Una ciudad sin mar de la que desaparece gente por las noches. 
Un medio poeta tan cansado de equivocarse por su cuenta, que deja que un puñado de fósforos decida por él.
 
Una mujer fuerte con el corazón frágil.
 
Un boxeador reconvertido en peluquero de señoras.
 
Una puta virgen que atiende vestida de novia.
 
Un apostador de sueños.
 
Un policía chiquito y malo. Otro grandote y ya veremos.
Un pasado que siempre vuelve a cobrarse las deudas.
Un deseo que puede resultar mortal.
 

Una noche cualquiera en una ciudad sin mar.
¡Sí?
[nota musical]
Sí.

Muchos escritores escriben porque leyeron a otros autores. A la hora de acercarse a tu literatura, uno puede descubrir ciertos ecos de Soriano y Chandler, pero los personajes y las historias que se nos presentan nos hacen sentir que son más cercanos. El escritor es uno más de ellos, que comparte alegrías, miserias y cerveza a la par. No los diseca, ni los juzga, sólo los observa y nos cuenta. Un bar sin cerveza ni historias, no es un bar. ¿Cuánto de eso que viste se filtra en tus historias? ¿Y cuánto hay de autobiográfico?

Es una de esas preguntas que sólo debería responder delante de mi abogado, pero como no tengo… Hay de autobiográfico, a menudo, lo más inverosímil. Por eso dejo que se cuele, porque no hay peligro de que nadie se lo crea, jaja. En general, no soy un autor que necesite que le regalen historias o vaya cazándolas furtivo de bar en bar. Lo que ves vivir a otros lo completás o lo cambiás para volverlo literatura. A veces hay frases o actitudes, historias que se van del bar sin que sepas como terminan, y como sos un vicioso de las historias, las reescribís a tu gusto. Hay personajes inspirados libremente en gente que he conocido. Tuve un amigo que no servía para boxeador y terminó siendo un estilista de fama internacional, he conocido a policías como El Perro y El gato en mi vida ha habido muchas Lolas y alguna Desiree, y creo que todos los locos que se mencionan en la novela son reflejos de locos que conocí en la vida real, incluyendo a El Loco que se tumbaba en la curva de una ruta para que un coche lo llevara al Cielo. También el loco sin diagnosticar que unas cuantas veces, borracho, se tumbaba a su lado en el asfalto, y que fui yo… 

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Cerveza ficción. La edición de Yo Llore con Terminator 2 trae un prólogo en el que hablas y detallas de que va la cosa. ¿Que podrías contarle a la gente sobre esto? ¿Cómo surgió? ¿Cerveza favorita?

Empezó como empiezan las cosas serias: en broma. Acá en España, para mi gusto, se les tiene demasiado cariño a las etiquetas y más en literatura. Eso hace que salvo numerosas excepciones, hasta los intentos renovadores nazcan lastrados por la necesidad de ofrece un nombre- llave, algo que le ahorre al lector el trabajo de pensar. Así que como quería revisitar el relato canalla, bohemio, si querés, pero sin caer en los tópicos obligatorios, me inventé casi en broma lo de cerveza-ficción. Lo gracioso es que muchos escritores nuevos me escribieron para pedirme pistas sobre cómo trabajar el subgénero, y hasta hubo, hace un par de años, un premio internacional de relatos de Cerveza-ficción, patrocinado por una marca importante. Yo sólo quería y quiero, dentro de mis registros de escritura, reservar un espacio para una narrativa atorrante pero no paródica, sobre todo porque mucho de lo que se cuenta ocurrió. En cuanto a cervezas, la Mahou de acá me gusta mucho. Aunque cuando pasamos a cosas serias, soy más de bourbon y no por tópicos de novela negra, sino porque me gusta y punto.

El año pasado, se publicó tu cuento Por un kebab, en la antología Doce Rounds., en lo que fue tu primera publicación en Argentina. Este año se publicó tu primera novela. ¿Qué sentiste y que respuesta obtuviste por parte de tus lectores en comparación con las anteriores? ¿Podemos esperar que alguna de tus otras obras siga los pasos de El Huevo Izquierdo del Talento?

Para un autor argentino, aunque lleve casi media vida en España; aunque medio en joda me defina como un escritor «argeñol», publicar en tu país es lo más grande y tiene algo de deuda con uno mismo y también de desafío. Como vivo en España y muchos de mis personajes son españoles, el vocabulario es de acá, salvo cuando son personajes argentinos. Pero eso no fue traba, por ejemplo, para que mis novelas se vendan muy bien en Francia. Me produce un respeto enorme publicar en Argentina por eso es que quiero seguir haciéndolo. Con mi editorial, Nuevo Extremo, la relación es muy buena. Y como también tengo una línea que no es «negra» (en relatos, poesía y novela) espero que pronto se publiquen allá más libros míos. Por material no será: desde que empecé a publicar en mayo de 2007, en español se han publicado quince libros míos, así que espero que alguno más vaya saliendo. Aparte de que tengo algunas novelas en mente, con protagonista argentino, pero no por cuestión de marketing, si no porque tengo ganas…

 

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En nuestro país hay una especie de boom con la proliferación de autores que abarcan el género negro. Como alguien que estuvo en festivales de policial en España, Argentina y Francia, ¿qué nos podrías contar acerca de este interés por la novela negra? ¿Cuáles son las diferencias a la hora de aproximarse a la novela en estos tres países?

Como vivo lejos, de Argentina sé menos, pero me ha sorprendido el alto, altísimo nivel de la gente que está empezando y de los ya consolidados. Hay un gran compromiso con la realidad, pero sobre todo con la calidad de los textos, el laburo bien hecho. Creo que, en general, el autor argentino se toma muy en serio su obra y eso es bueno. En cuanto a lo negro, si empiezo a nombrar, no termino, pero te doy dos ejemplos: Leonardo Oyola, ya consolidado pero que no afloja ni una tecla a la hora de contar lo «negro» desde la perspectiva que eligió y que domina con talento y corazón. Y en una vertiente más cercana a la novela negra tradicional, Horacio Convertini, que con dos novelas ya se ha situado como un autor a seguir, con voz poderosa y propia. En España, la novela negra está, salvo excepciones, más escorada a las tendencias europeas, deudoras de las tendencias anglosajonas y (uff!) escandinavas. Acá hay demasiados comisarios y jueces que son los detectives y claro, a un argentino, eso le chirría un poco. Pero hay gente, como por ejemplo Carlos Zanón, o Cristina Fallarás, haciendo novela negra y potente. Y Francia es el paraíso del género. No en vano la mítica Serie Noir de Gallimard nació allá. Hay una gran cantidad de excelentes autores con público exigente. Y el lector francés tiene gustos amplios: disfruta tanto de una novela negra canónica y comprometida, o de un delirio como los míos. No dejan de salir nuevos autores con nuevas propuestas y el nivel de auto exigencia es también muy alto.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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