Nació en Barcelona en 1962. Creció en el seno de una familia católica burguesa y desde niño quiso ser un “chico malo”. Rebelde e iracundo transitó las ramblas de su ciudad haciendo todo tipo de pillerías. Rockero disfrazado de rebelde sin causa, empezó a sentir placer por lo prohibido y se hizo amigo de lo ajeno sin ninguna culpa. Pasó por la cárcel, conoció la droga pesada, manejó una fortuna, tuvo las mujeres que quiso y se animó a decir que “las peores cosas las aprendí en los mejores barrios”. Hoy después de haber dejado un pasado delictivo se aventuró a transitar el camino de la literatura. Su experiencia en el terreno de las letras comenzó con la trilogía basada en su vida oscura, compuesta por los títulos Confesiones de un gánster de Barcelona (ganadora del premio Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción de la Semana Negra de Gijón), El gran golpe del gánster de Barcelona y Mi vida en juego (escrita por LLuc Oliveras y editada por Ediciones B). Pero sin duda su trilogía: La venganza del Tiburón, El secuestro de la virgen negra y El gran golpe en la pequeña Andorra, lo catapultaron a la fama y al contacto con un público que lo ve como un encantador de serpientes con quien compartiría una buena cena y algunas copas.
Hace un par de meses Dani El Rojo visitó Argentina y participó del BAN (Buenos Aires Negro); tuvimos oportunidad de charlar con él y acordamos una entrevista que recién ahora pudimos lograrla. Dejemos las armas sobre la mesa y disfrutemos de este personaje de película.
Si alguien te dice, después de seis libros publicados, que sos un delincuente de la literatura… ¿qué le respondés?
Bueno no es que me considere un delincuente de la literatura, pero sí que por haber creado a un delincuente literario como Hugo el Tiburón y haberlo serializado, si que puedo ser un escritor delictivo. En el caso de Miguel Angel Soto, que es mi alterego, en la biografía novela “Confesiones….”, ahí sólo me considero un narrador, eso sí, si hiciera caso a lo que me dijo Alejandro Dolina: “como escritor, soy un muy buen delincuente”.
Tu no provienes de un sector social bajo y de necesidades insatisfechas: ¿esto de delinquir aparece como un gesto de rebeldía adolescente?
No, más que como rebeldía adolescente, podría decirte que me vino como rebeldía infantil. Ya con 7 u 8 años, tenía las inquietudes de cómo buscarme un cigarro para fumar, con 10 u 11 años me pasó lo mismo con la marihuana y con el hachís, y luego en la juventud de mis 15 a 16 años debido a la situación política de mi país – la muerte de Franco y la transición española-, mi rebeldía continuó a través de un descontento social unido a las drogas.
Te educaste en el colegio de los Maristas ¿se puede decir que hubo un error de cálculo?
La educación base me la dieron mis padres, luego pasé por todos esos colegios, los Maristas de la Inmaculada Concepción, los Salesianos y el La Salle, los tres católicos, y creo que ellos fueron los que me desviaron de la educación. Porque lo único que me enseñaron es que existían ricos y pobres, y por supuesto yo decidí ser de los ricos.
Vos decís que en 1976 empezaron todos tus males… ¿Cómo ves ahora, después de tantos años, la banda del Chino, a Gloria, Carmen, Montse, Vicky y Estefanía?
Primero, decir que todos los que me comentas son personajes de la novela y que ahora no los puedo ver porque están muertos. Si te refieres a una banda como la del Chino en el ´76 en estos momentos es inviable, y todas estas chicas que nombras son mis primeros amores de los que no tuve más novedad.
¿Con Estefanía comenzó la heroína en tu sangre y el robo de apartamentos y comercios?
Sí. Con Estefanía es con la primer chica con la que además de meterme heroína en el cuerpo, empezamos a tener conciencia de que éramos delincuentes.
¿Cómo fue eso de estar en el cuerpo de aviación y en una base militar?
Obligado, pasó que en España en aquella época se hacía el servicio militar obligatorio, pero en mi caso como me habían enganchado con un delito con Estefanía, a ella la llevaron a un colegio interna y a mí me dieron la opción de la cárcel o la mili voluntaria. Al elegir la mili voluntaria solo podía ir a los cuerpos de operaciones especiales del ejército español, y entre ellos estaba la Legión Española, la Coe o la Bripac. La verdad en sí, me lo tomé no como un castigo sino como una enseñanza, me adiestraron físicamente y militarmente, supe más de armas, tuve una disciplina, aunque como ya era un politoxicómano, tuve problemas con el estado militar y me echaron de la mili porque se dieron cuenta que no servía para obedecer y estar enganchado.
¿Cómo te iniciaste en el robo de bancos?
Tenía unos amigos con los que nos veníamos frecuentemente y como Rodolfo y yo, éramos los que pagábamos siempre la cuenta del bar donde nos reuníamos, nos preguntamos que hacíamos para tener dinero. Yo tenía 16 años y sólo el carnet para manejar moto, entonces le expliqué que estaba atracando estancos, farmacias y cualquier tienda donde hubiera una caja registradora. El era un poco mayor que yo, y ya con 18 tenía carnet para manejar coches y eso lo habilitaba para poder hacer atracos más grandes. El me contó que ya llevaba un tiempo junto a dos chavales haciendo atracos a bancos y me ofreció unirme a ellos, entonces formamos una banda de cuatro atracadores.
¿Para ese momento de tanta adrenalina, la idea de tener un garito llamado Club 103 y más tarde la Peña Sant Jordi te llenó los bolsillos?
Si, el juego fue una de las cosas que más dinero me dio en los ´80.
Tu dices: “Jamás en la vida podré olvidar la bienvenida al mundo carcelario”. ¿Cómo fue tu situación en la prisión La Modelo de Barcelona?
Mi primer entrada en La Modelo de Barcelona fue siendo menor y fue un verdadero choque. Yo no me creía marginal, sí delincuente, pero no marginal, pero cuando entré y vi a toda la población reclusa que había, reflexioné que yo era uno más de ellos. Eso me puso los pies sobre la tierra.
Cómo es eso de que la vida en la cárcel no era muy diferente de la del exterior, salvando la lógica aplastante.
Salvando la situación obvia de privación de la libertad, tanto en la calle como en la cárcel, poderoso caballero es Don Dinero. Y como yo entraba con dinero era poderoso y vivía bien.
Según tu relato circulaba la droga y el alcohol sin ningún problema, y algo más: “entre rejas aprendes a valorar todo al minuto”.
Había de todo y era muy caro, accesible solamente para los que teníamos dinero. Que era mi caso y el de algunos más, pero no para la gran mayoría.
¿Las cárceles son un negocio?
Sí, es un sitio donde hay 2500 reclusos que necesitan comer, fumar, beber… y todo eso el preso lo consigue la cárcel. Incluso el dinero que los familiares meten a los internos, la cárcel lo utiliza para su beneficio, ya que en la cárcel a los presos les pagan con “tarjetitas”. Y eso yo pronostiqué hace tres años sobre que en diez años, en España, todas las cárceles serán privadas, va a ser un hecho; faltan siete para que se cumpla mi pronóstico.
¿Qué papel jugó en tu vida Sor Pilar?
Bueno, Sor Pilar fue un apoyo fundamental para mí, tanto al principio para que los funcionarios estuvieran de mi parte, como al final de mis días de cárcel para que pueda ir a una granja, rehabilitarme y luego reinsertarme en sociedad.
Es muy simpático eso de tu nueva vida en el negocio del minigolf… cuéntanos brevemente la experiencia.
En el año 83, cuando me dieron la libertad por primera vez, fue porque mi hermano había montado esa empresa y a mí me dieron la condicional para que saliera a trabajar con él. La experiencia fue positiva, pero al poco tiempo me enganché y volví a la cárcel.
Las cosas vuelven a enlodarse y deben regresar a La Modelo en 1983… Rescato una reflexión tuya: “Las cosas en el robo de bancos es a rico o muerto”…sigues vivito y coleando… ¿Las cosas han cambiado?
En verdad en el 83 es cuando logré la libertad y no volví hasta en el 84, en aquellos tiempos cuando uno hacía atracos a bancos, era o a muerte o a vida, porque era o a triunfar o a morir.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces, ahora los bancos no tienen dinero en las sucursales y son ellos los que nos roban a nosotros.
Hay quienes aseguran que la literatura, para muchos escritores, es sanadora…¿Tu caso?
Para mí, mis tres primeras novelas narradas sí que fueron una especie de catarsis por soltar todo lo que había hecho. Luego el escribir las novelas de ficción, fue una forma de expresarme. Incluso de expresar mi descontento con la sociedad.
Mirando atrás, puedes decir “no me arrepiento”.
Cuando miró para atrás sonrío y creo que cuando alguien sonríe cuando mira su pasado es que ha ganado.
Cambiaste un arma por un libro, un auto por la lectura, una puta por una familia, la heroína por una mesa bien servida… ¿algo que decir?
No, creo que tú lo has expresado muy bien. Nada viene regalado, todo tiene su precio.
Agradecemos a Natalia Zanetto por su disposición para contactar con Dani El Rojo.