Primero pensé que era una mujer mejicana. Error. Más tarde un cubano que andaba dando vueltas por el mundo. Error. Auguré que se trataba de un latino que publicaba y vendía sus libros en la Feria de Miami. Error…error…error. Error y perdón: Frédérique Audoin-Rouzeau, historiadora y arqueóloga, nacida en París en 1957, es la verdadera Fred Vargas.

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Fred Vargas utiliza el nombre prestado de la mismísima Ava Gardner, aquella estrella espectacular – la amo cada día más por su cercanía a Hemingway- que fuera protagonista de La condesa descalza,  película de 1954 que dirigiera nada menos que Joseph L. Mankiewicz (Eva al desnudo); en ese film, Ava Gardner se carga a María Vargas, actriz y bailaora, mujer feroz, mujer fatal, la que destroza corazones y es capaz de luchar por lo que quiere con uñas y dientes. Y lo que quiere es un papel, pero también un hombre, un recio  que no es Humphrey Bogart sino Rossano Brazzi. Pero al final las cosas se tuercen y su independencia acaba en espejismo salpicado de sangre. La condesa descalza es una de las películas favoritas de Fred y de su hermana (gemela) Jo. De hecho, fue Jo la primera en decidir que ya había tenido suficiente de Audoin-Rouzeau y que a partir de entonces su apellido sería Vargas, porque iba a convertirse en pintora. Así que Jo Audoin-Rouzeau se transformó en Jo Vargas y su hermana, que ya había empezado a escribir una novela de enigmas (porque lo suyo no son novelas negras, sino novelas de enigma, así al menos las considera ella), en Fred Vargas.

La autora en Argentina es poco difundida, entre otras razones advierto que no tiene tanta prensa porque en este género donde todos se conocen parece raro que Vargas no se lea. Intento una hipótesis: Los argentinos no leemos a los europeos como deberíamos hacerlo y los europeos no leen a los argentinos porque interpretan que somos muy  localistas. De todos modos debo decir que fue Silvia Plager quien me la hizo descubrir por un comentario suyo en la revista Ñ del 19/12/2009.

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Recorriendo un poco su vida uno llega a concluir que Fred Vargas es una escritora poco clasificable. No es comunicativa, resulta extravagante, no le gustan las entrevistas, anda siempre ocupada. Expresa: “Mi padre me puso la cabeza como un bombo con la gran literatura”. “No escribo historias mías. Transcribo las de otros. No busco dar un mensaje”. Su vida se divide entre su actividad política -lleva años abanderando la inocencia de su amigo Cesare Battisti declarado terrorista de izquierda  perteneciente al grupo que cometió actos de ilegalidad y crímenes en Italia durante el período conocido como “años de plomo”-; buscado por la justicia italiana y francesa desde 2004,  ha sido declarado culpable de cuatro asesinatos (dos policías, un joyero y un carnicero) y condenado a cadena perpetua en Italia. En la actualidad es escritor y vive en Brasil. Huyendo de Italia viajó a Francia y después a México antes de instalarse en Brasil. El 18 de marzo de 2007 fue detenido por agentes de inteligencia de Francia y Brasil, pero más tarde  el Ministro de Justicia Tarso Genro le concedió el estatus de refugiado político. El 31 de diciembre de 2010, último día de vigencia de Luis Inácio Lula da Silva como presidente, se conoció de manera oficial la decisión de no permitir la extradición. Battisti fue puesto en libertad el 9 de junio de 2011 después de que el Tribunal Constitucional de Brasil rechazara la petición de Italia para extraditarlo. El gobierno italiano entonces planteó apelar el fallo ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya. En marzo 2015 un juez federal dictaminó dejar  sin efecto la decisión de conceder un visado de permanencia ya que entraría en conflicto con la ley brasileña al ordenar su deportación.

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En medio de este compromiso la escritora no dejó de atender su profesión. “He estado tan metida en mi investigación sobre la gripe A que no tenía la cabeza para hablar de mis historias literarias”, explica. Además, hasta hace muy poco tenía terror a los aviones. Y ha sido precisamente su actividad política la que le ha obligado a superarla. He volado 44 veces a Brasil, asegura. “Me horripila firmar libros por una cuestión de timidez”, afirma. “No me importa hacer un debate delante de mucha gente, pero ante una persona que no conozco me pongo roja, me dan ganas de huir”. Vargas insiste en su timidez enfermiza. Hasta el punto de que se alegra que los escritores no sean a menudo reconocidos en la calle.

El encuentro de Vargas con la novela negra fue un poco por rebeldía a su padre. “Mi trayectoria como lectora ha tenido cierta decadencia, porque mi padre, que era un surrealista, me hizo leer de pequeña a los grandes clásicos, toda la literatura del siglo XVII al XIX.”

Vargas defiende constantemente el género negro. Asegura que es la literatura “más arcaica”, pues tiene la misma estructura que las grandes epopeyas clásicas. “Pero en la tradición francesa, si haces una novela ligera, para distraer, eso no se considera literatura”, se queja. La escritora francesa también defiende la técnica. Sostiene que su flaqueza es la falta de imaginación y que siempre escribe la misma novela. “Libro tras libro, objetivamente, hay una historia, pero detrás no cuento nada. Tengo la impresión de que no escribo historias mías, sino que me limito a transcribir las de otros. No pretendo dar un mensaje”, afirma. Y reconoce su incapacidad para trasladar a la literatura su activismo político. “No sé por qué, pero no me sale”, afirma.

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La historia literaria de Vargas es muy particular porque la autora llega a la literatura como escape a su tarea científica. Es notable, corrían los años ochenta y Fred escribía sin parar, aunque sólo durante tres semanas al año. Las tres semanas de vacaciones. Su primera novela se tituló Los juegos del amor y de la muerte y la publicó en 1986, en la pequeña editorial que se resiste a abandonar (Viviane Hamy). Fred tenía 29 años y tres pilares la sostenían: la filosofía de Rosseau, los endiablados personajes de Hemingway y la calma literaria de Marcel Proust, sus tres maestros. De aquella primera historia vendió 1.500 ejemplares. Pero Fred no se había metido a escritora por el dinero. Después de todo, sabía lo que era no ser especialmente popular. Su padre, Philippe Audoin, también escritor, escritor surrealista, permaneció toda su vida a la sombra de André Breton. Pero no había sombra que pudiese eclipsar la por entonces aún futura obra de Fred.

“Dicen que invento cosas locas en mis libros, pero si miras de cerca a las personas, ves que están como las saco en literatura, ¿no? Sí, claro, como en el arte. Si esa representación se hace mal, sería un espanto. Pero hay algo que lo cambia y lo hace bueno. Las historias son iguales. Si yo te cuento un capítulo mío de otro modo, digamos que lo reescribo sin musicalidad, sin literatura, entonces no te gustaría”.Y a poco agrega: “En algunos institutos a los que he ido, les he propuesto a los alumnos que eligieran un capítulo de alguna de mis novelas. Después lo he escrito sin literatura ni arte, de modo plano, casi como una descripción sin más. Les he preguntado: ¿Les sigue gustando? Y han dicho que no. Es que la música, la música es fundamental, yo intento que todo lo que escribo la tenga.”

“La novela negra, cuando está bien escrita, es un potente antidepresivo: desplaza tu atención. Lo mío es más de enigmas. Pero de todas maneras son los demás los que pueden decir lo que hago, no yo misma. Yo sólo escribo y ya está. Y ni tengo ni quiero conocer las respuestas. Las colecciones de novela negra me rechazaban porque decían que mis novelas eran atípicas. No me han querido las editoriales tradicionales nunca. Y creo que los lectores no me leen por mis historias sino por mis personajes. Y yo quiero hacer buenas historias, creo por eso que no lo hago bien. Si lo hiciera bien, me leerían por mis historias, no por mis personajes. Las novelas de enigmas se escriben para eso, para tranquilizar los miedos. Es un viaje sin fin para buscar una solución. Leo muchas novelas policíacas, y las novelas policíacas se leen cuando uno está mal.”

Los que leemos este género no siempre coincidimos con la autora, el malestar tiene otros matices, el policial argentino es un reflejo de nuestra realidad y la angustia que el autor deposita en su obra es un claro ejemplo de una mirada de protesta generada por la falta de respuesta a determinados  vicios sociales. Reflexiono y me planteo si Vargas no es contradictoria en sus expresiones: “Lo que quiero decir es que la novela negra y la de enigmas son muy útiles cuando estás mal porque llevan tu atención a otro lugar. No sirve cualquiera, ha de ser una buena novela, arte, para que funcione. Entonces la novela negra es un potente antidepresivo: hace que olvides lo que te sucede al menos durante ese tiempo que estás metido en la obra.”.

 

Vargas es una autora ecléctica, su formación científica nos hace pensar en una mujer que se encuentra con las letras como forma de escape, librada a sus emociones libres: “Uso los pensamientos que me vienen de noche, que incluso me atrapan, pero jamás mis sueños. Me horrorizan los relatos de los sueños en literatura. El sueño es realismo, y eso no es arte. Se trata de convertir la realidad, transformarla, no contarla tal cual sucede. Hay que alejarlo de lo real.”

“A mí las ideas me vienen y no se quieren marchar. Durante quince años he peleado con ideas que me llegaban y que yo no quería aceptar.  Hasta que llegó un momento en el que las acepté porque no podía seguir sin aceptarlas, ellas no se iban. Así que puedo decir que estoy obligada a aceptar esas ideas que me vienen. Son como la mala hierba, no se van por mucho que yo quiera. Es más, si alguna vez logré desterrar alguna la que vino después era igual de imposible.”.

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Podemos decir que Vargas tiene inconsistencia en algunos aspectos literarios y esto, a decir verdad, no desmerece su obra. Es cierto que la valoración de los personajes y en especial el comisario Jean-Baptiste Adamberg son como la bala de plata en sus novelas, pero también nos encontramos con determinados hallazgos que nos hacen pensar en una escritora audaz. “En uno de mis libros hay un hombre metido en un cajón de madera en un barco al que echan una moneda para que lea las noticias. Pues ahora en París hay muchas reconciliaciones y bodas gracias a eso. Hay personas que se meten en un cajón como el de mi novela, se acerca el que quiera, le da una moneda y un texto, y la persona del cajón la lee. Es ya una profesión en París. Como ves la literatura vuelve a la realidad. Este personaje mío no existía como ahora lo hace, no me basé en nada que existiera.”

Vargas no deja de ser una cinética acostumbrada a la síntesis del laboratorio, con cierto rigor ligado a la paranoia que estalla cuando la autora se desprende del delantal y se viste de escritora algo maniática pero liberada en tiempo y espacio. “Puedo escribir en cualquier sitio, incluso encerrada en una casa con diez niños. Lo único que necesito es saber que tengo tiempo, es como una película, que necesito saber que tengo el tiempo que dura y que no tendré que dejar de verla a los diez minutos”. Y aquí surge ese detalle que parece muy loco aunque cierto: “21 días, escribo mis novelas en 21 días, y luego, el resto del año las corrijo. Sesenta veces corrijo cada novela. Así que mi exigencia, la única, es saber que tengo 21 días completos para escribir. Incluso hasta doce horas al día puedo estar. El sitio, la mesa, la silla… todo eso me da igual.”

Fred Vargas no abandona su cátedra de Investigadora de Historia y Arqueología en el CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas), a la que logró llegar con la publicación de una tesis con la editorial Presses Universitaires de France, titulada Los caminos de la peste.

Traducida a más de cuarenta idiomas, desde hace más de una década, es una de los diez autores franceses más vendidos en su país. Sus libros de manera explosiva  se han convertido en bestsellers tanto en Alemania como en Italia. Ha publicado ensayos, obras de carácter científico y otras series de trabajos, pero por lo que sin lugar a dudas se ha hecho muy popular es en el terreno de la novela policíaca, con obras como:

. Los juegos del amor y de la muerte (Les Jeux de l’amour et de la mort, 1986).

. Los que van a morir te saludan (Ceux qui vont mourir te saluent, 1994.

Serie “Los tres evangelistas”:

. Que se levanten los muertos (Debout les morts, 1995.

. Más allá, a la derecha (Un peu plus loin sur la droite, 1996.

. Sin hogar ni lugar (Sans feu ni lieu, 1997.

Serie del Comisario Adamsberg

– El hombre de los círculos azules (L’homme aux cercles bleus, 1991).

– El hombre del revés (L’homme à l’envers, 1999.

– Los cuatro ríos (Les quatre fleuves, 2000).

– Huye rápido, vete lejos (Pars vite et reviens tard, 2001).

– Fluye el Sena (Coule la Seine, 2002

– Bajo los vientos de Neptuno (Sous les vents de Neptune, 2004.

– La tercera virgen (Dans les bois éternels, 2006.

– Un lugar incierto (Un lieu incertain, 2008.

– El vendedor de estropajos (Le marchand d’éponges, novela gráfica realizada a partir de la novela corta Cinq francs pièce, 2010.

– El ejército furioso (L’Armée furieuse, 2011.

Algunas de sus novelas se han adaptado para el cine (Huye rápido, vete lejos) y la televisión (Bajo los vientos de Neptuno, El hombre de los círculos azules, El hombre del revés y Un lugar incierto), así mismo, ha recibido numerosos premios y reconocimientos.

Aunque su compromiso con la candidatura de Daniel Cohn-Bendit en las elecciones europeas de 2009 fue público y notorio, Fred Vargas entiende la novela en general sin contaminaciones ideológicas. “La ficción no es el medio para lanzar mensajes políticos. En ‘Rojo y negro’, Stendhal reduce todos los debates entre los monárquicos y los revolucionarios a una línea. Su editor le pidió más y él no la alargó ni una sola palabra. Lo que tiene que hacer la novela policíaca es entretener. En otras ficciones puede haber partes que sean más o menos plúmbeas. En una novela policíaca, el lector no soporta ni una página aburrida.”

No hay duda, Fred Vargas estima que en la novela no ha de haber más conflicto que la resolución de su asunto. “El protagonista tiene que enfrentarse a una situación de peligro, a su propio drama”. Aunque no por eso hay que llamarse a engaño. Ficciones aparte, en la realidad “siempre estoy fuera de la norma, con los excluidos”. De ahí que entre sus personajes abunden los marginados que le salen al paso al comisario Adamsberg, invisibles para el resto de la sociedad. Ahora bien, sin querer caer con ello en la mitificación del marginado de otras épocas. “Cuando me pongo a escribir, no calculo lo que voy a hacer. Pese a que luego me doy cuenta de que acabo interesándome por ellos y vuelvo a convertirlos una y otra vez en mis protagonistas. Este tipo de personajes invisibles hablan con más claridad y se cruzan en el camino de Adamsberg como los vagabundos puedan hacerlo en el mío.”

La traductora al castellano de Fred Vargas, Anne-Hélène Suárez, ganó el premio de traducción más importante de España, el Stendhal, por su versión de La tercera virgen, el penúltimo libro de la saga policial del comisario Adamsberg (en Francia vendió más de 400 mil copias). Fue un trabajo muy difícil: “La trama de la obra está basada en un juego de palabras, y si no se resolvía bien ese juego no se iba a entender, podían llegar a pensar que el comisario era un papanatas”, dijo Suárez. “Además, uno de los policías hablaba en versos alejandrinos”. La historia, en tanto, comienza con el fantasma de una monja del siglo XVIII que degüella a sus víctimas y continúa con cadáveres de vírgenes profanados.

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En otra entrega, El hombre del revés, Adamsberg debe lidiar con un pueblo de los Alpes, donde las ovejas amanecen asesinadas y todo parece indicar que ronda un hombre lobo. Ahora, en Un lugar incierto, la maldición del cementerio de Highgate, en Londres, donde opera una fuerza siniestra que viene de los tiempos de los pintores prerrafaelistas y de Bram Stoker, el autor de Drácula, se manifiesta en la macabra aparición de 17 pares de zapatos con los pies de sus dueños adentro. Y luego tiene que ver con el descubrimiento de cuerpos pulverizados en París, Austria y Serbia.

Lo mejor es que todos estos elementos sobrenaturales, que parecen propios de la ciencia ficción o simplemente de mala literatura fantástica, son narrados como aspectos de la realidad totalmente verosímiles, aunque mantengan su misterio y descontrol: son producto de lo insondable del hombre, de una maldad ancestral. Las referencias cultas, en tanto, sorprenden hasta a los mismos personajes, que en ningún momento temen delatar su ignorancia o falta de interés.

El inspector protagónico, Adamsberg, se guía ante todo por la intuición, incluso por el placer y la curiosidad que le producen la infinidad de personajes secundarios, sospechosos y colegas, que van armando una trama atiborrada de acontecimientos pequeños y conversaciones no concluyentes, donde nada es muy seguro nunca.

En Un lugar incierto, el laberinto comienza a extenderse como si fuera un territorio de horrores donde hay ciertos refugios con personajes fascinantes, inquietantes, que permiten ver y entender la realidad otra vez. Porque no se trata solo de investigación para encontrar un asesino, sino de un relato que lleva a entender de nuevo el mundo. Por eso el inspector Adamsberg, que tiene una personalidad compleja e inasible, muestra siempre la mente abierta en vez de los vicios o las virtudes típicas del héroe policial, sea el alcohol o una ética a toda prueba. Es desapegado, nada en particular le interesa pero no puede dejar de movilizarse por los indefensos, las víctimas o los seres extraños de esta vida tan extraña e incomprensible.

Dejo abierta la puerta de ingreso al micromundo de Fred Vargas y con ello la posibilidad de estar acompañado con otros lectores compulsivos. Feliz aventura.

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Sobre El Autor

José María Gatti es psicólogo social, periodista e investigador.. Se especializa en la obra de Ernest Hemingway y colabora en distintas publicaciones del extranjero analizando la vida del escritor. En 2010 su bitácora www.lapipadehemingway.blogspot.com fue seleccionada por Technorati, el principal buscador automático de blogs, entre los 10 mejores blogs temáticos sobre Ernest Miller Hemingway. En el 2012 su cuento La leyenda del vino resultó finalista en el Concurso de Relatos Cortos Tinta, sangre y vino, organizado por las Bodegas Paternina (Logroño -España), con motivo del 55 aniversario de la visita del escritor a la bodega. En mayo de 2014 participó como ponente, con su trabajo Lo policial en Hemingway, del Cuarto Festival Azabache. Negro y Blanco, en Mar del Plata (Argentina). En setiembre, representó a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en el V Festival Medellín Negro (Colombia) con su ponencia El sicariato colombiano en Argentina. Ha publicado Tres ensayos sobre arte latinoamericano (1980), En tren de charlas (1982), Hola Hemingway. Una mirada centenaria (1999), Ladrón de desalmados (2004), Gente de palabra (2005), La pipa de Hemingway (2008), Víctimas Inocentes (2013) y Carne en flor (2015).

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