Una mujer. Una mujer entre otros individuos. Una mujer entre el público. Una mujer en el escenario. Una mujer entre otras, baila; sola, aun cuando su cuerpo se toque con otros. Corre sola, salta sola.           

Ana Azcurra habla de la mujer sola, para hacerlo presenta a cuatro solas; Mariana Conci, Sol Gilgorri, Marina Cachan y Pilar de Santadina. Cuatro referentes que desde lo estético son bien distintas. Por momentos las solas harán lo mismo, se igualan dentro de la coreografía que se les impone, pero nunca sin un gesto identitario. Sola refiere al sometimiento de la niña, de la mujer, de la hija y de toda sola inmersa en lo social. La dramaturgia de los cuerpos posibilita que la obra se despegue de la danza para tocar sutilmente al teatro.

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Espacialmente la escena tiene lugar en una atmósfera nebulosa que no asfixia, suele ser una pesadilla que nos ahoguen con el humo artificial, pero en este caso logran construir un clima muy bien acompañado por las luces que construyen espacios, tiempos. Aquí vale hacer un aparte y destacar a la sala El Galpón de Guevara que tanto en otros espectáculo como en este, ha demostrado contar con buen equipamiento lumínico. La música, por momentos demasiado escuchada ya en espectáculos de danza contemporánea, sirve para determinar y establecer las escenas; le da un carácter fragmentario que ordena las escenas como bloques breves. A pesar de esto, cada núcleo y cada danza tiene su debido desarrollo durante el cual cada interpretación se extiende en el espacio que las bailarinas han sabido ocupar con destreza y emotividad. Hay un gran manejo y ponderación de recursos para guiar sostenida y eficientemente la mirada del público.

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Resulta llamativo que en estos tiempos, donde la militancia de la mujer (muy diferente en contenido y estética a la feminista) ha cobrado mayor visibilidad, la voz más presente se alza para renegar de la mujer en su lugar social ya desde las etapas iniciales de la infancia. En esta obra, desde la danza, los cuerpos mujer, a pesar de ser distintos son todos sufrientes. Por la espera de un padre, el deber y el orden, la condición de silente, la estética de muñeca, pero en todas las sola hay una voz que grita y es la voz del cuerpo. Aunque la obra cuenta con gritos vocales, pero a esos es mejor dejarlos a un costado, es difícil que un grito en escena funcione eficazmente. En Sola el cuerpo solo con su fuerza estalla, se expresa y se modifica. Cuerpo que al contacto con otros reavivan esta imagen que cada vez se hace más nítida, la sororidad, concepto cuerpo que en Sola se vuelve núcleo.

Dos preguntas que surgen a partir de la propuesta pueden ser; ¿qué está primero, la soledad o el sujeto dentro de lo social? y ¿cuán poderosa es la fuerza que se gesta desde la tan temida y mal afamada soledad?

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Sobre El Autor

Nació en 1986, rata porteña del sur de la ciudad. Trabaja desde hace doce años en Museo Nacional de Bellas Artes, en la actualidad como educadora. Es profesora de teatro y se forma como Docente en Lengua y Literatura.

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