IDIOSINCRASIA.
La autenticidad de lo ajeno en lo propio. Y, aquí, una historia de identidades.
La identidad como herencia con beneficio de inventario.
Y el hecho de pensar y sentir en otro idioma, en otra lengua.
¿Una claudicación, o una reacción ante la insistencia del querer seguir encasillando, a todo el mundo, en base a categorías entre las que pesan las establecidas en razón del origen, de la orientación política, del idioma, de la religión, del género y, también, de la identidad sexual?
Son identidades que laten y subyacen en París y el odio.
Un joven argentino que, siendo conocedor de la física teórica, de las matemáticas y, en virtud de ello, de la identidad algebraica, aspira a convertirse en escritor, al tiempo de encontrarse en París.
La escritura pendiente y el trabajo de escriba.
Otro argentino, ya consagrado que, habiendo podido escapar de su primer tiempo – de las pampas, de la llanura – ha llegado a ser uno de “los inmortales”, ocupando un sillón en la Academia Francesa de Letras; un centro de poder y de censura en el marco del modelo europeo de alta cultura – tal vez de alta costura, en este caso -. Un desprecio por el lugar de origen.
Los conversos y las conversaciones.
Una historia controvertida, de desencanto, pero también de consciencia y libertad, cuyo escenario propone reflexionar sobre la vida elegida, sobre la sutil diferencia entre ser y estar. Y sobre la intolerancia que nace del lenguaje, sin desconocer en la literatura esta capacidad de adoptar otras voces y ,obviamente, ello implica el poder ejercer una libertad ampliada; más allá de la francofilia, algo tan común en las élites letradas argentinas, fundamentalmente, desde la belle époque en adelante.
Una respuesta a ciertos mitos que giran alrededor de la ciudad de la luz y de las catacumbas.
La literatura como brazo armado para oscurecer y clarificar.
Los tres cuentos de Martino, uno de ellos sobre el miedo.
Los cuentos de Cortázar. La imagen de la Maga; algo más que un personaje.
“…Caminando por París te caminaba Cortázar por encima.”
San Martín; su casa convertida en un convento. “Apareció una monja en la escala de los grises, una monja suspicaz que accedió a mostrarles lo que podía verse: una casa sólida, baja, eterna, de aire colonial. Y una galería que la recorría entre paredes muy gruesas, pintadas de blanco. Pero sobre todo un jardín, el que habían sospechado desde antes, tras el muro, y que ahora se imponía frondoso e invitante, con senderos desleídos que bajaban obedientes, entre arbustos con las hojas como lazos elegantes y rincones más sombríos, de piedras grises y helechos medievales. Perderse en el jardín era el encargo simple y grave que el tiempo les tenía reservado. Bajar hasta el río, encontrar el banco desde el que se verían los perfiles pasajeros de las aguas. Pero los reclamaba un héroe todavía, a través de una mujer gris y severa, y la obediencia a aquel reclamo era el último influjo de una autoridad continental.”
Eva Duarte y “los obreros peronistas”. La mirada francesa que lastima. Tergiversaciones.
Ahora y siempre, todo puede ser tergiversado.
Cada final puede ser modificado, y la historia adulterada.
Atahualpa Yupanqui y su voluntad de morir en Francia; la elección de “un indio solo”.
¿Libertad y traición?; ¿cuánto de traición y cuánto de libertad?
¿Variaciones de la imaginación?, ¿ilusión y simulacro?
“Las vidrieras europeas pueden ser retablos irreales que participan falazmente de la luz de los objetos que iluminan y de ese frío vaporoso del que mira desde afuera. Y el viejo lo sabía aprovechar para exponerse, y lo sabían aquellos que lo habían decidido, para dejarse admirar como reliquia, como librero legendario. Y desde afuera estaba bien, porque era fácil, porque el viejo era lo mismo que el paisaje de los libros: a la distancia existencial del que las mira, las cosas en París se ajustan solas. Pero de cerca aparecía una lascivia indescifrable, la de un viejo animado y libertino. De cerca aparecía el propietario negligente de todo el edificio que estaba encima de aquella librería, la fortuna del inmueble parisino. De cerca debía revelarse, y era una presunción literaria de Marino, el escritor fallido de una tradición confusa: la de los trajes de luces y los toros, en inglés. La de Hemingway andando por España, que es sobre todo su lengua cabal, como un toro forastero y confundido, siempre al bulto equivocado y escribiendo, sin entender precisamente que no entiende.”
Lo aparente y lo invisible. El brillo y, asimismo, los túneles y cuartos, antes canteras subterráneas, minas de piedra luego convertidas en guarda muertos por un odio injustificado en tiempos en que Versalles decide desangrar a París. Y, así, en 1871 se impuso un mito, el de las mujeres montadas en cólera, que eran como fieras pirómanas generando el incendio de la Comuna y, entonces, la ciudad tragada por las llamas; y una imputación exagerada que habilitó la masacre. Cientos de mujeres víctimas de acusaciones falsas y, en consecuencia, asesinadas por razones políticas. Tres siglos antes otra matanza, también en París, la de San Bartolomé, en aquel caso, por razones religiosas.
París, algo agobiante, ¿una estupidez, una estafa?
La casa de Cocotte y la puerta que se abría en el piso para dar paso hacia aquellas catacumbas; un acceso privado y un muro óseo y circular. Huesos, calaveras apiladas; los cráneos que eran tantos.
Y las fiestas; en cierto punto, la falta de entusiasmo. El travesti, un artista, y esa libertad de ser distinto a uno mismo.
Lo ambiguo. Conjeturas, certezas y desconcierto. Contradicciones. La fidelidad de la memoria.
Una excelente novela de Matías Alinovi. Un diálogo interior en el que el tiempo y los deseos se pueden sentir, haciendo menos trampa que ruido.
Titulo: Par{is y el odio
Autor: Matías Alinovi
Editorial: Entropía
176 páginas