Los ruidos del delito, en el poder, no dejan escuchar determinados gritos y disparos de una democracia que equivocó el camino, después de haber perdido fuerza en la revancha.

Entonces, la política, envenenada en los ´90, queda presa de sí misma y convertida en trampa durante tanto tiempo.

La esperanza, indefensa e indefendible, se deshace entre culpas ocultas y burbujas, dejando en evidencia vicios de un sistema imperfecto y frágil, que cae fácilmente en el pecado, pudiendo agotarse en la ilusión del voto.

Todo ocurre entre el ser, y el deber ser, de la política.

Crímenes mafiosos, salvajismo, secretos de asesinos y suicidas, encajarían en un esquema de corrupción estructural.

Así, distintas partes de un todo, sirven para imaginar el armazón que ahora dibuja Ernesto Mallo en su novela. 

¿Cómo surge la saga del “Perro Lascano” y cómo modifica tu carrera?

Surge de una idea que estuvo dando vueltas en mi cabeza durante 25 años. Alguien comete un homicidio “privado” y oculta el cadáver entre otros que dejó un grupo de tareas de la última dictadura. En 2000, la historia tomó forma en mi cabeza y escribí un guión cinematográfico titulado “La Aguja en el Pajar”. Pero sobrevino 2001, el corralito y nadie soñaba con hacer una película. De modo que lo convertí en una novela. En realidad no modificó mi carrera sino que abrió una nueva posibilidad, pues esa fue mi primera novela. Después decubrí que con el protagonista, el “Perro” Lascano, tenía más cosas para decir y escribí dos novelas más. “Delincuente Argentino” y “Los Hombres te han hecho mal”. 

¿Es correcto afirmar que el género negro experimenta un auge?

Es correcto. Superó en ventas a la novela histórica. Lo cual tiene su lado positivo y su lado negativo, pues las editoriales y muchos autores se han desbarrancado en una especie de fiebre del oro y han aparecido miles y miles de títulos. Muchas buenas novelas, pero también una cantidad de libros que no valen uno sólo de los árboles que se tumbaron para publicarlo. Mucha gente cree que es un género fácil, que con poner una mujer misteriosa, un detective fracasado y borracho y un millonario criminal ya alcanza, pero no es así. Lo que es fácil de escribir es difícil de leer y lo que es difícil de escribir es fácil de leer. No hay fórmulas. 

¿Qué implicancias tiene para un autor argentino (más allá de la caricia al ego) el ser publicado por una de las editoriales más prestigiosas de España?

Siempre tuve una gran predilección por los libros de Siruela. Títulos y autores muy bien seleccionados, ediciones muy cuidadas. Creo que es la única editorial en la que se puede confiar plenamente, uno puede llevarse cualquier título de Siruela con los ojos cerrados. Eso sí, después hay que abrirlos para leerlo. Yo no me atrevía ni a soñar con publicar en esa editorial donde están Bruno Shulz, Italo Calvino, Clarice Lispector, entre muchos otros genios de la literatura mundial, de modo que cuando me llegó su propuesta tuve la impresión de que algo bueno debería estar haciendo. Sobre todo teniendo en cuenta que sólo dos argentinos estamos publicados en Siruela. Elsa Osorio y yo. Pero además es una editorial gerenciada casi totalmente por un grupo de mujeres que lidera Ofelia Grande que, además de guapísima, es una editora superlativa. Un orgullo estar en sus filas. 

Teniendo en cuenta niveles alcanzados de calidad y popularidad, ¿es factible reconocer períodos de tiempo en los que los relatos policiales reflejen, cuantitativa y cualitativamente, un mayor crecimiento?

Estoy seguro de que los hay, pues las modas en todos los rubros son pendulares, y cuanta más gente haya escribiendo policiales, mayores serán las posibilidades de crecimiento, pero yo no he investigado el tema en profundidad. Creo que es un tema que deben dominar más quienes se dedican a la teoría o la crítica literaria. 

¿Qué satisfacciones y qué insatisfacciones te trajo estar a cargo de la organización del BAN?

La mayor satisfacción es haber dado en el clavo con una necesidad de los lectores y de los seguidores del género y abrir un espacio, una vidriera para que los autores pueden mostrar y difundir sus trabajo. Esto es especialmente importante toda vez que hay más libros que librerías, más autores que editoriales y más títulos que medios para difundirlos. Cosa a la que ayudan mucho los tres concursos literarios que organizamos. Pudimos confirmar que, la mezcla del crimen real con la convocatoria a forenses, jueces, criminalistas, policías, periodistas y ex-delincuentes, con el crimen de ficción de la mano de los escritores de género ha sido clave para su éxito. Buenos Aires Negra, más allá de su validez como festival literario se configuró también como un espacio de reflexión sobre el crimen y la violencia.

En cuanto a las insatisfacciones sólo algunos comentarios que circularon por las redes, creo que producto de la envidia y una práctica vulgar de tirarle piedras a los que hacen cosas. Hay una parte muy mediocre de nuestra sociedad que odia el éxito. Pero en realidad fueron hechos insignificantes.

 En Me verás caer, novela policial y política, la ficción y la realidad se mezclan en una construcción, de tu autoría, que a su vez se apoya en otra construcción, la del poder real. ¿Qué podrías decirnos al respecto?

En mis novelas siempre hay una cruza de ficción y realidad, pero creo que esto refleja que en la vida de todos los días también se da esa mezcla. En las noticias periodísticas hay mucho de ficción, en los discursos políticos hay mucho de ficción, y a todo eso se agrega la ficción que la propia gente se hace con esos datos. El poder real se construye sobre elementos simbólicos, el que mejor maneja esa semántica es quien acumula mayor cuota de poder. En una democracia electoral y representativa como la nuestra, el poder se construye tanto con realizaciones concretas como con la creación de ilusiones y esperanzas. Lo real termina siendo lo que es percibido como real. 

El delito, descubierto como instrumento y sostén de la política, ¿condena a la democracia a la resignación, y la obliga a tragar sapos?

La democracia es la idea de una forma de administrar las relaciones de un país, por lo tanto no es pasible de resignarse ni de tragar sapos. Esas actividades están reservadas para los ciudadanos. La democracia es imperfecta y como sistema de gobierno, demasiado frágil, demasiado vulnerable y poco confiable, pero los seres humanos no supimos inventar nada mejor hasta la fecha, de modo que somos nosotros quienes debemos conformarnos o, si se quiere, resignarnos y elaborar recetas para que el sapo tenga el mejor sabor posible. El delito no es un aspecto separado de la vida social y política de una comunidad, es parte integrante y funcional de ella. El delito está articulado, forma parte de la vida cotidiana, social y política. No es un cuerpo extraño, que se ha incrustado en el cuerpo social, sino uno de los elementos que lo componen y con el cual debemos convivir. No es un virus que es posible eliminar o un tumor que debemos extirpar. Es un aspecto de la sociedad que requiere un tratamiento social por parte de la comunidad y político por parte de los gobernantes. El sistema de culpar al gobierno por cada delito que se comete es un síntoma inequívoco de inmadurez social. Este tema da para un ensayo, pero lo concreto es que como sociedad debemos preguntarnos dos cosas importantes: ¿que clase de gobernantes queremos tener? Y ¿que clase de criminales queremos tener?, y considerar en qué momentos las dos preguntas son en realidad la misma. 

tapa libro

El país lleva ya treinta años transcurridos a los tumbos en democracia y, ello sucede al tiempo que las policías provinciales han decidido medir fuerzas, poniendo contra la pared al poder político y tomando como rehén a la sociedad. Esta presión, ¿no podría ser interpretada como un globo de ensayo?; ¿no quedó en evidencia la fragilidad de las instituciones democráticas, frente a las armas de la policía? 

Las fuerzas policiales son una corporación que actúa como tal, y que, como casi la totalidad de los actores políticos, sucumbe a la lógica de que “el fin justifica los medios”. Vale decir que no vacilan en hundir al país si con eso consiguen sus objetivos o perjudican al adversario. Los civiles somos siempre y necesariamente más débiles que las fuerzas armadas (policiales o militares). Pero si las fuerzas armadas (que son una institución democrática) pueden doblegar a las instituciones, o forzarlas a obrar de tal o cual modo, es una señal clara de que quienes manejan las instituciones no están haciendo bien su trabajo. Es apropiado decir que la sociedad civil quedó como rehén de una situación política, pero el poder político se metió solo en el callejón sin salida. La policía sólo aprovechó la oportunidad. En estos últimos episodios las rivalidades políticas entre el gobierno central y algunos provinciales dejaron a los ciudadanos desprotegidos y a merced de unos comportamientos propios del crimen organizado por parte de las policías. Utilizar métodos criminales para formular un reclamo, invalida al reclamo por justo que este pueda ser. Sin embargo, no ha habido sanciones, sino más bien fueron premiados con la concesión de lo que reclamaban. 

En el ´76, los militares terminaron siendo el brazo armado de un poder en las sombras. ¿Qué poder tiene el narcotráfico, hoy, en Argentina?; ¿cómo se mide ese poder?

Los militares no terminaron siendo el brazo armado de un poder en las sombras, siempre lo fueron. En la dictadura de Videla y sus secuaces, ese poder fue cuando estuvo más desembozado, lo representaba Martínez de Hoz, que era el verdadero patrón, las fuerzas armadas eran en realidad sus gendarmes.

En cuanto al narcotráfico, no se pude hacer un análisis del tema si no se lo toma en términos globales. El conocido capo brasilero Marcos Camacho “Marcola”, habla de las organizaciones narcotraficantes como “las multinacionales de la droga”. Es decir que se trata de corporaciones criminales que, en muchos casos tiene más recursos y más presupuesto que muchos países, incluida Argentina. El dinero del narcotráfico es de tal volumen que puede comprar gobiernos enteros, funcionarios de todos los niveles y militares de todo el escalafón. Los países centrales pretenden tratar el problema con el concepto de “guerra” que los Estados Unidos le exportan a todo el mundo. Hasta ahora, la guerra contra el narcotráfico lo único que consigue es sostener el negocio y aumentar los precios. De modo que a la pregunta ¿que poder tiene el narcotráfico hoy en Argentina? La respuesta es: el que quiere tener, cuando quiera tener más, lo tendrá. ¿Cómo se mide? El poder del narcotráfico puede medirse por los muertos que va dejando, comparados con México, Bolivia y Perú, vamos bastante bien, pero esto puede cambiar de la noche a la mañana, porque los narcos migran con mucha facilidad, como fueron los casos de Colombia o de Afganistán. La Argentina como nación y como poder político global puede hacer muy poco para contener la conquista y colonización que las empresas del narcotráfico hacen en todo el mundo, y, lo poco que podría hacer, no lo hace.

Por Damián Blas Vives

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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