Imágenes: bordados de Leonora Carrington
En estos poemas de Pamela Terlizzi Prina hay madres, abuelas, viejas, viejitas que buscan, dicen, mienten, fabulan, abortan. Mujeres malas, sanas, mansas, atravesadas todas por un mismo dolor. Son todas parte de una misma historia.
1
Hay abuelas con nietos y bisnietos
y sin hijos.
Yo las conozco a todas
cuando escribo
poesía es saber:
la abuelidad nunca es en presente.
2
La memoria agita
los hechos que están quietos,
el estero
su drenaje imperfecto
lo inmóvil ocurrido
poroso al recuerdo.
Miento:
es el relato lo que mueve las cosas.
3
Mamá, mamita,
abuela querida,
viejita
¿cuántos umbrales bajísimos tuviste que cruzar?
¿cuántos delitos pintaron frente a vos una línea roja?
¿cuántas veces la pisaste?
Iaia, nona, bobe
¿fue en la aduana?
O en el monte, o en el barco, o en el campo.
¿Con el patrón, decís?
O con tu marido.
¿En el sindicato?
¿En la iglesia, en el templo?
Qué violencia perfecta la del mundo viejo, abuelita.
Todos callaban el ruido de los pogroms.
¿Cómo se escribía tu nombre antes de la guerra?
¿Extrañás las letras perdidas?
Si, entiendo. Era un problema tu linaje romaní.
Y la lengua que usabas para rezar de chiquita:
¿no queda nada de eso?
4
Las madres de mi madre,
y todas las de los padres que se fueron,
las que buscan nietos,
las criollas que desmontaban a pie los límites
de Tucumán, de La Rioja, de Catamarca,
las que turbaron la frontera con Brasil
y decían todos los parentescos con diminutivos,
las hijas de patrones violadores,
las que saben
el olor que deja el disparo de un arma de fuego
y no saben decir
pólvora,
las que probaron LSD
en un barco que atracó en Puerto Madryn,
las que se ataron las trompas con permiso del marido,
las que tienen un número tatuado en el brazo,
las que hablan un idioma que no existe
impreciso y corvo, que es el de la extranjería,
incluso las mentirosas, fabuladoras
contadoras de un pecado bienhechor
que dicen putas a sus nietas
o mi hija la divorciada
y fue pianista o tejedora,
las que conocen un embalse,
las recolectoras,
las de fronda y sequía,
las que abortaron con percha o perejil,
las que conocen el cementerio de la Recoleta,
las que no pueden nombrar la medicina recetada,
las malas
las sanas
las mansas.
Son todas mías.
A todas les duelen los huesos
por haber estado de rodillas.