Fernando López es un ex juez penalista, que, a su vez, escribía –y escribe– novelas negras antes de que estuvieran de moda. Odisea del Cangrejo, su obra más conocida, fue primera finalista del Premio Planeta 2004. Actualmente se encuentra trabajando en una nueva novela –negrísima, según sus palabras-, mientras sigue escribiendo la saga del detective cordobés Philip LeCoq, en la que se mezclan el humor, el sexo y la desesperación. Además, desde el 2014 dirige el festival de género negro Córdoba Mata que este año tendrá su tercera edición.

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Hablemos de Odisea del Cangrejo. La novela ingresa en varias dimensiones; ¿en cuál de ellas te encontrás más identificado con el protagonista?

Bueno, todo comenzó con una pregunta: ¿qué fue, a fines del siglo XX, de aquellos militantes pequeño-burgueses que tomaron las armas en los ´60/´70? ¿Traicionaron a su clase al optar por la clase obrera, o traicionaron sus convicciones al reinsertarse en el sistema capitalista, sin cuestionarlo más? Sistema en el que un pequeño grupo de poder explota y excluye a las mayorías valiéndose de la represión y de leyes que sirven para explotar y excluir. ¿Cuál era el sentido de su lucha? Dentro de su trama compleja, y más allá de la pregunta inicial, me siento identificado con el protagonista en su relación con el padre, que se resuelve en la segunda parte de esta saga, Áspero cielo (El Emporio, Cba, 2007); pero también con su papel de juez respetado en el pleno ejercicio del poder (judicial) en una sociedad con muchas tensiones.

Lo ético, lo psicológico y lo jurídico; todo gira alrededor de esta historia; ¿qué podés decirnos sobre cada uno de estos entramados?

Todo gira hacia la construcción de un personaje poco habitual como es un juez en su cotidianidad, temible, ambiguo, carnal y a la vez tierno y querible, una de las mayores preocupaciones en los cuatro años que me llevó escribirla. Quise hablar de las bajezas y grandezas de un sujeto de clase media de mi generación, que vivió con intensidad los años de juventud para terminar agobiado por problemas personales que lo llevaron a situarse fuera de la ley.

También se advierte, con fuerza, lo social; ¿qué lectura hacés de la realidad social, aquí y ahora, comparándola con la de hace treinta o cuarenta años atrás?

Veo con preocupación la capacidad del sistema capitalista para reciclarse. Sistema injusto, racista, destructor de la naturaleza y asesino, al que se opone, siempre, un modelo que pretende ser lo contrario, pero que no logra sobrevivir a los embates de la restauración. No estaban tan equivocados aquellos jóvenes, que se expresaron violentamente porque no tenían otros ámbitos para expresarse. Hasta que llegó la democracia y la ilusión de que todo cambiaría, pero, por lo que se ve en lo que va de 2016, las cosas no cambiaron casi nada desde Videla y Martínez de Hoz. Todas las conquistas sociales sufrieron permanentemente un retroceso brutal.

¿Qué podés decirnos del poder judicial, del ejercicio de la función y de la selección de jueces y fiscales? Como ex magistrado, seguramente tendrás opinión formada y, obviamente, calificada al respecto.

“He vivido en el monstruo y le conozco las entrañas” decía José Martí, después de su permanencia en Nueva York. El Poder Judicial está integrado por seres humanos muy parecidos al juez y al coro de personajes secundarios  de Odisea… y Áspero cielo. Quiero decir, no son modelo de nada, salvando honrosas excepciones. Dos cosas: si las Cortes Supremas no hubiesen avalado los golpes institucionales desde 1930 en adelante, la Historia argentina habría sido, creo, muy diferente. Lo peor es que no apoyaron las dictaduras por cobardía, sino por convicción. Esto me lleva a la segunda cuestión: los jueces, además de estudiar derecho, deberían estar formados en carreras paralelas alrededor de un eje temático dominante que incluya ética, filosofía, historia y derechos humanos, materias que en las carreras burguesas no tienen mayor relevancia. Además, estimo necesaria una formación técnica (como la práctica médica antes de titularse) que los lleve a recorrer las dos veredas de lo que pretende la sociedad: la defensa y la acusación. Aprendizaje que debe acentuarse y probarse con exámenes rigurosos antes de que accedan a esos cargos, que son de por vida. Un ejemplo: mientras yo fui juez penal, asistí a todas las autopsias que me tocaron; mis secretarios, en cambio, aun sabiendo la importancia de la información de primera mano, no asistían nunca por propia voluntad. Solo de esa manera la justicia dejará de ser el brazo legal de la represión y también, por ejemplo, de los despojos de tierras a los tenedores sin títulos legales.

Hablemos del punto de encuentro entre la literatura y el derecho.

El encuentro se da en la escritura, naturalmente. No es intencional. Me río porque alguien dijo en algún momento que escribo como un juez. Será porque algunas de mis novelas rozan el tema de la justicia, en las que nombré antes y en El mejor enemigo (El Emporio, Córdoba, 4ª. edición 2010), en la que incluso aparezco como personaje, como abogado que litiga.

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El hombre nuevo”, “las almas bellas”, “la causa de los desposeídos”. Tensiones políticas, ideales y convicciones…Ahora tomemos, como punto de partida, pasajes de tu novela – la experiencia de aquella juventud- para evaluar razones que justifiquen la memoria o, eventualmente, el olvido.

La memoria es esencial en la formación cultural de los habitantes de un país. No solo de los hechos terribles como las matanzas sino también de los hechos ejemplares. Formo parte de aquella generación que tomó las armas para hacerse escuchar en un país en el que estaban cerrados todos los caminos hacia la libre expresión. Tengo para mí, contrariamente a la versión oficial de la guerra sucia y la teoría de los dos demonios, que alcanzamos a vivir una experiencia democrática, aunque ahora nos parezca insuficiente, gracias al sacrificio voluntario de una generación.

Siempre siguiendo el espíritu de Odisea del Cangrejo, pongamos el acento en la pasión, en el erotismo, en la sensualidad exacerbada y en la energía libidinal. Hablemos de la literatura erótica.

R: Hace diez años se generó una polémica pública a través del diario La Voz del Interior que duró seis semanas, acerca del tono de ciertas escenas sexuales de la novela. Todo empezó cuando una colega dijo que me había pasado de la raya (¿?). En un congreso en la Facultad de Lenguas donde leí un fragmento, Martín Kohan sostuvo que Odisea… no era una novela erótica sino todo lo contrario. Estuve de acuerdo y le di la razón. El sexo es parte esencial en la vida de cualquier persona y eso quise reflejar, simplemente. Y no solo en esa novela sino también en toda la saga de Philip Lecoq, detective (Raíz de Dos, Córdoba, 2012/15). Incluso he tenido discusiones con autores de novela negra dura y sangrienta, en cuyos textos los protagonistas no “cogen” sino que “hacen el amor”.

Pasemos a las novelas de Philip LeCoq. ¿Cómo nace la idea de la saga? ¿Cómo la planteaste a la hora de encarar estas diez obras?

R: Surgió en una reunión política en la que tuve noticias de Esperanza sin Muros, una utopía sostenida a rajatabla por un grupo de ex convictos que decidieron abandonar el delito y reinsertarse socialmente, a su manera, desde hace varios años. Todos, viejos ladrones de bancos y delitos pesados en los años ´70, incluso algún ex preso político. El día que nos conocimos, el hielo entre el ex juez y los ex convictos se rompió cuando uno de ellos me dijo: “¿Sabe, doctor, cuántos años de prisión llevamos sobre la espalda los que estamos acá? ¡Más de 300!”. Inmediatamente el detective marginal en el que estaba pensando tomó cuerpo como uno entre ellos. Me hice compinche del grupo, compartí muchos encuentros hasta que me fui a vivir a Trelew en enero de 2010. En esas reuniones alegres y tumultuosas decidí darles voz junto a Philip para contar sus andanzas, en diez episodios. Desde la alegría y el sexo y no desde la tristeza y la marginación.

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En el comienzo de la saga, CQ, su mentor, le entrega al protagonista un montón de libros policiales mediante los cuales debe formarse y entender qué es un detective y cómo actúa. Como escritor de género negro ¿cuáles fueron tus libros formativos?

R: Hmmm, es imposible hacer una síntesis de libros y autores. Una parte de mi biblioteca está formada solo con novelas negras, policiales, de suspenso en todas sus variantes. Que he leído y otras (muchas) que esperan su turno. De muchos autores. No puedo dejar de mencionar entre mis autores favoritos a Poe, Quiroga, Borges, Saer, Walsh. Y entre los más jóvenes, a los interesados en renovar el género. Muchos clásicos también, y me remuerde no tener más tiempo para leer. Un especialista sostuvo que se notan rastros de Saer en el comienzo de Odisea… Trato de leer preferentemente a los argentinos y a los latinoamericanos. También me cautivó el cine negro desde sus orígenes. Me apasionan el cine de Hitchcok y todas las historias donde las pasiones se desbordan, incluyendo las adaptaciones de algunos relatos de Philip K. Dick, de brillante factura.

Como varios de los títulos que le recomiendan a Lecoq, la colección Tinta Roja tuvo en su premisa la publicación de autores latinoamericanos. ¿A qué se debió esa política editorial? ¿Cómo creés que se articula el género negro en Argentina y Latinoamérica, y qué lo diferencia de España y Estados Unidos?

Así como la idea motora de Lecoq fue hacer visibles a los marginados, con Tinta Roja quise llamar la atención sobre algunos autores latinoamericanos. Son muchos, y excelentes, pero las grandes operaciones de marketing de las multinacionales del libro favorecen exclusivamente a los autores europeos y norteamericanos (con algunas poquísimas, honrosas excepciones). Una buena parte de las novelas negras de América tienen como rasgo distintivo el humor.

Me gustaría que nos contaras de qué manera aparece la decisión de incorporar el costumbrismo y el humor en las aventuras de Lecoq.

No son novelas costumbristas, creo, ni “antropológicas”: son novelas sociales que hablan de los sectores marginales de la población de cualquier ciudad del mundo. Seres humanos iguales a nosotros con los mismos deseos, solo que más pobres. Y en cuanto al humor, en alguna de las reuniones compartidas con Esperanza sin Muros comprobé que pobreza no era sinónimo de tristeza.

Hablemos del cambio de voz de los personajes principales en la tercera novela de la saga, No te rías si me muero, con la incorporación de un lenguaje coloquial, ausente en las aventuras previas, y que se disuelve hasta desaparecer en la cuarta aventura.

El eje es la lucha de Philip por hablar un “castellano neutro” cuando está trabajando, pero con su mujer y con la gente del barrio no puede evitarlo y habla como ellos. Cada historia la traslada al papel un “escriba” con quien Philip discute permanentemente, para que incluya en el texto los modismos del barrio porque el ghost writer no quiere hacerlo. A veces lo logra y a veces no, tanto es así que a lo largo de la saga cambiará varias veces de “escriba”. Como el trabajo de Philip detective es muy discontinuo, se le hace difícil no contagiarse. Eso se nota en varias historias, en algunas más que en otras, y cuando su “cliente” no es del barrio (como en el cuarto episodio) Philip habla en “castellano neutro”.

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Esperanza sin Muros, la cooperativa de ex convictos, es una presencia importante en la saga; en función de tu experiencia, ¿cómo describirías la presencia del Estado en lo que hace a la viabilidad de la reinserción post cárcel?

La sola existencia de la planilla prontuarial habla a las claras del escaso interés del Estado en la reinserción de los delincuentes. Esa planilla le está diciendo a la sociedad “ojo con este tipo, estuvo preso por esto y por esto y te puede cagar; apenas si sabe leer y aprendió en la cárcel el oficio que te ofrece; por tanto, no tiene experiencia”. Entonces, ¿qué hace un ex convicto que pretende redimirse y no consigue trabajo? Se convierte en “mantero”, en “trapito”, cuida coches o vende fruta en la calle. El mayor esfuerzo contra el estigma lo hacen quienes pueden estudiar y obtener un título universitario. Por eso Philip se empeña, a su manera, en terminar el secundario.

Desde Rastros: Observatorio Hispanoamericano de Novela Negra y Criminal de la Biblioteca Nacional, tendemos a pensar que la novela negra surge del crimen en una sociedad particular, donde, a fin de cuentas, se está hablando de una cuestión acerca de lo que está dentro y fuera de las leyes y el derecho. Nos interesa conocer tu opinión.

Las leyes se dictan para obligar a la mediación en enfrentamientos que derivan de los abusos, cometidos por algunos para imponer a otros la supremacía que nace del poder. En el fondo todo crimen, y toda rebelión, derivan de la supremacía de quien tiene más poder sobre otro. A veces la ley no alcanza o no se aplica y se producen los conflictos de los que da cuenta con solvencia la novela negra, conflictos que llevan al crimen, la venganza o el suicidio. Los crímenes intra-familiares, no hay mejor ejemplo, son fieles reflejos de lo que sucede en la sociedad.

Hablemos de tus influencias literarias. ¿Cuáles fueron las primeras obras que te marcaron y cuáles las que cambiaron tu manera de acercarte a la escritura?

Recuerdo entre los primeros libros leídos la saga de Sandokán, los de Julio Verne, los cuentos de Poe; El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría; Cien años de soledad, de García Márquez; los cuentos de El llano en llamas de Rulfo, y los de Haroldo Conti, Cortázar, Borges y Quiroga. Más adelante Piglia y Saer, siempre hablando de los nuestros. Después de las poesías de amor de la adolescencia escribí cuentos, y finalmente novelas. A partir de los doce años descubrí la literatura, con esos autores y muchos más. Las novelas negras llegaron a mí más tarde, en la adolescencia, y la verdad que me sería muy difícil hacer una lista para detectar influencias. Creo que eso podrían responderlo mejor los interesados en lo que escribo, si es que los hay.

A la hora de sentarte a pensar la novela, ¿la base está en el personaje o en la trama?

Están íntimamente ligados. Los trabajo simultáneamente, aunque en general aparece primero una idea con la que se forma la trama. Por ejemplo: hay una idea que me está dando vueltas, la de una familia de tres hermanos que se matan entre ellos para quedarse con la casa del padre, un viudo que se ha puesto de novio. Temen que se case y los deje en la calle. Hasta ahora el personaje más claro es el padre, le sigue la novia y falta que los hijos comiencen a definirse.

¿Cómo ves la actualidad del género negro?

Más allá de encuestas y operaciones de marketing, veo un sólido presente y un futuro halagüeño para el género. Entiendo que la pregunta se refiere a la Argentina, donde hay, ya lo dije, muchísimos cultores de excelente calidad.

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¿Cómo ves el estado de situación de la literatura en la actualidad? ¿Cuáles son las voces más interesantes y cuáles los nacimientos más promisorios?

Pasando por alto a los consagrados y hablando solo de novela negra, me inclino por mencionar a los autores que publicamos en la serie Tinta Roja: Javier Chiabrando, Horacio Convertini, Raúl Doria, Mariano Quirós, Lucio Yudicello, junto a otros autores de Uruguay, Chile y Cuba. También Orlando van Bredam es muy interesante. Rubén Alonso Ortiz, Jorge Felippa, Esteban Llamosas, Leonardo Oyola, Osvaldo Aguirre, en fin, son muchos, muchísimos los autores nuevos y los que escriben en provincias. Entre las mujeres, no puedo dejar de mencionar a Mercedes Giuffré, María Inés Krimer, Gabriela Cabezón Cámara -ya consagradas- y a Manuela Centeno.

¿Cómo manejás el clima, la atmósfera, en tus narraciones?

Cada relato tiene características diferentes, por tanto no tengo una fórmula. Cada nuevo texto me transforma en un obsesivo que se la pasa rumiando la trama durante todo el día, y a veces también en sueños, hasta llegar al final. Y en cada repaso me domina la preocupación por corregir cada palabra hasta encontrar la correcta, la que más se adecua a lo que quiero contar.

¿Cómo abordás en tu obra el trinomio “lenguaje, trama, argumento”? ¿Cuál es tu proceso de escritura?

El proceso es diferente en cada novela. Algunas las escribí muy rápido, otras me llevaron mucho tiempo (El mejor enemigo siete años, Odisea del cangrejo cuatro, Áspero cielo dos, la que estoy escribiendo ahora lleva ya cuatro años de preparación). Comienzo a escribir cuando tengo más o menos cerrada la trama en mi cabeza. La novela en la que estoy pensando hace por lo menos tres años, no comienzo a escribirla porque todavía no están definidos los personajes, aunque la trama sí lo está. Tengo decidido el punto de vista y que será una novela negrísima, que transcurre en el seno de una familia.