El caso Correas
Integrante del trío sartreano de la revista Contorno, junto con Oscar Masotta y Juan José Sebreli, el perfil de Carlos Correas (1931-2000) se torna harto interesante pues su casi invisibilidad en el ámbito cultural argentino habla más de éste que de aquél. De Contorno en adelante, Masotta y Sebreli, cada uno a su manera, conocerán la fama, el reconocimiento, la profusa publicación; Correas, quien de los tres es el que ejecuta la obra más sólida, quedará en un cono de sombras, atenuado ahora por el rescate que del autor realiza Interzona editando un volumen de relatos (Un trabajo en San Roque) y reeditando un ensayo fundamental que data de 1991 (La operación Masotta).
La producción narrativa de Correas se compone de dos volúmenes: Los reportajes de Félix Chaneton (1984) y Un trabajo en San Roque (2005). No es lo mejor ni lo más representativo de su obra. El estilo oscila entre la aridez y la ampulosidad, y ninguna de las dos características ayuda a dar curso a la fluidez narrativa. Correas es, eminentemente, un ensayista, un hombre de postulados y de ideas, como lo corroboran su excelente ensayo sobre Kafka (Kafka y su padre, 1983), Arlt literato (1996), Ensayos de tolerancia (1999, notas generalmente breves pero definitivas, como la que le dedica a la indigente cosmovisión de mundo del consagrado Juan José Saer), El deseo en Hegel y Sartre (2002), y La operación Masotta, su texto más personal.
Toda biografía deviene inevitablemente autobiografía, La operación Masotta no es la excepción. Correas evoca a Masotta y se evoca, reconstruye una época y da cuenta de su testimonio personal. Pero, y acaso esto resulte sustancial, escribe a la manera de Correas, a contracorriente: los años sesenta y setenta no son años dorados, el autor no e guarece bajo el techo de ninguna capilla, hace gala de una sinceridad brutal, la amistad (o el recuerdo de la misma) no atenúa la potencia del juicio crítico. ¿Quién es el Masotta de Correas? En principio, su hombre: “sé que Masotta es mi hombre.” A comienzos de los años cincuenta, Correas se recuerda como un practicante de la homosexualidad: “constituiría un exceso o una improbabilidad enunciar que ‘era’ homosexual”, y si bien jamás, confiesa, sobreviene un episodio objetivamente homosexual entre Masotta y él, no por ello deja de ser su hombre. Y se podría agregar: la medida de su deseo. La fecunda virulencia de Corres a lo largo de su ensayo se puede entender, entre otras y variadas razones, porque éste, “su hombre”, termina por defraudarlo, porque no llega a cubrir expectativas elementales, porque por momentos se torna un sujeto patético. En un tono tan alejado de la vindicación como de la estridencia, en La operación Masotta Correas pone de manifiesto la delictuosidad intelectual de la editorial Losada en las traducciones de Sartre (en la Argentina, a Sartre llegó a traducirlo Eduardo Gudiño Kieffer), el macaneo lacanoide de Masotta, la empecinada improvisación de Sebreli, por mencionar sólo algunos ítem.
A nadie escapa que desde hace algunos años, el ambiente intelectual argentino en su gran mayoría parece haber suscripto una especie de aggiornado G.A.N. (Gran Acuerdo Nacional), el tristemente célebre proyecto de Alejandro Agustín Lanusse. Hay un acuerdo generalizado, la polémica es poco menos que un anatema, lo consagrado resulta indiscutible, ha habido concursos tan escandalosamente arreglados que debieron suspenderse, la crítica se extingue como si fuera un virus finalmente derrotado. Estos rasgos probablemente expliquen la casi invisibilidad de Correas en el horizonte intelectual. Si el actual ambiente de la cultura argentina se propone como un espejo de aguas, a Correas le cabe el papel de indeseado marginal que siempre está a punto de arrojar la piedra.
Titulo: La operación Masotta
Autor: Carlos Correas
Editorial: Interzona
200 páginas