Miramos por la ventana del tranvía y los vemos formados alrededor de la estatua de Gustavo Adolfo con sus estandartes y sus escudos en verde, blanco y negro. En la plaza hay varios patrulleros y una camioneta antidisturbios, pero los manifestantes no son más de 40, o tal vez 50. Ya abajo del tranvía, cuando nos dirigimos hacia la entrada del centro comercial, ya empezaron a marchar con los estandartes en alto. Corean con voces oscuras algo que no llego a entender; tal vez porque el cuerpo ya está lleno de miedo y de rabia. La gente alrededor los mira y me impacta el hecho de que todos estemos tan callados, de que el silencio se ha posado sobre el instante, como una manta.
Una mujer me pregunta en un sueco con acento extranjero: -¿Quiénes son?
-Nazis, le respondo.
-¿Racistas?, me pregunta.
-Sí, y nazis, le digo. Le voy a explicar que dicen que el Holocausto es un invento de los medios y que… pero no me salen las palabras. Los miro. La mayoría son hombres. Parecen enojados y uniformes. Sus miradas, como vacías.
El manto de silencio es rasgado por una chica y un chico vestidos de negro y con los pelos desgreñados. Se mueven rápido, como boxeadores, contrastando con los movimientos mecánicos y prolijos de los manifestantes del odio:
INGA NAZISTER PÅ VÅRA GATOR / FUERA NAZIS DE NUESTRAS CALLES, gritan. Y nos despertamos del silencio y gritamos con ellos. Gritamos mientras los vemos alejarse por la vía del tranvía hacia la Estación Central, escoltados por la policía.
En Suecia el derecho a manifestarse y a reunirse está inscrito en la Constitución y se defiende por sobre todas las cosas. Pero también hay una ley que podría restringir ese derecho, si los manifestantes expresan odio hacia grupos o personas. A pesar de esto y de que la organización nazi no tiene el permiso formal de la policía; a pesar, también, de que interrumpen el tránsito durante parte de su manifestación, la policía no los detiene.
Es 17 de septiembre. Faltan casi dos semanas para la gran manifestación de la organización nazi NMR (Nordiska motståndsrörelse – Movimiento de resistencia nórdico) que, con permiso policial, se llevará a cabo el mismo día en el que los judíos celebran su Yom Kipur y también, el día más concurrido de la Feria del Libro de Gotemburgo. Para esta manifestación, la policía ha producido un volante en el cual se advierte a los nazis lo que no deben hacer si quieren mantenerse dentro de los marcos de la ley:
– No te vistas con un uniforme que se pueda asociar a las manifestaciones del nacionalsocialismo de los años `30 y `40
– No actúes de manera uniforme junto con otros, por ej. marcha rítmica con estandartes y escudos o gritos a coro, que se puedan asociar a las manifestaciones del nacionalsocialismo de los años `30 y `40
– No uses emblemas, símbolos y otros atributos que puedan interpretarse como asociados a la esvástica u otros símbolos del nacionalsocialismo.
El 17 de septiembre, entre 40 y 50 nazis marchan por Gotemburgo y desobedecen las instrucciones de la policía en cada uno de los puntos. Su manifestación no puede entenderse de otro modo: le están jugando una pulseada a la policía. Y la ganan ellos, los nazis. La policía es tomada por sorpresa. Dicen no tener recursos suficientes y optan por dejarlos marchar en lugar de detenerlos. En su lugar, piden a los civiles, que sí reaccionan, que no agredan a los nazis. Para evitar conflictos y violencia.
Parece una parodia. Pero no lo es. Y se pone peor la cosa.
Cuando se lo entrevista al jefe de policía, Erik Nord, ya el argumento ha cambiado. No es la falta de recursos, sino que el comportamiento de los nazis no ha sido lo suficientemente similar a las demostraciones del nacionalsocialismo del los `30 y `40. No marchan con las rodillas y los brazos extendidos, no mantienen tan bien el ritmo. Los nazis suecos, a pesar de autodenominarse nazis, y a pesar de usar uniforme, estandartes y escudos, brazaletes con un símbolo negro, a pesar de marchar y corear consignas sobre el poder blanco no son, antes los ojos de la policía sueca, lo suficientemente nazis.
El humor no se ha hecho esperar, por supuesto.
Pero el 30 de septiembre se viene una marcha en la que van a ser muchos más de 50.
También se planifican muchas manifestaciones en contra.
El sentido del humor nos ayuda a soportar todo este absurdo, pero después de la actuación de la policía el 17 de septiembre, la risa se nos queda un poco atragantada.