La portadora del cielo, primera novela de la finlandesa Riikka Pelo, publicada en 2006, llega a nuestro país de la mano de Editorial Fiordo, con traducción de Luisa Gutiérrez Ruiz.
Con una lírica impecable, Riikka cuenta la historia de una niña de seis años en un pueblo del oeste de Finlandia atrapado en la precariedad de una religiosidad recalcitrante. Arrancada de su madre, y al cuidado de su abuela en una granja, Vendla articula lo sagrado y lo profano desde la apropiación de un discurso ortodoxo que le abre las puertas de la magia y el verdadero juego.
Envuelta en una atmósfera fantástica que avanza de la mano de personajes como Alma, la Dama del Pozo o El Hombre de la Noche, nos recuerda por momentos a la Alicia de Lewis Carroll o, quizás más aún, a aquellos maravillosos niños del agua de Charles Kingsley.
“… corre, corre como si volara y se convierte en otra. En alguien a quien no le han puesto nombre. Nadie la atrapará. Los zapatos de Piitu la transportan a la velocidad del viento. La llevan sobre las aguas. La llevan más allá de las montañas y mares. La llevan a su destino”. Así, realidad y fantasía cobran forma a través del lenguaje, materia verbal que nombra el espectáculo del mundo.
Niña pez, niña árbol, niña pájaro, Vendla traza una geografía que hace de la naturaleza un personaje más de esta historia, presentando escenarios como el río Lácteo, El Bosque del Otro Lado o la tierra de las Dos corrientes; con personajes como el Hijo del Hombre, el Enemigo del Alma, los Niños Pez o el Niño Cigüeña.
De este modo, Riikka Pelo se presenta como una de las voces jóvenes más fuerte de la literatura finlandesa, con una potencia poética destacable que compone escenas desgarradoras en las que la imaginación se convierte en salvoconducto y habilita una percepción de lo real que es una verdadera defensa de la fantasía, y por lo tanto, una defensa de la libertad.
“Nana grita y vuelve a gritar y Vendla casi regresa a este mundo aunque aún se encuentra en el otro que acaba de existir”. El fantástico late a lo largo de todo el relato, es el salvoconducto de Vendla. ¿Cómo trabajaste en la articulación con ese género? ¿Sabías a priori que iba a ser una atmósfera predominante?
El personaje de Vendla, y especialmente sus experiencias místicas, son el origen, la semilla de la novela. Empecé a trabajar sobre unos pocos fragmentos muy densos, poéticos, como de poesía en prosa, sobre una nena sin nombre en cuya mente lo real y lo imaginario se convertían en la misma cosa de un modo muy físico.
Empecé a investigar dentro del lenguaje para expresar su experiencia interior y su mundo imaginativo desde un ángulo un poco más amplio, para poder tejerlo dentro de la historia. Ella sola me mostró el camino, ella y su amiga imaginaria, Alma, que en finlandés en realidad es un nombre muy terrenal, sin connotaciones espirituales.
No tenía en mente ningún género en particular, por ejemplo el realismo mágico, pero traté de ser lo más fiel que pude a su experiencia y a su lenguaje. Quería llegar a la raíz de su lenguaje y al de su abuela, y eso me llevó hacia el folclore careliano y las canciones y creencias mágicas que les dan forma.
El género fantástico se ha vuelto más visible en la narrativa de Finlandia solo en los últimos años. Nuestra tradición literaria es muy fuertemente realista, y todavía era muy dominante cuando yo estaba escribiendo esta novela, hace ya más de diez años. Lo que quise hacer fue presentar una contravoz de esa tradición y mostrar cómo el pensamiento mágico quizás todavía nos habita, por ejemplo, en la manera en que usamos el lenguaje.
¿Pensás que la imaginación tiene un poder sanador?
Sí, este es uno de los temas principales de la novela y de muchas de las historias que he escrito. También pienso que contar historias tiene ese poder, que ha nacido de ahí. Como tal, es una forma de terapia colectiva, pero esa es solo una de las funciones de la literatura.
A través del personaje de Vendla, exploré los poderes de la imaginación, cómo esta habilidad le permite atravesar dificultades, y crea en parte su lenguaje y su identidad; y exploré también cuán fundamental para los seres humanos es esto.
Además, creo que uno de los elementos de este poder sanador es el lenguaje. Vendla se arrulla en las palabras que inventa y crea a su madre ausente a través de su lenguaje hecho a medida, reemplazándola con una amiga imaginaria que nace de estas mismas palabras. Al mismo tiempo que la imaginación puede ofrecer un salvoconducto, también puede llevar al escapismo, al autoengaño y a la negación. En la creencia religiosa también hay una estructura imaginativa muy fuerte, que puede ser usada de manera positiva y negativa, algo que también traté de representar en la novela.
¿Cómo trabajaste las distintas focalizaciones que opera el narrador a lo largo del relato?
Traté de crear todo el espacio narrativo posible para mis personajes, para su experiencia interior, para su lenguaje, su ritmo —el lenguaje de su experiencia interior—. Por eso usé esa técnica de focalización intensa que pone en primer plano cada voz pero narrada en tercera persona, y mantiene la voz del narrador muy en segundo plano, como si fuera más bien un agente cinemático sin voz que presenta y edita la acción y el paisaje y que cambia de un punto de vista a otro. También evité que el narrador juzgara o estableciera jerarquías respecto del carácter real o imaginario de lo que se representaba; no lo dejé meterse en la relación entre el lector y los personajes. Quería que cada lector fuera capaz de sentir y de sopesar la verdad de la experiencia de cada personaje.
En cuanto a Vendla, niña árbol, niña pez, niña pájaro… ¿Cómo nace ese personaje?
Nació en gran medida de esos nombres, de la manera en que ella misma se nombra a través de cadenas de asociaciones imaginativas e inventivas con las que trata de encontrar su lugar en un mundo de otros nombres. Uno de los primeros nombres, de las primeras metamorfosis y fragmentos que tuve en la cabeza tenía que ver con el zapato de la madre; en su alma imaginativa ella se convierte en el zapato de su madre ausente, el zapato que se calza y que es demasiado grande y pesado como para permitirle caminar. Pero aun así lo intenta.
De a poco, fragmento a fragmento, vi que iba absorbiendo el paisaje rural que la rodeaba y que aprendía a hablar con los animales y los elementos de la naturaleza. Quería mostrar la delgadísima línea que la separa de la naturaleza, o en realidad casi borrar esa línea. Sin embargo, no la pensé como una criatura simplemente instintiva, sino nacida en el lenguaje.
También sentí la necesidad de crear el doble, la amiga imaginaria, para describir en profundidad su mundo interior, el diálogo que ella mantiene consigo misma. La comunidad religiosa, sus normas, sus juicios y requerimientos vinieron después, más como una contrafuerza respecto de su realidad interior tan libre y fluida.
La novela aborda el mundo infantil de un modo que obliga a una reflexión. ¿Cómo concebís la idea de infancia? ¿Hay en el texto algo que hayas tomado de tu propia historia? La violencia está presente a lo largo de toda la novela. Sin embargo, en ese pasaje en que la protagonista es prácticamente enterrada viva por los niños, asoma una crudeza realmente perturbadora. ¿Cómo llegaste a esa escena? A su vez, esa violencia se enlaza con la ternura de la escena siguiente en que la niña y el Hijo del Hombre entierran un pájaro. ¿Qué podés decirnos de esa otra escena? ¿Cómo articulás esa ternura?
Sí, quería presentar cuán valiosos, ricos, sensibles y omnipotentes son los mundos interiores que un chico es capaz de llevar dentro de sí, y cómo puede ser vulnerable e inquebrantable al mismo tiempo. Creo que como adultos todavía tenemos a ese chico dentro, aunque enterrado debajo de toda la racionalidad y las preocupaciones.
El escenario de la historia, la trama y los personajes son ficcionales. Pero de algún modo la forma en que Vendla siente el mundo, su complejidad y su belleza, y las preguntas que hace, y el modo como juega con el lenguaje, con el ritmo y el movimiento, todo eso está tejido a partir de mis propias experiencias. Lo que tomé prestado de mí misma es más la estructura de la experiencia, no el contenido. Sin embargo, yo no fui una nena solitaria como Vendla sino que pasé toda mi infancia con muchos hermanos y amigos, padres y abuelos.
Conozco a la secta de la novela a través de unos parientes y sus experiencias, pero nunca viví dentro de una secta como Vendla. Me interesaba representar la experiencia de estar en el borde de esta comunidad, casi en la frontera, algo que sentí en algunos de mis parientes.
Hay por supuesto varias pequeñas escenas tejidas en la textura de la historia que provienen de mi propia infancia o de las experiencias de otras personas, pero todas muy mezcladas, distanciadas y ficcionalizadas. Solo para mencionar algo: el evento trágico del ahogamiento se basa en un episodio de la vida real que sucedió en el pueblo donde pasé mi infancia. Fue mi primer encuentro con la muerte. Las preguntas que eso me obligó a plantearme las llevo conmigo desde entonces.
También la guerra tiene una presencia fuerte en la novela: “En la guerra de Nana siempre había hambre. El enemigo expulsó a su familia fuera de su hogar, por eso ella habita en tierra extraña, entre gente extraña”. ¿Cuál fue la guerra de Nana?
También el conflicto bélico de Palestina se hace presente: “- ¿Estuviste en Palestina? (…) ¿Hay guerra? ¿En la tierra prometida? / – Hacen la guerra por los dioses, si es que alguien se acuerda ya (…) No existe otro cielo más que el que ves…”. ¿Cómo desembocaste en este asunto? ¿Qué opinión te merece el tema?
Yo pasé mi infancia en la era de la guerra fría, consciente de la posibilidad de que estallara una guerra en cualquier momento, en mi país o en cualquier otro lado. La presencia de la guerra estructura la conciencia de Vendla y alimenta su imaginación aun cuando vive en un tiempo diferente de la guerra que tiene en la cabeza, aun cuando los medios de comunicación que la rodean son diferentes, es solo la radio, aunque igual es muy fuerte. Sobre todo, es capaz de imaginar lo que sucede allá lejos, capaz de sentir empatía, compadecerse de las otras personas que están en esa condición. Por otro lado, el trauma de la guerra está presente constantemente como innombrable en la vida de su abuela, que ha perdido su hogar, su lengua, sus canciones y parte de su identidad en la evacuación de Carelia durante la guerra ruso-finlandesa en los años treinta. Aun así, Vendla es capaz de recoger con mucha sensibilidad todo lo que no se dice, como todos los chicos. No pienso que los chicos deban vivir aislados de un tema como la guerra, sino que hay que discutirlo confiando en su inteligencia para absorber ese tipo de cosas.
En el paisaje actual que nos pintan los medios, la guerra es una presencia constante para nosotros y para nuestros hijos. Quisiera poder retener la capacidad de sentir empatía también ahora, cuando las guerras están reestructurando el mundo. Pienso que como seres humanos tenemos la imaginación suficiente como para imaginar la vida de otras personas y sus experiencias en otro tipo de condiciones diferentes a las que tenemos nosotros, y que por eso somos capaces de sentir empatía y de ofrecer nuestra ayuda y nuestro apoyo si se necesita.
El poder de la religión en el relato es contundente, incluso como operadora de la violencia en que el pueblo está envuelto. ¿Cómo construís esa atmósfera? ¿Cómo te relacionás vos con la religión?
El uso del poder para fines religiosos y espirituales es verdaderamente el tema central de la novela. Sin embargo, mi intención no fue solo criticar a las comunidades religiosas sino también mostrar que en ese modo de vida estrictamente regulado también puede haber un sentido de solidaridad y de conexión con los demás. También me interesaban las experiencias religiosas en sí, en especial las experiencias de éxtasis. Y traté de investigar más este tema y sus diferentes dimensiones a través de los tres personajes principales.
Mi experiencia personal con la secta en cuestión, el laestadianismo, proviene de mi primera infancia y de mis parientes. Visité algunos de sus conventos, escuché sermones poderosos y virulentos, vi a mujeres entrar en trance, pasé algún tiempo con chicos de familias inmensas, aprendí sus canciones, más arcaicas y severas que las que componen el cancionero luterano, pero mi maduración no estuvo regulada por sus normas. Así que sí tuve que investigar bastante, empezando por la historia de la secta, fundada por Lars Levi Laestadius hacia 1850 en la Laponia sueca, y que se estira más de 160 años hacia atrás. Sus sermones, y en especial algunas antiguas canciones religiosas, fueron algunos de los recursos y quizás incluso la base a partir de la cual creé la atmósfera.
También como parte de la investigación, seguí de cerca muchas de las discusiones y confesiones que encontré en internet sobre experiencias de la gente de la secta, en especial en torno de una práctica llamada “conventos de tratamiento o de medicación”. A muchos de los miembros, sospechados de pensamientos o de acciones no religiosas, como ver televisión o usar métodos anticonceptivos, se los sometió a inspecciones íntimas muy crueles durante los años más severos de la secta, de los sesenta a los ochenta. A muchas de estas personas, internet les dio la posibilidad de hablar de estas prácticas tan traumáticas y tan silenciadas, un uso humillante del poder religioso.
Sentí la necesidad de tratar este tema en la historia, también, y al final salió de un modo espejado, a través de los juegos de los chicos, que revelan la crueldad de las acciones de los adultos. Me metí con esto a sabiendas de que algunos de mis parientes me iban a dar la espalda. Sin embargo, no fue así.
Hoy en día, esta secta muy patriarcal se ha visto forzada a tratar de manera más abierta los temas más difíciles de su pasado y también de su presente, como el rol de las mujeres, el rechazo a cualquier forma de control de la natalidad, el abuso sexual, entre otras cosas.
Por su parte, la comunidad religiosa se opone a la imaginación de la niña pero al mismo tiempo parece alimentar su fantasía. ¿Cómo se establece ese diálogo?
Sí, esta ambivalencia es la dialéctica principal de la novela. La comunidad religiosa es el medio bueno y malo en que vive Vendla, y ella misma no siempre reconoce qué es lo malo. La gente religiosa le proporciona a Vendla muchos elementos importantes para armarse y armar su vida, como la poesía bíblica y la imaginería de los sermones y las canciones, así como cierta forma de cuidado. Pero también la oprime y oprime a las personas que la rodean (y ha alejado a su madre), sobre todo al discriminar muy fuertemente entre un “nosotros”, redimidos, y los que no están redimidos sino que son, más bien, los condenados. Sin embargo, con la novela yo no quería sermonear ni juzgar, sino sopesar y examinar las distintas dimensiones de la vida religiosa, tanto sociales como subjetivas.
Por momentos América asoma en el relato… ¿Cómo ve Finlandia a América?
Creo que hacia los sesenta, para Finlandia América era una gran tierra mítica, un paraíso, una tierra prometida llena de riqueza, libertad y posibilidades. Había todavía un eco fuerte de esa actitud que habían tenido los inmigrantes finlandeses de principios del siglo XX que habían llegado a Estados Unidos. Un poco más tarde, también en los sesenta, la televisión y la cultura popular alimentaron esa actitud, estableciendo por supuesto un concepto muy limitado de lo que era América, identificándola con Estados Unidos. Por entonces acá se imitaba de muchas maneras el “American way of life”, algo que se ve todavía en el fenómeno de los shopping malls, o en el entusiasmo por los autos, etc., y que está presente en nuestro modo de vida de miles de maneras distintas. Se recuerda menos, hoy en día, que después de la guerra Finlandia recibió ayudas de Estados Unidos, durante al menos un par de décadas. De ahí viene la idea de los vestidos americanos de la madre ausente de Vendla. En la imaginación amalgamante de Vendla todas estas cosas se mezclan y ella crea su propia idea de un paraíso americano adonde ha escapado su madre, que está a salvo y donde la espera. Sin embargo, en realidad en los años sesenta el vecino que seducía a los finlandeses que buscaban emigrar esperando encontrar mejores condiciones de vida y trabajo era Suecia. Y hacia ahí se dirige en realidad la madre de Vendla.
¿Cuáles son y han sido tus principales referentes literarios?
Al final del libro menciono solo como referencias literarias las canciones que se cantan en la novela, que son muchas. De todos modos, el libro no solo toma como referencia esas canciones, sino que hay muchas otras referencias intertextuales que están tejidas dentro de su textura, desde la Biblia hasta Georges Bataille, las visiones de Santa Teresa hasta el Finnegan’s Wake de James Joyce, desde Sófocles hasta Julia Kristeva, y seguramente hay además un montón de referencias inconscientes. Creo que es tarea de los académicos, en todo caso, buscarlas y señalarlas, si llegara a ser relevante.
En cuanto al libro en sí, me influenciaron mucho y me inspiraron algunas escritoras finlandesas como Aino Kallas, Irja Salla, Marja Leena-Vartio e incluso Mariaana Jäntti, en cuya escritura el mundo interior de los personajes femeninos se presenta de manera muy fuerte, muy terrenal y casi física, con un lenguaje muy rico en matices y en técnicas literarias. En sus novelas, el escritor finlandés Timo K. Mukka también escribió sobre esta secta de un modo muy grotesco. Es un escritor muy poderoso y reconozco su influencia en mi escritura. Pero yo me planteo preguntas bastante diferentes, y trato de crear un lenguaje diferente y un mundo propio, de mis personajes.
De los escritores internacionales, también siento conexiones fuertes con varias escritoras: Virginia Woolf, Clarice Lispector, Ingeborg Bachmann, Herta Müller, para nombrar a algunas, y también poetas como Anna Ahmatova y Marina Tsvetaeva (con la que se vincula mi última novela, Nuestra vida cotidiana).
Esta novela te posiciona como una de las voces finlandesas jóvenes más importantes del momento. ¿Qué podés decirnos de la literatura finlandesa actual?
La literatura finlandesa tiene muchas voces y muchas caras, y es muy fuerte a pesar de los problemas y las amenazas que la acechan actualmente, en especial el negocio editorial local e internacional. Todavía consideramos que la literatura es una de las médulas de nuestra identidad cultural, y por eso intentamos reescribir, por ejemplo, las historias escondidas y silenciadas del pasado, pero también intentamos aproximarnos al presente, darle voz, darle voz a sus sombras, incluso a las sombras del futuro. Algunos de nosotros todavía queremos sacudir los límites de la literatura, experimentar con ideas, con la forma, con el lenguaje, con distintas plataformas de publicación y de presentación de la literatura, entre otras cosas; queremos mantener a la literatura viva, despierta, en proceso. De nuevo, en nuestra literatura hay voces femeninas muy fuertes, más o menos nuevas, no solo Sofi Oksanen y Riikka Pulkkinen que son las más conocidas a nivel internacional, sino también Monica Fagerholm, Katja Kettu, Laura Lindstedt, Satu Taskinen, Saila Susiluoto, Henriikka Tavi, por nombrar solo algunas. Y la literatura finlandesa no es solo finlandesa, sino también en parte sueco-finlandesa, y europea, e internacional.
Traducción: Julia Ariza.