ETA. La lucha armada.
Un territorio, la patria, la ciudad, el pueblo, y otro mucho más íntimo: la familia en sentido amplio, con sus lazos internos y externos. La familia como manta que resguarda a todos; un sentido de pertenencia que, en principio, debería generar confianza y ofrecer contención, seguridad. Aquí, el meollo de la cuestión aparente. Y un antes, un durante y un después.
La vida, que une y separa a dos mujeres, a dos amigas entrañables que, habiendo sido incapaces de lastimarse entre sí, terminan rompiendo lanzas y despreciándose.
Son esas dos mujeres y sus dos hombres, también amigos desde siempre, y son estas dos familias construidas al mismo tiempo y vinculadas en comunión, hasta que las consecuencias del “ hacha” y la “culebra” se trasladan de un territorio al otro -del geográfico, al familiar- y así, toda herida temporal se convierte en permanente y, todo período de luto se vuelve interminable.
El conflicto del País Vasco. El contexto político. Las distintas lecturas acerca de los métodos que impulsaba la organización armada. La adhesión popular en tiempos de la opresión franquista y el revés en democracia.
De un lado de la vida y de la muerte, Bittori y Txato; en otro lugar de esta historia dramática, se encuentran Miren y Joxian. De la unión de los primeros han nacido Nerea y Xabier; del otro matrimonio, Arantxa, Joxe Mari y Gorka. Todos parte de un mismo universo, del que puede rescatarse la esencia de la persona, observando algo más que su fortaleza y su debilidad..
Entre todos estos personajes, junto a otros que se van sumando, el autor comparte con el lector su comprensión sobre esa sociedad inmersa en distintos niveles de violencia, incluida la institucional.
El disparador estaría dado por la noticia que circula en los medios de comunicación, dando cuenta del anuncio que hace ETA, en 2011, pregonando su firme voluntad de abandonar las armas. Esta noticia consiguió remover dolores viejos, nunca superados.
“A mí me mataron hace mucho tiempo. Desde entonces no he sido más que un fantasma. Como mucho, media persona. Y eso porque algo le tiene que quedar a una donde sentir el daño que le han hecho y porque, además, con dos hijos, una aguanta de pie como sea.” – la viuda –
Es una ficción que persigue reflejar toda una parte de la verdad, mediante voces imaginadas por el autor. Son distintas voces que se orientan a representar el vaivén de la interacción social, en el real
escenario propuesto por una organización opuesta al régimen; un escenario aceptado por acción o por omisión. Es una historia de hachazos, de victimarios y de víctimas elegidas u ocasionales.
Es una novela que se extiende, con potencia y con astucia, mediante una línea argumental que, en cierto modo, demanda del lector una reflexión sostenida y lo invita a descifrar el por qué de cada capítulo. Esta suerte de interpelación enmascarada tras un brillante estilo literario, pone una vez más en evidencia esa relación coherente que existe entre la alta literatura y la política.
La literatura entendida como otro registro de la realidad. En este caso, Fernando Aramburu nos presenta una novela sin concesiones, con una protagonista empeñada en sacarle la capucha a la verdad, mientras espera, ya sin tiempo, que le pidan perdón.
¿Podríamos comenzar esta entrevista con una reflexión que nos aclare el por qué del prestigio de la violencia en el caso de ETA? No debe ser algo sencillo de explicar.
El fenómeno es demasiado complejo como para despacharlo en una breve respuesta. Al principio de su actividad, ETA y sus distintas ramas fueron entendidas como una oposición a la dictadura de Franco, lo que les granjeaba simpatías entre la población. Este beneplácito se fue reduciendo paulatinamente cuando los ciudadanos se dieron cuenta de que, clausurada la dictadura, la organización terrorista combatía con saña la democracia y era capaz de poner bombas en lugares públicos, con riesgo para la vida de los peatones. Siguió ejerciendo atracción en sectores juveniles fanatizados, propensos a la aventura y partidarios de una determinada estética. Es justo reconocer que la historiografía nos ha contado todo esto con mayor detalle.
El placer de la escritura y su relación con el propósito del libro. Estilo literario, lenguaje, trama y argumento; una voz narrativa repartida y con matices. ¿Todo ello reconoce un unico objetivo?
Confieso que entre mis objetivos no estaba el de poner en práctica un estilo. Más bien me dejé llevar por el propósito de sabotear estilos previos, y me aventuré a combinar la reproducción de formas lingüísticas cercanas al habla popular y un ejercicio de intervención creativa en la lengua literaria al que suelo ser propenso en todos mis libros.
En la novela, por ejemplo en el capítulo “No vengas”, la iglesia católica representada en virtud de los buenos oficios de don Serapìo -el cura del pueblo-, aparece desempeñando un papel que, yo no diría deslucido sino más bien criticable por la alta dosis de hipocresía. ¿Cómo calificaría, usted, la postura del clero local en lo que hace al tema central de su obra?
No creo que el clero vasco sea juzgable de modo unánime. Ha habido multiplicidad de comportamientos en relación con la violencia, por lo que habría que ser cuidadosos a la hora de emitir juicios. La pregunta que yo me formulo es otra. ¿Han existido sacerdotes de pueblo como el que interviene en mi novela? La respuesta, sin el menor atisbo de duda, es que sí. Por tanto, me parece legítimo introducir en la trama a un cura de las características de don Serapio.
Los personajes-protagonistas de esta historia, por alguna razón, terminan siendo complejos. Ahora bien; ¿esta reunión de tantos “personajes complejos”, responde a la idea de tratar la cuestión de fondo poniendo el foco en la esencia del ser humano, como un elemento primordial a tener en cuenta al momento de intentar comprender el curso de los acontecimientos?
Es posible que todo sea mucho más sencillo y que lo único que en mi caso ocurra es que concibo la novela como el espacio por excelencia de los personajes. La novela pone no solamente a interaccionar a estos trasuntos humanos que llamamos personajes, sino que también y al mismo tiempo los crea. Cuesta imaginar una novela sin ellos. De hecho, lo que comúnmente denominamos argumento o trama, en mis novelas no constituye nunca una premisa a la que se supedita el resto de componentes, sino, antes al contrario, la consecuencia de las acciones, los pensamientos y la conversación de un determinado número de personajes. Sé que hay otras maneras de abordar el género, pero la mía es esta que aquí menciono.
Me animaría a decir que los personajes femeninos, en la novela, cobran más fuerza que los masculinos; de ser así, ¿por qué?
Sucede exactamente así, como tantas veces en la vida. Pude haber concedido mayor relevancia a los personajes masculinos. Ignoro por qué no lo hice. Quizá me bastó comprobar que las cuatro mujeres protagonistas, por sus circunstancias personales y su manera de ser, me venían bien para generar novela.
El hecho de tomar distancia, el pueblo, de las víctimas elegidas por ETA, de darles la espalda, de tratarlos de traidores, ¿obedece a un temor reverencial, a una íntima convicción cercana al fanatismo, o simplemente a la cobardía y al “no te metas, no te jodas; por algo será”?
Pienso que también en este caso las razones que motivan ciertas actitudes de silencio, de distanciamiento e incluso de discriminación de las víctimas son diversas y en ningún caso privativas de la sociedad vasca. Las mismas razones se dan allí donde impera algún tipo de tiranía. En estos casos, habría que hablar del miedo, del sometimiento al fuerte, del deseo elemental de sobrevivir; pero asimismo la complicidad, la falta de empatía, el odio, la cosificación del otro, la bajeza moral, el egoísmo y una serie de pulsiones que, si se multiplican, pueden producir eso que ha dado en llamarse una sociedad enferma.
Por una parte, la Asociación de familiares de presos ETXERAT y, por la otra, la Fundación Víctimas del Terrorismo. ¿Réprobos y elegidos?, ¿un doble estándard de víctimas y victimarios?; ¿Tal vez héroes y mártires?; ¿Patriotas y traidores? Todas estas preguntas calzarían, tal vez, en otra algo más amplia: ¿cuántas conquistas de libertad, de soberanía y de independencia, sin derramamiento de sangre, reconoce la historia universal? Y estoy haciendo, aquí, de abogado del diablo, para obtener una respuesta concluyente.
Quizá esta pregunta merezca un destinatario más próximo al ensayo historiográfico o a la psiquiatría que a la literatura. La historia universal por fuerza ha de ser un relato diverso y seguro que dependerá de la perspectiva ideológica, moral o de cualquier otro tipo que uno adopte para decidir qué fue y qué no fue un avance en el logro de las libertades. Yo tiendo a creer que, con excepción de la legítima autodefensa, el derramamiento de sangre conduce en línea recta al desastre.
El padecimiento de Joxe Mari en contexto de encierro, su reflexión más importante, su fuero íntimo y su arrepentimiento; ¿qué podría adelantarle al lector sobre las conclusiones a las que arriba este personaje que, a mi juicio, es clave en esta historia?
El transcurso de los años y el largo tiempo de encierro en una cárcel colocan a Joxe Mari en una situación propicia para el ejercicio del recuerdo y para la reflexión al margen de los eslóganes y las consignas ideológicas. Ya no está en la misma edad que cuando empuñaba las armas. El mundo, ahí fuera, ha evolucionado en su ausencia. Poco a poco ha ido descubriendo algo que él antes ignoraba: la duda, puede que también el remordimiento.
Pasemos a Gorka. Hay algo que me llama la atención, algo de la realidad que, sin hacer ruido, también aparece en la novela: este personaje y su pareja, finalmente deciden casarse; tratándose de dos personas de un mismo sexo, ello fue posible en virtud de un proyecto político presentado y defendido por una fuerza política. Queda claro que, no obstante el logro, estos dos hombres, no solo no se interesan en las cuestiones políticas sino que rechazan todo lo que tiene que ver con esa dimensión. ¿Esto, de alguna manera, se advierte en la realidad?; yo creo que sí.
La legalización del matrimonio homosexual es uno de los logros sociales más meritorios de la España actual. Se acabaron los tiempos en que las ideas modernas y liberadoras llegaban a España con retraso, por regla general provenientes de Francia. Dicha legalización era reclamada por una parte sustancial de la sociedad y hoy día no me consta que ningún partido con representación parlamentaria la cuestione.
Por último, me interesaría terminar la entrevista preguntándole por “el lector ideal” y, en tal sentido, imagino que PATRIA cosechará elogios a granel, pero coincidirá conmigo en que, probablemente, no todo el mundo aplauda de pie su enfoque político.
Ni falta que hace. De hecho, hay críticas negativas que me honran, de la misma manera que me deja serenamente satisfecho el que las víctimas del terrorismo, hasta donde me ha sido posible comprobarlo, hayan mostrado aprobación a mi novela.