1
El Verbo se ha ido y ha vuelto, cocida la apariencia
de su estancia en el fango que endurece.
La purificación se ha vuelto asesinato, la recompensa
palpable, manifiesta, limpia al tacto.
Ya a cierta distancia del vapor de bestias,
los repugnantes besuqueos y la gruesa simiente esparcida
(cada jarra de muestra llena de simiente delicada)
los buscadores con los curanderos se sentaron a comer
y están satisfechos. Estas cosas preciosas sofocan
y la carne se ablanda con la turbulencia el alma
se tiñe de púrpura; cada ojo se apaga lleno y suave
mientras todos los que escuchan para tocar o insistir
con el fin de mejorar, sazonan sus bocas decentes
con trozos del sacrificio más dulce.
2
Oh Amor, sujeto de la simple opresión diurna,
para siempre comprometido para ser redimido,
exponte a ti mismo como caridad; asegúrate
de que el cuerpo es solo cáscara y excremento.
Entra en estas muertes de acuerdo con la ley,
oh visitadas mujeres, hijos poseídos. Foráneas lujurias
violan nuestras contenciones; la mudable
soldadesca tiene sus idas y venidas
muriendo en abundancia. Las mejores bestias
cargan los bajantes con su sangre colorida.
Nuestro Dios reparte corrupción. Sacerdotes, mártires,
destilan al son de este imperioso tema: «Oh Amor,
ya sabes qué dolores triunfan; vigila, lucha
para reconocer a los malditos entre tus amigos».