Kader Abdolah nació en Teherán durante el reinado de la dinastía Pahlevi, en un Irán muy diferente al actual. Voz de la resistencia en el exilio desde 1988, el escritor iraní repasó en diálogo con Revista Seda sobre sus referentes políticos y sobre su militancia en la izquierda proscripta, y además iluminó sobre su carrera literaria.
Kader Abdolah es el pseudónimo que adoptó Hossein Sadjadi Ghaemmaghami Farahani, escritor iraní refugiado en Holanda desde 1988. Su narrativa se cifra en la violencia de estado modulada no sólo en el régimen del sha Pahlevi visto como funcional al proyecto imperialista norteamericano, sino que se observa tras la revolución con el establecimiento del nuevo régimen integrista encabezado por el ayatolá Jomeini.
¿Qué recuerdos de juventud tiene de Teherán durante el reinado de la dinastía Pahlevi?
Recuerdo que siempre quise ser un escritor y que a los 14-15 años leía muchas historias norteamericanas de detectives. Yo vivía en una casa antigua y tradicional, la casa de la mezquita. Estábamos en contra del sha porque él era símbolo de los Estados Unidos. Era parte de mi conocimiento la mezquita, las mujeres con velo que debían cubrirse con el chador pero también estos libros que se podían leer. Teníamos una libertad considerable en tanto no te manifestaras contra el sha.
¿Era una censura en términos políticos?
Sí, la censura en torno a las actividades políticas era feroz pero no se advertía en la vida cotidiana. Podías hacer lo que quisieras (siempre y cuando no te opusieras contra el régimen). Yo estaba contra el shapero comparando ese tiempo con el actual gobierno podemos establecer una diferencia entre día y noche, o bien verano e invierno. Podemos trazar una analogía que considere el tiempo de los ayatolás como el invierno. El gobierno del sha, en comparación, no era tan malo. Nosotros creíamos que lo era…
Ud. mencionó que leía historias de detectives. ¿Cuáles recuerda haber leído?
En la casa de la mezquita donde solía vivir teníamos una gran biblioteca repleta de ediciones especiales, grandes, de clásicos de la literatura persa. Hasta ese entonces, yo no había visto los libros de bolsillo, aquellos libros de tamaño pequeño o aquellos que trataran sobre temas de la vida diaria. Compré, por primera vez, una de esas novelas de supermercado. Esas novelas norteamericanas que se vendían por entonces dado que Estados Unidos tenía una política agresiva de penetración apoyado por el sha que pretendía norteamericanizar nuestra cultura. Este es el contexto en que encontrábamos libros de detectives de escritores estadounidenses. Estas ediciones eran baratas y accesibles, de poco valor literario.
¿Eran best sellers?
Por ese entonces no había escuchado jamás sobre los ‘best sellers’. Eran novelas baratas que trataban sobre mujeres, sexo, armas… eran de lectura fácil, accesible pero a mí me encantaban y tenía cientos de ellos. Creo que fueron parte de mi formación y me ayudaron a escribir más fácilmente.
Su generación tuvo como paradigmas intelectuales a Sadeghe Hedayat y Jalal Al-E Ahmad. ¿Cuáles eran las referencias personales del joven Kader? ¿Cuáles eran los pensadores y escritores que admiraba?
Nací en una familia culturalmente islámica por lo que mi primer modelo fue Muhammad, el profeta, y Alí, exponente venerado de los shiíes. Luego, durante la adolescencia mis modelos fueron esos detectives norteamericanos, a los que leía asiduamente. Pero cuando entré a la universidad, tomé contacto con los partidos de izquierda proscriptos. Mis referentes cambiaron y fueron el Che Guevara y Fidel Castro, mis arquetipos. Ingresé luego a un partido de izquierda y me convertí en un miembro activo. Queríamos cambiar el país, una revolución armada como Cuba lo había hecho. Ellos eran mis modelos. Paralelamente, escribía y quería volverme un entrañable escritor persa. Por eso, escritores como Sadeghe Hedayat (al cual también leí) no podían ser mis modelos porque me parecían desfasados, anticuados. Quería encontrar una nueva forma de expresión y Gabriel García Márquez con sus Cien años de soledad abrió para mí una nueva vía. Recuerdo haber leído diez veces ese libro tornando Hedeyat anticuado. En ese tiempo, García Márquez era para mí moderno. En literatura, él era mi modelo.
Es difícil para el lector promedio reponer el contexto particular de Irán hacia 1979: Mujahedin-e Khalq, Fadeyan-e Khalq, Tudeh (Partido Comunista Iraní). ¿En qué partido militaba? ¿Cuáles eran las bases del programa?
Los Mujahedin-e Khalq (MEK) eran un partido de izquierda islámico. Yo no era creyente. En ese tiempo, era miembro de un partido clandestino de izquierda, con un programa como el de Guevara. No era un partido religioso. Era una propuesta política contra el sha. Yo era periodista, escribía para el diario del partido. Luché con la letra, no con armas.
¿En qué partido militaba?
Era miembro de Fadeyan-e Khalq que significa ‘guerrilla del pueblo’.
Ud. se exilió en Holanda en 1988. En una entrevista mencionó que ‘el exiliado no pertenece a ningún lado’ y que ‘no se siente más un iraní’. Son afirmaciones fuertes…
El exilio, al abandonar el propio país o abandonar la casa de sus padres constituye un gran paso en la vida del hombre. Si uno abandona su lengua, no puede ser el mismo. Estoy orgulloso de mi cultura persa, de mi lengua –el farsi- pero en los últimos 25 años incorporé la cultura holandesa y la lengua neerlandesa, que han devenido también parte de mi cultura. Soy una persona completamente diferente que la que escapó de Irán. Puedo decir que soy un persa con hermosos colores holandeses y que no he olvidado mi pasado. Pero mi manera de pensar ha cambiado, así como mi forma de escribir e incluso la forma de expresar mis sentimientos. Si todas estas cosas han cambiado, no puedo ser el mismo hombre que escapó de su país. No puedo decir que no soy persa. Sí, lo soy. Tenía 30 años cuando abandoné el país. Pero soy un hombre moderno que ha incorporado hermosas cosas de la cultura holandesa y europea. No puedo decir que no soy un hombre persa sino que soy más. Soy más que eso.
El exilio es el exilio de la lengua… ¿Por qué escribe en neerlandés?
Cuando escapé de mi país, llegué a Holanda y me asenté en una muy pequeña ciudad. Quería contar mi historia, quería decir mi dolor, relatar qué me había sucedido, qué nos había pasado en nuestro país. Necesitaba compartir con la gente, con el otro, pero nadie me podía entender a pesar de que yo intentara explicarlo en mi lengua. Necesitaba hablar y compartir. No había ningún hombre ni mujer persa en la ciudad. Tenía que compartir mi dolor y mi pena con los holandeses y de repente, ¡me encontré escribiendo en neerlandés! Escribir en neerlandés me reconfortó… Repentinamente, no sentía miedo de los enemigos ni de los ayatolas. Sentí que podía escribir lo que quisiera. De repente, esta hermosa sensación de gran libertad. Me sentía como un astronauta en el cielo. No había límite. Ese sentimiento era una fiesta, felicidad y al mismo tiempo un enamoramiento. Me gustó tanto que continué escribiendo en neerlandés. En los pasados 500 años, los iraníes no hemos tenido la libertad de expresarnos libremente y por primera vez, como escritor persa, repentinamente, tuve la oportunidad de escribir. La lengua neerlandesa me dio la oportunidad de expresarme y celebrar este tiempo.
Kader Abdolah es un pseudónimo. ¿Cómo surge el nombre?
Cuando quise publicar mi primer libro – escribí dos libros en Irán- dado que eran contra el régimen de los ayatolas tuve que eliminar mi verdadero nombre de la tapa porque resultaba peligroso. Para ese entonces, dos amigos míos habían sido ejecutados por el régimen: Kader y Abdolah. Adopté sus nombres y creo que me he vuelto más bello que antes.
Mencionó la publicación de dos libros en Irán. ¿Cuáles eran los títulos de esas obras?
Se trataba de un diario literario acerca de los kurdos. El régimen se enfrentó con esta minoría que busca la autodeterminación hace años. Fui e intenté escribir sobre ellos: sus deseos, sueños, su lengua. Escribí por ellos. Uno de los libros se llamaba: ‘Lo que los kurdos quieren decir’. El editor me ha solicitado traducirlos pero prefiero que no sea inmediatamente. Ahora no encuentro el momento y algunas partes deben ser revisadas.
En su libro La casa de la mezquita[i], en un primer momento, el Islam parece ser el interlocutor más válido para defender los valores iraníes contra la llamada ‘Gharbzadéh’ (neologismo que puede traducirse como ‘occidentoxicación’). En el contexto de una estricta vigilancia de la policía secreta del sha, la SAVAK, el discurso de Jaljal que apela a diferentes partes de los suras posibilita la emergencia de un nuevo texto: un texto de resistencia…
El Corán está escrito de un modo mágico, parece poesía. Cualquiera puede tener su propia interpretación sobre los suras. De este modo, si yo leo una parte o frase del Corán puedo decir ‘¡qué bello!’ pero ese mismo contenido puede en la lectura de un musulmán fanático o fundamentalista tornarse otra cosa, puede interpretarlo a su manera. Es por eso que Jaljal lee los suras del Corán y forja y fuerza una interpretación. Este es el problema del Corán. El profeta no se expresa exactamente, deja lugar para que vos pienses sobre sus palabras, para que reflexiones sobre ellas y es por eso que podés ir a donde vos quieras.
La incorporación orgánica de las suras como intertexto permiten quebrar la representación monolítica del islam. El Islam se presenta como un lugar común del día a día y se aleja de la violencia y el terror estatal. ¿Cómo crear una representación del Islam como una herencia común cuando una visión totalitaria es alojada en un Estado que se arroga la representación del Islam?
Considero que el Corán es un hermoso libro pero es antiguo. No es un libro para hoy. Es posible leerlo y disfrutar de las historias y el modo en que Muhammad las cuenta. Me encanta. También disfruto de la Biblia y la Torah. Son, sin duda, libros importantes pero no podemos usarlos como reglas hoy en día. Uno no puede utilizarlas para gobernar o limitar el poder de reyes o presidentes; no se las pueden usar para legislar. Si uno lo hace, se vuelve peligroso. Es por eso que pienso que el Corán debe permanecer en la mezquita. No puede usarse en el parlamento. De hacerlo, se termina como en el caso de Afganistán o lo que se intenta hacer en Egipto o Arabia Saudita. Los tiempos han cambiado y no podemos sostener los mismos regímenes hoy.
Jaljal es un personaje complejo. Es la doble cara de la Revolución. En un segundo momento, es designado como juez del Tribunal Islámico y se vuelve la cara visible de la violencia de Estado. Asimismo, Zinat es un personaje que cambia drásticamente…
Es que cuando la religión toma el poder puede destruir y cambiar a las personas fácilmente. Realmente puede transformar a las personas y eso lo podemos ver en Irán. El gobierno que se pretende religioso no lo es. Utiliza la religión para acrecentar su poder y dispone de la gente para sus propios objetivos. Es por eso que decimos que debemos separar la religión del gobierno.
¿Cómo se planteó el tratamiento de este espacio intimista, cancelado por el régimen de los ayatolas en La casa de la mezquita?
La biblioteca es el alma de la casa. Una casa que tiene 600 ó 700 años… su alma es la biblioteca que conserva miles de libros de los grandes escritores persas, la poesía clásica. Todos ellos presentes en la biblioteca proponiendo un océano de diferentes significados. La inclusión de la voz poética de Farrough Farroghzad está problematizada ya que hoy en día libros como el de ella son puestos en el fuego. El régimen de los ayatolas establece una severa censura tanto en los libros nuevos como antiguos. En realidad, ellos quieren recortar parte de nuestro pensamiento y moldear nuestras mentes y amputar parte del alma persa. El peligro es que quieren conservar sólo la parte islámica de la cultura. Por ello, enferman al país y promueven la corrupción. Si cercenás parte de tu identidad, dejás de ser vos mismo. Eso es lo que el régimen está haciendo.
En La casa de la mezquita, parece que bajo la política del gobierno post-revolucionario es imposible tratar los tópicos de la sensualidad y el deseo.
Tras la revolución y con el nuevo régimen, no te está permitido expresar deseo, ser vos mismo. Ese es el problema que estamos teniendo en Irán: no te está permitido ser vos mismo. Debo cubrirme, esconderme, ocultar mi deseo y mi dolor del otro. Les piden a los escritores lo mismo: ‘no escribas lo que deseas’. Ese es el problema. Les piden a las mujeres: ‘no te exhibas, no muestres tu pelo, tu rostro, tu mente’. Ese es el problema. Por eso, millones de iraníes emigraron del país.
Tras la reelección del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad, una estudiante universitaria fue asesinada en una protesta. La joven poeta y activista, Hila Sedighi, hizo público un poema y luego, trascendió que fue encarcelada. Hubo un fuerte cuestionamiento respecto de las garantías judiciales del caso.
Esto es lo que te venía comentando. No sólo matan físicamente a la gente, sino que buscan aniquilar su mente. Quieren eliminar el sentimiento de la gente, su imaginación. Ese es el problema.
Su posicionamiento político contra el actual gobierno iraní es fuerte. ¿Ha recibido amenazas?
El régimen iraní ya no puede amenazar a un escritor. Lo hicieron durante años pero ahora tienen mayores problemas y no tienen tiempo para mí (risas). Soy un hombre afortunado.
Por Carola Murata Missagh.
[i] Prohibida en Irán, La casa de la Mezquita presenta un trasfondo político común: la Revolución Iraní de 1979 que depuso a la dinastía Pahlavi e instauró, con el ayatola Jomeini, una República Islámica. Así, en esta obra, la biblioteca configura un espacio sacro y ancestral de oración que se conjuga con la exploración del deseo y del cuerpo del otro. Entre suras y poemas se enhebra esta experiencia que se quiebra con el ingreso del discurso revolucionario a la casa. En esta dirección, la resistencia en la narrativa de Kader Abdolah encuentra en el exilio la modalidad de quebrar la ficción monolítica del régimen iraní. El exilio es el exilio de la lengua, del farsi, y una posibilidad: denunciar, no olvidar.