Hace unos meses, Angélica Santa Olaya llegó desde su Méjico natal para presentar su último libro de poemas, El lado oscuro del espejo. Allí, la poeta parte de la obra maestra de Lewis Carrol para crear un universo donde la caída será también protagonista, y el cruce, parte del juego; un juego lleno de trampas puesto que “el mundo es un gigante ciego con cara de reloj”. A través de sus poemas, la autora nos adentra en un lado, y en el otro; aunque quizás se trate de dar cuenta, simplemente, de que los lados han de caerse, inexorablemente.

En el bar de la Biblioteca Nacional, nos encontramos con Angélica, cuya calidez y simpatía signaron la charla. A continuación de la entrevista, les ofrecemos una breve selección de poemas pertenecientes al libro en cuestión; que los disfruten.

EL LADO OSCURO DEL ESPEJO

 

¿Por qué la figura del espejo? Me da la sensación de que las situaciones de los personajes que aparecen son las de Alicia en el país de las maravillas, no las de Alicia a través del espejo

Hay de las dos. Son predominantes los personajes de Alicia en el país de las maravillas, pero también a aparecen personajes, situaciones, referencias y enganches con el otro relato, Alicia a través del espejo, quizás en menor grado pero están ambos presentes…

¿Y por qué entonces la imagen del espejo? ¿Es una referencia más personal?

Primero porque efectivamente el enganche con la obra de Carrol es Alicia y esas dos narraciones que la implican; pero en un sentido más personal, el espejo es un objeto que a mí me trae muchas significaciones, que me atrae mucho por todo lo que implica, por ese simbolismo que hay alrededor de él sobre el pasaje a otra dimensión que no se sabe qué tanto de sueño o de vigilia puede tener, si uno está soñando concientemente o inconcientemente pero que te puede traer o revelar algunas cosas de las cuales no sos conciente cuando estás completa y presuntamente en la vigilia. Además, yo me pregunto: ¿cuando nos miramos a un espejo no es para ver cómo somos? Yo me miro al espejo y es porque quiero ver cómo soy; preguntarme quién soy. Entonces existe esta cosa más profunda de preguntarse a sí mismo en este viaje simbólico, que en Carrol es un pase al mundo estético que refleja la realidad o el sinsentido que se le encuentra a la realidad dándole una nueva dimensión.

¿Y hay posibilidad de encontrar una respuesta o se trata sólo del ejercicio de la búsqueda?

Yo creo que sí se encuentran cosas. ¿Cuántas? Nunca lo puede uno saber cuando emprende ese viaje, pero sí se develan cosas. Hay dos posibilidades, una de ellas es acceder a esa utopía que todos queremos alcanzar, que sería la constitución del mundo ideal que pretendemos, o lo contrario, que puede ser incluso encontrarse en la búsqueda de eso con el fondo de un abismo, una pesadilla que no esperabas y que de algún modo tienes que manejar en ese proceso de viajar y de atreverse a pasar del otro lado del umbral. Pero yo sí encuentro cosas, aunque nunca quedo satisfecha.

Uno de los temas que se ve a través del espejo es el amor. ¿De qué lado del espejo está el amor? Te lo pregunto porque tu libro aparece separado en tres capítulos que son “Jardín de sombras”, “Tiempo roto” y “El regreso”, cuando vos regresás, o sea, pasás de este lado del espejo, todas las poesías (las de este último capítulo) son marcadamente más tristes y más desoladoras que las anteriores, salvo la última, “Octava casilla”, que genera una ambigüedad que de alguna manera salva ese lado del espejo, porque si no…

Creo que el amor está de los dos lados. Pero en ese viaje cuando en ese traspasas ese umbral, te encuentras de pronto con  lo que le sucede a Alicia en ese libro, el amor que ella pensaba que estaba de determinada manera, que tenía cierto peso, ciertas características, ya sean positivas o negativas, de este lado, se develan como algo más que eso. En este caso, siempre es más desolador porque a veces, el hacer este viaje te puede llevar a ver cosas que no habías visto, y te puede inferir cosas más desoladoras de lo que habías pensado, pero que sin embargo era necesario ver para poder tener la posibilidad de iniciar el regreso.

O sea que haber estado del otro lado es comenzar a mirar el mundo de otra manera…

Exacto, puede significar una muy dolorosa manera de tener los ojos muy abiertos, más de los que los tenías al principio. Pero yo creo que precisamente en llegar a esa certeza es donde radica la posibilidad de poder iniciar el regreso; porque esto es un ciclo, o al menos es lo que pretendo de este libro, que se entienda que es un ciclo que no termina ahí sino que puede volver a dar la vuelta y que no sabemos cómo será la siguiente vez… es simplemente un intento de acercamiento…

¿Y no hay un riesgo de quedarse del otro lado y no poder volver?

Es una pregunta muy válida porque efectivamente uno se pregunta qué tan lejos puede llegar como para no poder regresar, pero yo lo que creo, y trato de mostrar en este libro también, es que por muy onírico que pueda ser en su parecer este viaje, sí lleva siempre implícito un grado de raciocinio, de control, de cierta vigilia que te permite no perderte totalmente en el camino como para no poder regresar, porque si fuera de manera contraria, si no existiera ese estar alerta aunque sea de una manera muy poco visible, podría perderse totalmente la intención, y no es el caso, no es lo que se pretende.

Y ese estar alerta, ¿tendría que ver con algo más relacionado con la razón? En tu libro aparece una escisión entre alma y razón…

Por supuesto, a mí me interesa mucho que se entienda que lo onírico forma una parte muy fuerte de lo que podría constituir mi literatura, pero que no está dominada por ello en el sentido del dominio de la inconciencia, del dominio de lo irracional, sino que está esta otra parte que sigue controlando y sigue de alguna manera manejando la situación para poder lograr un producto, porque si no todo pasaría quizás a una divagación, por muy loca, onírica o absurda que fuera, no habría tal vez incluso literatura…

¿Y hasta dónde puede operar esa división alma / razón?

Yo creo que no se puede separar, esa sería la postura que yo defiendo. Ahora en qué grado la puedes controlar o en qué grado puedes disociar es algo que nadie puede saber con certeza. Mientras tengas la conciencia de que acá está el control, se puede lograr… Yo no disociaría el alma de la razón, somos seres integrales, incluso como seres que podemos acceder a esta parte de la inconciencia, a la que tantos literatos han acudido para realizar su obra…

santa olaya

Vos decís que si no hubiera esa parte más vigilante, todo sería un delirio y quizás no podría haber literatura. En ese sentido, pareciera haber algo que sí está proponiendo una separación… Cuando escribís, ¿desde dónde lo hacés?

Este libro en particular salió en su mayor parte desde la inconciencia, esa parte de la irracionalidad. Pero luego viene la otra parte. Si tú me lo preguntas, yo te diría que -no sé como les va a sonar pero yo lo manejo de esta manera-, el primer vómito que sale es algo en lo que no piensas, viene, sale y necesitas echarlo, sacarlo, pero una vez que está acá dices “bueno, ¿qué voy a hacer con todo esto, con todo este masacote de cosas?”… y viene ahí la parte racional, donde empiezas a purgar y a decidir con qué te quedas y con qué no y donde incluso por muy valioso que encuentres algo que tú crees que no puedes tirar a la basura, tienes que tirarlo porque no sirve para poder darle una intencionalidad o un camino al texto, porque sino se volvería un delirio. Algo que no tiene ni intención ni fin, y yo no pretendo eso.

El último verso del último poema del libro dice: “Será que sólo podrá amarme la poesía”. La poesía, ¿de qué lado del espejo está?

La poesía está del otro lado del espejo, el lado oscuro; al menos en este libro. Esta vez la encontré ahí.

¿Sos una persona religiosa?

Religiosa como apegada a una institución religiosa, no; sí tengo una creencia, pero no creo en las instituciones, no tengo club…

Te lo pregunto porque en tu libro está muy marcada la figura de la inocencia,  ¿Qué es la inocencia?

Pues no sé, esa cuestión de la inocencia ya me la han mencionado… hay veces que uno escribe y vuelca lo que trae, pero yo no alcanzo a ver dónde está…

Lo utilizás como una imagen poética…

No fue mi finalidad, digo, si ustedes lo notan es porque ahí está, no lo dudo, pero no es algo que yo tenga manejado de manera conciente…

Uno de los primeros poemas del libro lleva como epígrafe: “Me gustaría no haber bebido tanto de esta botella”, y en esa línea hay algo del orden de la culpa…

La trampa del amor es la botella…

¡Qué tramposa! (risas) En verdad, en el texto, los que hablan de este tema son los epígrafes; es que uno después lo arrastra al resto del texto…

Bueno, hubo una intención (volvemos a la intención, a la parte de la racionalidad) ya en el trabajo de la conformación del libro, introducir estos epígrafes, es darle al lector una guía en la lectura, y al mismo tiempo complementar cada uno de los textos con esta idea sugerida por Carrol al principio de cada poema.

 

santa olayaa

¿Por qué Carrol?

Porque Carrol me encanta, porque lo amo, me parece que el texto que escribió es una obra de arte que perdurará, es un texto clásico que me parece trasciende totalmente el tiempo en el que fue escrito debido a la riqueza enorme que contiene, a la multitud de posibilidades de lectura que ofrece, a la infinidad de paralelismos que permite con la actualidad, aún incluso desde muchos puntos de vista, no sólo desde el filosófico, desde lo amoroso, desde lo onírico… incluso uno de ellos, si nos quisiéramos poner más terrestres, en cuanto a la crítica social que el libro implica, ¿no? Porque allí hay una crítica muy fuerte a toda la sociedad  y el gobierno de ese tiempo… Yo he encontrado en ese libro -cada vez que lo leo encuentro nuevas cosas, creo nuevos paralelismos-. Por ejemplo, escuchamos en la actualidad que la tierra se está recalentando, y yo me imagino al Gato de Chester diciéndonos eso con su sonrisa; no hay rostro ahí, es una predestinación que estamos escuchando, que no sabemos de dónde viene, sonriendo de una manera irónica pero nadie lo dice, ¿no?, ¿dónde está?, ¿quién es el causante? Cosas como esas se encuentran a lo largo de todo el libro… Yo siempre encuentro cosas nuevas, algo que relacionar con lo que me esté pasando en ese momento de relectura…

Hablás de una crítica social. En tu libro aparece la ironía, que quizás sea una manera de dar cuenta de eso, ¿en qué términos te interesa a vos esa crítica?

Acá la crítica social refiere a la concepción tradicional que hay del amor, cómo debe de ser el amor según las leyes sociales, que encajona, que limita, que no permite la expansión que debiera serle propia al amor… Los estereotipos, las gatitas rosas que utilizan moños rosas, que son bien educadas, esas no son decapitadas nunca por ninguna reina, todo el mundo las quiere y son bellas, aunque no lo sean en realidad todo el mundo les dice que son bellas, porque son bien educadas y usan moño rosa; y si te atreves a utilizar un moño que no es el del color que te toca eres señalada, te quieren cortar las alas, eres segregado socialmente.

¿Cuál es tu concepción de la belleza?

La que yo quisiera que prevaleciera pues tendría que ser una que no estuviera constreñida a los cánones que ahora nos imponen. Por ejemplo, en México actualmente hay un problema gravísimo de anorexia, donde las chicas de once años ya están anoréxicas, ¡son niñas¡ Y el problema ya no sólo ataca a las niñas sino también a los niños, pues si no tienes el cuerpo de un modelo no eres bello, y todos nos lo creemos y seguimos señalando con el dedo y lastimando a esas personas que no caen en ese cajón ya establecido, ese estereotipo de gente que puede construir un vínculo afectivo; si tú no respondes a esas características, no sólo la belleza sino el amor te está vedado…

Uno de tus poemas empieza diciendo: “Le regalé a un vampiro los versos que no te di”. María Negroni define al vampiro, en su libro de ensayos Museo Negro, como un ser enamorado de su propio desconsuelo. ¿Qué es un vampiro para vos?

Un vampiro es esa parte oscura que también puede consolar, donde también puedo  encontrar aquello que me va a permitir recuperar mi yo, recuperarme a mí misma e intentar reiniciar el viaje…

A lo largo de todo tu libro aparece claramente la multiplicidad del yo, ¿pensás que es posible volver a la unidad? ¿Tiene sentido plantearlo?

Sí, yo creo que sí se podría. Sin embargo no sé si a mí me interesaría plantear esa integridad. Yo creo que a mí, Angélica Santa Olaya, no sólo como escritora sino incluso como persona, me sucede muy seguido sentirme como diversas personas; y no me desagrada, me gusta, es algo que me ha caracterizado siempre desde chica y que  disfruto. Incluso cuando era más joven (ahora ya no tanto, digamos que tengo otras preocupaciones a donde dirigir esos diversos yo), me gustaba disfrazarme, por ejemplo, decía “hoy me voy a vestir de hippie, u hoy me voy a vestir de persona seria”, y me gustaba  mucho jugar con eso, incluso disfrutaba mucho el ver la reacción de la gente, provocar la ruptura de todos esos preconceptos que a veces se hacen de una persona, dicen “ella es así”, y si no la vuelves a ver así, te sorprendes… Ahora, por ejemplo, me gusta lanzar frases provocativas, que tú sabes que van a generar sorpresa, eso me divierte. No sé qué tanto me interesaría llegar a una conclusión de un yo único.

Recién hablabas de una separación entre la Angélica escritora y la otra Angélica, ¿cuáles son las diferencias entre ambas?

Pues tienen una base común, pero sí hay diferencias. Yo me instalo, cuando puedo (porque tengo una familia y no siempre me es posible hacerlo cuando quiero), me instalo como la escritora y noto que sí me convierto en otra, porque veo y percibo la reacción de los demás a mi alrededor cuando me convierto en escritora. Cuando tú no estás inmersa en lo que implica el trabajo de meterse a escribir algo, de evadirse del mundo que te rodea inmediato como para poner a trabajar lo que tienen adentro, a la gente de afuera le provoca temor, yo me he dado cuenta de eso, y cuando veo esa reacción de la gente es porque estoy del otro lado del espejo en ese sentido, ¿no? Y luego vuelvo a mi postura de yo Angélica la mamá, o yo Angélica la maestra…

El miedo probablemente sea miedo a lo desconocido, ¿no?

Sí claro. Por ejemplo, yo tengo dos hijos, y veo que les espanta esa actitud de sustracción de la realidad… si tú no lo has vivido no lo comprendes… pero les tocó convivir con esta mamá, no les queda otra…

¿Superaste las trampas del amor?

¡Híjole!, no, yo creo que no, yo creo que no las superaré nunca. Alicia tal vez sí, tal vez haya aprendido algo en este viaje, pero yo creo que sigo buceando a veces en cosas que ya sé que no van a funcionar… y ahí me digo, “acuérdate de Alicia, acuérdate de lo que le pasó a Alicia en el lado oscuro del espejo”.

santaaa olaya

Selección de poemas

de El lado oscuro del espejo

III

“… yo no soy yo. ¿Comprende?”

Alicia se mira en el espejo,

ha sido víctima de la metamorfosis

endocrinometabólica ocasionada

por intoxicación con pastelitos:

 

Alicia tiene dos cabezas y cuatro ojos,

 

una lo observa todo,

de soslayo

como un caracol aburrido;

 

la otra golpea, desde adentro, una redonda carátula

de cristal:

 

dos manecillas parten por la mitad una noche

permanente;

 

falso refugio de doce falsas estrellas y una lucecillas

de emergencia

 

que nadie puede ver.

 

El mundo es un gigante ciego con cara de reloj.

 

LA NOCHE

“Y si dejara de soñar contigo…

¿en dónde crees que estarías tú?”

Hurgas en la noche hasta encontrar mi boca

y huyes montado en el filamento lunar

Que escurre por la ventana.

 

El conejo de escarcha

se ríe de mí

con sus labios de cuarto creciente

 

la urraca se marcha

llevando en las escamas de los dedos

el aire que me queda

 

la sombra de un suspiro me lanza

al abismo de las Gorgonas;

 

los ojos se ahogan de ti

como un reloj en una taza de té

hasta que el sol

pincha las córneas con sus dedos de fuego.

 

La canícula derrite el silencio.

 

Tu voz discurre con lentísimos pasos

la orografía de mi piel alérgica a las horas:

 

explosión de quiméricos orgasmos.

 

LA ESCENA ENTERA

“… el Tiempo no quiere hacer nada

de lo que yo le pido…

siempre son las seis en mi reloj.”

Tu sonrisa le hace cosquillas a mi lengua

que hoy no quiere levantarse de la cama.

 

Un guijarro de sal

irrumpe en la resbaladilla

donde se divierte el recuerdo;

 

navaja impregnada de hiel

que atrinchera la garganta.

El agua que no bebí

hiere mis párpados;

 

las afiladas uñas del tiempo perforan los pulmones.

Juegas a arrancar a mordiscos los días al calendario

igual que cambias de lugar en la mesa;

 

detienes las manecillas del reloj

que hoy sólo puede andar

a golpe de ácidas respiraciones.

 

TIEMPO R-O-T-O

“¿Qué será de mí?”

La sota de corazones

cuelga de una manecilla rota,

 

trapecista solitario

de tobillos fracturados que

 

se bambolea

 

en la nada

 

sueño de cartón que

donó sus alas al Grifo,

 

el segundo asustado

contempla el

vacío.

 

NO GRUÑAS

“¡Con la afición que tienen

A cortar cabezas aquí!”

Para caminar con la cabeza en alto,

dicen los que saben de la vida,

 

hay que acallar el corazón y

poner vidrio molido en las heridas.

 

Pero en mi pecho habitan mil palomas

que se abaten amagando el cielo,

 

garras que muerden el filo de las sombras

en la desnuda claridad del hielo,

 

estalacmitas avernales que me hienden

sus picos de pájaro en denuedo.

 

Si he de negar la llama de este tiempo

quiero el dolor que quema y que trasciende,

 

quiero diademas de flores en la frente

aunque el volcán se consuma en el incendio.

 

ME DUELEN

“… el resultado de vivir hacia atrás.”

las palabras que bramatchisilban eclipsadas

por un discurso sabio,

los montículos y las zanjas en las veredas aún

no transitadas,

las horas dormidas entre las indecisas fauces de la duda,

las cópulas sitiadas en una casilla rodeada

por caballos blancos,

la locura del viento escarchada por la razón,

las secas y solitarias lenguas de los monstruos

las notas para dúo interpretadas por una sola voz,

las canciones fracturadas por una espina atravesada

en la garganta,

los entumecidos cuellos de los flamencos golpeando

cabezas,

las frías mejillas de un Caballero que no sabe cabalgar

en sueños,

el sollozo de un violín intentando una melodía inconclusa,

los versos regalados al bolsillo incierto del olvido,

las cosas que nunca caen hacia arriba,

los sueños amordazados por el grito de una reina calva,

las ninfas hambrientas encerradas en un tablero

de cuatro esquinas,

los abrazos mudos asfixiándose en un implosivo

vómito de palabras,

los tambores interrumpiendo el banquete

del Unicornio,

los adioses inesperados, meteoritos de sangre

petrificada

testarudos lápices escribiendo lo que no dicta

el corazón;

nuestras pieles escarbando a tientas

para liberar al rey sentado entre cenizas.

 

Tú y yo,

negros peones,

desayudando a Alicia

a ganar la partida en once jugadas.

 

Tú y yo,

carbonizadas piezas

recitando el Jabberwocky

en un cuento

sin final feliz.

 

OCTAVA CASILLA

“… debe ser sólo fingido, para

aue parezca un buen fuego”

A veces

los sueños,

atraviesan el espejo

con los ojos cerrados.

Cuando los abren,

se dan cuenta de

que

ellos

son el reflejo.

 

Sobre El Autor

Licenciada y Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Escribe poesía, literatura infanto juvenil, y se dedica también a la dramaturgia. Se formó como actriz con Carlos Gandolfo, Augusto Fernándes y Pompeyo Audivert, entre otros maestros. Da clases de literatura, talleres de escritura y de teatro. Co-fundadora y Jefa de Redacción del portal Evaristo cultural, es editora del sello Evaristo Editorial. Como periodista cultural, colaboró a su vez en diversas publicaciones (Revista Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla -México-; Agulha Revista de Cultura -Brasil-; Hablar de Poesía -Argentina-, entre otras). Se dedica también al trabajo social. En 2019 recibió la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes para su proyecto Poéticas de la percepción / Entrevistas sobre poesía. Es parte del equipo de Gestión y políticas culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

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