Con la muerte de Nicanor Parra la literatura latinoamerica comienza a despedirse de toda una mística que acompañó el Siglo XX. El ritual de la poesía cae como una hoja seca sobre la hojarasca de un tiempo donde la palabra tenía otra musicalidad. En este sentido el antipoeta chileno había golpeado el parche y su “exceso” fue acuñar un sello de corte radical para la poesía hispanoamericana. El país trasandino ya había dado a una Gabriela Mistral meteórica y a un Pablo Neruda revolucionario, ambos reconocidos con el Premio Nobel. Nicanor Parra, sin este mérito, se asemeja a Jorge Luis Borges, eternos señalados a la honra.
Podría decirse que Parra fue un poeta tardío; influenciado por Federico García Lorca, publica en 1937 Cancionero sin nombre. Recién en 1954, a su regreso a Chile después de haber completado sus estudios y especialización de matemática y física en Estados Unidos e Inglaterra, presenta Poemas y Antipoemas, una obra determinante y crucial para la época. Volvería con Versos de salón (1962),Canciones rusas (1967),Obra gruesa (1969), Artefactos (1972), Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui( 1979), Chistes para desorientar a la poesía: Chiste parra desorientar a la policía (1983),Coplas de Navidad (1983), Poesía política (1983), Hojas de Parra( 1985) y Discursos de sobremesa(1997), entre otros.
Parra pudo haber sido un científico que jugó con la poesía de tan modo que engañó a cualquier estilista. En Versos de salón castiga al género: “Durante medio siglo fue / el paraíso del tonto solemne./ Hasta que vine yo / y me instalé con mi montaña rusa. / Suban, si les parece. / Claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por la boca y narices”.
También Parra fue un artista plástico disfrazado de poeta, una suerte Ian Hamilton Finlay, Marcel Mariën o Joan Brossa, personajes todos cercanos a los poemas visuales.
En 1960 Parra se acerca a Allen Ginsberg y a Lawrence Ferlinghetti, los monstruos del movimiento beatniks. Es otro poeta o el mismo científico con cara de rebelde. Es el Parra que con 96 años comienza una huelga de hambre en apoyo a los comuneros mapuches. Es el ecologista que no habla de arcoíris y primaveras floridas, sino de abandono y deforestación.
Transcurre el 2011 y recibe el Premio Cervantes que lo convierte en el tercer chileno en obtenerlo después de Jorge Edwards (1999) y Gonzalo Rojas (2003). Ya había sido reconocido en 1969 con el Premio Nacional de Literatura.
Sus últimos años de vida transcurren en su casa de la localidad costera de Las Cruces. Sin embargo,su muerte, que acontece en la madrugada, ocurrió en su hogar del municipio de La Reina, en Santiago.
En su ataúd se puede leer Voy&Vuelvo, el texto de uno de sus recordados artefactos.
Su sobrino Nano Parra a modo de despedida, jugó al mismo juego que su tío: “Su salud estaba un poquito deteriorada, con 103 años, qué más se puede pedir, falleció a causa de los años. Nada más, eso es todo. Lo vamos a despedir bailando y cantando como el quería”.