una selección de Lengua y herida (2004), antología de Ediciones Colihue, única publicación del poeta español en nuestro país. Que la disfruten.

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Antonio Gamoneda

 

Selección de poemas de Antonio Gamoneda

La soledad se desnuda en tus ojos,

muchacha interminable, extensa en la amargura;

quizá un muerto fugitivo te anida

y te cruza la sangre y, en la sangre, anochece.

 

(de Primeros Poemas)

 

 

* * *

 

 

PROMETEO EN LA FRONTERA

 

I

 

Acaso estemos en igual tormento.

Un dios caído en el dolor es tanto

como el dolor si sobrepasa el llanto

y se levanta contra el firmamento.

 

Un dios inmóvil es un dios sediento

y a mí me cubren con el mismo manto.

Yo tengo sed y lo que yo levanto

es la impotencia del levantamiento.

 

Oh qué dura, feroz es la frontera

de la belleza y el dolor; ni un dios

puede cruzarla con su cuerpo puro.

 

Los dos estamos por igual manera

a hierro y sed de soledad, los dos

encadenados contra el mismo muro.

 

(de Sublevación inmóvil)

 

 

* * *

 

(DIVERTIMENTO. BELA BARTOK)

Si, sangriento, un hijo desgajado,

recién vivo cantase; si pudiera

una tumba cantar, echar afuera

el hervor germinal del enterrado;

 

si pudieran volver a cruzar a nado

el abismo y cantar; si existiera

el sonido del tiempo; si se oyera

cantar un día a los que no han cantado…

 

Oh razón inmortal de la belleza:

aunque sea colgada del espanto,

volver al hombre de donde ha salido.

 

Coge, Bela, mi pena y mi cabeza

por si hace falta en el metal del canto

compañía y dolor a tu sonido.

 

(de Sublevación inmóvil)

 

 

* * *

 

 

TRISTES METALES

 

Madre: quiero olvidar

esta creencia sin descanso. Nadie

ha visto un corazón habitado:

¿Por qué este pensamiento irreparable,

esta creencia sin descanso?

 

 

Estar desesperado,

estar químicamente desesperado,

no es un destino ni una verdad .

Es horrible y sencillo

y más que la muerte. Madre:

Dame tus manos, lava

mi corazón, haz algo.

 

(de Exentos, I)

 

 

* * *

 

 

Vivo sin padre y sin especie; callo
porque no encuentro en el osario ciego
del sonido aquéllas como frutos
antiguos, las adánicas, redondas
palabras oferentes. Van perdidas
las prietas de salud; quedan vestigios:
astillas, soledad, tierras, estatuas.

 

(de Exentos,II)

 

 

* * *

 

 

Es él, el alimento y el olvido;

agua de juventud; se sobrepone

a toda visión. un dios antiguo

abre sus venas en mi sangre y fluye

hasta cansar mi corazón. El zumo

de la serenidad hierve en mi boca;

cojo el secreto con la lengua, pero

más me coge él a mí. Ramas tranquilas

bajan el mostro hasta mis labios. Él

roba la muerte de mis huesos. Habla

como un mirlo esparcido y todo el bosque

abre sus frutos y los manantiales

manan lentos en mí. Pero llorando.

 

(de Exentos,II)

 

 

* * *

 

 

El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición.

El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido,

y no acepté otro valor que la imposibilidad.

Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar,

 

escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso;

escuché la huida de los insectos y la retracción de la sombra al ingresar en lo que quedaba de mí;

escuché hasta que la verdad dejó de existir en el espacio y en mi espíritu,

y no pude resistir la perfección del silencio.

 

(…)

 

En este país, en este tiempo cuya pesadumbre se dibuja en lápidas de mercurio,

 

voy a extender mis brazos y penetrar la hierba,

 

voy a deslizarme en la espesura del acebo para que tú me adviertas, para que me convoques en la humedad de tus axilas.

 

Todavía existe luz en la destitución y i valor se descubre en sílabas en las que tú y los rostros actuáis como gránulos silvestres,

 

como espermas excitadas hasta penetrar en la bujía del sonido,

 

hasta sumergir mi cuerpo en aguas que no palpitan,

 

hasta cubrir mi rostro con las pomadas de la majestad.

 

(…)

 

Agradezco la pobreza para que la pobreza no me maldiga y me conceda anillos que me distingan de cuando fui puro y legislaba en la negación.

 

Huelo los testimonios de cuanto es sucio sobre la tierra y no me reconcilio pero amo lo que ha quedado de nosotros.

 

Estoy viejo de mí mismo pero hay estigmas. Han llegado los visitantes. Hay hormigas debajo de las llagas.

 

(…)

 

No recurriré a la verdad porque la verdad ha dicho no y ha puesto ácidos en mi cuerpo.

 

¿Qué verdad existe en el vientre de las palomas?

 

¿La verdad está en la lengua o en el espacio de los espejos?

 

(…)

 

Todos los gestos anteriores a la deserción están perdidos en el interior de la edad.

 

Imaginad un viajero alto en su lucidez y que los caminos se deshiciesen delante de sus pasos y que las ciudades cambiasen de lugar: el extravío no está en él, mas sí el furor y la inutilidad del viaje.

 

Así fue nuestra edad: atravesábamos las creencias.

 

 

Los que sabían gemir fueron amordazados por los que resistían la verdad, pero la verdad conducía a la traición.

Algunos aprendieron a viajar con su mordaza y éstos fueron más hábiles y adivinaron un país donde la traición no es necesaria: un país sin verdad.

Era un país cerrado; la opacidad era la única existencia.

 

(de Descripción de la mentira)

 

 

* * *

 

 

No hay salud, no hay descanso. El animal oscuro viene en medio de vientos y hay extracción de hombres bajo los números de la desgracia. No hay salud, no hay descanso. Crece un negro bramido y tú interpones los estambres más tristes (bajo un sol incesante, en un cuenco de llanto, en la raíz morada del augurio) y las madres insomnes, las que habitan las celdas del relámpago, deslizan sus miradas en un bosque de lápidas.

¿Gimen aún los pájaros? Todo está ensangrentado. Sordo en e fondo de la música, ¿debo insistir aún? Hay vigilancia en los jardines interpuestos entre mi espíritu y la precisión de los espías. Hay vigilancia en las iglesias.

Guárdate de la calcinación y del incesto; guárdate, digo, de ti misma, España.

(de Lápidas)

* * *

No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo dolor no me concierne. Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte. Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.

(de Aún)

* * *

Sobre El Autor

Licenciada y Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Escribe poesía, literatura infanto juvenil, y se dedica también a la dramaturgia. Se formó como actriz con Carlos Gandolfo, Augusto Fernándes y Pompeyo Audivert, entre otros maestros. Da clases de literatura, talleres de escritura y de teatro. Co-fundadora y Jefa de Redacción del portal Evaristo cultural, es editora del sello Evaristo Editorial. Como periodista cultural, colaboró a su vez en diversas publicaciones (Revista Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla -México-; Agulha Revista de Cultura -Brasil-; Hablar de Poesía -Argentina-, entre otras). Se dedica también al trabajo social. En 2019 recibió la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes para su proyecto Poéticas de la percepción / Entrevistas sobre poesía. Es parte del equipo de Gestión y políticas culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

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