Rong Jinzhen es un chico fuera de lo común: educado por un extranjero en la China de los años veinte, vive una infancia solitaria, sumergido en su propio mundo. Pero pronto desarrolla un don que lo hace extraordinario. Rong puede ver lo que nadie más ve, sus conocimientos van más allá de lo que una persona corriente puede entender. Convertido en un genio de las matemáticas, conocido en todo el país, Rong es obligado a abandonar su carrera académica cuando es reclutado por el departamento de criptografía del servicio secreto chino.
Atrapado en las grietas de un sistema terrorífico, se convertirá en el mayor descifrador de códigos del país, pero deberá enfrentarse a un reto que nadie ha podido superar hasta el momento, poniendo a prueba los límites de la razón y la cordura. ¿Dónde acaba la genialidad y empieza la locura?
“Sólo necesitas demostrar quién eres. Cuando lo hagas, tu adversario te ayudará.
Cuando no puedas, tu adversario demostrará quién es el”.
El último Nobel chino de literatura, Guan Moye firma con el seudónimo de Mo Yan, que significa “No hables”. En tu caso, tu nombre de nacimiento es Jiang Benhu y firmás tus novelas como Mai Jia ¿Cuál es el significado de tu nombre literario?
Efectivamente, los seudónimos son una larga tradición en la cultura china. En mi caso Mai significa “trigo” y Jia “casa” o “familia”. Mi familia es de origen humilde, éramos campesinos. Cuando yo era un niño, mi familia se dedicaba a cultivar el trigo, de ahí mi seudónimo. Mi nombre literario tiene un significado especial para mí porque, a pesar de la fama o el dinero, nunca me permitirá olvidar el lugar de donde provengo, mis orígenes.
¿Cuál es el germen de la novela El don y cuánto tiene de autobiográfico?
La verdad es que la experiencia de haber trabajado en el ejército, me inspiró a escribir esta novela. Sin embargo, la historia en sí es pura ficción; no he contado mi propia experiencia porque, al tratarse de una entidad vinculada al servicio de inteligencia, no puedo mencionar nada al respecto; no puedo relatar esos hechos verídicos. Sin embargo, he contado un poco la historia de los demás, la historia que he observado aunque, vuelvo a aclarar, todo es ficción. Lo importante para un escritor es llegar a crear un mundo nuevo a través de su literatura.
¿Tienes grandes conocimientos de matemática y de criptografía o también esto pertenece al terreno de la imaginación?
Lo cierto es que no soy un experto en matemática ni en criptografía. En el ejército no trabajé como espía ni como criptógrafo; mi trabajo era de apoyo periférico para los expertos, para los espías, por lo que, cuando escribí esta novela, debí consultar documentos y libros técnicos para que el argumento alcanzase una mayor verosimilitud. En realidad, esos conocimientos, ya sea de matemática, ya sea de criptografía, son conocimientos abiertos. Seguro que en la Biblioteca Nacional de la República Argentina puedes encontrar libros que contengan toda esta información.
En tu novela, para la familia Rong, tanto para John Lillie, como para Ábaco y luego para el jóven Lillie, aparece Occidente como una fuerza muy importante en cuanto a la formación. Todos estudian en occidente. Para Rong Jinzhen, el protagonista, hay dos personajes centrales en su devenir, que son el señor Auslander y Jan Lesiewicz, ¿Cómo gravita Occidente en la formación especializada o en la ciencia en China?
Efectivamente, en los últimos doscientos años, no sólo en lo que hace a ciencia y tecnología, sino también en otros ámbitos tales como economía, cultura y sociedad, la influencia de Occidente, en China, fue predominante. Occidente ya desde la época del Renacimiento empezó a ejercer su liderazgo en el mundo. En cambio, la civilización antigua de China fue decayendo, a punto tal de tener que generar su propio renacimiento. Un renacimiento que vino, en parte, por la transmisión de conocimientos proveniente de occidente. Es lo que quise transmitir en el libro, la relación de los personajes con Occidente sirve como simbolismo de China como país. En el último siglo, China fue una especie de discípulo de la ciencia moderna de occidente.
En lo personal, puedo entrever en la novela que varias decisiones centrales, para el devenir de la narración, son motivadas en los personajes por una educación confuciana. Tal es el caso, por ejemplo, de la familia Rong al adoptar al protagonista. Me interesa saber si esto es así y, ¿qué peso tiene el Confucianismo en la China contemporánea?
Efectivamente, aparte de la influencia occidental, persiste siempre en China parte de la cultura tradicional, sobre todo el confucianismo en su sentido positivo. En este aspecto el aprendizaje tomado de occidente no significa una rendición total. Uno siempre tiene que mantener una identidad propia.
El confucianismo, por ejemplo, habla mucho de benevolencia, de piedad filial, la fidelidad, la integridad de las personas. Eso no está en contra ni en conflicto con los valores modernos o con la ciencia de la sociedad moderna. Además es nuestra raíz. Si se abandona, si se quita esa raíz, entonces seremos un grupo de personas errantes, sin tradición. Eso no sería nada bueno para un pueblo.
De alguna manera, en palabras muy resumidas, podríamos decir que en la cultura occidental moderna se destaca mucho la inteligencia, la valentía, mientras que en la cultura china tradicional se resaltan más otros valores, como ser la benevolencia y la capacidad de resignación.
¿Qué formación literaria tiene?
En mi caso la formación empezó por escribir diarios. Cuando era niño mi familia, en la época de la revolución cultural, fue perseguida y nadie de mi edad quería ser mi amigo. Me sentía solo, abandonado. Entonces, como una especie de auto-terapia, o auto-redención, me hice un amigo que era el diario. Escribí mucho desde los once o doce años hasta los veinte de edad. Escribí, en total, treinta y seis volúmenes de diarios. Eso para mí fue como un entrenamiento de escritura que confirmó mi afición a las letras.
¿Y como lector?
En el campo no se daban las condiciones, pero una vez entrado en la universidad, en el instituto universitario, empecé a leer todo tipo de literatura. En esa época, en lo años 80, hubo en China un boom de literatura internacional y, entre ella, tanta literatura latinoamericana. Leí muchos escritores latinoamericanos, el que más me gustó fue Borges, he leído casi toda su obra. Recuerdo que cuando asumió el cargo de Director de la Biblioteca Nacional Argentina, dijo algo así como: “Dios me ha dado cuatrocientos mil ejemplares de libros, pero estoy ciego”, como diciendo “Qué ridículo es este mundo”.
Le preguntaba por su formación como lector porque me resulta remarcable, en su novela, una diferencia sustancial con buena parte de los escritores chinos contemporáneos que han sido traducidos al castellano: El hecho de que el énfasis no está puesto en la realidad socio-histórica de su país, sino que ésta funciona como un telón de fondo necesario para la acción. ¿Esta particularidad le valió algún tipo de crítica, favorable o desfavorable, en su país?
Efectivamente, yo creo que dentro de China, mi novela se ha calificado como de “peculiar”. Quizá no he aprendido tanto de la tradición clásica de la literatura China, sino que estoy influenciado más por la literatura internacional: Europa, EEUU y sobre todo Latinoamérica. Mi obra se distancia, hasta cierto punto, de la del escritor chino típico que hace hincapié en el campo, la tradición y la ideología. En cierto sentido, El don se acerca más a la literatura occidental por su carácter introspectivo.
En China he recibido críticas, tanto a favor como en contra. A favor, porque creen que he inventado un nuevo tipo de novela China. En contra, porque en China hay mucha gente que cuestiona mi novela y el énfasis que he puesto en contar una buena historia. A veces, los académicos, abogan por una literatura seria, una literatura pura, restándole importancia a la historia que se narra, poniendo el acento exclusivamente en la técnica y en el lenguaje. Personalmente creo que El don sigue siendo literatura pura y seria. Sólo he incorporado algunos elementos de literatura popular.
Si bien la novela participa de la agilidad de lectura típica de la novela negra o el thriller, también se percibe como un hálito de fábula clásica, como pueden tener ciertos relatos de Lu Xun. ¿Cómo logra esta síntesis? ¿Es un efecto buscado?
Efectivamente. Fue algo intencional, un horizonte deseado como autor. En la literatura china contemporánea, muchos autores se han encerrado en una torre de marfil. Encaran sus obras de manera casi holística. Incluye historia, cultura tradicional, un sentido muy profundo de la tierra y la vida rural… Transforman sus novelas casi en epopeyas nacionales. Estas obras, sin duda, son joyas de la literatura, pero difícilmente puedan conquistar al lector. Son un reto, incluso para el lector chino. Como contracara de esto ha surgido en China una nueva literatura que circula por Internet, pero suele estar marcada por la banalidad llegando a ser, en muchos casos, sumamente vulgar. Mi intención fue buscar un equilibrio entre la literatura seria y la literatura popular. Trabajar incluso la textura de la narrativa oral para conseguir que la novela sea más atractiva sin necesidad de perder la calidad.
La novela funciona también como crítica a la ineficacia gubernamental para con los recursos humanos del Estado. Cuando describe la unidad 70, lo hace como un lugar muy aislado en el que se enajena a los genios que allí trabajan. ¿Esto es así por una necesidad argumental o se trata de una metáfora crítica sobre la sociedad moderna?
¡Es usted un muy buen lector, ha desentrañado todos los secretos escondidos en el libro!
Efectivamente, uno de los temas centrales es cómo, ese sistema de control férreo, consigue alienar y empujar a la locura, en este caso, a los genios que trabajan en esa unidad. Pero no creo estar criticando sólo al sistema chino. Se trata, más bien, de una sensación de asfixia que, entiendo, es planetaria. Todos los hombres nos encontramos secuestrados o enajenados por un sistema.
Hay en la novela una, no tan velada, crítica a la revolución cultural. Me gustaría que se explaye sobre la misma.
La revolución cultural fue un desastre total. Ha dejado heridas tan profundas que, hasta el día de hoy, continúan abiertas. Es una historia muy oscura de nuestro país.
Yendo hacia delante en la historia, ¿cuál es su opinión sobre la reforma que hizo Deng Xiaoping a partir del ´78? ¿Cuáles fueron sus mayores aciertos y sus mayores desaciertos, si los tuvo?
La reforma salvó a China. Si no hubiese habido esa apertura, China no existiría, ya hubiera colapsado, se hubiese roto. Ha partir de entonces China ha mejorado, no sólo económicamente, sino en todos los terrenos. Si bien sigue teniendo muchos problemas, China es ahora un paraíso en comparación con treinta años atrás, como en los ´70.
Por otro lado como ese desarrollo ha sido tan rápido, tan vertiginoso, ha dejado otros problemas que tienen que ver con la educación, con el desarrollo social y, sobre todo, con el mundo interior de la gente: ambiciones, deseos. Nos hemos convertido en una sociedad muy consumista. Son efectos colaterales del desarrollo económico. En general soy optimista porque, hemos cambiado tanto en estos treinta años que tengo confianza en que, con más tiempo, en los próximos veinte o treinta años, China va a tener cambios aún mayores.
¿Hasta dónde es sustentable un capitalismo comunista?
Soy un escritor bastante apolítico. No es que no tengo valor de decirlo, sino que me falta certeza política para juzgarlo, no soy experto. Yo sólo puedo decir desde un punto de vista más pragmático que, desde esta apertura China ha mejorado, por lo que creo que China puede continuar ese camino.
Uno de los aspectos más interesantes del protagonista de El don es que, a pesar de ser un genio, bordea el autismo. ¿Cómo manejó esta decisión narrativa?
Es una pregunta que suelen hacerme y la verdad es que, de alguna manera surgió naturalmente, porque coincido con el carácter del personaje en un setenta u ochenta por ciento. Es una experiencia que literalmente he vivido desde pequeño. Como el protagonista fui, hasta cierto punto, un niño abandonado, nadie me quería, tenía cierto autismo. Muchas veces el genio es un ser desequilibrado. Nosotros somos como una cuerda normal, pero el genio es como una cuerda tensada, estirada. Puede ir más lejos, pero es muy frágil y se puede romper fácilmente. El genio tiene en sí algo muy fuerte, pero también muy frágil, por eso el autismo, la soledad… Esa combinación es una trampa que tiende el narrador al protagonista. Una bomba de relojería que, tarde o temprano va a estallar, dándole al genio un desenlace trágico.
Sobre ese desenlace trágico le quería hablar, ¿por qué el amor no lo redime?
Quizá he sido un poco cruel con el protagonista, pero en China hay un concepto de fatalismo. En nuestra tradición literaria un genio no puede pretender un desenlace muy feliz, así como una chica guapa, no puede tener desenlace feliz. Un poco he seguido esa línea.