Marta Miranda es autora de numerosos libros de poesía, ex docente y gestora cultural.
En El lado oscuro del mundo nos encontramos con una poesía que es relato, mucho más que huellas sensoriales, construye espacios y lugares donde hay acción. Una narración devenida poesía, como si nos permitiera espiarla mientras su existencia sucede.
Nos lleva a recorrer paisajes, personajes, la familia. Toca y acaricia lo poético en lo que percibe, en lo que vive. Transita con mucha presencia; alma presente, mirada presente, tacto presente.
Quedamos con la sensación de haber escuchado los pensamientos de Marta como susurros en nuestros oídos.
¿Cómo nace El lado oscuro del mundo?
En diferentes etapas de mi vida he necesitado transitar/tocar temas que por diversos motivos me interpelan, insisten en mi cabeza, me rondan. La relación con el otro, en este caso un otro distante, es parte de esa insistencia que se fue gestando a través del tiempo, de experiencias y hechos concretos. Al principio, como siempre me sucede, fue un magma indefinido. Con el tiempo y quisiera creer que con la llegada de una especie de madurez (puntual) logré apartarme y ahí es donde, como a través de la plátina de un microscopio pude mirar y ver, y escribir. La escritura de El lado oscuro del mundo no es más que la necesidad de entender, de analizar y ordenar cada pedazo, cada fragmento que empieza a ser identificable después del paso de un huracán. Dejó de ser un indefinido y se transformó en evidencia, en evidencia de mí, pedazos (poemas) que me recortan y me dicen. Creo que los poemas son evidencia de una parte de mi vida de la cual no puedo dar cuenta de ninguna otra manera que no sea poéticamente. Mi poesía es, y en general creo que toda la poesía lo es, evidencia, en el caso de este libro es evidencia, arqueología sentimental.
¿Cómo es su proceso de escritura?
A mí me gusta observar. Observo, siempre. Soy una especie de voyeuse intelectual. Tomo notas, escribo frases. Siempre he podido sentir claramente el espacio entre lo que miro y mi ojo. Por habilidad o tara siempre estoy en el borde de las situaciones. En ese borde o en el afán de hacerlo desaparecer, es donde se empieza a gestar el poema. No siempre es de manera consciente. El impacto de la experiencia visual es tácito, aunque con los años he aprendido a darme cuenta cuando algo de todo ese voyeurismo se transformará en sujeto de escritura.
¿Cuándo escribió su primer poema? ¿Cree que hay algo de los temas que la convocaban a escribir antes que permanece en la actualidad?
El recuerdo más nítido de la escritura de un poema es de mis ocho o nueve años, era un poema muy triste y desencantado y, como me sucedió en todos esos primeros años y hasta pasada la adolescencia, iba acompañado de un dibujo, en ese caso del dibujo de un corazón envuelto en brumas. Pero claramente más que la persistencia de temas es la persistencia del hecho: escribir para expresarse, la imposibilidad de hacerlo de otra manera. Y si hay un tema que persiste éste es la incógnita: tratar de explicar(me) la relación que me une al mundo en el que vivo, de ahí nacen los poemas.
¿Cuáles son sus referentes?
Me gusta pensar en autores en lo que puedo sentir que se está revelando, de forma clara, una visión del mundo propio: en posía Giannuzzi, Pizarnik, Biaggioni, por nombrar sólo unos poquitos locales. Pessoa, Cavafis, Ungaretti, Plath, Bachmann, por nombrar a otros. Pero son muchísimos más, obviamente.
¿Qué le interesa leer?
En general soy muy curiosa, me interesa leer de todo. En mi casa nunca hubieron muchos libros a disposición, razón por la cual me acostumbré a leer lo que cayera en mis manos. De hecho mi primer libro fue Pírincipe y mendigo, de Twin, a los ocho años, inmediatamente le siguió Las ninfómanas y otras maníacas, de Irving Wallace y luego la vida de Dominguito Savio, el santo no mártir más joven de la Iglesia católica (éste último hallado en la casa de una vecina que a veces oficiaba de niñera). He continuado con ese eclecticismo. Leo bastante narrativa, especialmente cuentos: me encanta ese mecanismo de relojería tan delicado que supone el dar cuenta de todo un mundo en un espacio tan acotado. Me gusta leer crónicas, textos filosóficos y de religión. Y poesía, aunque debo decir que es lo que menos naturalmente leo.
¿Cree o siente que alguien puede llegar a conocerla más por leer su trabajo? – es una fantasía de algunos lectores-
A través de mis textos, más que conocer se puede suponer un poco más de mí. Se pueden inferir ciertas cosas, no más. Además, yo escribo poemas y la escritura poética deja (o es lo que debiera, creo yo) un resquicio para que el otro entre y pueda transformar el texto a su antojo, para que impacte sobre sí y diga lo que necesita que le digan. Yo estoy ahí y esa soy yo, es cierto. Pero no está todo dicho ahí por más narrativo que rparezca un poema: siempre hay algo tácito, un non dit que encontrará, con suerte, su destinatario. Por esto digo que sólo se pueden inferir cosas. Y me parece bien que sea así. Creo que es una fantasía pensar que alguien conoce en verdad a alguien. Conocemos parcialmente y en general, prejuiciosamente. En general soy muy reservada, entonces, a la larga lista de acciones que inconscientemente construyo para despistar, se le suma la experiencia de una vida contada a través de poemas. Mejor venir y preguntarme, porque soy reservada, pero si me preguntan generalmente contesto.
Me quedó la sensación de presenciar escenas al leer el libro ¿Hay algo de su docencia sobre la escritura drámatica que empiece a aparecer en su trabajo?
No, no la hay. Es más, llegué a la docencia por mi trabajo con la escritura. Había tenido formación en la escritura de guiones porque como dije en un principio, me gusta mirar y consideré que formarme en ese sentido podía colaborar. Además que adoro el cine. Así fue que pasado unos años, quien dirigía la cátedra en cuestión me invitó a formar parte de ella para que acompañara a las alumnas en el proceso de escritura. Luego por circunstancias bastante tristes me encontré al frente de la misma, pero siempre ocupándome de los procesos de escritura de cada uno de los alumnos. Lo mismo sucedió cuando empecé a hacer gestión cultural. Primero fue la escritura, en esa oportunidad y en todo. Como siempre. Y todavía.