En enero de 2007 publicábamos, en el Nº4 de Revista Seda, una entrevista con José Luis Moure, con quien conversamos acerca de la entonces recién creada Clearab (Cátedra Libre de Estudios Árabes de la U.B.A.), de la que fue fundador y director, de sus primeros contactos con la cultura árabe y de las dificultades que implica, hoy por hoy, dedicarse al estudio de una cultura cerrada sobre sí misma y demonizada por los medios masivos de comunicación.

Siendo Dr. en Filosofía y Letras de la UBA y habiéndote desempeñado primero en el campo de la lengua y la cultura latina, ¿cómo se inicia tu interés en el Islam?

Es cierto que me he recibido como Doctor en Filosofía y Letras, pero es un título que viene a coronar una carrera de filólogo. Comencé ésta efectivamente como docente de latín. En el campo de la romanística el latín es fundamento, de modo que no es extraño que la inclinación que yo tengo desde mi área que es la filología española, fuera acompañada con el latín. Lo árabe corre por caminos separados; nace de una manera explicable pero no frecuente. Mi afección por la árabe es independiente y diría, incluso anterior a mi formación específica en filología latina, románica ó hispánica -los campos que de alguna manera cultivé-. ¿Por qué? Porque yo estaba en la escuela primaria cuando vi Lawrence de Arabia. Lo que me impresionó de la película, no fue la fantasmagoría habitual de las películas (en su caso: camellos, dunas, etc.), sino una escena particular en la que Lawrence, subido a un camello, escribe en una página en blanco algo en árabe. Esas letras árabes escritas sobre papel blanco me impresionaron definitivamente. Y se instalaron en mi percepción estética de una manera definitiva. Yo diría que mi aproximación al mundo árabe es casi exclusivamente estética. Estética que después lógicamente se abre a otras consideraciones del mundo árabe. Pero una aproximación estética que va desde la música, hasta el recitado coránico o la llamada del almohecín. La atracción por ese mundo nace en definitiva en aquellos lejanos doce, trece años de edad, cuando veo esa escena particular de dicha película.

Por otro lado, ya desde el punto de vista profesional, la relación entre el mundo árabe y específicamente el mundo de la filología hispánica, no necesita excesivos comentarios. Pese a lo cuál no está demás recordar que los árabes estuvieron en España 781 años, no sólo algunos años, sino casi 8 siglos, que si bien no todos fueron de ocupación intensa, de relación estrecha, buena parte de ellos sí. Dejaron en el español unos 4000 vocablos, según afirman algunos –la cuenta es muy difícil de hacer- de modo que, una lengua que incorpora 4000 vocablos de otra, difícilmente pueda pensarse como absolutamente independiente de ésta. Más allá que haya algunas percepciones, algunas visiones particulares que tratan de disminuir esto, de hecho, ciertas investigaciones han probado por ejemplo, que algunas influencias supuestas en la sintaxis árabe sobre el español no son ciertas, me parece a mi que se encuentren o no se encuentren estas similitudes, el sentido común indica que dos culturas que han estado conviviendo durante casi ocho siglos no necesita explicación en cuanto a la necesidad de estudiarse.

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¿Decías recién que hay investigadores que no consideran influyente el árabe en el castellano?

En realidad, nadie se atrevería a decir eso, porque bastaría observar que sólo en el diccionario de la Academia hay alrededor de 1000-1200 vocablos, empezando por aquellos que empiezan con a, el famoso artículo árabe. Pero en muchos casos, se busca ver qué influencia ha ejercido una lengua sobre otra en aspectos que los lingüistas consideran más importantes que el vocabulario, como son, por ejemplo, la sintaxis y la morfología.

Teniendo en cuenta que el castellano es un idioma del tronco latino y el árabe del tronco semítico, estamos hablando de dos lenguas estructuralmente diferentes, de modo que no debe llamar la atención el que no se hayan producido influencias estructurales profundas. Pero yo voy más allá. Quiero decir que así como durante mucho tiempo se consideraba enorme la influencia del árabe y se la encontraba en aspectos aún sintácticos, morfológicos, e incluso algunos llamativos, como suponer por ejemplo, que expresiones ponderativas tales como “hijo de la guerra” o “hijo de tal cosa” eran de origen árabe –fáciles de contradecir porque ya había ejemplos en latín de este tipo de construcciones-, y que algunos filólogos más actuales se ocupan de derribar.

Yo creo que de todas formas, se pruebe o no esta influencia en cuanto a las estructuras, o caigan algunos arabismos por no ser tales, la influencia de una convivencia de 8 siglos me parece a mí baladí su discusión (¡siendo el mismo término baladí un arabismo! –risas-). Porque esa influencia tiene que haber existido, y de hecho las interrelaciones culturales están históricamente probadas, lo mismo que las interrelaciones literarias, la influencia de la narrativa oriental en la narrativa española sobre todo en los géneros didáctico, apólogo, cuento, en la poesía misma, en el zégel, en la jarcha.

¿Y en la filosofía?

Aunque yo no me ocupo más que de filología, es de conocimiento indiscutible que en Europa, durante la Edad Media, fueron los árabes los encargados de recibir la tradición griega de filosofía y transmitirla. Esto es un hecho sabido en las Universidades europeas, se conoció el mundo griego a través de la traducción que de sus textos hicieron los árabes, por tanto es insistir en algo conocido, sobre lo que no vale la pena discutir mayormente, pese a que hoy se lo pueda dejar de lado.

Ahora bien, la inmigración árabe en Argentina, ¿matizó en algún punto el vocabulario nacional?

No. La inmigración árabe en Argentina, pese a haber sido importante, la tercera numéricamente, no dejó huellas en la lengua. Los árabes que llegaron a la Argentina eran, por lo general, poco y nada alfabetizados, los grupos intelectuales que existieron fueron reducidos. Abandonaron rápidamente la lengua, una característica propia de las inmigraciones pobres, aquellas que han tenido vidas desafortunadas y poca formación intelectual, de modo que la influencia eventual que pudiera tener su lengua tendió a agotarse en la primera generación. No digo que en la colectividad árabe local no haya seguramente giros y demás, pero influencias concretas en la lengua no, salvo las que llegaron junto al español. Yo decía en algún discurso, con el propósito de conmover pero sin que dejara de ser una verdad, que es inconcebible para un porteño que palabras como almacén, aguarrás o zaguán sean palabras de origen árabe.

¿Cómo nace la CLEARAB?

La CLEARAB es la sigla de Cátedra Libre de Estudios Árabes, que es un emprendimiento ideado unos cuantos año atrás, pero que no había tenido la oportunidad de fructificar. La Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A., donde yo me desempeño desde hace más de treinta años, donde soy docente de historia de la lengua, de dialectología hispanoamericana y de lingüística diacrónica, no tenía un espacio dedicado a los estudios árabes. Lo único que en el pasado hubo fueron unos cursos de idioma árabe que daban al margen del currículo y que los organizaba el departamento de filosofía. Eso es todo lo que nuestra facultad tuvo enfocado en lo árabe salvo las referencias eventuales al mundo árabe que pudieran hacer algunas cátedras de filosofía o de historia. Siempre me pareció que ese era un lugar que tenía que ser ocupado, que era injustificado que no hubiese nada dedicado a tal estudio en el más alto nivel universitario, como lo tienen muchas de las universidades europeas, ciertamente buena parte de las españolas e incluso algunas latinoamericanas (Chile, México o Brasil por ejemplo). Por otro lado la U.B.A. tiene un ámbito, que es la Secretaría de Bienestar Estudiantil, de la que depende las cátedras libres. Las cátedras libres son espacios que la Facultad concede para que un grupo de interesados, de docentes, desarrollen estudios enfocados en una lengua o una cultura. Lamentablemente eso es todo lo que se nos da, un espacio, una cobertura institucional, pero a partir de allí todo tenemos que hacerlo nosotros. Si queremos dar cursos, estamos autorizados a hacerlos, pero nosotros tenemos que buscar los medios, los disertantes, los profesores, los conferenciantes, las exposiciones. Se nos da libertad pero no ayuda concreta. Esto es lo que hace sumamente difícil la viabilidad de estos proyectos. Por otro lado se había dado sí la posibilidad concreta de contar con el apoyo específicamente para salir con esta Cátedra libre de estudios árabes. En este sentido la actual gestión facilitó que esto fuera rápidamente aprobado. De modo que yo vengo a saldar una deuda personal con una civilización por la que siento afecto, admiración y curiosidad, y al mismo tiempo creo que empecé a ocupar un pequeño espacio en la facultad. Tal vez no el más deseable porque, a mi entender, los estudios de cultura árabe deberían formar parte del currículo.

¿Cuál era el contexto del mundo árabe en el momento del lanzamiento de la CLERAB y cuáles fueron los primeros escollos a salvar?

Cuando decidí salir al mundo académico con la CLEARAB yo era muy consciente de que el mundo árabe se encontraba en una encrucijada política desde hacía mucho tiempo. Y que por otro lado en cualquier momento, la suspicacia tradicional, podría alegar que se trataba de una plataforma política, para planteos sesgados, orientados. En mi caso nada de eso existe porque nunca me dediqué a la política, ni creo que lo haga. Pero tampoco podía no desarrollar la CLEARAB, temiendo que se pensase que eventualmente fuera lo que yo no quería que fuese, de modo que la iniciamos. Desgraciadamente al escaso tiempo de su creación se producen los bombardeos en el Líbano que en esta oportunidad asumieron características desgarradoras en proporción -o mas bien en desproporción-, en destrucción, ataque a civiles, a poblaciones. Me vi en ese momento en la necesidad de decir algo, de que la cátedra se manifestara de alguna forma, sobre todo cuando lo que estaba sucediendo estaba directamente vinculado con un pueblo que integra el mundo árabe y por lo tanto los intereses de nuestra cátedra; un pueblo muy allegado a la Argentina como es el libanés, por otro lado. De modo que simplemente atinamos a organizar algo que fue ir a un acto de defensa de los derechos humanos elementales y conculcados. El hecho que estos derechos humanos habían sido conculcados no necesitaba mayor abundamiento debido a que la proliferación de fotografías y los medios dieron muy clara cuenta de todo ello. De inmediato, luego de haber tenido lugar este acto, comenzaron a aparecer en algunos diarios y en la propia facultad mediante mails acusaciones de antisemitismo. Porque los organizadores éramos en realidad los responsables de haber llevado a cabo ese acto. A partir de allí hubo una serie de infundios que yo rechacé oralmente como pude y que aprovecho esta ocasión para rechazarlos hoy, habiendo superado el mal trago. Y, si como dice el viejo refrán, en la guerra y en el amor todo vale, en este caso en la guerra todo vale y esta propaganda también valió como para intentar que nosotros no dijésemos lo que estábamos diciendo con un sentido estrictamente humanitario. No teníamos otro enfoque, no soy un agudo analizador de la política actual, sino que lo que estábamos viendo era una atropello, una invasión, y el bombardeo de poblaciones civiles indefensas, de niños, de mujeres, de modo que lo que hicimos lo volvería a hacer, lo volvería a decir, porque somos universitarios, y como tales, más allá del análisis que ello merezca, algo teníamos que hacer y que expresar la voz de humanistas dedicados a este tema. Ahora bien, también tengo que señalar que la actitud asumida en ese momento por la Embajada de Israel no me parece prudente en cuanto abrió la acusación de antisemitas a aquellos que estaban opinando sobre acontecimientos políticos concretos. Mezclando entonces así, un sentimiento deleznable como es el racismo con lo que es el derecho de cualquier intelectual de analizar objetivamente lo que estaba sucediendo en el escenario del Cercano Oriente.

¿Qué responsabilidad tiene la Guerra Fría en el imaginario que contrapone al mundo árabe con Occidente?

Una responsabilidad enorme. Creo que en este momento a muchos les conviene mostrar un nuevo “cuco” que está en disponibilidad y viene a reemplazar lo que antes era el mundo detrás de la cortina de hierro, detrás de la cual no se podía ver nada y todo era un gran misterio. No olvidemos que Rusia durante mucho tiempo fue vista como parte de Oriente. Lo “ruso” era una zona fronteriza, un poco velada. La implantación del régimen comunista durante todo el siglo XX la enfrenta a Occidente, y luego con la caída del muro se ve la necesidad de revitalizar esta idea de alguna manera. En este caso el mundo árabe vino a ocupar el papel del “cuco” al que se le asignan cuanto peligro ande latente por el mundo. Es decir, es una infinita fuente de amenaza que hace que los aeropuertos se hayan convertido en verdaderos infiernos de controles, donde se desconfía de todo. Y todo esto con el fantasma que se le asigna de manera solapada a los árabes.

Recién habábamos del antisemitismo, pero el árabe es también un pueblo semita…

Indudablemente. Esto se ha estado diciendo mucho, y no quisiera caer en una filología fácil de decir “cómo acusan de antisemita a un pueblo que también lo es”. Estrictamente decir eso es cierto, lo que ocurre es que el diccionario de la Academia define antisemitismo como aquellos grupos que se manifiestan ideológicamente en contra del pueblo judío. De modo que, está así definido, erróneamente definido. Lo correcto, desde el punto de vista filológico sería decir antijudío.  Nosotros no somos por supuesto ni una cosa ni la otra. Y efectivamente hablar de antisemitismo en pureza es una incorrección que habría que desterrar porque deja afuera a todo el pueblo árabe, nada menos.

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¿Qué relación tienen las dos lenguas, el hebreo y el árabe?

El hebreo y el árabe corresponden estructuralmente dentro de la genealogía de las lenguas, a la familia semítica, dentro de una macrofamilia que es la afroasiática. Las lenguas semíticas sobrevivientes hoy son el árabe, el arameo que se habla en algunos pocos lugares y el hebreo, éste último que se ha hecho renacer después de un largo período de hibernación. Otras han desaparecido como el acadio. Por lo tanto estructuralmente tienen características comunes como puede ser el triliteralismo, es decir, la estructura léxica basada en tres consonantes, vocales largas, y una distribución de acuerdo a patrones morfológicos de las vocales breves. También tiene algunas características o rasgos tipológicos como por ejemplo la preeminencia del verbo en primera posición.

Tengo entendido que también planteaste en la Academia algo relacionado con el idish…

El idish es una lengua de base germánica, desarrollada por las poblaciones judías en Europa oriental y central, los judíos llamados azkenashíes –para separarlos de los sefaradíes, los que estuvieron en España-. Esa lengua antigua, que incorporó elementos eslavos, no estaba incluida en el diccionario de la Academia. Fue Daniel Sorín quien me preguntó por la inexistencia, llamándome la atención. Tras comprobarlo, elevé la propuesta a la Academia para su incorporación. La respuesta de la Academia, que admitió la anexión, fue desde el punto de vista filológico errada pues propuso que esa lengua se denominara yidis. Yo creo que el error proviene que, salvo Venezuela, en Hispanoamérica la colonia de judíos hablantes del idish es la de Buenos Aires, por lo tanto los españoles no tienen un contacto directo con esta lengua y con la cultura que le dio origen, el teatro y la cuentística, y quisieron adaptar esa palabra a la fonética normativa del español, pero crearon así un engendro que no responde a nada, pues ningún hablante del idish llama así a su lengua, ni la llamó ni la llamará nunca; por lo tanto lo que hice fue proponer que se la incluyera con el nombre que siempre se le ha dado en Argentina, que es idish. Tradicionalmente se escribió de esa manera, tanto por los periodistas o escritores no judíos, como por quienes hablaron idish desde pequeños. De modo que con toda esa información y esa cantidad de fuentes, la propuesta partió hacia nuestra Academia esperando que se vuelva a considerar la palabra escrita IDISH.

¿Por qué desapareció la lengua mozárabe y qué herencia nos ha dejado?

La lengua mozárabe era simplemente la lengua romance que se hablaba en territorio visigótico cuando los árabes ocupaban el sur de España. Esa cultura visigótica que, sin ser brillante era en principio, superior a la cultura árabe cuando penetra en esa región. Es decir, se desarrolla la gran cultura hispano-árabe, siendo ésta muy superior a la que se encontraba en ese lugar, pero las comunidades que encontraron los árabes siguieron hablando sus idiomas romances. Así como se desarrollaron en el norte el Leonés, el Navarro- Aragonés, el Castellano, allí se hablaba otra forma de romance derivada del Latín. Esas comunidades se convirtieron en bilingües, incorporando el árabe. Finalmente terminaron siendo monolingües hablando el árabe andalucí, o sea, el árabe coloquial de esa zona. Aprendieron el árabe culto y terminaron incluso escribiendo en esa nueva lengua, aún siendo en su mayoría cristianos. Cuando llega la Reconquista y los contingentes del norte, prácticamente terminan con esa lengua, imponiendo nuevas formas dialectales, que eran las venidas del norte. De modo que la desaparición se debe a razones históricas y culturales. De eso quedan, en general, pequeñas manifestaciones literarias – pequeñas en número – los versos escritos en idioma mozárabe o romance que se intercalaban en la moaxada y que son llamadas jarchas. La jarcha eran uno o mas versos integrados a una estrofa que estaba escrita en árabe o en hebreo, pero con idioma del lugar, que era el mozárabe. Gracias a esos pequeños monumentos poéticos, líricos, ha sido posible rehacer el sistema gramatical que pudo haber tenido el romance hasta la llegada de los árabes en el siglo VIII.

Muchas veces una lengua demarca la historia de un pueblo. ¿Se puede decir eso de la lengua árabe?

La afirmación es correcta para todas las lenguas. En el caso del árabe tiene una profunda relevancia, es definitivamente así. Por cuestiones propias de su cultura y sus dimensiones humanas, el pueblo árabe siempre prestó una marcada atención a su lengua. Esa complacencia de los árabes por su propia lengua, alcanza luego su nivel más alto por fundamentos religiosos. Es decir, cuando el Corán se incorpora a la cultura árabe y la marca de manera definitiva, ideológicamente, religiosamente, también lo hace estéticamente. Para la religión islámica, el Corán, no es un libro en el que está escrito un texto, sino que la lengua misma y su representación son sagradas. De modo que la palabra es sagrada, y también lo es su representación gráfica. Porque se entiende que es la primera manifestación de la Divinidad hecha voz y signo escrito a través de Mahoma. A partir de allí, el Corán se erige como modelo inimitable para la literatura, la gramática y para la lengua árabe. Norma definitiva, única e inmutable. De allí, entonces, cuando se da la conjunción entre una lengua así admirada y admitida como inmutable, con la religión, que es su razón de ser, y que penetra profundamente en el mundo árabe en una alta proporción de su población, tenemos que entender que se trata de una conjunción de una vocación profunda del árabe por su naturaleza y la justificación histórica-religiosa de esa admiración. Eso se mantiene hasta el día de hoy. El Corán debe recitarse de determinada manera, hay escuelas de aprendizaje de recitación. Al mismo tiempo la misma letra se ha convertido en un elemento sagrado (lo estoy vinculando con aquel recuerdo mío de los doce años). El único elemento que permite el arte islámico y que aparece en buena parte de los monumentos como única forma de ornamentación.

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¿El hecho de que el Corán se haya escrito en un estadío cuasi oral de la lengua árabe, funciona como anquilosamiento del lenguaje, como una cristalización en ese periodo?

En realidad, decir que se trata de literatura oral, puede inducir a error, si comparamos esa expresión con lo que hoy entendemos por literatura oral. Fue efectivamente recitado, según cuenta la tradición, pero el producto de ese recitado es una verdadera prosa rimada. No es estrictamente un producto oral más, sino que la tradición indica que Mahoma recitaba en una especie de estado de trance. Esto fue escrupulosamente copiado por escribas y luego fijado de manera definitiva. Este modelo de lengua se erigió como norma de toda la retórica, de modo que a partir de allí toda la literatura posterior  se hace respetando las normativas gramaticales que fueron establecidas por el Corán. Esta situación que acabo de comentar quizás tenga su paralelo más conocido en lo que sucedió con el latín. Si nosotros hubiésemos considerado al latín como lengua sagrada, si hubiese algún texto único considerado como norma definitiva, estaríamos en una situación parecida a la del mundo árabe de hoy. Tendríamos una lengua de cultura, una lengua de literatura, una lengua única que sería el latín, con todas las dificultades que implicaría tener que seguir cultivando una lengua que se ha diferenciado mucho de la “lengua de la calle”, y luego esta “lengua de la calle”. El mundo árabe de hoy ha manifestado esto, que los lingüistas denominan diglosia y que es muy profunda. Es decir, una lengua que tiene dos modalidades: una relativamente inalterada y otra que es el fruto del desarrollo de cualquier lengua a lo largo de los siglos. La diferencia es enorme.

Este árabe coloquial que torna imposible la conversación entre un marroquí con un iraquí (en la lengua cotidiana de la calle) es lo que se denomina diglosia. Hay una función para la comunicación cotidiana, familiar y demás y la otra que sería la lengua para la cultura, la literatura, la enseñanza, de la universidad, del periodismo; y que es aquella que hoy en día le otorga una gran unidad cultural al mundo árabe. Pero innegablemente, esta diglosia, es un problema para el árabe, porque la propia estructura de la lengua hace muy difícil la representación de la lengua coloquial. Esta lengua coloquial ha ido desarrollando, por ejemplo, sonidos o formas que no serían fácilmente representables con las grafías tradicionales. Por otro lado, éste árabe coránico, sí fue sometido a algunas simplificaciones, sobre todo durante el siglo XIX y XX, como para  “aggionarlo” -con todas las comillas que quieran ponerse- y hacerlo mas sencillo para el aprendizaje, para el periodismo y para poder incorporar neologismos. Pero el cambio o la variación con respecto al árabe clásico es relativamente pequeño. Es decir, hay una gran solidez y continuidad en esa lengua culta desde el árabe coránico o clásico, y lo que hoy se llama árabe estándar.

En  un momento, el mundo literario árabe manifiesta una especie de renacimiento que es la Nahda. Esto se gesta principalmente  en el Magreb, en Egipto. ¿Por qué surge allí y no en el corazón del mundo árabe?

No es absolutamente exacto que la Nahda haya nacido en Egipto. Sí tuvo allí un desarrollo mucho más importante, pero han habido intelectuales muy importantes en el Líbano también vinculados a este desarrollo. Este movimiento de renacimiento literario nace en el siglo XIX y es en realidad un resultado demorado o tardío de la famosa invasión napoleónica, que se hace en Egipto precisamente. De modo que el primer encuentro importante o de develamiento de ambas cultura se hace a partir de dicha invasión. Occidente descubre un “Oriente” y  éste a la vez descubre un “Occidente” que no conocía. Esta presencia de Napoleón y la cultura francesa, y después de la cultura inglesa en esta misma zona, fomenta la difusión de la literatura y de ideas políticas, cierta inquietud intelectual típicamente europea, que va a ser tomada por los intelectuales de esta zona porque han sido los más expuestos a ella. De modo que tiene un origen histórico el hecho de que se desarrolle particularmente en esas regiones por dicha exposición.

En el caso del Líbano, por ejemplo, tampoco puede olvidarse la creación de la universidad jesuítica, en la segunda mitad del siglo XIX o de la universidad americana, que fueron focos de irradiación intelectual, con un sesgo claramente occidental-europeo, con todas las inquietudes literarias, intelectuales, políticas que eran características de ese momento.

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Edward Said

De estos contactos surge la noción de orientalismo o los estudios orientalistas. Hablar del orientalismo, ¿es reaccionario hoy en día?

Esta de moda tratar este tema que surge con los análisis que hace en la década del ’80 Edward Said, ya desaparecido.  La posición de esa idea es un poco extrema a mi juicio, porque entiende que el orientalismo visto desde occidente fue una manera de penetración, un acompañamiento ideológico con el propósito de efectuar una penetración de índole económica y política. Sin  dejar de ser cierto esto (esa penetración es exhibida por la historia hasta el día de hoy), tampoco puede dejarse de lado el hecho de que ese mundo árabe, a partir de su  decadencia (después de los grandes periodos de la civilización árabe abasí y omeya, de la desaparición de Granada – la extinción más clara de la presencia árabe en Europa-) permaneció un poco encerrado en sí mismo. De modo que hay alguna nota posible al entender desde Europa, que la visión de ese mundo tenía algunas características. Esas notas características no son nuevas, fueron ya observadas por Herodoto con respecto al mundo no-griego. El mundo romano también había incorporado esta noción de “lo oriental” otorgándole algunas características que la civilización romana consideraba nocivas; ciertos aspectos lujuriosos o de complacencia en los halagos de la carne. Todo este imaginario sirvió luego cuando fue retomada esa visión para mostrar un mundo relativamente homogéneo con estas notas. Tengo la impresión de que en realidad lo que nosotros llamamos Occidente, es decir, esta forma de pensar de la que somos partícipes o cómplices, arrojó al Oriente lo temido, lo desconocido y también sus propias imposibilidades. Es decir, la suma de las notas humanas que la cultura no nos dejó a nosotros, están presentes en ese mundo. Creo que son el resultado de una observación por parte de Occidente de sus propias imposibilidades. Existe una historia detrás de esta observación, una suerte de justificación cultural para verlo distinto, pero en realidad, tampoco difiere de lo que hizo Occidente con todas las culturas con las que se enfrentó. En este caso, nosotros como americanos también lo sabemos. Es decir, cuando se enfrentan las culturas americanas, asume la misma posición. Una posición de distanciamiento y denigración del otro, al no conocerlo, una enorme violencia en sus formas de ocupación y de imposición de valores considerados como tales, en detrimento de los que tenían los otros. Una incapacidad para aceptar y reconocer aquello que no le era propio.

La historia del mundo, es, desde mi punto de vista, una historia de enfrentamiento de “otredades”, no es esto excepcional. Pero no quita el hecho de que nosotros, la llamada cultura occidental, hemos sido protagonistas de un episodio de ese tipo. Por lo tanto ese llamado “orientalismo” debe ser revisto. Pero mi impresión es que hay que reverlo desde nuestro lado pero también debería haber una revisión por parte del otro en relación a nosotros. Es decir, tiene que haber un ida y vuelta, una especie de reciprocidad en cuanto a la generosidad y el interés con el que se mira al otro, en cuanto cómo se intenta estudiarlo y compartir valores. Avanzar en pro de una cultura común.

Al comentar esto, el ejemplo más claro puede ser Japón. ¿Qué posibilidades tiene el mundo árabe en este ida y vuelta?

El mundo árabe de hoy encuentra dos dificultades. Una es la que acabo de comentarte, que tiene que ver con su propio “mirar hacia adentro”, con cierta autosatisfacción al encerrarse dentro de su propia cultura. Pero por otro lado se encuentra también con un Occidente, que no solamente por razones políticas y económicas, desdibuja y denigra a este mundo que desconoce. Cualquiera que hoy mire una película de las que se ven por TV o las fotografías que aparecen en los periódicos, puede llegar a hacerse la idea de un mundo árabe lleno de fundamentalistas, de individuos mal vestidos y salvajes. Toda la iconografía que se muestra tiende a eso. Con lo cual no se hace mas que realzar estas notas que la tradición ha venido arrastrando. Esta es una dificultad suplementaria que está alimentada para que todo se vea de esa forma.

Nosotros, como intelectuales, tenemos la obligación de desmontar todo eso y ver que hay detrás. Es muy difícil admitir que aproximadamente doscientos millones de personas árabe-parlantes tengan todos esas características, sean todos terroristas o asesinos. De ser así, el mundo habría desaparecido hace rato. Tenemos una seria obligación, una deuda hacia este mundo cultural de un pasado magnífico y con un presente complejo pero con una cultura muy desarrollada, con muchas inquietudes literarias que nosotros desgraciadamente desconocemos. La Cátedra Libre es un intento de empezar muy despacio a meter una cuña y llamar la atención sobre esto e invitar a todos a que nos sumemos a conocer este mundo apasionante de una rica tradición y que hoy se encuentra en una encrucijada difícil.

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José Luis Moure Nació en Buenos Aires, en 1949.
Es Profesor en Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Letras y Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires. Su tesis versó sobre «La naturaleza de lallamada Crónica Abreviada del Canciller Pero López de Ayala», que mereció la máxima calificación y recomendación especial de publicación.
Fue becario de Iniciación y Perfeccionamiento del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas), organismo en el que actualmente es Investigador Independiente. Como becario del Servicio Alemán de Intercambio Académico realizó estudios en el Seminario de Estudos Orientales de la Eberhard-Karl Universität (Tübingen).
Desarrolló su carrera docente superior en la Facultad de Filosofía y Letras de esa universidad, donde inicialmente se desempeñó como profesor de Lengua y Cultura Latinas. En la misma casa es Profesor Asociado por concurso de Historia de la Lengua y co-dicta Dialectología Hispanoamericana y Lingüística Diacrónica. Desde 2006 dirige en esa institución la Cátedra Libre de Estudios Árabes.
Integra el cuerpo docente del Curso de Alta Especialización en Filología (Instituto de la Lengua Española, Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid)
Discípulo de Germán Orduna, conformó el núcleo fundador del SECRIT (Seminario de Edición y Crítica Textual), unidad ejecutora que dirige desde la muerte de su fundador, así como la revista Incipit, órgano del Seminario y única publicación dedicada a cuestiones teóricas de la edición crítica.
Su área de interés se reparte entre la consideración filológica de la cronística castellana medieval y la dialectología hispanoamericana, con especial atención a la descripción y evolución del castellano en la región del Río de la Plata. Colaboró en el Atlas Lingüístico de Hispanoamérica, dirigido por Manuel Alvar, encuestando en las provincias de Santiago del Estero, Córdoba y La Pampa.
Ha dirigido varios proyectos de investigación, subsidiados por la Universidad de Buenos Aires y por la Agencia de Promoción Científica de la Secretaría de Ciencia y Tecnología. Tiene a su cargo la dirección de becarios de investigación y de tesistas de doctorado. Ha sido evaluador de proyectos y de artículos de diversas publicaciones científicas.
Es coordinador cultural de la Dirección de Administración Bibliotecológica de la Biblioteca Nacional de la Argentina.
Es autor de numerosos artículos de su especialidad. Editó la Verdadera relación de la conquista del Perú y provincia del Cuzco de Francisco de Jerez. Es co-autor del estudio introductorio de la edición de la Crónica del Rey Don Pedro y su hermano Enrique realizada por Germán Orduna, de cuya versión Abreviada prepara la edición crítica.
Ha sido expositor en numerosos congresos y jornadas científicas nacionales e internacionales. Ha dictado conferencias en las universidades de Santiago de Compostela, Salamanca y Cádiz.
Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras, donde ocupa el sillón “Bartolomé Mitre”, y miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua.