Precedido de un conjunto de antecedentes sobre el tema, el libro Carlos Gardel a la luz de la historia. compendió lo más significativo que se conocía, hasta el momento de su publicación, en torno a algunos de los más importantes interrogantes formulados sobre la vida y la obra de este personaje. Con Vida y milagros de Carlos Gardel, editado en 1988, el arquitecto Nelson Bayardo comenzó a brindar una serie de contribuciones que logran conformar con este libro un serio aporte.

Carlos Gardel tuvo una infancia y mocedad de las cuales hay evidencias que abjuró y no quiso que se las conociera. Sus devotos incondicionales, más otros interesados en él por diversos motivos, donde por cierto la devoción está excluida, han hecho prodigios para no develar ese pasado. Se montó una versión oficial, a la cual le agregaron temas que interesaban a terceros. Durante un tiempo esta situación se pudo mantener logrando silencio sobre algunos aspectos personales de su vida. Pero después fueron surgiendo otras dudas vinculadas a su comportamiento durante su trayectoria pública, y entonces comenzó a romperse el silencio. Primero se manifestaron sospechas aisladas, posteriormente se filtró alguna que otra voz discordante. Hace años se vienen publicando trabajos de investigación. Hoy se cuenta con un aporte revisionista sobre Carlos Gardel que ha contribuido al conocimiento de su verdadera historia. Todo lo cual no equivale a decir que el tema está agotado, ni tampoco que el aporte de esta corriente deba ser aceptado a pie juntillas.

Entre lo mejor del aporte revisionista se incorporó, a partir de setiembre del 2000 esta obra de Bayardo, encolumnada en la corriente dedicada a la búsqueda de todo aquello que ayude a demostrar que Carlos Gardel era oriundo del Uruguay y nacido en Tacuarembó. Esta es la misión que se ha impuesto y por eso además del tema principal Bayardo aborda también los conexos.

Este libro es una construcción muy bien realizada. En él se exhiben diferentes documentos y referencias con distintos grados de verosimilitud, que sirven para probar en parte la tesis del autor. Algunos son débiles, muy débiles, a tal punto que hubiera sido oportuno expresar una reserva en el transcurso de su utilización. También es objetable cuando las afirmaciones de determinados autores son sobrevaloradas ostensiblemente. Lo que hace valer la obra de un autor es el trabajo, los antecedentes de él  en la materia, su seriedad intelectual, su trayectoria pública y privada, pero mencionar aquellos ajenos a la labor específica no incide de manera positiva, y es ahí donde Bayardo, con esa sobrevaloración,  afecta a su libro. Si bien Carlos Gardel es la figura central de la obra que aquí se comenta, en un segundo plano aparece un personaje en franca competencia. Por la presencia o las ausencias, por cuanto cita de sus dichos y, en general, por todo lo negativo que de ella da a conocer o sugiere, Berthe Gardes surge en la obra como un ser perverso. Es claro que de ser probado, esto afectará más a quienes aceptaron la imagen de mujer cándida y sufrida, que la leyenda había forjado de ella.

 

Dejando de lado esa pintura idílica popularizada y ante las evidencias y conjeturas presentadas, comparando los tratamientos que Bayardo da a todos los que tuvieron responsabilidad en la infancia y adolescencia de Carlos Gardel, es evidente que ha cargado las tintas contra ella. Además de los pocos elementos fehacientes, como las inexactitudes y contradicciones manifestadas por Berthe Gardes a la prensa, si el cúmulo de dichos y sospechas formuladas fuera probado de manera irrefutable no cabe duda que estaríamos ante un personaje siniestro, más bien digno del género policial. Pero sin las pruebas necesarias hubiera convenido no dejarla con tan mala imagen.

Es claro que Bayardo no podía observar otro comportamiento, aunque esto no estaría determinado por pruebas terminantes sino por imposición del objetivo al cual quiere llegar, que Carlos Gardel es uruguayo y nació en Tacuarembó.

Para desarrollar esta hipótesis estableció un guión conductor. Comienza con una relación extramatrimonial que supuestamente lo engendró. El niño luego es entregado a la inmigrante francesa Berthe Gardes, quien se lo lleva para luego desatenderlo, usarlo, abochornarlo sin tregua, y cambiarle la identidad.

A la leyenda sobre la dulce mansedumbre y abnegación de doña Berthe Gardes, la pobre viejita, el arquitecto Bayardo contrapone la trazada por él. Esta inmigrante francesa, una joven de dieciocho años que aspiraba a emplearse de planchadora (p.35), no sería la madre biológica de Carlos Gardel sino la madre adoptiva (p.35), o mejor dicho madre de hecho -no de derecho- (p.35).

Tomando la referencia de un historiador irreprochable sobre una joven francesa agraciada que frecuentaba el cabaré La Rosada, de Tacuarembó, esta sería para él Berthe Gardes. Y sobre la base de otros dichos afirma que ella conoció al coronel Escayola, que solventaba sus gastos, pagaba el alquiler de una casa situada en la esquina de 25 de agosto y Treinta y Tres, y se hacía cargo de sus compras en el Almacén de Rocca Roura (p.36). El coronel Escayola hombre de peso político en Tacuarembó sería el progenitor de Gardel, a quien concibió en una relación extramatrimonial con una hermana soltera de su esposa. Al tiempo Berthe quedó embarazada de Romualdo López, tipógrafo de El Heraldo. Ella lo encubrió diciendo que el padre de la criatura era un hacendado, pero las presiones del abuelo del niño por nacer la llevaron a dejar Tacuarembó (p.37).

Enterado de esta situación y de lo resuelto por ella, Escayola decidió proponerle que se llevara a Carlitos, y encargó de las gestiones a su yerno, el abogado Mateo Parisi, quien inicialmente le entregó la importante suma de $ 3.000 a modo de compensación (p.37).

Decidida a irse de Tacuarembó habría procurado internar al niño en un establecimiento montevideano, el que más tarde sería el Consejo del Niño (p.38), pero terminó por dejarlo a terceras personas, en tanto ella viajaba temporalmente a Toulouse para tener a su hijo biológico. A partir de entonces lo que menos dice Bayardo es que el amor que le prodigaba Berthe era harto dudoso (p.141). Para corroborar esto toma todo cuanto encuentra tendiente a mostrar que el niño fue objeto de constante mal trato y víctima de una mentirosa y ocultadora de hechos.

Además de presentarla en su mocedad como frecuentadora de cabaret, Bayardo suma dichos insinuantes de dos autores, dejando al lector la sospecha que Berthe Gardes, además de manipulear con la vida del muchacho, era cuanto menos una hembra de fácil entrega. Uno de ellos cuenta: Un día en que su madre lo lleva al taller de planchado, un cliente joven la saluda de modo especialmente caluroso. Cuando el hombre se retira, Carlos increpa a Berthe, pero sin esperar respuesta sale él también y se pierde en la calle (p.241). El otro es de un viejo amigo de los tiempos del Armenonville al cual Gardel le habría confesado «no estar nunca en la pieza de la vieja para no ver las cosas que tenía que ver» (p.141).

Pero Bayardo no parece estar absolutamente convencido que Berthe haya sido para Gardel un ser tan negativo. Recuerda que Gardel cambió de actitud para con ella en los últimos años de su vida, dice que de ello hay indicios y agrega que bien o mal, Berthe era quien se había encargado de su crianza (p.141). Esta mujer no habrá sido la pobre viejecita de la leyenda popular, pero a pesar de esta y alguna que otra palabra de nimia valoración, se nota en esta obra ausencia por comprender a la mujer que sola debió enfrentar la vida en tierras para ella desconocidas y con un muchacho bastante indócil.

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Bayardo no cuenta con un suficiente lote de documentos probados para demostrar algunos aspectos de la hipótesis que defiende. No le alcanza aunque sume además todos los dichos prolijamente buscados. Espigó la mejor bibliografía gardeliana, a juzgar por la que acompaña, y con el resultado advierte que no puede reconstruir todos los hechos. Pero no se amedrenta, su empeño puede más, entonces decide, aprovechando lo que tiene, realizar un entramado con el solo auxilio de su lógica. Esto lo reconoce José Rilla, el historiador encargado del prólogo.

Carlos Gardel es el personaje en la obra de Bayardo, pero Berthe Gardes es el nudo gordiano de la tesis que procura demostrar. Por eso procede de esta manera con ella. Digo que procura demostrar y digo bien, ya que hasta el mismo prologuista se refiere al empeño argumentativo (p.14) del autor que transformó un alegato en una biografía (p.14). Pero ambos saben que un alegato se revaloriza con la sentencia y esta, si hoy debiera ser dictada con las pruebas que acompaña, me temo que no le sería del todo favorable al autor.

Tal vez pueda interpretarse que la primera parte de esta crítica bibliográfica esté contradecida por cuanto se comenta y objeta en los párrafos siguientes. Pero esto no es así, aún con lo objetado, por cuanto faltan documentos probatorios de las muchas afirmaciones que proliferan sobre Berthe Gardes, el libro es un serio aporte que hace añicos el pretendido origen francés de Carlos Gardel y documenta bien su nacionalidad uruguaya.

Sobre El Autor

Porteño, nació en 1941. Historiador, licenciado en Bibliotecología y Documentación, fue docente en tres universidades. Trabaja sobre diversos temas y protagonistas del pasado argentino, habiendo editado sobre éstos libros y folletos, algunos de los cuales fueron publicados por la Academia Nacional de la Historia, Biblioteca Nacional y la Academia Nacional de Periodismo. Es autor de varias bibliografías, bio-bibliografías y diccionarios de seudónimos, el último de estos es Colección de seudónimos utilizados en Argentina por anarquistas, comunistas, izquierdistas, peronistas, socialistas y trotskistas. Su incursión en el estudio sobre palabras y expresión que generaron el consumo del alcohol y las drogas los dio a conocer en dos libros editados por la Academia Porteña del Lunfardo y luego en un vocabulario titulado ABC de la droga y el alcohol. Colabora en publicaciones especializadas de Argentina, Uruguay, México, Italia, Inglaterra, Perú y Colombia. Confeccionó estudios para acompañar las reediciones del Calfucurá. La conquista de las pampas de Álvaro Yunque y la polémica Norberto Pinero-Paul Groussac sobre el Plan de Operaciones, atribuido a Mariano Moreno.

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