PASEN, SEÑORES, Y LEAN

Basta y sobra con leer El Cristo roto (También el caracol, 2019) o la presente novela para advertir con holgura un rasgo preponderante y propio de la narrativa de Marcelo Rubio (y de los grandes narradores: peculiaridad, marca de fábrica, contraseña): la impecable capacidad para elevarse desde la anécdota aparentemente banal que informa la trama hasta la metáfora inequívocamente trascendente que recubre la historia: es una parábola que sólo le es dado dibujar a los narradores de raza, y Marcelo Rubio, sin duda, lo es: afortunadamente para él, para la narrativa argentina y para el “desocupado lector’’.

Albedo Medina, “el hombre bala’’ del circo Fratti (de hecho, su atracción principal y el número con el que se cierran las funciones), en su intento de romper el récord de metros volados, desaparece en el aire: tal es el hecho que vertebra la novela. Pero hay más, hay muchísimo más.

En principio –como ya tuvimos ocasión de señalar en nuestra lectura de El Cristo roto-, la singularidad que sustenta la escritura de Marcelo Rubio es la música que le impone a su prosa (música en prosa, vale decir: poesía; la cadencia de la palabra narrada que la vincula con el hallazgo poético: basta leer a Giorgio Bassani, a Edward Morgan Forster, a Giuseppe Tomasi di Lampedusa, entre tantos otros; se puede hablar con propiedad de los poemas narrativos de Juan L. Ortiz, pero también de las narraciones poéticas de Rubio: en tal bienaventurada confluencia, ni la poesía ni la prosa pierden un ápice de aquello que les es propio); los ejemplos abundan: “Hay que tener valor para desafiar a la muerte, pero más, creo, al olvido’’ (p. 21), “Dejó una sonrisa colgada como un descuido’’ (p. 25), “una lámpara se ahorcaba del techo y apenas podía regar luz’’ (p. 69), “suspiró profundo con un silbido que parecía arrancarle pellizcos al alma’’ (p. 92), “la tarde empezaba a sentirse cómoda’’ (p. 100).

El monólogo de mediana extensión en el cual Albedo Medina expone en detalle la experiencia de estar dentro de un tubo antes de ser lanzado al aire (pp. 87, 88, 89) es una de las cumbres de la novela y la piedra de toque de su metáfora trascendente: todos alentamos el afán imposible de Ícaro (Medina también es un trasunto del mito griego), todos queremos quebrar el récord de metros volados, todos podemos formularnos la pregunta retórica y resignada de Medina: “¿Entendés que es jugarle mano a mano a la muerte sabiendo que tenés unas cartas de mierda?’’ (p. 89). Por la sencilla razón de que Marcelo Rubio no está discurriendo en torno del ‘’hombre bala’’, sino alrededor de la condición humana.

Promediando la novela, hay una interpolación narrativa que merece, al menos, un brevísimo escolio: la historia de los Vigilantes del Confín: una alegoría (en la que se puede adivinar la huella kafkiana) del horror, de nuestros años de plomo, de la profunda aversión a la alteridad.

La voz narradora en primera persona es la de Fratti, quien fuera dueño y administrador del circo Fratti. ¿Qué es esta narración?: la asunción de una culpa, el intento de expiación, el retorno inevitable de la culpa. También, huelga aclararlo, es una meditación a propósito del sujeto (inerme, finito, limitado: abrumadoramente humano) que oscila entre la clara conciencia de la culpa y la imposibilidad del olvido.

En Aspectos de la novela, Edward Morgan Forster señala respecto de la novela como género: “Sí, señor, sí… la novela cuenta una historia. (…). Mas desearíamos que no fuera así, que fuera algo distinto: melodía o percepción de la verdad, no este elemento vulgar y atávico’’ (Editorial Debate, 1983, p. 32). Así, la narrativa de Marcelo Rubio: una historia, por supuesto, un argumento, pero no en exceso; el resto, límpida poesía y honda reflexión.

 

Marcelo Rubio, La leyenda del santo volador, Editorial Omashu, 112 páginas, 2022.

Sobre El Autor

Osvaldo Gallone nació en Buenos Aires. Es escritor y periodista cultural. Publicó los libros de poemas Crónica de un poeta solo (Botella al Mar, 1975) y Ejercicios de ciego (Botella al Mar, 1976); los ensayos La ficción de la historia (Alción, 2002) y Lectura de seis cuentos argentinos (San Luis Libro, 2012; Primer premio en la Convocatoria Nacional Cuento y Ensayo, 2010). Y las siguientes novelas: Montaje por corte (Puntosur, 1985), La niña muerta (Alcobendas, España, 2011; Primer premio a la Mejor Novela en el III Premio de Novela Corta, 2011), Una muchacha predestinada (V.S. Ediciones, 2014; Primer premio a la Mejor Novela V.S. Editores, 2013), La boca del infierno (Evaristo Ediciones, 2016). Ha ganado diversos premios literarios tanto en España como en Argentina. Y colaborado, como periodista cultural, en medios nacionales e internacionales. Coordina desde hace tres décadas Seminarios de lectura y crítica literaria. osvaldogallone@hotmail.com

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