Si venimos insistiendo en las posibilidades del formato libro álbum es justamente por títulos como Las palabras, de Nicolas Bianco-Levrin y Julie Rembauville, editado originalmente en Francia en 2011 y recientemente publicado en nuestro país por ediciones Pípala.
Con una estética negra más cercana a los films del expresionismo alemán que a las películas de Bogart y paradójicamente mudo a pesar de su título, el volumen puede ser disfrutado por los chicos e incluso instruir a unos cuantos adultos. Aborda en clave de misterio una serie de temas incómodos, como son los que rodean a los conceptos de “libertad” y «Estado» cuando el enfoque se aleja del infantilismo mágico.
La narración se ubica in illo tempore, ese “había una vez” que en forma de parábola interpela siempre al presente. Cuenta la historia de un rey y su gobierno. La historia de una falsa armonía que se resquebraja cuando uno de los súbditos, por error, conoce la verdad detrás de del discurso (en los cuentos, así como generalmente ocurre en la vida real, la verdad termina encontrando su camino, aunque sea por error).
Con la verdad liberada el “reino” da luz verde a sus anticuerpos para intentar contenerla. Las fuerzas de “seguridad” intentan controlar la situación, pero la palabra encuentra su cauce, como un río subterráneo.
El desborde deriva en un Estado fascista que no duda en aplicar arrestos, censurar y, llegado el caso, fusilamientos. Pero esto sólo logra demostrar y alimentar esa verdad contenida en “la palabra” que torrencial, desemboca en un océano de consciencias.
“La palabra” fusiona a los súbditos en masa. Una masa que, buscando explicaciones, toma consciencia de que el rey es tan solo una marioneta de otros poderes. El rey títere es finalmente depuesto (como corresponde a un buen cuento y, a veces, a la vida real), así como también es desarticulado el poder que sobre él operaba en las sombras (como dicta la costumbre de los bellos cuentos de hadas).