Miguel Espejo (Argentina, Jujuy, 1948) es poeta, licenciado en Filosofía, narrador y ensayista. Pero no lo es –como se ha podido observar en los últimos años en el indigente panorama cultural argentino- de modo nominal, sino efectivo. Lo es en el único lugar –tanto simbólico como literario- en el que se puede ser: en el espacio de una obra nutrida, varia y variada. El jadeo del infierno (Universidad Veracruzana Xalapa, 1983, México), por ejemplo, es uno de los ensayos más luminosos que se han urdido en torno a la obra de Malcolm Lowry. O Larvario (Colihue, 2006, Buenos Aires), una summa que incluye trabajos inéditos y que es digna de la más alta consideración crítica.
La poesía de Espejo, y probablemente Antes que los labios es una demostración palmaria de tal aserto, es una singular combinatoria donde se dosifican con infrecuente sabiduría el vuelo lírico y la lucidez conceptual; vale decir: la metáfora no se diluye en aras de la razón y el concepto no se vulgariza en consideración a la alegoría. Los poemas que integran Antes que los labios resultan uniformemente conmovedores, lo cual es un valor agregado, y no de los menores, a la incuestionable calidad poética per se. De alguno de ellos vale la pena ensayar una breve –y limitada, y, sin duda, insuficiente- paráfrasis.
“El tambor de los excesos” es una intimista y vibrante confesión del yo poético en la cual se puede percibir una singularísima confluencia: un razonado pesimismo que en modo alguno oblitera el élan celebratorio y dionisíaco. “En Siracusa” pasa revista a las desafortunadas intervenciones de la figura del filósofo en la “cosa pública” echando mano del anacronismo y el cruce de los tiempos como un recurso de indagación y planteo. “Siempre hubo amores” es una implacable instancia especular sobre la que inevitablemente se refleja cualquier sujeto que haya estado enamorado, en especial, en el curso de dos versos implacables: “mi propia soledad semejante a la de un perro/que busca en el mundo la sombra de un amo”. No es gratuito que uno de los poemas más hondos se titule “Quevedo esplendor y ruina”: a un poeta de la talla de Espejo no le puede ser ajena la poética del Siglo de Oro español y su más ilustre y digna encarnación: el maestro don Francisco Gómez de Quevedo Villegas.
En el transcurso de Antes que los labios resultan harto frecuentes las referencias culturales, alusiones poéticas, guiños literarios. Por fortuna, Espejo escribe poesía sin la deliberada pulsión de la claridad; por ello, al cabo, sus poemas resultan tan paradigmáticamente claros.
Título: Antes que los labios
Autor: Miguel Espejo
Editorial: Libros del Zorzal
160 páginas