CUENTOS FUNESTOS

Como la unión de un hueso con otro, cada cuento se une y se separa del siguiente en articulación precisa. Sin embargo, cada una de estas cuatro historias tiene su tiempo, su particular velocidad de sedimentación, generando así un proceso que por momentos precipita y nos transporta a lugares impensados, donde todo se altera y se pierde, aún partiendo de lo natural.

En cada relato sus personajes principales pasan a ser la sustancia que se aísla para, después, caer en desgracia, en un pozo de oscuridad.

Cada cuento queda atrapado en una cavidad, en una misma capa interna que, más allá de la potencia y de los diferentes recubrimientos y conductos, todo termina en la profundidad, como distancia tomada partiendo desde el fondo de algo hasta llegar a un punto de referencia o, tal vez, a la inversa. Siempre hay en estos cuentos un lugar profundo desde el cual partir, o al cual llegar.

Y siempre las reglas de la lógica se rompen abriendo paso a formas que no admiten la acción común ni el conocimiento, quedando afuera las evidencias y las certidumbres.

Así es que chocamos con lo espantable, con la intensidad de lo tremebundo.

Todo es incierto para los involucrados, todo menos el vacío, un agente físico que va erosionando sus propias vidas.

Densidad y peligro. Pesimismo. Amor y muerte. La idea de oscuridad supone dar mucha sombra a una parte de la historia y, como contrapartida, resaltar algunas otras. La presencia de personajes algo más luminosos da cuenta de ello, tomando así distancia de la propensión a quedarnos con el lado funesto que, obviamente, suele pesar más en la balanza.

Cada cuento tiene sus heridas; algunos su extrañeza fantástica. Pero todos, implícitamente, parten de cierta realidad social que invita a reflexionar.

Todo sucede en el oeste del área metropolitana de Buenos Aires, Flores, Caballito, Morón, Haedo, autopista Acceso Oeste. El punto cardinal que nos ubica donde se pone el sol, donde se oculta. Y es precisamente la adolescente Sol (Vargas), el personaje del hueso más largo, quien nos dice “… la oscuridad no se comparte, se contagia”. “Estoy enferma… Enferma de oscuridad, y nadie se quiere contagiar”. Estas freses encajan en el título del libro y cruzan todo su esqueleto, también su espíritu.

Título: Enfermos de oscuridad

Autor: Lucas Berruezo

Editorial: Azul Francia

186 págs.

 

 

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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