En la sección Literatura de Evaristo Cultural hemos publicado, el 11 de agosto de este año, El chico del ataúd. Es el primer cuento del libro que lleva el mismo título. La idea fue ofrecerle al lector un adelanto que le permitiera hacer contacto con la particular narrativa de Gustavo Di Pace. La intención, oculta, era iniciarlo en un peregrinaje desde lo descabellado, atravesando tramas que frecuentan atmósferas oníricas, como apelando a otra dimensión para cuestionar la realidad, desde el disparate.
La lucidez de Di Pace, lo conduce hacia espacios precisos de confrontación del ser con su propia oscuridad. Ahora, también, en Mi yo multiplicado, los personajes circulares y complejos, se definen a sí mismos por lo que dicen y hacen. Y, si es verdad que el autor los construye, no es menos cierto que, en este caso, Di Pace lo hace a su modo pero, el toque final corre por cuenta del lector -supervisor que, inexorablemente, descargará sobre parte de ellos algo de su propio universo. Un escritor para tener en cuenta y para seguirle los pasos, aunque se ponga paranoico.
¿Considerás que los sueños se agotan en su propia dimensión, o que su destino es llevarnos a explorar la realidad?
Me parece que no se agotan en sí mismos, de hecho, creo que los sueños son grandes salvadores. El asunto es lograr que sus beneficios incidan en la vigilia. Por ejemplo, cuando escribo mi yo se disgrega, como pasa en los sueños, y eso da alivio. Me parece que le creemos demasiado a la realidad, tendríamos que ser un poquito más oníricos.
Tanto El chico del ataúd, como Mi yo multiplicado, evidencian un hilo conductor que, a su vez, atraviesa ambas entregas; ¿qué reconocerías como denominador común, más allá del lenguaje y del estilo?
Creo que la pregunta que se respira en ambos libros es cómo se dice la muerte, su contundencia y su necesidad. La muerte es insoportable, sí, pero es verdad que si ella no existiese, la vida sería un absurdo aún mayor.
En tus cuentos, aparecen diálogos internos que, por momentos, se dan entre lo visible y lo invisible. Te pido una reflexión sobre este tema.
Bueno, yo me di cuenta mucho después de estas apariciones. Creo que en los cuentos se intenta comprender lo que está más allá de nosotros mismos, eso que está hecho de verdad profunda, siempre invisible, pero abierta si se tocan ciertos hilos y se tiene suerte.
Si hablamos de los personajes, ¿cuál es la clave?
Bueno, si es que hay alguna clave, me parece que es dejar que ellos sean lo que quieren ser, incluso a pesar nuestro.
¿Entre tus miedos están la locura y la muerte?; de ser así, en qué orden y por qué.
Me parece que la locura es tenebrosa. La muerte es inevitable, qué se le va a hacer, pero la locura, cuando llega, se tiene la sensación de que acaso podría haberse evitado. Eso es lo terrible.
Desde tus cuentos, qué reacción esperás del lector. ¿Qué te gustaría más que le pase a quien te lee; que piense lo que escribís o que lo sienta?
Flannery O’Connor dice que un cuento tiene que experimentarse de un modo sensorial. Son palabras sabias, y por eso bellas. El pensamiento es relevante, claro, siempre que no coarte lo otro. Me gusta la escritura que conmueve, que llega profundo y no sabés bien por qué.
¿Sos de los que buscan un significado en cada universo, o eso es algo que te tiene sin cuidado?; en todo caso, por qué.
En La inteligencia de las flores, Maurice Maeterlinck habla de los innumerables universos que existen sin que reparemos en ellos. Si mal no recuerdo afirma que sus significados son inasibles. Me gusta percibir esos mundos, incluso jugar a crearlos, pero buscar una significación, bueno, me parece que esa utopía corre por cuenta de otros, jamás de parte de un tipo que escribe.
Por último: ¿Calderón de la Barca, o Ataque 77?
“…Y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende…
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”
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“En vigilia de ensueños me vi,
controlar mi conciencia de ser
desplazaba mi punto de encaje
hacia algún lugar
donde no hacen falta alas para volar, sentir…”
Los dos, pero también Black Sabbath cuando, en Tras el muro del sueño, dice:
El muro del sueño es fresco y luminoso
El muro del sueño se agrieta
El sol brilla dentro, has despertado