Umberto Eco (Alessandria, 1932) llevaba sin publicar ficción desde la densa y oscura «El cementerio de Praga», de 2010. «Número cero», manual maquiavélico de periodismo es su último trabajo.
Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores. Con estas credenciales se nos presenta el protagonista de Número cero: Colonna, un tipo de unos cincuenta años, baqueteado por la vida, que en abril de 1992 recibe una extraña propuesta del señor Simei; se trata de convertirse en subdirector de un periódico que se va a titular Domani y que de alguna manera va a adelantarse a los acontecimientos a base de suposiciones y mucha imaginación. El periódico tendrá un lenguaje popular y un estilo muy cercano al público lector: frases simples que atrapen la atención de quien quiere enterarse de las cosas pero no está dispuesto a pensar. Este supuesto periódico nunca saldrá a la luz, pero sus 12 Número cero servirán a quien está financiando a Simei para chantajear a los banqueros y políticos de turno y entrar en las altas esferas de poder.
Acabo de terminar el libro y me siento defraudado. Me inclino a pensar que Eco tenía guardada la obra en un cajón de su escritorio y una mañana, organizando su archivo la releyó apurado y decidió entregarla a su editor, quien sin dudar un instante, la mandó a publicar. Si este libro lo hubiera escrito un Juan de los Palotes no pasaría de la mesa del corrector, pero por tratarse del semiólogo italiano, la cosa cambia ¿Error de Lumen o buena política de venta? Lo digo porque la prosa del libro es muy simple, los personajes chatos y el argumento me recuerda demasiado a otra obra de Eco que no pude terminar de leer a pesar de mi esfuerzo: El péndulo de Foucault, donde se hablaba de una conspiración esotérica desarrollada a lo largo de varios siglos. Debo confesar que no me pasó lo mismo con El cementerio de Praga; claro, ninguna similitud con esta nueva entrega; lo que cambia aquí es la densidad respecto de las obras anteriores, y no puedo hablar de un “texto liviano”, pero siento que la sencillez de recursos para exponer sobre el mundo periodístico deja mucho que desear. Eco parece clavado en una época pretérita donde el oficio del comunicador todavía tenía su cuota de poder. Lo afirmo porque a partir del desarrollo de las redes sociales, la cultura de la primicia dejó de ser un mérito de los periodistas. Hoy ya no existe ese valor de lo publicado por los diarios y las revistas; el celular basta y sobra para garantizar un acontecimiento al instante sin necesidad de un reportero. Por eso esta trama de Número cero huele a naftalina y casi diría peca de una inocencia ligada a un romanticismo de otra época. A ver: Un grupo de periodistas se reúnen para lanzar una revista en los años noventa. El objeto será presionar y chantajear al poder con la información recopilada. El mensaje de la obra dispara sobre el dominio de la prensa para manipular las noticias. El autor ya nos lo dice todo, no tenemos que ver ni pensar nada. Los personajes hablan y hablan, especulan, pero no hay ninguna acción y lo que es peor, ningún conflicto. En este periódico ficticio aparecen como comunicadores expuestos al desafío, el editor y el financista, quien se hace cargo del disparate.
La acción transcurre en Milán, en 1992, unas semanas después que el fiscal Antonio di Pietro revelara los sobornos pagados por un político socialista por la adjudicación del contrato de limpieza de la residencia de ancianos Pio Albergo Trivulzio. Con este hecho nacía la publicitada Tangentopoli, que años más tarde dinamitaría a la clase política del gobierno y quedaría abierto el Mani Pulite (manos limpias), el mayor proceso judicial contra la corrupción política italiana. Como vemos, nada nuevo; una idea sepultada ya hace unos cuantos años y archivada en cajas de cartón, después que el giro de las noticias tomara empuje con la dinámica del texto de pantalla. En este aspecto, Eco se quedó parado en la estación de trenes esperando el último expreso. Hoy -al menos en Argentina- la pelea con los medios corporativos, los afines al gobierno, la lucha entre periodistas militantes y opositores, la ley de medios, la pauta oficial y los carpetazos mediáticos, nos hacen pensar que este libro sólo representa un manual obligatorio para estudiantes de Comunicación Social, poblado de expresiones de deseo y matizado de cierta moralina que no agrega mucho.
La trama de Número Cero comienza el 6 de junio de 1992. Colonna, periodista desesperanzado con una carrera mediocre, acepta la oferta de Simei, que lo recluta como redactor jefe del futuro diario Domani, donde se tratarán de mostrar las consecuencias futuras de la realidad de cada día. Además, ejercerá como ‘negro’ literario, escribiendo el libro de Simei sobre la creación de este rotativo.
Detrás de la intensa actividad terrorista registrada en los años de plomo (década de los setenta), el periodista encuentra sistemáticamente la larga mano de la Operación Gladio, una organización secreta creada por la CIA en Europa occidental para impedir la llegada al poder de los comunistas y cuya existencia confirmó Andreotti en 1990.
La trascripción literal de la autopsia de Mussolini después de su ejecución y posterior linchamiento en 1945, da pie al periodista a sostener que el difunto no era el dictador fascista sino un doble, sobre la base de que el informe forense no había registrado dolencias hepáticas previamente diagnosticadas. Y a partir de ahí la aventura de una fuga con la complicidad del Vaticano y la ayuda de los norteamericanos que terminaría en nuestro país bajo la sombra protectora de Perón. En ese periódico que nunca saldrá a la luz no falta el espía que informa a los servicios secretos, algo anecdótico por cierto.
Está narrada en primera persona y como no podía ser de otra manera, al mediocre periodista y perdedor lo secunda Maia Fresia, una inteligente y encantadora compañera de trabajo de Colonna quien, obviamente, terminará siendo su amante y lo enloquecerá con la idea de huir juntos a una isla de los Mares del Sur. Lo llama “Tusitala mío”; pero este nombre raro no es casual sino que aquí el autor envía un mensaje al lector atento: Tusitala, “contador de historias”, era el nombre que los nativos daban a Robert Louis Stevenson en la isla de Oceanía donde el escritor vivió varios años. De estos guiños hay decenas, que retan a quien se jacte de culto.
Y la historia que cuenta este Tusitala italiano del siglo XXI puede describirse así: luego de no dar pie con bola en la vida y resignado a que nunca escribirá el libro que le proporcionará gloria y riqueza, este perdedor erudito es convencido por el director Simei para que sea su segundo de a bordo en la aventura del diario Domani. El nuevo periódico debe desarrollar doce números cero que, por supuesto, no están destinados a la publicación: en la práctica periodística un número cero sólo funciona para la definición de la imagen y el contenido, además de la venta previa de publicidad. Pero el director es completamente claro desde el principio: quien invierte en este peculiar proyecto es el Commendatore Vimercate, poderoso hombre de negocios muy semejante a Berlusconi, que utilizará el experimento exclusivamente para extorsionar, de tal forma que Domani nunca verá la luz pública. Pero lo que más le importa a Simei es la publicación de un libro donde se narre toda la aventura, el cual será firmado por él, pero escrito vía un ghost writer: el propio Colonna. La oferta económica es tan jugosa que al emblemático perdedor no le queda más que aceptar.
Así se inicia una trama intensa donde se reparten los papeles de los colaboradores y Colonna y Simei les explican cómo manipular las noticias; cómo manejar un desmentido con base en insinuaciones y descalificaciones; cómo practicar el amarillismo de tal manera que, de tan evidente, parezca sutil; cómo desaparecer los límites entre verdades y mentiras, y viceversa; ante todo lo cual, al unísono con el protagonista, habría que preguntarse: “¿Quién dijo que la verdad los hará libres?.
Y todo camina a la perfección hasta que Romano Bargadoccio, especialista en periodismo de investigación y, por tanto, en revelaciones escandalosas, avanza en sus indagaciones sobre la presunta resurrección de Mussolini a un grado tal que desata la reacción homicida de los miembros de cierta conjura misteriosa. Todos se espantan, principalmente Colonna, quien le transmite su paranoia a Maia. Así, ella le aconseja que se vayan a instalar a un país “entre Centroamérica y Sudamérica”, asegurándole que “hay un montón” de ellos donde pueden pasársela de lujo; y ante la ubicación geográfica que proporciona, el lector avezado no dejará de preguntarse dónde queda México, sobre todo después de leer: “Nada está oculto: se sabe quién pertenece al cártel de la droga… Son países sin misterios, todo sucede a la luz del día, la policía pretende ser corrupta por reglamento, gobierno y crimen organizado coinciden por dictamen constitucional, los bancos viven del lavado de dinero sucio y pobre de ti si no llevas dinero de dudosa procedencia, te quitan el permiso de residencia”.
Con este esquema Eco pilotea una novela fácil, lejos de su estilo gótico y más cerca de una historia testimonial ligada a momentos cruciales de Italia. No podemos negar el oficio del semiólogo, quien sabe cómo pintar la tela y recurrir a frases de impacto como: “los periódicos no están hechos para difundir sino para encubrir noticias” o “El placer de la erudición está reservada a los perdedores”. Pero con esto no alcanza, hoy los medios periodísticos saben cómo golpear la cabeza de sus lectores y aquellos códigos de ética que alguna vez fueron bíblicos, se los puede conseguir en las librerías de viejos.
Si el deseo de Eco con esta entrega fue poner en el tapete lo peligroso y obsceno que impera en ciertos círculos ligados a la corrupción en el mundo, su tarea ha sido poco feliz, porque este manual maquiavélico de periodismo es bastante flojo como texto para un experto en semiótica. Ojalá pronto Umberto Eco vuelva al mundo que supimos conocer antes del Número Cero.