Una vez más ediciones Pípala acierta de lleno con un título cuidado artísticamente que puede disparar distintos niveles de lectura.
Con guión de Giovanna Zoboli y arte de Mariachiara De Giorgio, Profesión: Cocodrilo presenta una historia que recuerda a los viejos cortos animados de la Warner en los que el perro pastor y el coyote fichaban sus horarios de trabajo antes de a dar rienda suelta a sus instintos en una realidad normativizada.
El libro álbum nos muestra al señor cocodrilo arropado en su cama, con antifaz de dormir y piyama, soñándose a si mismo en el corazón de la naturaleza. Tras el aseo y el desayuno -ya vestido de calle- el señor cocodrilo sale a una urbe congestionada, asfixiada de rutina y de malos modos, en la que conviven animales antropomórficos con humanos. Compra su almuerzo y un ramo de flores y se dirige en subte a un destino incierto. Lo vemos ingresar en un club o un parque, regalar las flores a la recepcionista y dirigirse después a una especie de vestuario en donde parece prepararse para ingresar en un sauna que termina siendo el habitáculo para cocodrilos de un jardín zoológico.
Una fábula divertida y estupendamente ilustrada que puede interpretarse también como una metáfora sobre el deseo, la rutina y la alienación. Esa primera viñeta en la que el señor cocodrilo sueña con un pantano natural, parece resignificarse terminado el recorrido habilitando una serie de preguntas sobre la naturaleza y la naturalización, sobre el lugar de cada uno en la sociedad y, fundamentalmente, sobre el peligro de dejar anestesiados ciertos llamados.