Para los antiguos griegos, el hombre que quisiera ir en contra de su destino se encontraría irremediablemente con la tragedia, con ella pagaría la soberbia de haber querido ubicarse por encima de ellos. Así Edipo, queriendo torcer su fortuna, termina obedeciéndola sin saberlo, acaba por arrancarse los ojos y no hay expiación que lo salve de la tragedia inevitable. Por lo tanto no podemos ir en contra de aquello que debe suceder, porque el oráculo, los dioses o vaya uno a saber qué, así lo disponen. De esto se valen Nelson Ansiporovich y su ejército de actores, que desde el año 2012 construyen las Torres Gemelas, dramaturgia con el destino. Una obra que desde su primera presentación, en el año 2014, en el espacio Mi Casa, hasta la actualidad en el espacio G104, se ha convertido sin lugar a dudas en un hecho social, una experiencia digna de ser atravesada y compartida, un ejercicio sociológico.
No es lo mismo llegar a ver la obra para mí que para un espectador promedio. Es la tercera que voy a vivir esta experiencia. La segunda en este espacio (G104), la primera fue en Mi Casa, en ese entonces llegar a la obra no era sencillo. Una citación anónima nos reunía en las escaleras de acceso al Shopping Abasto, nuestra contraseña era avisar que estábamos ahí para ir al cumple de Leti. Hoy los que cumplen años son Tonchi, mi amigo y Rodri, con saber el nombre de uno te dejan entrar. Ellos son amigos entre sí, con estilos muy diferentes. En paralelo todos los espectadores seremos jugadores de un juego, la construcción colectiva de lo que irá sucediendo; eso en parte es la obra. El argumento, que se ha ido estructurando con el tiempo, se ve permanentemente interrumpido por momentos de festejo. La obra desde el principio interpela al público, pero sólo a aquel que desee ser interpelado. En el caso de los espectadores apáticos que sólo quieren ser espectadores de un show (como es mi caso), la obra contempla y respeta esa posibilidad. Porque de eso se trata, hay lugar para todos mientras todos construyamos el juego con esa regla, esto es teatro. La propuesta invita a pensar, observar, elegir, construir, derribar si eso es lo que alguno quiere.
Cuando Durkheim define el hecho el hecho social lo ubica por fuera del individuo, lo identifica a su vez como un hecho coercitivo. Al igual, por ejemplo, que un cumpleaños en medio de una obra de teatro, o como un juego en medio de un cumpleaños, o como un juego participativo dentro de una obra de teatro; como la coexistencia entre individuos dentro de la sociedad. Para Durkheim, un hecho social es una forma de actuar, pensar y sentir, algo compartido entre varios individuos, formen o no parte de ello; y Las torres gemelas, a lo largo de estos años, supo constituirse como eso. Uno asiste a un festejo de cumpleaños, hay música, baile, personajes, personas, audiovisuales, público que se confunde en la multitud de actores y viceversa, pequeñas escenas surgen rizomáticamente de la mano de personajes que se desarrollarán confundiéndose en la masa y confundiendo a la masa.
La realidad se mezcla con la ficción y uno es parte de la obra necesariamente, quiera o no, porque aun cuando no participa activamente construye el aquí y ahora colectivo. Espectadores vulnerables llegan con sus propias bebidas, alguien les dijo de qué la va, se exponen, participan y opinan. Los actores logran tomar al público y hacer que éste se mantenga activo, que se traslade en el espacio, que quiera saber un poco más y en el medio se relaje, baile, tome algo fresco, coma un poco de torta y piense. Al conocer a varios de los actores y el orden de algunos sucesos puedo saber con más precisión cuándo comienza el espectáculo. Aun así, en una obra donde el público es parte fundamental de lo que pase, cada función es sorpresiva y cualquier imprevisto que anteponga el destino será un plus en la dramaturgia de esta creación.
Algunos personajes se han conservado a lo largo de este tiempo, otros sugieren nuevas propuestas; como Cali Rogers que trabaja con representaciones de gestos siniestros y registros Hollywoodenses, encarna a un presentador que sostiene su presencia hasta el último acto. Para los espectadores asiduos el progreso de quienes forman parte del equipo es una alegría compartida. Así cuando la fotógrafa de la obra, Johanna, canta en vivo, gana fans familiarizados con su imagen que paseaba sacando fotos y se lucía moviéndose por el espacio discretamente. Hoy le pone el cuerpo de un modo más arriesgado, construye otra escena, otro juego. Ella representa la potencia alegre que despierta un ámbito confortable para avanzar sobre los desafíos que proponen los proyectos.
El proceso de creación de la obra nació en el contexto de un taller de improvisación que dicta Nelson, director de la obra. Él y su amigo y compañero Juan dieron nacimiento a este espectáculo que crece en público y magia cada temporada. Juan, además de actuar forma parte de la banda en vivo, él representa para Nelson el compañero originario en este recorrido.
Esto es teatro dice Martín Brunetti al final de la obra, esta confusión que tenés en tu cabeza. Así, el actor que acompaña el proceso de creación desde el principio, con solidez, soltura y convicción, lidiando con el público ávido de interactuar con su personaje, concluye y otorga más sentido a todo lo que los espectadores, más o menos sorprendido, vienen de vivir. Martín será la última pequeña ficción en la que caeremos, cerecita del postre.
Las torres gemelas es teatro, es una fiesta, son dos cumpleaños, es un hecho social que despliega un sistema de signos válido solamente dentro de la ficción construida por todos. Aborda y cristaliza lo social y a nosotros dentro de ello. Festeja al arte en un momento difícil para arte, festeja la ficción y su encuentro con la supuesta “realidad”. Se vale del artificio teatral, usa y abusa, deshecha y retoma. Una experiencia que vale la pena conocer y se presenta todos los martes en el espacio G104 (Gascón 104).
Podés conocer más sobre la obra en; http://www.alternativateatral.com/obra37265-torres-gemelas-dramaturgia-con-el-destino