Es sabida por todos los lectores la dificultad de acceder a la producción de escritores de habla hispana contemporáneos fuera de sus países de origen. Si bien una parte importante de los nombres están fichados por los sellos fuertes, esa misma razón ha venido entorpeciendo su tránsito fuera de sus fronteras, dado que los sellos internacionales incluyen en sus contratos el derecho a publicar y/o distribuir la obra del autor en toda la región pero, difícilmente, este “derecho” se lleve a cabo. Esto se debe principalmente a la abundancia de oferta local y de autores de los Estados Unidos y Europa y a lo limitado de cada mercado. En los últimos meses, el grupo editorial Penguin Random House ha brindado a los lectores de habla hispana una de las opciones más inteligentes para conocer un buen surtido de voces mayormente postergadas. Se trata del Mapa de las lenguas. Conversamos con Juan Ignacio Boido, editor a cargo de este proyecto en nuestro país.
Cuando en 2014 me tocó formar parte, en el congreso Medellín Negro, de una mesa de editores y gestores culturales, había estallado el conflicto con AMAZON. En ese momento, el editor de Planeta Colombia tomó la voz contra el gigante internacional. Por mi parte, no pude más que hablar como lector, agradecido con esa empresa por suplir la mala distribución de libros y voces que venían ejerciendo los grandes sellos transnacionales con sus respectivos catálogos. Con Mapa de las lenguas, Penguin Random House Grupo Editorial toma una de las primeras iniciativas serias pensadas para paliar esta realidad de mercado. ¿Cómo surge esta iniciativa y quién fue su arquitecto?
Nos parece de una importancia fundamental atender la composición única del mundo literario latinoamericano, hecho de amistades, lecturas, afinidades y complicidades, que trascienden o ignoran las fronteras. En el último año solamente, los sellos Literatura Random House y Alfaguara editaron a más de cuarenta escritores latinoamericanos. A pesar de la potencia y los esfuerzos de la editorial, es difícil sentir que se hace todo lo posible por dar a conocer a todos en todos lados. Cada país tiene su plan editorial, y la autonomía que lo hace fuerte también lo hace imperfecto. ¿Cómo hacer, entonces? Bolaño decía que a la literatura no le importan los escritores. Por suerte, a veces tampoco le importan mucho las editoriales. La literatura vive, se mueve, dialoga e incluso viaja, ajena a los esfuerzos o las limitaciones de quien la publica. Viaja en los bolsos de libreros exquisitos que importan unos pocos ejemplares para alguna librería prodigiosa que tiene lo que nadie más en su ciudad, se suma al catálogo de algunas editoriales locales, se mete incluso en los bolsos de los propios autores que más de una vez cargan sus libros al festival donde están invitados. Es por eso que hace algo más de un año y medio, los directores editoriales de Alfaguara y Literatura Random House de España, Pilar Reyes y Claudio López de Lamadrid, decidieron crear este catálogo en movimiento, editando en España escritores de Argentina, México, Colombia, España, Chile, Uruguay y Guatemala. Por eso, el Mapa de las Lenguas nació con el espíritu de ayudar a esa vitalidad hispanoamericana, de impulsarla todavía más, de ofrecerle un contenedor, un caballo de Troya dentro del amplio catálogo del Grupo Editorial para llegar más lejos y encontrar nuevos lectores.
La primera edición del Mapa de las Lenguas fue lanzada en marzo de 2015 en España con ocho títulos, a razón de dos por mes. Ya hubo tres ediciones españolas, una chilena (y otra en preparación), una mexicana y una argentina en curso entre junio y diciembre de 2016.
La primera edición española publicó, entre marzo y junio del año pasado, al mexicano Pablo Raphael (libro: Clipperton), la argentina Inés Fernández Moreno (El cielo no existe), las mexicanas Laia Jufresa (Umami) y Brenda Lozano (Cuaderno ideal), la chilena Lina Meruane (Volverse Palestina), el colombiano Andrés Caicedo (¡Qué viva la música!), la argentina Selva Almada (Chicas muertas) y la mexicana Gisela Leal (El trágico y maravilloso arte de morir de amor).
La segunda española publicó, entre julio y septiembre del año pasado a: el chileno Fernando Sáez (Aire visible), la mexicana Beatriz Rivas (Dios se fue de viaje), el colombiano Pablo Montoya (Tríptico de la infamia), el mexicano Héctor Aguilar Camín (Adiós a los padres), el colombiano Daniel Samper Pizano (Jota, caballo y rey), y los argentinos Tomás Abraham (La dificultad) y Hebe Uhart (Un día cualquiera).
La tercera edición española, publicada entre enero y junio de este mismo año, estuvo integrada por: el mexicano Emiliano Monge (Las tierras arrasadas), el mexicano Jorge Volpi (Las elegidas), el chileno Alberto Fuguet (No ficción y Todo no es suficiente), la argentina Pola Oloixarac (Las constelaciones oscuras), los mexicanos David Toscana (Evangelia) y Martín Solares (No manden flores), el argentino Fogwill (La introducción), el mexicano Julián Herbert (La casa del dolor ajeno), el peruano Iván Thays (Antonio vuelve a casa), el chileno Raúl Zurita ( El día más blanco y Tu vida rompiéndose –Antología personal–) y la uruguaya Claudia Amengual (Cartagena).
La primera edición chilena del Mapa incluye:
Por Literatura Random House: Cuentos secretos, de Aurora Venturini, Argentina; El hombre que no fue Jueves, de Juan E. Constaín, Colombia; y La trabajadora, de Elvira Navarro, España. Y por Alfaguara: Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett, Colombia; La introducción, de Fogwill, Argentina; El último día de Terranova, de Manuel Rivas, España y Niebla al mediodía, de Tomás González, Colombia.
El Mapa de las lenguas de México:
Por Literatura Random House: No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, Patricio Pron, Argentina; Camanchaca, Diego Zúñiga, Chile y Nueva novela, Gonzalo Torné. Y por Alfaguara: Un día cualquiera, Hebe Uhart, Argentina; El brujo, Álvaro Bisama, Chile; Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnett, Colombia
Los libros de la edición argentina del Mapa son:
Por Literatura Random House
Junio: Tríptico de la infamia, Pablo Montoya, Colombia
Julio: Volverse Palestina, Lina Meruane, Chile
Agosto: Las tierras arrasadas, Emiliano Monge, México
Septiembre: El comité de la noche, Belén Copegui, España
Octubre: La casa del dolor ajeno, Julián Herbert, México
Noviembre: La trabajadora, Elvira Navarro, España
Alfaguara
Junio: Días de Nevada, Bernardo Atxaga, España
Julio: El ejército iluminado, David Toscana, México
Agosto: Cartagena, Claudia Amengual, Uruguay
Septiembre: La caída de los pájaros, Karen Chacek, México
Octubre: Distintas formas de mirar el agua, Julio Llamazares, España
Noviembre: Fábula Asiática, Rodrigo Rey Rosa, Guatemala
La experiencia Mapa de las lenguas se implementó primero en España. ¿Cuáles fueron los resultados? ¿Qué títulos y autores resultaron en sorpresivos éxitos de venta?
El éxito de un libro se mide contra su propia expectativa. Y justamente en el Mapa incluimos libros que, sin cargar una expectativa de venta muy grande, pueden llegar a un número de lectores interesados en la nueva literatura hispanoamericana. En general, todos los títulos venden bien a su medida. Si una editorial independiente vende 500 ejemplares de un escritor joven latinoamericano, se celebra; si venden eso en una editorial grande, se lo ve como un fracaso. Con el Mapa queremos revertir esa sensación y que los autores que publican en PRH se sientan acompañados en el laborioso camino de encontrar lectores en otros países. Aunque es verdad que a veces hay libros que desbordan las expectativas, como fueron los casos en España de Chicas muertas de Selva Almada, Las tierras arrasadas del mexicano Emiliano Monge y Volverse Palestina de la chilena Lina Meruane. Los tres libros se reimprimieron y vendieron incluso más que muchos publicados por fuera del Mapa.
¿Los títulos a difundirse se eligen en cada país o responden a una agenda internacional? ¿Cuál es el criterio de selección de los mismos?
En esta primera etapa, cada país armó su Mapa eligiendo autores por los que quería apostar y escuchando las sugerencias de los editores de Alfaguara y LRH de los demás países. Ahora estamos trabajando en consolidar un mismo Mapa para todo Latinoamérica, lo que le dará mucha mayor potencia, ya que serán autores por las que todo el Grupo apostará durante ese año. El criterio es amplio: un autor que empieza a despertar interés más allá de su país, una voz peculiar, o un libro que puede ser el trampolín para su autor –y esto me parece importante: no es sólo el autor, sino el libro con el que ese autor mejor puede encontrar nuevos lectores.
¿Qué respuesta ha tenido en nuestro país el proyecto, en estas primeras entregas, por parte de los medios especializados, los libreros y los lectores?
Creo que la recepción fue muy buena: los medios cubrieron y celebraron la iniciativa, y ahora empiezan a dar señales de acompañarlo mes a mes. Porque eso es lo importante: más allá de que se celebre el Mapa, lo crucial es que de visibilidad a los autores y los libros. La idea está al servicio de los libros, y no al revés.
¿Los títulos distribuidos son editados en cada país o circulantes de los remanentes de sus ediciones originales?
Son todas ediciones locales.
¿Tenés armado un listado de autores hispanoamericanos por los que apostarías a futuro en nuestro país? ¿Podrías darnos un par de nombres y motivos?
Todavía estamos consensuando ese Mapa único para todos en América Latina y no querría dar nombres, porque por suerte, la literatura latinoamericana está muy activa y queremos elegir muy a conciencia.
A lo largo de tu carrera ocupaste los diferentes lugares de lector, escritor, periodista cultural y editor. ¿Cómo percibiste y conjugaste, desde cada uno de esos lugares, el binomio “producción cultural” y “mercado”?
Creo que como periodista y como editor, intenté siempre entender o construir un puente entre una “producción cultural” (una obra teatral, plástica, musical, literaria…) y su posible público. Ya sea poniendo el foco sobre ellos desde un diario o posibilitando su circulación desde una editorial. Por supuesto que no es el mismo trabajo, pero creo que siempre tuve el mismo interés: un interés en nuestra época y en el modo en que ella se expresa. Como escritor, algo de eso también hay en lo que escribo. Finalmente, un libro es un puente, una manera de entendimiento extraordinario entre dos personas. El mercado es simplemente el lugar en que esas producciones circulan: un lugar exigente, acelerado, hiperpoblado, muchas veces injusto… Parte de mi trabajo, creo, siempre fue ayudar a detener la atención sobre algunos libros, temas y obras. Es una batalla interminable… Pero el arte y la cultura son anteriores al mercado y seguramente lo sobrevivirán.
¿El criterio editorial se forma por la tendencia del mercado o es a la inversa?
Hay fenómenos que crean tendencia, esas tendencias se vuelven modas, nichos, consumos, como lo fueron la novela latinoamericana con realismo mágico, los thrillers conspiranoicos, las sagas de niños magos, las trilogías eróticas… Pero ninguno de los fenómenos que dieron origen a esas tendencias pudieron ser previstos por el mundo editorial. ¿Quién hubiera dicho que cientos de miles de chicos iban a leer siete tomos sobre la vida de Harry Potter? ¿O que turistas de todo el mundo visitarían el Louvre en busca de El código Da Vinci o que los sex shops venderían una trilogía de 1500 páginas como Cincuenta sombras de Grey? Los editores viven atentos al pulso cultural (en el sentido más amplio) de la sociedad. Pero en general, los batacazos son inesperados. Y esa es la gracia. Sino, habría una computadora y dos analistas decidiendo todos los éxitos y evitando todos los fracasos.
Como editor, ¿cómo definirías el estado de situación de la literatura en la actualidad?
Las literaturas argentina y latinoamericana están en un momento de muchísima vitalidad: se escribe mucho y de mil maneras. Hay voces distintas, que escriben sobre temas distintos y de formas distintas. Todo intento de buscar un criterio que las unifique, encuentra casi más excepciones que confirmaciones. Creo que vivimos la segunda mitad del siglo XX bajo la influencia de un canon muy poderoso (Borges, el Boom). Ahora, en cambio, no parecer haber un canon evidente y eso hace, creo, que se escriba libre de muchos mandatos, parricidios y linajes. El siglo recién empieza, el presente cambia cada vez más rápido y la realidad contiene cada vez más realidades simultáneas. Todo eso sólo genera más diversidad.
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