Quiénes son los vivos? quiénes los muertos? Vivimos dentro de un sistema cuya dinámica establece que aquellos que logran adecuarse al régimen hegemónico están vivos, aquellos que logran tener un trabajo en relación de dependencia, desempeñándose mal o bien, aquellos que descansan quince días en un año de trescientos sesenta y cinco, aquellos que están doce horas sometiéndo su cuerpo a la producción de capital ajeno están vivos. Porque pueden comprar bienes, poseer, vincularse mansamente y así ser parte de la sociedad de consumo. En este contexto de realidad Ginés Sanchez nos trae a Gusanito, un joven que al quedar por fuera del campo laboral comienza la hostil tarea de sobrevivir y buscar alternativas para llegar a cubrir sus necesidad básicas. La vida sucede en Gusanito a través de amigos, amores pasados que acentúan su permanente soledad y fantasías presentes que se desarrollarán en el marco de la precaridad, los cálculos insólitos y la mala alimentación, consecuencia del seguro social de desempleo. Mucho porro, mucha sublimación sexual, trabajos inventados o lo que encuentre disponible serán el remedio para pasar el tiempo, las horas, los días.
No hay tedio en Gusanito, hay perdurar y de vez en cuando un pétalo de vida, que se soltó accidentalmente de alguna flor, acaricia sus días, pero sólo por momentos. A pesar de esto Gusanito mira al mundo desde el desasociego, la desesperanza pero con ojos detallistas y hasta poéticos.
Las problemáticas que atraviesa el protagonista son propias de una cultura del tener, de la propiedad, en los afectos y los vínculos. Todo se trata de poseer y compararse con los otros. La constitución social desde la diferencia de clases que a su vez se vinculan; capitales culturales contemporáneos que ven a través del lente de su origen y posterior construcción. Híbridos en conflicto permanente con ellos y por lo tanto con los otros. Escalas de valores tergiversadas pero no por eso cuestionables ni perjudiciales para el entorno. Aún así cuestionados, minoritarios y en consecuencia desaprobados, desestimados. Una vida comparable al acto de mirar a un pozo que a su vez nos mira, oscuro. Caer en él interminablemente pero al final despertar de todos modos y otra vez, la vida real, otra vez a transitar entre los vivos.
Atravesamos el cambio en el interior de un sujeto, un cambio radical y posiblemente irreversible hacia lo sórdido de la presencia en la cultura contemporánea. Estar presentes en esto sistemas cuando no se pretenece a esa ideología y ética de vida, da como resultado el resentimiento, almas que anidan odio, angustia en forma de enojo, angustia que tal vez brota, tal vez no y se convierte en otra cosa y nosotros ahí, sintiendo como podemos, habitando entre los vivos.
¿Cómo nace la historia?
Pues en este caso la historia surge a partir de una noticia en un periódico. Una cosa por completo casual, algo, además, pequeño, insignificante. Pero lo vi y me llamó la atención. Me dije: “ahí hay una historia, una bien interesante”. La verdad es que es algo que suele sucederme.
¿Por qué entre los vivos? ¿Quiénes están vivos y quiénes muertos?
Los vivos son, como si dijéramos, los “normales”. La gente que asume su vida, sus relaciones, sus afectos, su familia, como propia y no como una cosa ajena. Los muertos son esa especie de zombies de la vida que constituirían Gusanito y los que son como él.
¿Cómo fue tu proceso de creación en Entre los vivos?
Ya te digo que todo se inició en una noticia en un periódico. Unos tipos habían hecho un disparate. Algo por completo impresentable. Sin embargo me dio la impresión de que yo entendía su rabia y que podía ser capaz de llegar hasta los fundamentos últimos de su actuar. Ese fue el punto de partida. A partir de ahí la cuestión fue ir tirando del hilo de la cometa. En este caso el principal obstáculo fue encontrar a los secundarios y conseguir encajarlos. Sin embargo una vez que estuvieron claros en mi mente todo empezó a ir a buen ritmo.
¿Qué pensás de aquellos que no se identifican con los modelos dominantes de trabajo y que por su origen social igual deben trabajar?
Bueno, opino que, salvo que uno sea uno de los que están saliendo estos días con sociedades en Panamá y etcétera lo que hay que hacer es remangarse y bajar a la fábrica. Lo demás, lamentablemente, no son más que sueños. Y soñar está bien pero, como decían allá en Cuba “para pensar primero hay que comer”. Así que resignación ante eso.
¿Qué creés de aquellos que viven en permanentes crisis vocacionales?
Lo mismo, más o menos, que respecto de la pregunta anterior. Tener una vocación es un privilegio hoy en día. Tener una vocación, en cualquier caso, no significa tampoco nada. El que tenga talento pero no entienda que es preciso trabajar con seriedad cada día tendrá un importante problema.
¿Cómo ves los vínculos actuales de pareja y las nuevas construcciones vinculares que devienen de la aceptación del deseo como fórmula individual y ya no normativizante?
Creo que la sociedad, la sociedad universal, está cambiando a un ritmo muy vigoroso. Creo que, tal vez porque nos hemos liberado de determinados lastres que llevábamos colgando del cuello (léase por ejemplo lastres religiosos) la sociedad está pudiendo pensar cada vez con más libertad. Eso está trayendo consigo que podamos asumirnos con más razón de ser. Es bueno que podamos desear sin trabas, pensar sin trabas.
¿Cómo fue la construcción de Gusanito?
Por algún extraño proceso mental sucedía que, de alguna manera, yo era capaz de intuir las razones por las que aquellos tipos habían hecho aquello. Había una lógica retorcida en aquello que era lo que había que explorar. A partir de ahí se trataba en todo caso de pensar con la máxima desesperanza. También de acordarse de esos periodos, que todos hemos tenido, en que estuve enfadado con la vida. En realidad lo que le pasa a él es algo semejante.
En algún momento se esclarece el vínculo entre el berserker y Gusanito, ¿cómo trabajaste este vínculo?
Lo que sucede en este caso es que la novela, en principio, era más larga. Había algo semejante a un correlato en el que se podía ver a Gusanito jugando sin fin a los videojuegos. Sin embargo en las revisiones me sucedió que estos capítulos me cortaban en exceso la trama y la entorpecían. Así que fueron suprimidos. El berserker es un recuerdo de aquello que fue hecho y luego eliminado.
El relato pareciera una narración viva, ¿es algo buscado?
Se pretende, en todo caso, el concepto de narración viva. Yo la llamaría, más bien, agitada, real. Ayuda mucho el hecho de dejar que los personajes vayan un poco a su aire, que sean ellos mismos los que vayan marcando el camino a seguir.
¿Cómo fue tu formación?
Soy licenciado en derecho y ejercí como abogado durante una decena de años como abogado acá en Murcia
¿Cuáles son tus referentes?
Hay dos básicos que trascienden a todo. Uno, Borges, de él aprendí casi todo de lo poco que sé. El otro es el mejicano Juan Rulfo. En cualquier caso yo soy escritor por culpa de Tim Powers, un escritor estadounidense de ciencia ficción y fantasía.
¿Cómo ves el estado de situación de la literatura en la actualidad? ¿Cuáles son las voces más interesantes y cuáles los nacimientos más promisorios?
Confuso. A ratos me ilusiono y a ratos no hago más que desesperarme. Hay momentos en que tengo la sensación de que sobran escritores y, lo que es más grave, que sobran editoriales (Imagino que habrá muchos que pensarán que sobro yo, cuestión de llevarlo con deportividad). Otras veces encuentro algo que dignifica la profesión y entonces todo vuelve a su lugar. Ahora en Murcia, mi ciudad, hay un florecimiento literario/artistico de lo más interesante.
¿Cómo manejás el clima, la atmósfera, en tus narraciones?
La atmósfera, en mi opinión, es algo que viene dado, que subyace a lo que uno está haciendo en la narración. Está en los personajes, en el propio ritmo. En mi opinión si uno tiene la voz adecuada para la novela y tiene el ritmo adecuado, entonces tiene la atmósfera. En mi caso es algo por completo intuitivo. Hay que estar muy atento.
¿Cómo abordás en tu obra el trinomio “lenguaje, trama, argumento”?
Mi mayor preocupación, en cada caso, es el lenguaje, más aun, el ritmo. Soy un obseso del ritmo en la narración. En ocasiones me ha sucedido “saberme” una novela entera y que después se me fuera un año mentras calculaba y medía el primer párrafo. En cuanto a la trama digamos que no le doy mucha importancia de inicio. Digamos que, al empezar, sé que hay determinadas cosas, veinte o treinta, que van a pasar en la novela y otras que “deberían” pasar. Luego sucede que uno empieza a escribir y pasa lo que la novela quiere.
¿Cómo funciona la memoria –olvido y recuerdo- en tu literatura?
Me temo que esa pregunta es demasiado técnica para mí… en cualquier caso sí diré que un escritor, ante su obra, no tiene más remedio que ser un poco Funes. Pobre del que se le olvide donde estaba algo…
¿Cuál es tu proceso de escritura?
Yo escribo por las mañanas. Me levanto y empiezo sobre las ocho y media. A mano y con una pluma waterman con la tinta azul. Trabajo, más o menos, hasta las once. A partir de ahí ya no soy capaz de poner ni una coma. Escribo, dicho sea de paso, en las cafeterías o en las terrazas. Muy rara vez en casa.
¿Cuáles son tus influencias literarias?
La más reciente, la más influyente, es la de Cormac McCarthy. Soy fan de mucha gente. De Margaret Atwood, de Barry Gifford, de Ramiro Pinilla, de Agota Kristof, de Irene Nemirovsky, de Roberto Bolaño, de Rafael Chirbes, de Rudyard Kipling, de Alejo Carpentier, de Truman Capote. Se puede ver que soy más bien clásico. El libro más hermoso que he leído en los últimos años es “Stoner”, de John Williams.
Fotografías de Enrique Martínez Bueso