LA FLOR DE COLERIDGE

Alguna vez, Samuel Taylor Coleridge escribió un poema planteando una interrogación que hasta el momento, por lo menos, parece no tener una respuesta mínimamente satisfactoria: ¿Y si durmieras? / ¿Y si en sueños, soñaras? / ¿Y si en el sueño fueras al cielo / y allí cogieras una extraña y hermosa flor? / ¿y si, al despertar… / tuvieras esa flor en la mano? La flor de Coleridge nos hunde en el terreno de la incertidumbre, terreno que suele ser fecundo porque resulta fértil para que en él prospere la planta de la duda, ese gesto que le permite a la especie acceder a una cierta sabiduría. La nouvelle de Marcelo Rubio es un condigno desprendimiento de la flor de Coleridge; y al concluir su lectura, lector y protagonista quedan sumidos en la perplejidad, acicate imprescindible para abocarse al siempre aconsejable (si bien arduo) ejercicio del pensamiento.

Carlos Andrada, cuyo oficio es restaurar imágenes, arriba a un pueblo en donde lo han contratado para reparar a un Cristo. En el título de la nouvelle se pueden reconocer alusiones varias y diversas: desde el Cristo Roto de la Isla, una de las cinco esculturas más grandes de México, hasta el Cristo de la mano rota, de Adán Buenosayres. Pero acaso lo esencial no sea agotar un tedioso catálogo de alusiones, sino subrayar los rasgos de un estilo en el que confluyen una exquisita voluntad de estilo literaria conjugada con los recursos de las artes plásticas. Respecto a la primera, bástenos poner de resalto que aquí no se confunde la palabra escrita con la crónica periodística, la jerga académica o la siempre

cambiante jerigonza coloquial, sino que hay -¡bienaventurado sea!- metáforas, comparaciones y elipsis que sostienen una historia que es –echando mano de una irreemplazable definición de García Márquez- “una transposición poética de la realidad”: ni mimesis, ni documental, ni reportaje, sino “una transposición poética”; bien vale la pena transcribir algunos ejemplos: “Sentí que las palabras se le arrugaban en la garganta” (p. 19), “Una de las puertas se abrió, hubo un bostezo de luz” (p. 25), “me quedé dormido en el esbozo de sus pechos” (p. 58), “Las sombras se despabilaban con bostezos de sol” (p. 67) y un largo etcétera. En cuanto a la segunda característica enunciada, conviene detenerse en una frase de la nouvelle pronunciada por el protagonista: “En este pueblo hay una historia debajo de otra” (p. 55). En efecto, los acontecimientos, los personajes, los relatos desembocan en una suma de versiones que si, por un lado, difieren, son pasibles de ser verosímiles o radicalmente adulteradas. Marcelo Rubio trabaja toda la historia con esa técnica que los pintores denominan pentimento: corregir algún detalle sobre el lienzo, precisar un contorno o, incluso, borrar íntegramente una pintura para plasmar otra que encubre la anterior. Todos los personajes de El Cristo roto (el protagonista, el Rengo, el cura, el Peluquero, Carmen…) son los que ellos dicen ser, lo que se dice de ellos y aquello que el lector pueda deducir; las tres versiones son disímiles y, a un tiempo, complementarias. No es azaroso en absoluto, pues, que la novela finalice con una mención a El rapto de Proserpina, de Gian Lorenzo Bernini, una escultura que, como es fama, admite una mirada tridimensional y, por lo tanto, tres sentidos diferentes: desde la izquierda, se observa que Plutón trata de mantener sujeta a Proserpina; de frente, Plutón parece llevar a su víctima al Hades; desde la derecha, las lágrimas de la mujer traducen el ruego a su madre por regresar seis meses a la Tierra.

En El Cristo roto no se halla ninguna respuesta, pero, como sucede con la flor de Coleridge, se encuentra aquello que más importante resulta: la formulación de una pregunta.

El cristo roto
Marcelo Rubio
Ediciones También el caracol
71 páginas.

Sobre El Autor

Osvaldo Gallone nació en Buenos Aires. Es escritor y periodista cultural. Publicó los libros de poemas Crónica de un poeta solo (Botella al Mar, 1975) y Ejercicios de ciego (Botella al Mar, 1976); los ensayos La ficción de la historia (Alción, 2002) y Lectura de seis cuentos argentinos (San Luis Libro, 2012; Primer premio en la Convocatoria Nacional Cuento y Ensayo, 2010). Y las siguientes novelas: Montaje por corte (Puntosur, 1985), La niña muerta (Alcobendas, España, 2011; Primer premio a la Mejor Novela en el III Premio de Novela Corta, 2011), Una muchacha predestinada (V.S. Ediciones, 2014; Primer premio a la Mejor Novela V.S. Editores, 2013), La boca del infierno (Evaristo Ediciones, 2016). Ha ganado diversos premios literarios tanto en España como en Argentina. Y colaborado, como periodista cultural, en medios nacionales e internacionales. Coordina desde hace tres décadas Seminarios de lectura y crítica literaria. osvaldogallone@hotmail.com

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