Vida de perros y Mi perro Roberto abordan con inteligencia la relación entre un niño y su mascota.
Soy de los que creen que no hay infancia sin perro. Es, claro, una afirmación temeraria con la que ni Rousseau ni Piaget estarían de acuerdo, pero dado que no están presentes para replicar, voy a repetirla: no hay infancia sin perro.
Lo cierto es que, más allá de la temeridad de una frase que circunscribe la niñez a un vínculo determinado, las mascotas, y muy particularmente los perros, conforman una amalgama valiosa: las enseñanzas que aportan los perros tienen el valor indudable de lo que aprendemos sin necesidad de la declamación institucional ni de la sistematización reduccionista. En la relación de un perro con su niño y de un niño con su perro hay de todo: ternura, crueldad, amor, enojo, juego, indiferencia, cariño, desprecio, beatitud y, cada tanto, algo de violencia desatada. Pero sobre todo, hay un código compartido, porque el niño no suele tener complejos al momento de acercarse a su mascota: lo hace desde la igualdad, sin diferencias. Existe una pureza hermosa en ese encuentro aun no contaminado por convencionalismos y presupuestos.
En Vida de perros, Isol la emprende con esa identificación plena entre perro y niño. Como en todos los libros de la autora e ilustradora, la historia es apenas una anécdota convertida en máquina narrativa: una madre cuyo hijo asegura ser un perro le explica con ejemplos en apariencia irrebatibles por qué no lo es. Las imágenes la contradicen: la identificación del niño con su mascota es tan profunda que cumple uno a uno los requisitos del perfecto perro. Jugado desde el humor, el relato nos muestra que, aunque no hayamos sido criados por animales, todos tenemos algo de niño salvaje cuando nos animamos a disfrutar de ser lo que no somos.
La apuesta gráfica de Isol ayuda a que la historia suba unos cuantos escalones: sus ilustraciones, siempre cercanas al garabato infantil, se empecinan en ocultar la complejidad plástica de esta artista. Sus manchas de color, la línea despareja, la ausencia de rectas, las increíbles texturas y los planteos de página casi psicodélicos convierten a este libro en una obra innovadora y alejada de cualquier otro planteo estético de la autora y del universo del libro álbum. Lo notable es que, pese a lo novedoso de las ilustraciones, en ningún momento obstaculizan la historia, que leemos de corrido y recién al terminar, comprendemos que, creyendo transitar una ruta cualquiera, en realidad fuimos remontados en los carritos de una montaña rusa estética.
Mi perro Roberto, el clásico libro álbum escrito por Rodrigo Folgueira e ilustrado por Poly Bernatene, cuenta su historia apelando a muchos de los recursos más clásicos del relato infantil: un niño como protagonista, animales parlantes y ese esquema reiterativo tan propio del cuento tradicional. Matías y su perro Roberto juegan una mañana cualquiera cuando este último se traga un canario. El pájaro queda atrapado en el estómago de Roberto, así que hay que intentar sacarlo; niño y mascota recurrirán a otros animales para que los ayuden. Sencillo pero ingenioso, Folgueira reúne en este libro muchos de los temores y displaceres de la vida infantil, siempre con humor y echando mano a un recurso que no es de los más usuales en el libro álbum: el globo de diálogo tan propio de la historieta.
Poly Bernantene demuestra su solidez como ilustrador dando vuelo al texto de Folgueira: las expresiones de sus personajes transmiten a la perfección sus emociones, pero al mismo tiempo resultan divertidas; la utilización de diversos planos intensifica magistralmente las secuencias; las texturas de los fondos generan disrupciones sutiles que incluyen hojas rayadas con sus borrones, disimulados fragmentos de periódicos o tramas complejas. Pero además de este virtuosismo, Bernatene sabe cómo despertar la ternura. Prueba de ello son las ilustraciones de la carátula, con Matías y Roberto de espaldas, y la de la guarda de cierre, con mamá e hijo canario: todo en Bernatene opera para dar relieve al relato, para hacerlo brillar, para cerrar el sentido.
Tanto en Vida de perros como en Mi perro Roberto, la idea es sencilla: aunque parezca trivial, el vínculo con la mascota nos vuelve más humanos. Puede parecer contradictorio, porque… ¿acaso no hablamos de niños y perros? Pero es la capacidad de sentir empatía la que nos vincula de manera profunda y visceral con el otro. Los protagonistas de estos dos libros se sienten uno con su perro y en esa experiencia resumen una de las facultades más infravaloradas y al mismo tiempo necesarias para nuestra sociedad: la de ponerse en el lugar del otro.
Mi perro Roberto. Escrito por Rodrigo Folgueira e ilustrado por Poly Bernatene. Editorial Una luna.
Vida de perros. Escrito e ilustrado por Isol. Editorial Fondo de Cultura.
Muñiz, enero de 2021
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