¡Qué bello es vivir!

Nos habla un niño, que logra condesar lo infinitamente complejo en las palabras más simples, construye teoría y lenguaje y así nos hace escuchar su voz. Descubre que tiene la misión de salvar al mundo, sabe que antes debe descubrir cómo. Al mismo tiempo algo se deduce de la misión: qué es lo que no funciona en el mundo como para que deba ser salvado?

Sus padres, enterados de que su hijo es especial, tendrán que aprender a acompañar a este niño de inteligencia superior que con un desarrollo intelectual precoz va a encontrarse con el mundo.

El universo en el que vive Almérico además de increíble y maravilloso está construído con minuciosa nitidez, lo que genera notas de humor a cada instante y nos trae la alegría infantil, pero todo chiste encierra algo dramático.

Los superpoderes de Almérico no se ven sólo en su entendimiento del mundo sino también en sus sagaces e irónicas respuestas, que hacen aparecer las obviedades que dejamos de ver cuando entramos en el sólido mundo adulto. Almérico otorga sentido a cada estímulo y tiñe el universo de sus revelaciones evidentes.

Mientras tanto este pequeño piromaníaco tendrá la capacidad de disfrutar incluso de la más hostil pobreza familiar mientras resuelve los asuntos que lo vayan convocando.

A medida que el libro avanza Almérico crece y con él su intelecto superdotado que intenta, en diferentes actos, resolver pragmáticamente los problemas familiares. Así vemos a un niño que se  hace cargo de los avatares cotidianos cual patriarca imaginario y se expone al riesgo de ubicarse por encima de sus posibilidades físicas, en disonancia con las intelectuales, en el mundo real, sin la conciencia del peligro que desarrollamos con los años. Pero su inconsciencia nos deja ver a un niño que se desarrolla bajo presiones que harían estallar la psiquis de cualquier adulto y que Al enfrentará con alegría, responsabilidad, pero sobre todo con imaginación, ternura y gracia.

Como lector, uno llega a frustrarse junto a Almérico, y a creer que sus padres lo subestiman, que no aprovechan sus capacidades, aunque existe la posibilidad de que en realidad sus padres prefieran respetar su infancia, protegerlo; al fin de cuentas sólo es un niño, aunque un niño genio, pero niño al fin.

El mayor desafío para él será hacerle creer a los adultos que ellos mandan.

Hasta acá todo muy tierno pero, ¿qué pasa cuando ese niño maravilloso crece, cuando le toca insertarse como joven adulto en un mundo que nada tiene que ver con el optimismo y el disfrute de lo bello que es vivir? ¿Cómo se inserta en la hostil  Italia de los 80´s, este sujeto al que le repiten sistemáticamente que es un genio? Por momentos uno tiende a creer que un niño genio, al crecer, tendrá el futuro asegurado, pero la inteligencia no es sólo un valor de coeficiente intelectual. Para algunos es la capacidad de insertarse y adaptarse al medio, mientras que para otros es la capacidad de arbitrar los medios necesarios para estar a gusto con el día a día de la propia vida y construirse un medio de paz que lo lleve a la felicidad. Acá suelen aparecer los resultados de la infancia, el fruto del acompañamiento familiar, la construcción del entramado emocional que puede hacer que un niño se desarrolle y potencie en todas sus capacidades o se convierta en un temeroso e inseguro sujeto angustiado.

Almérico pondrá en jaque nuestras estructuras y los anteojos por dónde miramos al mundo, dotado de una dulce y muy precisa coherencia se convertirá un personaje subcutáneo para cualquiera que lo conozca.

una familia

Somos una familia

Autor: Fabio Bartolomei

Traductor:Juan Manuél Salmerón Arjona

Editorial: Tusquets

352 páginas