Mueren en el agua una mujer y un pez, al quedar atrapado en el primer cadáver.
El relato sucede en el tiempo del agua, de ríos muy bajos, de mínimo movimiento. El tiempo será otro, en caso de que la minuciosidad y el detalle permitan que la historia avance o la convierta en el ingreso a un nuevo sistema de significados. Un rizoma de núcleos espaciados, esparcidos, como hojas en el río vistas desde el cielo. Los núcleos a los que este rizoma volverá serán la muerte y los nombres, porque tal vez ni siquiera volvamos a los mismos personajes sino sólo a su signo, ya que cada escritor otorgará un universo a cada sujeto que aparezca en su carta-ejercicio, que bien será a su vez una declaración en el juicio que se constituye a cada lectura. El detective será el tallerista que arbitra la gala, él juzga y a su vez será sospechoso.
Las grandes revelaciones se producen en clave de literatura, se dialoga y discute a través de lo escrito, de lo que se lee a público; el enredo dialéctico deviene erotismo, deseo.
Un taller de escritura con doble entrada: para los personajes y para el lector, una suerte de cadáver exquisito muy afortunado. Los lectores acudimos a un encuentro y eso suele resultar gratificante. Nuestras islas serán: el lugar, el delta de Tigre, los peces, en todas sus posibilidades, un grupo de personas que escribe y lee en el marco de la gala a la que asistimos, pero primeramente la muerte.
La lección más presente es la metonimia en todas sus posibilidades, puesta en ejercicio o expuesta como ejemplo.
Los participantes de la gala conviven obligados entre ellos y transitan aires muy diferentes antes y después de la muerte de Nadia, quien aparece gracias al cordón de su zapato enredado en la madera o a la ingesta del zapato ausente en el cadáver o en las cartas.
Por momentos empecé a sentir que de la misma forma que Virginia Woolf recorre Las Olas; con un ir y venir en el tiempo, la historia y los discursos, Ezequiel Bajder va recorriendo este delta, la gala, los personajes, los textos, las identidades, los deseos, el agua y la muerte, cuya investigación es en términos de poesía en ejercicio, siendo ejercida. Este ejercicio se presenta en un lenguaje sumamente preciso, como un plano detalle del lenguaje.¿Será que el agua en las hojas lleva a los autores a un limbo temporal?
¿Cómo nace la Gala?
Creo que nace en el 2002; me siguen gustando los géneros como un marco para la escritura, como una forma de tener una contención. La gala salió de ahí: de la idea de mezclar el policial con la literatura erótica que, supongo, son dos géneros de encierro. Después me acordé de que en La Galatea de Cervantes el género pastoril aparece traicionado en su intención bucólica con un asesinato. Entonces decidí incluirlo y obtuve el título. Además, la estructura de la pastoril me parecía que podía hacer girar a los otros géneros: el postulado es que A ama a B; pero B a C; y C, claro, a D. Yo armé algo así solo que todos se acuestan con todos menos con el que quieren, salvo, tal vez, en ese trío que forman Lucius-Nadia/Diana-Arbiter, que también pueden ser dos parejas.
Siendo ésta tu segunda novela publicada ¿surge en vos alguna reflexión sobre los temas que te convocan a la escritura?
No sé si hay temas que me convocan. No me lo pregunto mucho. Descreo un poco de los temas como construcción previa al hecho de escribir, porque, entonces, supongo que me limito. Además, suele parecerme que, si uno encara la escritura como una forma de discurso sobre algo, no le queda otra cosa que volverse una tesis, una justificación del tema, por lo que se vuelve automatizada. Y a mí me gusta mucho la escritura como objeto, como goce también, como exceso.
¿Cómo trabajaste las identidades de los personajes en relación a lo que ellos escriben?
No la trabajé, creo. Tenía algunas características, articuladas por la pastoril, por quién quiere a quién y quién se acuesta con quién. Nada más. Lo que escriben fue todo improvisación, una forma de investigarlos en un discurso en vez de una personalidad. Para mí no tienen rostro, ni presencia, ni los veo o los extraño.
¿Cómo es para vos esta idea de la ley autónoma, que se genera en este contexto de aislamiento y de esa policía que no llega?
La pregunta incluye una tesis y la tesis me presenta un desafío. Voy a ver si puedo esquivarlo: veo al texto (o a la literatura en general) como una ley autónoma, como un lugar donde confluyen determinados elementos. De algún modo la escritura se desarrolla y se revela en su propia ley; eso espero que le pase a La gala. Eventualmente, en la novela, llega la policía y el fiscal (que solo sirven para encontrar otro relato dentro del relato), como intuyo que en la escritura, a la larga, aparecen las relaciones con otros textos, con los lúdicos límites del género.
En este caso, ¿la muerte resulta ser algo más que un disparador poético?
No lo sé; creo que servía como inicio, como ruptura de un orden que no se restaura del todo, pero que permite buscarlo. La novela intenta volver al principio, a lo que ocasiona la ruptura inicial que es la del silencio.
Sísifo es una metáfora muy presente, ¿podemos decir que la novela se presenta en una dinámica similar a la del desenlace de Sísifo?
Debería decir que prefiero que no. De todos modos, recojo el guante: me gusta de Sísifo, o me interesa del mito la insistencia más que la condena; la permanencia, lo obcecado. Por otro lado, me interesan siempre la circulación, los circuitos. En ese punto la forma del río también estaba del lado de la insistencia y de la circularidad a la vez. Un poco de eso se trataba la forma de La gala.
¿Cómo fue tu formación -en idiomas-?
Caótica y un poco informal. Aprendí alemán desde los cinco años en una escuela bilingüe. Un poco de inglés en diversos institutos. Lenguas clásicas en la UBA. Portugués e italiano con profesores particulares. Diría que esas son los idiomas con los que puedo hacer algo. Querría retomar francés y que me guste.
¿Cómo fue tu recorrido hasta llegar a ser editor?
Sin pensarlo. Desde el desconocimiento. Creo que, si hubiera sabido las contingencias que rodean al oficio, no sé si me habría animado. Por otra parte, espero no haber llegado: quisiera seguir en camino.
¿Encontrás algún contacto entre el ejercicio de la traducción y el de “traducir” lo que un personaje necesita decir?
Es un punto que no había pensado antes; tal vez, en general, porque no creo que los personajes necesiten decir nada en particular. Soy incapaz de interpretarlos, de hacer una lectura. Por otro lado, creo que una traducción es esencialmente eso: una forma de leer un texto, de pararse frente a lo que ya dice más allá de toda necesidad.
¿Cómo ves el estado de situación de la literatura en la actualidad? ¿Cuáles son las voces más interesantes y cuáles los nacimientos más promisorios?
Veo por momentos cierta ortodoxia, cierta bajada de línea muy fuerte en dos aspectos: uno, en la manera de escribir, como si la escritura fuera un sucedáneo de algo, una consecuencia más que un abordaje; el otro es, para mí, el imperio de lo temático (y de esto creo haber hablado un poco arriba) que relega a otras cuestiones. O tal vez sea solo yo: nunca sé responder de qué se trata lo que escribo ni lo que leo. Es lo que menos me importa.
En cuanto a las voces más interesantes, me resulta difícil opinar porque no leo todo lo que debería de lo que se publica como para tener un juicio acertado. Además, mi rol de editor me hace leer, muchas veces, con la mirada despojada de mi valoración (editar implica suspender un poco el propio gusto) y concentrada en la capacidad de un texto de interesar a otros lectores. Entre el optimismo del editor y el pesimismo como escritor pivoteo bastante.
¿Cómo manejás el clima, la atmósfera, en tus narraciones?
Desde la voz que se construye en el relato; desde las implicancias del género. Supongo que hay una tonalidad que va tiñendo todo, creando el clima preciso que una narración necesita, el ritmo, la respiración adecuada.
¿Cómo abordás en tu obra el trinomio “lenguaje, trama, argumento”?
Como puedo. Como una unidad también supongo: hay un tratamiento o, como decía antes, una voz que me permite hacer de lenguaje, trama y argumento una obra.
¿Cuál es tu proceso de escritura?
Me lleva mucho tiempo ponerme a escribir. De hecho, La gala empezó en el 2002 como idea y en 2012 a escribirse. En ese tiempo, supongo, que también voy trabajando el texto, como una parte de la elaboración, de pensar una estructura. Casi nunca planifico en el sentido estricto, solo pienso en el texto y traiciono eso cuando escribo.
¿Cuáles son tus influencias literarias?
Hay una distinción metodológica con eso de las influencias que, en mi caso, resulta pertinente aclarar. La influencia como influjo, como marca, como continuidad me resulta pedante. ¿Qué puedo decir yo de las marcas de otros (con certeza mejores escritores) en lo que escribo? ¿Desde qué lugar me hago cargo o digo que se ve tal vestigio de otro? En todo caso, me interesan las influenzas, los contagios literarios, esos que solo pueden aparecer procesados, tamizados por mi torpe experiencia, que no se comparan o se ponen a la altura de otros escritores sino que ofrecen, apenas, una lectura que puede ser indirecta y sobrevolar la obra.
Dicho esto, algunos nombres azarosos: Catulo y Ovidio, Macedonio Fernández, Borges, Machado de Assis, Augusto y Haroldo de Campos, Kafka, Hölderlin, Heine, T. S. Eliot, Italo Calvino, Natalia Ginzburg, Flaubert, Alain Robbe-Grillet, Saer, Cervantes, Quevedo, Faulkner, Petronio, Apuleyo, Sade. Esos se me ocurren ahora, mañana la lista podría ser diversa, pero siempre placentera.
Desde el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal consideramos este género como un vehículo efectivo de ciertas ansiedades sociales –conscientes o no en los escritores y en los lectores-, en tanto que, cuando se piensa el crimen, el descontento social o la situación del individuo, generalmente se está pensando, aunque más no sea tangencialmente, en el derecho y, por lo tanto, en la construcción imaginaria de la sociedad. ¿estás de acuerdo con este postulado?
Parece difícil no estar de acuerdo. Hay sí en el derecho (y en pensar el derecho) una construcción imaginaria, aunque también después un correlato en lo cotidiano. Tal vez ese correlato sea la diferencia: la literatura queda solo en la imaginación.
¿Cuáles son las particularidades del género en nuestro país y en latinoamérica? ¿Cuáles las distancias con el género en EEUU y Europa?
El género me parece amplio y diverso, me cuesta hacer una condensación (sin el rigor de un estudio del que carezco) que pueda fijarle pautas. Supongo, si tomamos en cuenta la pregunta anterior, que las ansiedades son distintas. Aunque hay muchas ansiedades compartidas, ¿o no?
¿Cómo se transfigura el género cuando el delito adquiere forma de reparación social? Hablemos de la distinción literaria entre los conceptos de ley y justicia.
Supongo que también en el plano de la imaginación. Ese distingo parece ser solo literario, ficticio, conceptual, no verificable.
¿Cómo percibís el cruce entre historia nacional y literatura?
En constante revisión y recelo.
¿Considerás que la escisión capitalismo / democracia que dió lugar a la crisis en Europa modificó el género en esos países?
No tengo información suficiente del género en Europa como para dar una respuesta a la altura de la pregunta. Se puede suponer que todo cambio profundo (más una escisión) aparece en la literatura. Pero suponer sin verificar es de detective de una mala novela.
¿Por qué no ha surgido aún la gran novela criminal sobre el poder económico?
No lo sé. Tal vez, si somos conspirativos, porque el poder no quiso; si somos althusserianos porque la superestructura del poder no lo habilita; si somos más literarios, porque el poder económico es increíblemente aburrido, lleno de burocracias y de distracciones. Tal vez, Kafka se haya acercado a esa narración; tal vez, si nos esforzamos en forzar las cosas, podamos decir que El proceso es una novela sobre cómo lo judicial también es una forma del poder económico que aburre y agobia con sus interminables desvíos burocráticos para que no sea cuestionado.