Ser calle.
Eso es nacer en Loreto, barrio del puerto de Callao, cercano a Lima, Perú, donde las pandillas luchan por cada centímetro de tierra para poder ser algo más.
Crecer.
Plantarse ahí.
Echar raíces o ser abono de raíces.
Loreto es la historia de Silverio, un joven que se enamora de Laurita, la hermana de Chito, el capo de su zona, a la que, por miedo, Silverio sólo se atreve a mirarle la sombra. Para ganarse su amor o, aunque sea, una mirada, nada más hay una manera: cuando Chito necesita soldados para vengar un ataque, Silverio no duda en ponerse como voluntario. Chito lo piensa. Le da un arma y le pide que fusile un perro, para ver si tiene lo que hace falta. Silverio ni se mosquea y le vuela la tapa de la cabeza al can. Lo mismo que, momentos después, hace con unos cuantos rivales.
Cuando el amor –o algo que se le parece- se apodera de un hombre es imposible saber qué no haría.
Silverio es un “héroe” que no puede disfrutar su recompensa. Se ve obligado a emigrar porque los vencidos quieren su cabeza, mientras que otra pandilla quiere sus tierras. Tiempo después atacan a la gente de Chito, que no duda en levantar el teléfono y llamar a Silverio; el retorno del hijo pródigo.
Que vuelve por Laurita, por los suyos, por sus calles.
Por su orgullo.
Cuento largo, más que nouvelle. En Loreto, Ampuero privilegia la trama sobre los personajes, narrando un único conflicto, en vez de profundizar en la psicología de los protagonistas, potenciado un desenlace de western, el enfrentamiento barrio contra barrio, una suerte de fábula del siglo XXI.
Interesante ver, además, como se muestra al Estado desde la ausencia. Loreto es una tierra abandonada, ajena a la riqueza acumulada, pero parte del incremento de la delincuencia, la “mano de obra” necesitada para ciertos laburos al margen de la ley. La mano de obra manchada con sangre y limpiada en unos pocos, pero más que necesarios, billetes.
Pibes peruanos, hermanos de los de Manual Práctico del Odio de Ferréz, de aquellos protagonistas de Kryptonita de Leonardo Oyola, que haciendo esquina no pueden volar, chicos como los que cuenta Renzo Rozello en Trampa para Ángeles de Barro, donde la inevitabilidad del destino se firma sobre la línea punteada a balazos, y sólo queda la única certeza:
Ser calle duele.
LORETO
Fernando Ampuero.
Editorial Planeta.
120 páginas.
NOTA: como uno de los objetivos de RASTROS, observatorio hispanoamericano de literatura negra y criminal es la creación de redes mediante las cuales poder pensar la novela negra desde diferentes concepciones, creo oportuno remarcar que está novela llegó a mis manos gracias a Juan Carrá (autor de Criminis Causa y Lima), a quien, a su vez, fue recomendada por Ezequiel Dellutri (escritor de la saga de Gillete), el cual ha escrito de la trilogía callejera de Ampuero acá.
Sean ustedes invitados a seguir escarbando en el género negro latinoamericano.