Fernando Vallejo es una figura controvertida y un gigante de las letras latinoamericanas. Saltó a la fama con su novela La virgen de los sicarios, por la que fue comparado en Europa con Louis-Ferdinand Céline, autor conocido por muchos como el enemigo de la humanidad. Autor de varias autoficciones plagadas de pensamientos reaccionarios, Vallejo ataca sin pelos en la lengua a Gabriel García Márquez, menosprecia las obras de autores como Dostoievsky o Balzac y afirma que Cervantes fue un pésimo prosista. En su libro La gramática y la muerte el hispanista Jacques Joset ilumina texto y contexto del narrador colombiano.

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¿Por qué Vallejo?

Y, ¿por qué no?… ¡¿Por qué no Vallejo?! Hace tiempo me adentré en la literatura de Vallejo ,y como muchos europeos, empecé con la lectura de La virgen de los sicarios, donde encontré una obra revolucionaria desde el punto de vista del lenguaje. Una renovación total de la prosa española. Así, acumulé los libros de Vallejo y desemboqué en este libro, o sea que mi aproximación es más bien literaria… Un epígrafe de Vallejo dice: “a mí no me juzguen por lo que digo sino por cómo lo digo”. Yo no entro en polémica sobre lo que puede decir Vallejo en sus autoficciones o fuera de ellas; trato de ver cómo revoluciona el lenguaje, la prosa española.

¿Cuál le parece que fue el autor que revolucionó el idioma español antes que Vallejo?

Bueno, yo diría que bastaría ver mi bibliografía. Es cierto que García Márquez con Cien años de soledad me impactó mucho. Yo sé que hay toda una polémica entre Vallejo -y no García Márquez, pues nunca ha contestado las provocaciones de Vallejo-. Pero para mí fue un descubrimiento, probablemente un descubrimiento desde el exotismo europeo. Lo que sí sé es que el impacto de Cien años de soledad –y luego todas las novelas de García Márquez- han tenido un éxito extraordinario en Latinoamérica y en todos los países de lengua española. Pero es cierto que para un belga, para un inglés, para un alemán, para un francés, hay una dimensión añadida de exotismo. Nunca hay que olvidar que el éxito de García Márquez -y del boom en general- coincidió con el auge de la política de Fidel Castro, de su repercusión… hasta podría decir de una moda -que se dio en Europa- de esas teorías revolucionarias. Hubo una coincidencia que -ideológica y literariamente- fue extraordinaria. Luego vino una especie de resaca, si puedo hacer un recorrido europeo de la literatura hispanoamericana, pero yo creo que no dista mucho de lo que puede pasar en otras partes del mundo. Digamos que a partir de los años 80 y 90 hay una especie de, no digo apagón, pero sí una calma. Y luego resurge un nuevo boom con algunos nombres como Bolaño, por ejemplo, que tiene ahora un éxito extraordinario en Europa y en todo el mundo.

Hay una distinción que hace Vallejo que quisiera saber si usted comparte: es entre grandes escritores y grandes prosistas. En ese sentido, ¿qué sería Vallejo? ¿Un gran escritor o un gran prosista?

Un gran escritor en efecto es diferente de un gran prosista. Un gran prosista es alguien que maneja el lenguaje desde el punto de vista estilístico, que no tiene fallas. Una gran escritor es como Cervantes -y en esto estoy completamente de acuerdo con Fernando Vallejo- que puede obviar que Sancho ha perdido un asno que reaparece no sabemos muy bien por qué en el capítulo siguiente. Pero un gran escritor es el que -como dice Vallejo- da la palabra a la gente. Da la palabra no solamente a un Don Quijote, sino a alguien que ensarta refranes como Sancho, y que ensarta bien los refranes, y que le da la cara a Don Quijote, que a veces no entiende…

¿Y no hay una confluencia de grandes escritores que a la vez son grandes prosistas?

Probablemente sí, pero en lengua española no sé. En literatura francesa probablemente; en literatura española yo podría señalar pro-poetas, no prosistas. En literatura de lengua española, quizás un Borges finalmente, aunque…

Aunque escriba en tercera persona…

Sí, pero esa es una manía de Fernando. Yo creo que hay grandes escritores de tercera persona. Y se ha dicho -entre nosotros- que en el Quijote sí hay una frase en primera persona -la primera, y alguna otra intervención del segundo narrador en primera persona-.

Usted tiene un trato personal con Vallejo, desde hace años ya…

Desde hace cinco o seis años, sí. Nos hemos encontrado pocas veces, el trato es a través de internet, nos comunicamos cuando tenemos que comunicarnos. La verdad es que yo soy quien solicita muchas veces su ayuda para precisar algún que otro dato biográfico. Y lo he visto unas cuantas veces en México -donde él vive-, pero no es un trato regular.

¿Cuánto, en su opinión, hay de verdadero y cuánto de impostura, en este costado revulsivo de Vallejo?

No sé, y yo lo digo claramente en mi libro: lo que escribe Fernando son autoficciones, es decir, un género bautizado por los años 70 por un teórico francés, pero el género existía mucho antes, no es ninguna invención de Vallejo esta mezcla de escritura del yo en primera persona y de invención del yo. Cuando en El don de la vida dice -“yo me inventé”, “pero dígame una cosa, maestro, cuando usted dice ‘yo’ en sus libros, ¿es usted?”, “No, es un invento mío, yo también me inventé”- o sea, esa parte es ficticia. Pero esto no lo inventó Vallejo, esto existía de mucho antes de él. Y claro, voy a hablar de los dos biógrafos de García Márquez, que han dedicado años para reconstruir la verdadera vida de García Márquez poniendo esta vida en consonancia o disonancia con sus novelas. Son Dasso Saldívar y Gerald Martin. La última biografía de Gerald Martin de García Márquez es una excelente biografía; la de Dasso también, pero la de Martin tiene una ventaja que es que se acerca más a la actualidad. Pues Fernando no tiene una biografía. Y mientras no tengamos alguien dispuesto a investigar la verdadera vida de Vallejo, sin tener en cuenta las autoficciones, no conoceremos la verdad. Hay cosas que se saben y cosas que no se saben; pero entre las que se saben, yo puedo decir algo muy sencillo, por ejemplo, en Mi hermano el alcalde retrasa el mandato del hermano para que coincida con el paso del siglo y del milenio. Yo no sé si con Fernando existiría la misma posibilidad -aunque García Márquez siempre les ha dicho a sus biógrafos: “yo nunca les voy a impedir la investigación sobre mi vida, si puedo darles un dato les doy, pero nada más”. No sé si Fernando lo haría, porque, por lo que lo conozco, podría él inventar otra vez su vida. Sería un testigo infidente de su propia vida, y es un encanto, no es un reproche.

 

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Jacques Joset

¿Hasta dónde le jugó a favor y hasta dónde en contra a Fernando Vallejo esta personalidad volátil que lleva a que muchos intelectuales lo comparen con un Céline, a quien se lo mencionó como un enemigo de la humanidad?

Ese es un caso muy complejo, es la comparación que yo he tratado en mi libro. Si tratamos de hacer una reconstrucción, históricamente la comparación de Vallejo con Céline viene del éxito de La virgen de los sicarios en Francia. Y no se equivocó para nada la crítica francesa cuando comparó la revolución literaria en la prosa española de Fernando Vallejo con la revolución en la prosa francesa que hizo Céline. En esto estoy completamente de acuerdo, nadie puede negar la validez de la comparación. Ahora bien, se ha comparado a Céline con Vallejo también por motivos ideológicos. Se sabe que Céline era un colaboracionista antisemita, que ha escrito panfletos anti judíos realmente asquerosos… odiosos. Y hasta ahora esos textos no se han vuelto a publicar, se pueden encontrar en internet -todo se puede encontrar en Internet-, pero los editores franceses -incluso su propia editorial, Gallimard- no volvió a publicarlos. Un panfleto antisemita como Bagatelles pour un massacre es realmente insoportable. Ahora bien, el caso de Céline es muy complejo, por ejemplo, se lo ha acusado de denunciar a judíos y de mandarlos a los campos de concentración. Hasta ahora, las pruebas últimas desmienten esto. Si tú lees un libro como D’un château l’autre, que es realmente un discurso oficial contra el régimen de Vichy, que era un colaboracionista pro alemán. Y esa es la peor denuncia del colaboracionismo que conozco, o sea que es un caso complejo que nunca alcanza al de Fernando Vallejo. Se le ha tildado de fascista y de racista. Y hay, en efecto, marcas de eso en sus autoficciones, pero ojo, que cuando hablas con él nunca va a tener un discurso racista. Sin embargo, en sus autoficciones hay discursos sobre los indios, la chusma… bueno, es chocante, ¿no? Yo no comparto ni siquiera el discurso de las autoficciones, y se lo he dicho claramente a él, que es mi amigo. Pero hasta ahí llega la comparación ideológica, yo creo que hay que enfocar la comparación desde el punto de la revolución de la prosa castellana y de la prosa francesa, a medio siglo de diferencia, por supuesto. Nunca antes de Céline hubo un discurso literario que es también -hay que señalarlo- de autoficción, pues lo que escribe Céline son autoficciones, o sea que inventa su vida también, como Fernando, partiendo de una base vivida. Pues Fernando hace lo mismo, también una reconstrucción de su vida, y -lo dice- “cuando no me acuerdo lo invento”. La comparación, si es válida, es entre lo que Céline llamaba su pétit musique (musiquita) en la prosa, y el ritmo de la prosa de Fernando, que es totalmente inédito en castellano.

En la Carta Abierta que cierra el libro usted supone que la impresión de este libro le va a costar ciertas amistades. ¿Tuvo esa fuerza?

No, más o menos… eso fue quizás una tomadura de pelo. Mis amigos siguen siendo mis amigos.

No obstante esto, la obra de Vallejo generó cierto displacer en la comunidad intelectual europea de izquierda…

Hay que ser honestos. La difusión de la obra de Vallejo en Europa, hasta ahora, se limita esencialmente a La virgen de los sicarios. Si entras en cualquier librería –pequeña o grande- y buscas en la sección Literatura hispanoamericana, letra V, Vallejo, La virgen de los sicarios, en traducción inglesa -depende del país-. En un momento, la traducción de El desbarrancadero se encontraba; pero si hoy mismo entras a una librería, está La virgen de los sicarios.

Acá también…

Y yo digo -pero es mi opinión- que no es el mejor texto de Vallejo. Yo me inicié en Vallejo con La virgen de los sicarios, es el primer texto suyo que he leído, y con él me dije: “Hombre, ¿pues qué cosa es esto?”. Pero busqué los otros textos y encontré algunas autoficciones, lo que él llama la pentalogía, El río del tiempo o bien El desbarrancadero, superiores a La virgen de los sicarios. Es así. Cuando fui a ver la película de Barbet Schroeder, la gente se quedaba fascinada, pasmada. Yo creo que se trata de un error, un error de difusión intelectual, un fallo en los procedimientos de comunicar. No conozco el impacto de las traducciones en inglés o en alemán -la obra de Vallejo se ha traducido al francés-, pero nunca se ha hecho la publicidad en torno a la traducción francesa de El desbarrancadero como para La virgen de los sicarios.

¿Usted se acercó a la obra cinematográfica de Vallejo?

No, la conozco mal.

En esta Feria del Libro, en Buenos Aires, Argentina, coinciden los dos libros La muerte y la gramática y El don de la vida. ¿Usted va a presentar, junto con Vallejo, El don de la vida?

Mira, esto va a ser una sorpresa… Yo no sé, a mí me dicen que quizás voy a presentar El don de la vida y él va a presentar La muerte y la gramática. No sé, estoy preparado para todo.

¿Qué me puede decir de éste último libro de Vallejo?

 En mi lectura hay dos ejes principales, o tres. El primero es algo consabido, desde Los días azules la muerte es la protagonista principal, incluso desde la niñez -el relato de la niñez-. La última palabra de este libro es la muerte. Hay una meditación sobre la vejez, pero eso no sorprende mucho, sabemos por lo menos desde El fuego secreto -el segundo libro de la pentalogía- que la vejez para Vallejo comienza a los veinte años… No sorprende. El segundo eje de lectura sería la coronación de la pentalogía. Para mí este libro es la coronación de los cinco libros que constituyen El río del tiempo pero con un enfoque diferente -que es el tercer eje- que por primera vez emplea un proceso que nunca había empleado antes, el diálogo. Y el diálogo -hay que leerlo bien- es un diálogo que finalmente es un monólogo con su muerte. El interlocutor es, claro, la muerte -su muerte-.

Usted es un hispanista, ¿qué otros autores hispanoamericanos trabajó? ¿O es este el primero?

No es el primero; yo he trabajado mucho. Esa producción mía se conoce menos aquí en los países latinoamericanos, pero yo hice una edición anotada de Cien años de soledad de García Márquez -yo no digo ‘crítica’, aunque muchas veces me presentan como el autor de una edición crítica de García Márquez-. No es una edición crítica porque justamente no tengo el material, nadie tiene el material para hacer una edición crítica, hace falta tener los manuscritos que existen pero que no son consultables, hay que tener las pruebas de imprenta para ver las correcciones. Yo no tengo eso. Han sido puestas a la venta en una subasta en Barcelona, pero como no alcanzaba el precio esperado por los vendedores se retiró del mercado. O sea que no es una edición crítica, sí es una edición comentada. La publica Cátedra y –queda mal que yo lo diga- es una de las ediciones más vendida en Europa. Para un español, para un europeo, hay notas sobre los americanismos -que no son siempre descifrables inmediatamente-.

Yo también trabajé sobre otro amigo-enemigo de Vallejo, sobre Octavio Paz, sobre Nicolás Guillén, autores que quizás no son del agrado de Fernando. Pero mi trabajo es ser hispanista, y sobre todo escribir sobre autores que me gustan.

Fernando nombra como un gran prosista a un autor argentino…

Sí, Mujica Láinez…

¿Usted tiene alguna cercanía con la obra de alguno…?

Yo he escrito sobre Mujica Lainez por lo menos una vez. Si tú has mirado un poco la contraportada, entre mis especialidades como hispanista, estudié mucho la vida de la Literatura del Renacimiento y su prosa. Mi penúltimo libro antes de éste fue una edición crítica de La lozana andaluza de Francisco Delicado. Y en “Bomarzo”, de Mujica Lainez, vi que había una inspiración -ahora se dice intertextualidad- entre un pasaje de “Bomarzo” (que es la entrada de Carlos V en Florencia) y La lozana andaluza. La verdad es que es un gran prosista, yo no sé si es un gran escritor, volviendo a aquella diferencia entre grandes escritores y grandes prosistas. Yo te dije que para mí un gran prosista es alguien que estilísticamente logra la perfección, pero que puede ser aburrido. Lo que sé es que Mujica Lainez nunca me aburrió, nunca, es un gran prosista según Fernando.

 

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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